Una bruja de cumpleaños 1

2227 Words
••◘◘○○♥○○◘◘•• Hace poco menos de dos meses empecé a salir con un chico de mi carrera, de hecho, la forma en la que empezamos a hablarnos fue un poco extraña, porque cuando se me acercó en la mitad del corredor mientras caminaba a una clase de bioquímica 2, me asusté, ya que no estoy nada acostumbrada a que personas que no conozco se me acerquen… Supongo que quedé con algunos traumas de mi infancia, en la que la mayoría de los chicos a los que conocía, me decían comentarios que me hacían sentir mal y por eso me volví una persona callada y aislada, solamente hablo y me abro con aquellas personas con las que llego a tener algo de confianza. El caso fue que me preguntó por una de las clases a las que yo ni siquiera asistía, algo que me hizo reír porque evidentemente había buscado eso como excusa para acercarse a hablarme. «¿Será posible que le llamé la atención?», pensé mientras me miraba avergonzado y se pasaba la mano por la nuca. Levanté una ceja, mirándolo seria, pero cuando vi la sonrisa que se marcó en su rostro, fue inevitable no devolvérsela levemente… casi olvidé que iba de afán a la clase y que como siempre, el profesor nos tenía advertidos de que, si llegábamos cinco minutos después de empezada la clase, ya no nos dejaría entrar, ni porque llegáramos con un brazo colgando a causa de un accidente. ¿Un poco exagerado? … De eso no tengo la menor duda. Vi la hora en el reloj y apenas me quedaban dos minutos para atravesar el edificio, así que empecé a correr dejando atrás a ese chico de linda sonrisa, pero del que no sabía el nombre… Supuse que había perdido mi oportunidad, pero ya estábamos terminando uno de los ciclos del año y no me podía dar el lujo de perder una clase y mucho menos una que se relaciona completamente con el énfasis que he escogido. Apenas llegué al salón, mi amiga, Romina, estaba distrayendo al profesor en la entrada y por eso era un milagro que no hubiera cerrado la puerta. Volví a mirar el reloj y ya habían pasado siete minutos del inicio de la clase, así que entré gateando al salón, mientras contenía la risa al escuchar las preguntas incoherentes y enredadas que le estaba haciendo al profesor, quien ya se veía notablemente fastidiado. No alcancé a sentarme, cuando el profesor le pedía a mi amiga que se callara y que, si de verdad no entendía nada, pues que lo buscara después de clases en la oficina de maestros, pero que ese no era momento de ponerse a explicarle lo que ya debía saber. Ella le dio una sonrisa socarrona y “apenada” caminó a su puesto, junto al mío. Todos los demás estudiantes se habían dado cuenta de sus intenciones y aunque yo no los trataba, guardaron el secreto y supieron controlar las risas al presenciar toda la situación. Se acabó la clase, entonces recogimos nuestras cosas para salir. Parecía que a Romi se le olvidó por completo lo que había hecho al principio de la clase, pero el profesor se encargó de recordárselo al decirle que la esperaba en la tarde para explicarle, la vi pasar saliva con fuerza y miraba la forma de escabullirse de eso, pero como que nada se le ocurría porque solamente estaba con los ojos abiertos y ningún sonido salía de su cuerpo. —Sr. Johnson, no se preocupe por eso —le comenté —yo me encargo de que acá mi amiga, repase lo que dice no recordar —sonreí y asintió. —Perfecto —contestó y se volteó hacia el escritorio para seguir recogiendo sus pertenencias. —Gracias —me susurró Romi y le guiñé un ojo. Íbamos saliendo del salón y mis ojos se abrieron al ver contra la pared al mismo chico de antes, con la misma sonrisa sensual. Apenas me vio salir, caminó hacia mí y se presentó. —Muchos gusto, soy Mason —extendió su mano para saludarnos. —Elizabeth —respondí. —Romina —saludó ella y le apretó la mano, haciéndolo reír. Así fue el inicio de nuestra relación y ahora, dos meses después, supongo que estamos bien… Él permanece muy ocupado con varios asuntos de la carrera, así que nos vemos poco, aunque chateamos constantemente, algunas veces me acompaña en mi