Adrian llegó al claro del bosque, un lugar solitario y antiguo que los dioses usaban para sus reuniones más secretas. Las sombras de los árboles parecían moverse con una vida propia, y el aire estaba cargado de una tensión palpable. Alexander estaba allí, esperando con una expresión de impaciencia y desdén. Al ver a Adrian, sonrió con una burla que apenas ocultaba su verdadero sentir.
"Adrian," saludó Alexander con una voz gélida y cortante. "¿Qué te trae aquí? Pensé que habrías aprendido a no meterte en asuntos que no te incumben."
Adrian sintió un nudo de furia apretándose en su pecho, pero se obligó a mantener la calma exterior. "Tenía que hablar contigo cara a cara, Alexander. Esto no puede esperar."
Alexander arqueó una ceja, su expresión de burla no desaparecía. "¿De verdad? Si solo querías perder mi tiempo, podrías haberme llamado. Mi paciencia es limitada, y no estoy para tus tonterías."
Adrian dio un paso adelante, sus ojos fijos en los de Alexander. "Usaste tus poderes con Jade. Quiero saber qué le hiciste y por qué."
La sonrisa de Alexander se desvaneció, reemplazada por una mirada fría y calculadora. "Eso no es asunto tuyo, Adrian. Jade es mía para hacer con ella lo que desee."
Adrian sintió un ardor en su interior, la furia crecía cada vez más. "Claro que es asunto mío. Estás jugando con una vida humana como si fuera un peón en tus juegos divinos. ¿Qué tan bajo puedes caer?"
Alexander soltó una risa amarga, sin alegría. "Estás enamorado de ella, ¿verdad? Qué patético. Pero tus sentimientos no cambian nada. Jade ya me pertenece, y tendrás que acostumbrarte a ello."
Adrian apretó los puños, su voz se volvió más firme y desafiante. "No permitiré que la lastimes. Si continúas con esto, tendrás que enfrentarte a mí."
Alexander lo miró con desdén, dando un paso adelante para acortar la distancia entre ellos. "¿Y qué piensas hacer? No tienes poder sobre mí. Eres un tonto si crees que puedes competir conmigo."
Adrian sintió cómo la rabia lo consumía, pero luchó por mantener la compostura. "No subestimes lo que soy capaz de hacer por proteger a Jade. Te advierto, Alexander, no me pongas a prueba."
La sonrisa de Alexander se convirtió en una mueca de desdén. "Eres patético, Adrian. Deberías aceptar la realidad. Jade está destinada a estar conmigo. He ganado, y no puedes hacer nada al respecto."
Adrian dio un paso más cerca, su mirada penetrante y llena de determinación. "Esto no ha terminado. Haré lo que sea necesario para asegurarme de que Jade esté a salvo, incluso si eso significa enfrentarme a ti."
Alexander retrocedió, su expresión se endureció aún más. "Buena suerte con eso. Pero te lo advierto, si sigues interfiriendo, te arrepentirás."
Adrian sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no dejó que el miedo lo dominara. "No dejaré que me amenaces. Esta no será la última vez que hablemos de esto."
Alexander lo miró con frialdad. "Espero que sí. Pero te sugiero que te acostumbres a verme con Jade. Nunca me iré de su lado, y ella ya es mía."
Adrian se dio la vuelta, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que esta batalla no sería fácil, pero estaba decidido a proteger a Jade a cualquier costo. Las palabras de Alexander resonaban en su mente, llenándolo de una oscuridad y obsesión que solo se intensificaban con cada paso que daba lejos del claro del bosque.
El recuerdo de la risa burlona de Alexander y la arrogancia en su mirada alimentaban la furia de Adrian. Cada detalle del encuentro se repetía en su mente como una pesadilla recurrente. No podía dejar de pensar en Jade, en la forma en que sus ojos se iluminaron la última vez que la vio, en la calidez de su sonrisa. La idea de que Alexander la controlara, la usara como un peón en sus juegos perversos, era intolerable.
Adrian recordó la primera vez que conoció a Jade. Ella había sido un rayo de sol en su vida, una presencia radiante que iluminaba incluso sus días más oscuros. Habían compartido risas, confidencias y momentos de auténtica conexión. Pero ahora, todo eso parecía en peligro de ser arrancado de su vida por los caprichos de un dios cruel.
Las noches sin dormir se convirtieron en su nueva realidad. Adrian pasaba horas en vela, ideando planes, estrategias para liberar a Jade del yugo de Alexander. Sabía que enfrentarse a un dios no era tarea fácil, pero su determinación era inquebrantable. No importaba cuántas veces cayera, se levantaría cada vez, más fuerte y más decidido.
Mientras tanto, Alexander disfrutaba de su victoria momentánea. Su obsesión por Jade no era solo por su belleza, sino por el poder que sentía al tener a alguien tan pura bajo su control. Cada vez que la veía, cada vez que sentía su presencia, su deseo de poseerla completamente crecía. Para él, Jade no era una persona, sino un trofeo, una prueba de su superioridad y dominio.
