Capitulo 2

1713 Words
Está mañana antes de ir al trabajo me encuentro a mi jefa corriendo en el parque, va con un chico que me presentó como su primo Dylan, pero por Dios, parece una alucinación, alto, pelo castaño, ojos verdes, una barba muy sexy y un cuerpo muy mal repartido, porque a mi no me lo repartieron. Sonrió por mis tonterías, como dice mi jefa las apariencias engañan, porque ella cree que soy muy tímida, bueno para algunas cosas lo soy, pero a veces pienso en voz alta y es ahí cuando tengo problemas. Me invitaron a correr juntos y él no dejaba de observarme de pies a cabeza, lo que me hacía sonrojarme. —¿Qué tal es Dayna de jefa? —me pregunta Dylan mientras seguimos trotando. —Es excelente, la verdad no tengo queja. Seguimos conversando un poco hasta que notamos que Dayna no se quedó rezagada. Volvemos a buscarla y nos damos cuenta que se lastimó un pie. Dylan de inmediato la levanta en los brazos y me doy cuenta que hay un hombre que la estaba ayudando, estaba vestido de negro pero no pude verle la cara porque estaba de espaldas a mi. Aunque no fue algo grave, ellos se fueron a su apartamento y yo al mío, aunque esté parque me queda un poco lejos valió la pena la vuelta, conocí a un hombre por él que haría el sacrificio de venir a este parque todos los días aunque tuviera que correr el doble. Llego a mi apartamento y me doy una ducha, de inmediato me pongo a empacar mis cosas para mudarme esté fin de semana, la verdad me urge irme de aquí, echo a la basura la mayor parte de las cosas, ya muy tarde me hago algo de cenar y me voy a descansar. Cuando llego a la oficina me entero que mi jefa estará unos días fuera de la ciudad para un trabajo muy importante del que obviamente no han dicho nada, por seguridad de la empresa. —Hola Lina —me saluda Steve en cuanto se abre el elevador. —Hola Steve. —¿Estás muy ocupada? —No, ¿por qué? —Quería invitarte a cenar esta tarde. —Estoy un poco ocupada, me mudaré de apartamento y la verdad aún no termino de empacar. —Bueno, será en otra ocasión, si necesitas ayuda, no dudes en llamarme, puedo ayudarte con la mudanza. —Gracias Steve. Se va y sigo trabajando. La secretaría del Sr. Foster me llama para decirme que no es necesario que venga a la oficina todos los días, que solo dos veces a la semana para organizar la agenda y recibir llamadas está bien, también dice que afectará mi sueldo, regreso al apartamento y termino de preparar lo que me faltaba para la mudanza. Al día siguiente me despierto muy temprano y empiezo a sacar todo para dejar de una vez por todas esté horrible apartamento. Son unas cuantas cajas las que tengo, así que no será mucho problema, Steve me habló muy temprano y le dije que hoy me mudaba por lo prometió venir en cuanto saliera del trabajo para ayudarme, como ya no tuve tiempo de ver a Dayna me envió un mensaje para avisarme que me dejó las llaves con su primo, así que más tarde pasaré por ellas. Termino de empacar y me voy a recoger las llaves, llego al edificio y subo al quinto piso, el edificio se ve tan elegante que no puedo creer que voy a vivir aquí. Dayna me dio el número de apartamento de Dylan, cuando toco la puerta con un poco de vergüenza, escucho risas y me abre una chica muy guapa, que parece sacada de una revista de catálogo, que me imagino que ha de ser de ropa interior porque trae muy poca ropa. Me ve de arriba para abajo con desprecio, mientras yo me pongo roja, me incomoda mucho cuando me ven de esa manera, siento que cuando lo hacen me están menospreciando y eso realmente me molesta. Antes de que pueda decir algo aparece Dylan, está vestido sólo de la cintura para abajo, su pecho está cubierto con una sombra de vello, respiro varias veces a ver si puedo hablar sin tartamudear por la impresión que acaba de causarme. —Hola Dylan, disculpa la interrupción, vengo a recoger la llaves. Él sonríe y desaparece de mi vista, la chica del catálogo sigue observándome con desconfianza, ha de pensar que le quiero quitar a su hombre. —Aquí están las llaves, Dayna me encargó ayudarte con la mudanza, si quieres me visto y… Lo interrumpo. —No es necesario, muchas gracias. Me doy la vuelta y me dirijo al que será mi nuevo apartamento, al abrir la puerta quedó sorprendida. Es un espacio amplío con una hermosa vista, tiene muebles muy modernos, una combinación de café y beige, todo se ve hermoso, me pongo a curiosear hasta que llegó a la que será mi habitación, quiero llorar de alegría, es amplia, tiene una enorme cama y su propio baño, creo que estoy soñando, los muebles son blancos lo que