El jueves, Allie y yo salimos a correr y lo estamos comentando en la cafetería como si hubiéramos hecho una maratón.
Allie agita la cabeza señalando algo. A Evan. Está caminando hacia nosotras con los ojos puestos en la libreta que lleva en las manos.
—Hola —saluda cuando se pone a mi lado.
Allie y yo nos miramos y también le saludamos.
— ¿Qué tal te va? —pregunto.
Evan es guapísimo, no como Dustin, de hecho su físico es todo lo contrario: pelo rubio, ojos azules, y no llega al metro ochenta y cuatro de Dustin; pero tiene su grupo de seguidoras fieles en la cafetería. Hoy están sentadas en una mesa detrás de dónde estamos nosotras y puedo sentir sus miradas de odio en la nuca. Cuando Evan y yo lo intentamos —las tres veces—, ellas ya venían aquí y se dedicaban a hacerme vudú y a dedicarme todo el asco que tenían. Son cinco chicas de instituto obsesionadas con él, y aunque Evan las ignora salvo cuando las toma nota, también le incomodan.
—Bien, algo más liado por la Universidad pero no me quejo —se detiene unos segundos—. ¿Os pongo lo de siempre?
—Por favor.
En cuanto Evan se va a por nuestros cafés, Allie se inclina sobre la mesa y me susurra:
—Creo que quiere hablar contigo.
Me encojo de hombros porque no me importa. Evan y yo seguimos hablando por mensajes y nos llevamos de maravilla.
Evan trae los cafés en la mano y lleva debajo del brazo unas carpetas y papeles sueltos.
—Disfrutarlos.
Antes de que se marche, Allie se excusa:
—Uf, tengo que llamar a mi madre para decirla que ya compro yo la cena de camino a casa —no tarda nada en levantarse de la silla y fingir que marca un número—. Ahora vengo.
Evan tampoco pierde el tiempo en sentarse en la silla de Allie y esparcir sus papeles en la mesita. Son varias cuentas y cosas de empresariales. Charlamos un rato de todo un poco. Hablar con Evan siempre ha sido agradable, tiene conversación para todo y es muy divertido.
— ¿Te he contado lo nuevo? Voy a hacer unas prácticas en la empresa de un amigo de mis padres, en Seattle.
Seattle. Alguna vez cuando salíamos sí que dijimos que ir allí era un viaje en pareja que debíamos hacer.
—Me alegro mucho por ti, Evan —le aseguro, y remuevo el café con la cucharilla—. ¿Cuándo son?
Evan rebusca entre los papeles hasta que agarra uno y lo lee:
—En verano, pero creo que me iré antes. Estoy pensando en irme allí después de Navidad y pedir el traslado de Universidad —recoge los papeles y se pone de pie. Yo le ayudo a que se los amontone en los brazos—. Eh, podrías venirte conmigo.
—Cómo te gustaría a ti.
Evan suelta un suspiro que termina en mis labios.
—Sabes que lo haría. —Acaricia mi mejilla y se aleja unos centímetros riéndose nervioso—. Pero ya sé que está Hicks.
Allie entra en la cafetería y se sienta en su silla terminándose el café en un momento. La miro y ella me agita las manos tan rápido que casi le tira unos papeles a Evan que no tarda en irse.
—Bebe rápido que tenemos que irnos, hay maratón de Harry Potter y sabes que no puedo perderme eso.
Me termino el café lo más rápido que puedo. Allie puede arrastrarme hasta el coche con tal de no perderse ni un segundo de su saga favorita.
***
Al día siguiente, Dustin se ofrece a llevarme al aeropuerto a recoger a papá. Una vez allí, le esperamos junto al Mazda lo más cerca que Dustin ha podido aparcar de la terminal. Papá me ha insistido en que puede ir en taxi hasta su hotel, pero quiero recibirle como se merece y darle un gran abrazo. Parecería muy aprovechada si solo le quisiera aquí porque me va a comprar otro coche.
—Te noto nerviosa —comenta Dustin.
Asiento con la cabeza sin hablar.
Estoy de puntillas desde hace rato y solo busco el pelo n***o de papá que siempre lleva recogido en un moño. Todo muy hippie, como es él. No tardo en verle, tampoco es muy difícil con la tabla de surf que trae en su funda. Espero paciente a que llegue a dónde estamos y no parecer una tonta que esquiva personas.
—Te dije que podía irme en taxi —repite cuando llega. Le deja todo a Dustin y se agacha a abrazarme y levantarme del suelo—. ¿Qué tal estás, cariño?
—Genial —susurro. Le abrazo más fuerte antes de que me suelte y salude a Dustin.
Se estrechan las manos y se golpean los hombros. Todo muy varonil. Papá mete su mini-maleta en el maletero del coche y Dustin engancha la tabla en la baca con unas cuerdas que tiene.
En el coche, papá nos cuenta como le va de bien en Australia y lo mucho que le gusta vivir allí aunque no este yo —ni mamá—, pero a ella no la nombra. Delante de él, el nombre de mamá está prohibido. Dustin le pregunta unas cuantas cosas, y verle sonreír con mi padre me gusta. Cada vez que se hablan, Dustin le mira por el retrovisor y vuelve a sonreír sacando una sonrisa pre-cio-sa con dos hoyuelos muy monos.
Papá me mira con la cara de tonta que tengo que tener y se inclina hasta poner una mano en el hombro de Dustin.
—Y ¿ya sales con mi hija? —le pregunta.
Me atraganto con mi propia saliva y le lanzo una mirada asesina.
Dustin me mira y sigue sonriendo. Yo me hundo en el asiento y trato de que no vea que mis mejillas y mi pelo son del mismo color.
—Sólo somos amigos —asegura.
Me gustaría saber que lo dice por que de decir lo contrarío mi padre lo castraría, pero no es así. Dusin siempre —o casi siempre— , es honesto, no le importa decir las verdades y esto no es diferente. Amigos. Posiblemente lleve en esa zona desde que nos conocemos, o desde que entré en la Universidad. Antes posiblemente estaba en la zona de "soloconocidos".
El hotel dónde papá se va a quedar no queda muy lejos del aeropuerto. Insiste en que puede subir solo con sus cosas, a si que le dejamos solo y Dustin sigue conduciendo sin descansar hasta casa. A mitad del camino papá me envía un mensaje sintiendo lo de Dustin y avisándome que ya se ha instalado en su habitación. Hay una foto también, pero solo sale enfocándose él en el espejo del baño con su tabla fuera de la funda.
—Estás muy callada —me dice.
Agito la cabeza como si me diera igual. No lo hace.
—No es nada. Solo estoy pensando en mamá —miento.
Otras veces, Dustin si se ha esforzado en sacar un tema del que conversar, pero no hoy. El resto del viaje es algo más incómodo de lo normal, y cuando aparca en su garaje corro al otro lado de la calle metiéndome en casa a toda prisa. Mamá me mira raro cuando me tiro de cabeza en el sofá interrumpiendo su serie preferida con mis gruñidos contra la almohada.