Las manipulaciones de Alexander sobre Jade eran sutiles pero constantes. Usaba su carisma y poder para atraerla, para hacerla dudar de sus propios sentimientos y lealtades. Le susurraba promesas de un futuro brillante, lleno de riquezas y placeres, siempre y cuando se mantuviera a su lado. Pero también había amenazas veladas, recordatorios de lo fácil que sería para él destruir todo lo que ella amaba si no se sometía a su voluntad.
Mientras tanto, en las calles de la ciudad, Jade caminaba perdida en sus pensamientos, intentando despejar su mente del extraño dolor que había sentido en el café. La ciudad parecía más oscura de lo habitual, y cada sombra parecía esconder un secreto. De repente, vio a una mujer conocida de la gala, Arabella, caminando hacia ella con una sonrisa que a Jade le pareció inquietante.
"Hola, querida Jade." saludó Arabella con una voz suave que escondía intenciones oscuras.
Jade sonrió tímidamente y trató de pasar de largo. "Hola," respondió, intentando seguir su camino.
Pero Arabella la detuvo con una falsa amabilidad, su mano fría se posó en el brazo de Jade, deteniéndola en seco. "Espera, no tengas prisa. ¿Cómo estás? Me encantaría hablar contigo un momento."
Jade sintió una punzada de nerviosismo, pero no quiso parecer descortés. "Estoy bien, gracias. Solo iba de camino a casa."
Arabella la miró con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "Qué bien. Me alegra saberlo. ¿Cómo van las cosas con Alexander?"
Jade se tensó, sin saber cómo responder. "Bien, supongo."
Arabella se acercó un poco más, su mirada se volvió más penetrante y siniestra. "Sabes, Alexander es un hombre muy... especial. Debes tener cuidado con él. Nunca se sabe lo que podría hacer."
Jade sintió que su incomodidad crecía. "Gracias por el consejo, pero creo que puedo manejarlo."
Arabella rió suavemente, pero el sonido no era reconfortante. "Solo intento ayudarte, Jade. A veces, las personas pueden ser muy diferentes a lo que parecen."
Justo cuando Jade empezaba a sentirse cada vez más ansiosa y deseaba irse, Helena apareció de la nada, interrumpiendo la conversación. "¡Vaya, qué sorpresa verlas aquí!"
Arabella cambió su semblante a uno más serio y forzó una sonrisa. "Helena, qué casualidad. ¿Qué haces aquí?"
Helena sonrió de vuelta, pero sus ojos mostraban determinación. "Solo paseaba. Es bueno verte, Arabella."
Arabella asintió, claramente incómoda. "Sí, lo mismo digo. Bueno, tengo que irme. Hasta luego."
Helena esperó a que Arabella se alejara antes de girarse hacia Jade. "¿Estás bien?"
Jade asintió, aunque todavía estaba un poco temblorosa. "Sí, gracias. No sé qué habría hecho si no hubieras aparecido."
Helena asintió sin decir más, guiando a Jade por las calles con una presencia tranquila pero firme. Sabía que su intervención había sido crucial, y aunque no quería alarmar a Jade más de lo necesario, era consciente de los peligros que la acechaban. Mientras caminaban juntas, Jade sintió una extraña mezcla de alivio y preocupación. Sabía que su vida había cambiado drásticamente, pero también sabía que no estaba sola en esta nueva realidad.
"¿Por qué estaba Arabella tan interesada en mí?" preguntó Jade, tratando de entender lo que había pasado.
Helena suspiró, su expresión se endureció ligeramente. "Arabella es... complicada. Digamos que no siempre tiene las mejores intenciones. Debes tener cuidado con ella."
Jade asintió, sintiendo que la advertencia de Helena era sincera. "Gracias, lo haré."
Helena la miró con seriedad, sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y resolución. "Hay personas que se preocupan por ti y quieren protegerte."
Jade sonrió, sintiendo una pequeña chispa de esperanza. "Eso significa mucho para mí."
Helena asintió, su expresión se suavizó. "Siempre estaré aquí para ayudarte, Jade. No olvides eso."
Mientras caminaban juntas, Jade se sintió un poco más tranquila. Sabía que su vida había cambiado drásticamente, pero también sabía que no estaba sola en esta nueva realidad.
La noche cayó sobre la ciudad, y en un rincón oscuro, Alexander se encontró solo, perdido en sus pensamientos. La confrontación con Adrian lo había dejado inquieto. Sabía que sus acciones habían provocado una cadena de eventos que ahora eran incontrolables. Pero no podía evitarlo. Su atracción por Jade era demasiado fuerte, y no estaba dispuesto a renunciar a ella.
La batalla por el corazón de Jade apenas había comenzado, y Alexander estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ganar. Sabía que habría desafíos, pero también sabía que no podía dejar que su amor por ella se desvaneciera.
Y en algún lugar, entre la luz y las sombras, Jade se preparaba para enfrentar el siguiente capítulo de su vida, sin saber qué le deparaba el destino ni cuán profundas eran las pasiones que la rodeaban.