trabajo. Hasta el momento no hemos tenido sexo y no por falta de ganas, sino porque no se ha dado la oportunidad, además de que nos estamos conociendo poco a poco… Supongo que mi poca experiencia con hombres, no me deja acostar con el primero que aparezca, creo que para poder llegar a eso debo quemar la etapa en la que uno solo tiene sexo con alguien con quien tiene un vínculo emocional. Prendo la televisión, aburrida porque desde hace un tiempo, mi mejor amiga y compañera de apartamento, empezó a trabajar en la noche, en un restaurante como mesera y todo por culpa de su despiste, ya que desde que entramos a Princeton, habíamos trabajado en la biblioteca de la universidad, pero esta vez, ella olvidó alistar los documentos que todos los semestres nos piden para renovar el beneficio de trabajar ahí y por eso tuvo que buscar un ingreso económico de alguna otra forma. Empiezo a cambiar los canales sin prestar mucha atención a lo que están presentando, hasta que me detengo en un canal de cine para adultos… «Creo que nuevamente se cruzó la señal con la del vecino», ya nos ha pasado como en dos oportunidades, que hemos podido ver las películas que ha contratado nuestro vecino cuarentón, pero que está como para chuparse los dedos. No demoran en empezar a sonar los gemidos de la mujer con la que él se encuentra esta noche y poco a poco empiezo a sentir mucho calor. Me levanto de la cama y voy a la cocina para tomar un vaso de agua, el cual bebo de un sorbo y decido llevarme otro para la habitación. Me aseguro de que Romina no haya llegado del trabajo, porque creo que voy a aprovechar el momento para quitar un poco las ganas que tengo desde hace días y que no he podido calmar. Destapo la cama y me acuesto, apago la luz de la lámpara de noche y aunque los sonidos que emiten los de la película, son excitantes, me calientan mucho más los que atraviesan la pared, así que le pongo silencio a mi televisor y me dejo llevar poco a poco. Deslizo mi mano por debajo de mi blusa y empiezo a masajear suavemente mis senos, mis pezones se empiezan a endurecer y la turgencia aumenta. Escucho un gruñido fuerte del vecino y siento como mis bragas se humedecen por completo… «creo que esta pared es de papel». Una de mis manos se queda en mis senos, mientras la otra baja suave hasta el elástico del pantalón y la deslizo por encima de mi braga, siento el calor y la humedad que salen de mi cuerpo y trazo unos círculos por encima de la tela. Los gemidos al otro lado se intensifican, por lo que un dedo se cuela para tocar mi punto palpitante y lo masajeo en círculos haciéndome gemir de forma ahogada y encorvar mi espalda. Siento como aumenta mi excitación, así que con la otra mano empiezo a bajarme el pantalón, levanto la cadera sin dejar de prestarle atención a mi clítoris. Una vez quedo liberada de mi pantalón y bragas, con una de mis manos separo mis pliegues abriendo paso primero a mi dedo índice, siento la estrechez, pero la necesidad crece en mi interior, así que introduzco mi dedo medio. Empiezo a recorrer suavemente mis bordes, metiendo y sacando lento, pero poco a poco la intensidad aumenta, mi pulgar rosa mi punto palpitante y en mi interior movimientos circulares y ondulantes me hacen estremecer. Estoy cerca del tan anhelado orgasmo que lleva creciendo dentro por varios minutos. Siento como la presión aumenta hacia el centro de mi abdomen y desciende a mi intimidad, hasta que estallo en un delicioso orgasmo, que es acompañado por los gemidos ahogados de la pareja al otro lado de la pared. La habitación está completamente oscura, a excepción de una pequeña esquina por la que un haz de luz que viene desde la calle alcanza a dejar entrever una silla antigua que uso para las visitas y ponerme los zapatos cada día. Mientras estoy calmando la agitación de mi cuerpo, alcanzo a pasar rápidamente la mirada por la esquina tenuemente iluminada y una sombra me sobresalta, cubro rápidamente mi cuerpo con las cobijas y miro nuevamente hacia la silla, pero no veo nada. Trago saliva y cierro los