Sombras y Resplandores en la Gala

1582 Words
En la antigua Grecia, las celebraciones eran momentos de alegría, pero también de tensiones ocultas y revelaciones inesperadas. Los dioses se mezclaban con los mortales, sus identidades ocultas bajo disfraces de lujo y poder. Uno de los mitos más intrigantes es el de Pentesilea, la reina amazona que se enfrentó a Aquiles en la guerra de Troya. Aunque lucharon ferozmente, la tragedia y el amor se entrelazaron cuando Aquiles, al quitarle el casco a su oponente caída, se enamoró de la guerrera en el momento de su muerte. Este mito nos enseña que bajo la superficie de la gloria y el poder, yacen emociones crudas y vulnerables que pueden cambiar el destino. Jade se encontraba en su clase, rodeada por el murmullo constante de estudiantes y el rasgueo de plumas sobre el papel. La voz del profesor llenaba el aula, pero su mente estaba distraída. Hacía tres días que no tenía noticias de Alexander y, aunque intentaba concentrarse, su mente volvía una y otra vez a él. Adrian, sentado a su lado, le susurró: “¿Estás bien, Jade?” “Sí, solo un poco cansada,” respondió ella con una sonrisa forzada. Aurea y Joseph, sentados cerca, se giraron hacia ellos cuando la clase terminó. “Oye, Jade, ¿qué tal si hacemos algo este viernes?” sugirió Aurea. Antes de que Jade pudiera responder, Adrian intervino. “De hecho, quería invitarlos a todos a una cena de gala que mi familia organiza. Es una de esas noches llenas de magnates, empresarios y... otras personas interesantes. Me encantaría que vinieran.” Jade asintió, agradecida por la distracción. “Me parece una excelente idea, Adrian. Será divertido.” El viernes por la noche llegó con una sensación de anticipación en el aire. La gala se celebraba en un lujoso salón de eventos, decorado con candelabros de cristal, mesas cubiertas con manteles de seda y flores exóticas en cada rincón. La música suave llenaba el ambiente, mientras los invitados comenzaban a llegar, vestidos con atuendos de gala que irradiaban elegancia y poder. Jade, con un hermoso vestido color verde jade que acentuaba su figura, caminaba al lado de Adrian, Aurea y Joseph. El vestido, de un tejido suave y fluido, caía graciosamente hasta sus tobillos, moviéndose con elegancia a cada paso. El escote en V resaltaba su cuello y clavícula, mientras que el diseño ceñido a la cintura destacaba su silueta, dándole un aire de sofisticación y gracia. El color verde jade realzaba el tono de su piel y hacía brillar sus ojos con una intensidad especial. Su cabello, recogido en un elegante moño bajo, dejaba a la vista unos pendientes de esmeraldas que combinaban a la perfección con su vestido. Unos delicados mechones sueltos enmarcaban su rostro, suavizando sus rasgos y añadiendo un toque de delicadeza a su apariencia. En sus muñecas, pulseras finas y doradas tintineaban suavemente con cada movimiento, complementando el conjunto con un brillo sutil. El grupo avanzaba con ella, pero Jade destacaba, irradiando una confianza tranquila que ocultaba su nerviosismo interno. La combinación de su vestido verde jade, sus accesorios elegantes y su porte grácil hacía que todos los ojos se volvieran hacia ella, apreciando la belleza y la elegancia que emanaba a cada paso. Adrian llevaba un elegante traje n***o con detalles en plata que resaltaban su porte distinguido. Su cabello estaba cuidadosamente peinado, y una corbata gris complementaba su apariencia sofisticada. Aurea, con un vestido dorado que brillaba bajo las luces del salón, parecía una diosa del Olimpo. Su cabello, recogido en un elegante moño, dejaba al descubierto unos pendientes de esmeralda que resaltaban sus ojos verdes. Joseph, en cambio, vestía un esmoquin azul marino con una camisa blanca impecable y una pajarita negra. Su aspecto era sobrio pero distinguido, y su presencia irradiaba confianza. Mientras avanzaban, Jade no pudo evitar observar a los otros invitados. De repente, su corazón dio un vuelco al ver a Alexander, vestido con un elegante esmoquin n***o que destacaba entre la multitud. Su presencia era magnética y atrajo la atención de todos los presentes. Jade no sabía que Alexander iba a estar allí, y la sorpresa la dejó sin aliento. Alexander, por su parte, sintió un nudo en el estómago al ver a Jade. No había esperado encontrarla en la gala y sabía que no podía expresar ningún sentimiento hacia ella en ese lugar. La tensión lo consumía mientras intentaba mantener una apariencia fría y distante. Arabella, con un vestido plateado que brillaba como las estrellas, se acercó a Alexander. Su sonrisa radiante y su porte imponente capturaron las miradas de todos. Al ver a Jade, Alexander