hace una combinación perfecta con el color de las paredes, no puedo evitar recostarme en la cama, por Dios, no creo que pueda levantarme temprano en un cama tan cómoda, siento que estoy en la gloria. Por la tarde Steve llega a mi apartamento para ayudarme, él tiene una camioneta y empezamos a subir las cajas. —Gracias Steve, si no fuera por ti hubiera tenido que alquilar un coche para poder llevar las cajas. —No tienes nada que agradecer Lina, lo hago con mucho gusto. Le doy la dirección de Dayna y al llegar al edificio se sorprende. —Que buen detalle de Dayna invitarte a vivir con ella. —Si, la verdad me saque la lotería con ella. —Se dice que es especialista en fraudes. —La verdad no lo sé, y prefiero no preguntar, ya sabes, no me gusta meter las narices donde no me llaman. Steve sonríe y empezamos a subir las cajas al apartamento, en eso sale Dylan. —Hola Lina ¿necesitas ayuda? Me sonríe de una manera que no sé porque, me hace ponerme roja, en eso entra Steve con más cajas, cuando Dylan lo ve su cara cambia por completo. —¿Sabe Dayna qué tienes novio? Su pregunta me toma por sorpresa, estoy a punto de contestarle cuando suena su teléfono y se aleja a contestar. Seguimos metiendo las cajas y vuelve a asomarse. —Era Dayna, parece que ha estado muy ocupada y por eso no habíamos tenido noticias de ella. —¿Pero está bien? —Si. —Bueno como veo que no necesitas mi ayuda, me voy —se da la vuelta muy serio y se va. Yo no le doy importancia, al final ni siquiera lo conozco, así que lo que piense me importa muy poco. Seguimos subiendo las cajas y al terminar Steve me invita a cenar, pero estoy tan agotada que prefiero dormir, le agradezco mucho su ayuda y le prometo que esa cena será después. Nos despedimos y me quedo ordenando mis cosas. A los pocos minutos suena el timbre, al abrir veo a mi nuevo vecino con una pizza en la mano. —Disculpa mi pregunta de antes, no tenía porqué hacerla e irme de la manera que me fui, pero crees que una pizza ayude para olvidar el mal rato, además de que seremos vecinos y tenemos que llevarnos bien. Sonrió. —Bueno, si traes alguna cerveza para acompañarla, creo que sí podría olvidar el mal rato. Me entrega la pizza, sale disparado a su apartamento y regresa con dos cervezas. —¿Y ahora? —pregunta divertido. Sin poder evitarlo le sonrío. —Claro pasa, estás perdonado, aunque no soy tan fácil de engatusar, pero con el hambre que tengo te hubiera perdonado hasta con un cereal. Los dos sonreímos y preparamos todo para comer en la sala, mientras pone una película, él está sentado en un sillón y yo en el otro, cuando menos lo pienso me quedo dormida. A la mañana siguiente despierto tapada con una manta, me da mucha vergüenza haberme quedado dormida, pero estaba muy cansada. Normalmente los fines de semana no salgo a correr, aprovecho para hacer las cosas que tengo pendientes, entre ellas visitar a mi madre. La cocina de Dayna es muy luminosa y grande, a mi me encanta cocinar, así que me pongo manos a la obra con un desayuno completo, agradezco a mi jefa mentalmente por dejar el refrigerador lleno. Termino de desayunar y me pongo a limpiar la cocina. Cuando termino tomo una ducha, me pongo ropa cómoda, me recojo el cabello porque ya lo traigo demasiado largo y me dispongo a salir para tomar el autobús, para ver a mi madre. Voy saliendo del edificio y me topo con Dylan, trae un café y una bolsa, que por él aroma podría adivinar que son galletas de avena, mis favoritas. —Buenos días Dylan, que pena por quedarme dormida ayer, estaba muy agotada. —Bueno no te preocupes, tal vez podría perdonártelo si me invitas a desayunar, yo pongo el café y las galletas —dice mostrándome la bolsa y los vasos de café. —En este momento no puedo, como puedes ver, voy de salida a visitar a mi madre. Él pone una cara de niño regañado que me hace sonreír. —No me pongas esa cara, que me harás caer en la tentación. Al decir esto último, me pongo de todos colores y él sonríe muy pícaro. —¿Así que soy una tentación? —Bueno yo lo decía por las galletas y el café. Sonríe. —Bueno si tú lo dices te creo. Se despide no sin antes echarme una mirada muy pícara, él sabe lo que me provoca, aunque imagino que a la mayoría de las mujeres les provoca lo mismo, a menos que sean ciegas, de otra manera es imposible. Sigo mi camino para tomar el autobús, llego a ver a mi madre y está dormida, al parecer se puso algo inquieta y tuvieron que sedarla, así que sólo me quedo con ella unas horas y regreso al apartamento un poco triste.
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