ojos, pensando que simplemente ha sido algo del momento, pero tal parece que no, porque siento una presencia cerca de mi cuerpo… hace mucho no me pasaba esto y me pongo ansiosa. Busco algo de las fuerzas perdidas a consecuencia del orgasmo que tuve y empiezo a recorrer con mi mirada toda la habitación, dejando por última la silla en la esquina. Mis ojos se posan sobre la silla, pero no hay nada… hasta que de la oscuridad la misma sombra que había visto, se mueve hacia el haz de luz. Quedo petrificada, sé que me está mirando, pero yo no veo ninguna facción en lo que debería ser su cara, no puedo quitar la mirada de encima, sino hasta que desaparece ante mis ojos. Mi corazón empieza a latir rápidamente y un sentimiento de desasosiego me embarga totalmente… En este momento recuerdo lo que me pasaba desde muy pequeña y ahora tengo miedo de lo que pueda pasar, porque desde siempre que veo esa maldita sombra, algo malo va a suceder. De repente escucho un grito fuerte fuera del edificio y el derrapar de un auto, lo que me hace levantar de un solo salto, cojo mi pantalón que tiene las bragas en su interior, las cuales saco y dejo a un lado porque están empapadas, me pongo el pantalón y corro hacia la puerta de mi habitación. La puerta del apartamento se abre y Romi entra de forma intempestiva al apartamento. Su rostro está pálido y parece que estuviera conteniendo las lágrimas. Camino rápidamente hacia ella, quien me mira y aunque intenta hablar, no puede hacerlo de lo agitada que se encuentra. Corro para llevarle un vaso de agua y que se calme porque necesito confirmar que no le pasó nada. —Casi me asaltan al llegar al edificio —suelta en un susurro —. Si no fuera por el hombre que conducía un auto, en este momento posiblemente tendría un cuchillo clavado en mi costado —sus lágrimas empiezan a caer. La abrazo con fuerza y consuelo por un rato, hasta que se calma. La llevo caminando hasta su habitación, para que pueda descansar después del mal momento que tuvo. No puedo evitar mirar a mi alrededor constantemente, buscando la sombra que desde siempre me ha atormentado, «¿por qué volvió a aparecer después de tanto tiempo?», me cuestiono sin tener ninguna respuesta y tampoco puedo comentarle a cualquiera sobre eso… seguro pensarían que estoy loca o que en efecto soy una bruja. La noche pasa rápidamente y en la mañana, el sonido de las ollas en la cocina llama mi atención y cuando llego a mirar lo que sucede, Romi está alegre, como si nada malo hubiera pasado. La miro con detenimiento y me acerco silenciosa. Apenas me ve, se viene corriendo a saludarme. —¿Estás bien? —pregunto extrañada y ella asiente al tiempo que se ríe. —Sí, no pasa nada —contesta sin darle importancia a mi pregunta y sigue preparando lo que parece ser el desayuno. —Mmm, ¿por qué tan contenta? —inquiero con los ojos entrecerrados. —Estoy pensando en tu cumpleaños 21… ¡Debemos celebrar! —grita emocionada y me mira esperando mi respuesta. —No creo que haga nada especial —voltea los ojos porque no era la respuesta que esperaba —además cae a mitad de semana, tú trabajas en la noche y todos tenemos compromisos en la mañana del jueves. Sabes tampoco es que tenga muchos amigos —le digo esto último con obviedad y ella hace una mueca al notar que tengo razón. —Aburrida —me dice haciendo una mueca y yo me rio —. Supongo que harás al menos algo con Mason, ¿no? —levanta una ceja. —Aún no he mencionado nada al respecto —respondo. —Pues más le vale que te invite a algo, o de lo contrario… —deja las palabras en el aire, pero por la cara que hace, es entendible que no sería nada buenos para él. Me rio con sus ocurrencias, pero en el fondo yo también espero que él me invite a hacer algo ese día, no solo por ser mi cumpleaños, sino porque es el primero que pasaremos juntos. Además, que toda la situación de anoche, con el vecino, en vez de calmar mis ganas, me dejó con muchas más y supongo que mi cumpleaños sería una buena fecha para llevar nuestro noviazgo a otro nivel.
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