sintió una mezcla de deseo y frustración. Jade quería saludar a Alexander, pero él le dio la espalda, comenzando a hablar con Arabella. Al notar esto, Arabella sonrió con orgullo y de forma ganadora, sin saber que Jade era la humana de Alexander. Jade sintió un sentimiento de pérdida y humillación al ver que Alexander la ignoraba. Este no era el mismo Alexander con el que había hablado en su departamento. Se dio cuenta de que tal vez todo había sido un juego para él. Con el corazón apesadumbrado, regresó al lado de Adrian, Aurea y Joseph, tratando de no mostrar su dolor. Adrian, quien había observado toda la situación, sonrió de lado al ver lo que estaba provocando Alexander. Mientras Aurea y Joseph hablaban sin parar sobre la decoración y lo maravillados que estaban, Adrian se acercó a Jade. “¿Estás bien?” preguntó Adrian, con un tono que sugería que ya sabía la respuesta. “Sí, solo necesitaba un momento para respirar,” respondió Jade, tomando aire para no llorar. En ese momento, dos figuras más se unieron a la conversación. Era la primera vez que Jade veía a Eleanor y Maximilian. Eleanor, con su cabello dorado y un vestido azul cielo, irradiaba una luz cálida y amable. Maximilian, con un traje blanco impecable, tenía una presencia serena y reconfortante. “Hola, soy Eleanor,” dijo ella con una sonrisa. “Y él es Maximilian. Es un placer conocerte, Jade.” “El placer es mío,” respondió Jade, apreciando la calidez en sus ojos. “Nos alegra que Adrian te haya invitado,” añadió Maximilian. “Siempre es bueno conocer gente nueva.” Helena, vestida con un elegante vestido rojo, también se acercó al grupo. “Buenas noches a todos,” saludó, su presencia imponente y serena al mismo tiempo. Mientras la conversación continuaba, Alexander observaba desde la distancia, su corazón dividido entre el deber y el deseo. Arabella seguía hablando, pero él apenas la escuchaba, su atención completamente centrada en Jade. “Alexander, ¿me estás escuchando?” preguntó Arabella, frunciendo el ceño. “Sí, claro,” respondió Alexander, forzando una sonrisa. “Perdón, me distraje.” “No parece que estés aquí,” replicó Arabella, su tono lleno de reproche. Alexander apretó la mandíbula, luchando por mantener la compostura. “Es solo un asunto de negocios que tengo en mente.” Arabella, aún sin saber la verdad, sonrió de forma calculadora. “Bueno, espero que puedas dejar de lado tus preocupaciones por esta noche.” Alzó su mano y la posicionó en el brazo del susodicho, causando que Jade volteara su mirada ante ese acto durante unos segundos, para después apartarla con dolor. "No me has dicho cómo luzco el día de hoy" Musitó dulcemente. Alexander la observó de arriba a abajo y le sonrió con una ternura fraterna, la cuál Arabella pensó que era de algo más. "Tú siempre te ves espectacular Arabella, eso ya lo sabes" Ella le sonrió satisfecha y asintió. Mientras tanto, Jade trataba de mantener la conversación con sus nuevos amigos, pero su mente seguía volviendo a Alexander. Helena, notando la tensión en el aire, se acercó a ella. “Jade, ¿te gustaría dar un paseo por el jardín?” sugirió Helena suavemente. “Claro, me vendría bien un poco de aire fresco,” aceptó Jade. Las dos mujeres salieron al jardín, donde la noche estaba iluminada por la luz suave de las farolas y las estrellas brillaban en el cielo. Helena miró a Jade con una expresión comprensiva. “Pareces preocupada, Jade. ¿Qué te sucede?” preguntó Helena. Jade suspiró, sintiendo que podía confiar en Helena. “Es Alexander, la persona que te presenté el otro día. Pensé que... bueno, pensé que sentía algo por mí, pero ahora parece que todo fue una ilusión.” Helena asintió, su mirada seria al saber que tenía que aparentar que no conocía a Alexander de antes. “Los sentimientos pueden ser complicados, especialmente cuando hay tanto en juego. Pero te puedo asegurar que Alexander siente algo profundo por ti, aunque tal vez no pueda expresarlo de la manera que esperas.” Jade miró a Helena, sintiendo una chispa de esperanza. “¿Crees que realmente le importo?” Ella negó con su cabeza al pensar en lo descabellado que eso sonaba. "Simplemente el verlo con ella me hizo sentir un hoyo en el pecho que nunca antes había experimentado..." Helena le sonrió con ternura y negó con su cabeza. “Tú no te preocupes por eso, se ve que Alexander es un hombre de palabra." Apretó su mandíbula sin que Jade lo notara. "No veas en lo que las demás hacen y enfócate mejor en ti" La señaló. "¿Entonces crees que si le importo?" Volvió a preguntar esperanzada. "Más de lo que imaginas,” respondió Helena, sonriendo de manera reconfortante.
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