Una bruja de cumpleaños 3

2361 Words
••◘◘○○♥○○◘◘•• —¡Lo siento! —grita Romi, apenada. —¿Por qué llegaste tan temprano? —pregunta Mason un poco fastidiado por la intromisión. —Pedí permiso en el trabajo para salir más temprano por lo de la fiesta de esta noche —contesta seria y le pasa por el lado. Yo estoy que me muero de la vergüenza, no solo con Romina, sino conmigo misma… «Parezco desesperada», me reprendo mentalmente. Intento organizar mi cabello y me echo un poco de aire en el rostro, para que el color rojizo que tengo se me baje. Voy a la cocina a tomar un vaso de agua y me encuentro a Romi haciendo lo mismo. Me mira por encima del vaso, mientras lo tiene en la boca tomando un sorbo, pero no me dice nada, solamente me analiza y levanta una ceja. Empiezo a tomar de mi vaso sin decirle tampoco nada, la verdad es que ni sabría que decir en este momento, ella acaba y cuando deja el vaso en el lavavajillas, no se aguanta más y habla. —Me encanta tu forma de vengarte por haber olvidado tu cumpleaños —comenta irónica y después se ríe, contagiándome, aunque sigo avergonzada porque la idea no era que nos encontrara en esas en la puerta del apartamento. —Sabes que no soy buena para cobrar venganza —. Hago un además de disculpa y ella siente resignada. —Bueno… ya que no vas a hacer nada más —dice con doble sentido —deberíamos mirar qué nos pondremos de disfraz esta noche —tuerce la boca pensativa. —¿Gatitas? ¿Conejitas? ¿Catrinas? ¿Brujitas? —empiezo a decir opciones a la loca, pero veo como se le ilumina el rostro a mi amiga. —¡Sí! —dice emocionada y sale corriendo a su habitación, dejándome perdida con su respuesta. Salgo de la habitación y me encuentro a Mason, bien vestido y peinado. Me sonríe un poco aburrido, se despide porque debe ir a alistarse para esta noche y dice que en unas horas pasa a recogernos para llegar todos a la mansión en la que se celebrará la fiesta. Asiento y me da un beso en la mejilla, antes de salir por la puerta del apartamento. Voy a la habitación de Romina y la encuentro encima de una silla que le permite llegar a la parte alta del armario y está tirando un poco de cosas al suelo. —¿Se puede saber qué buscas? —pregunto mientras me detengo un poco en cada cosa que ha sacado. —En algún lado debo tener una bolsa con unas cosas que usé hace mucho tiempo en un Halloween… Eso nos debe servir para hoy —dice, al tiempo que se pone de puntas para alcanzar algo que está en la parte de atrás —. ¡Aquí está! —grita emocionada y me alcanza una caja de tamaño mediano. La coloco sobre la cama y al abrirla, sale una tela que sirve como una capa, unas orejas de gata, un corbatín, una cola y un sombrero de bruja que parece muy antiguo. —Lindo, ¿no? —me pregunta refiriéndose al sombrero y yo asiento —. Bueno, ese será parte de tu atuendo del día y yo me disfrazaré de gatica. —No, yo de gata y tú quédate con el sombrero. —Hoy es tu cumpleaños y lo mínimo que te mereces es ponerte el sombrero de bruja bonito —. Mueve las cejas de arriba abajo. Sé que ponerme a pelear con ella es caso perdido, entonces acepto. La espero mientras saca algo de ropa de su armario, coge un poco de maquillaje y después nos vamos a mi habitación para ver lo que me voy a poner para que combine con el sombrero. Empezamos a mirar prenda por prenda, hasta que ella se detiene en un vestido rojizo, corto, con varias capas de tela, un nudo en la cintura, escote cruzado y mangas anchas. Es un vestido que casi no he usado, pero que me queda bien al cuerpo. A las dos nos parece que combina con el sombrero y adicionalmente saco unas botas que me regaló mi mamá hace algunos años y que casi no uso. Son negras, con punta fina y tacón delgado. —Serás la brujita más sexy que jamás hayan visto —dice Romina al tiempo que pone sobre mi cama lo de nuestros disfraces. Nos empezamos a alistar y me alegra no llevar un disfraz real puesto, ya que estos suelen ser incómodos, en cambio me siento cómoda y bonita con el maquillaje sencillo que me hizo mi amiga. Terminamos de alistarnos antes de lo que pensábamos, así que nos quedamos viendo televisión un rato. Sin importar el canal que pongamos, hay algo referente a Halloween o Día de Muertos como se celebra en algunos países católicos. Están dando un especial de las brujas de Salem y ya esas historias nos las sabemos casi que de memoria porque no solo nacimos allá, sino que porque a mi abuela le encantaba contárnoslas cuando éramos más pequeñas. Suena el intercomunicador y nos hace salir levantar de la cama como si tuviéramos un resorte, tomamos nuestras pertenencias y salimos sin responder porque ya sabemos que es Mason esperándonos abajo. —Wow, pero qué sexy brujita la que tengo por novia —dice con un tono en exceso coqueto, lo que me hace sonrojar y recordar lo que estuvimos a punto de hacer más temprano —. Tú también te ves muy bien, Romi —le dice mirándola de arriba abajo y le mueve las orejas. —Gracias, pero no me despeines —le responde mi amiga, creída y haciendo un movimiento evasivo un poco extraño. Me río porque Romina tiene una forma de ser un poco extraña, es como si estuviera fastidiada, pero al mismo tiempo es bromista y alegre… Ojalá algún día logre entenderla por completo. Miro a Mason y puedo notar que su disfraz no fue tan improvisado como el de nosotras, lo que me hace pensar que él ya sabía sobre la realización de esta fiesta y nos dijo hasta el último momento. —¿Eres “El Zorro”? —le pregunto, aunque es más que evidente ya que tiene la capa, pantalón, camisa, sombrero y zapatos negros, con un bigote a punto de caerse y una espada que tiene tomada por el mango desde que llegó. —Claro, chiquita —responde con un acento español, que nos hace soltar una carcajada a las dos. Cogemos un taxi y Mason es quien le da las indicaciones al conductor… Me llama la atención porque vamos para una zona de la ciudad a la que nunca he ido, además que es apartada y es casi saliendo de New York. Durante todo el camino nos vamos hablando un poco del examen que tenemos mañana y nos repetimos que no nos podemos quedar hasta tan tarde en la fiesta o será imposible que madruguemos, cosa que no podemos dejar de hacer o correríamos el riesgo de perder nuestras becas. Perdemos la noción del tiempo, cuando sentimos el auto detenerse. Giro mi cabeza para mirar por la ventana en dónde estamos y no reconozco nada, además de que está demasiado oscuro. —¿Estás seguro de que es acá? —le pregunto a Mason y él asiente, aunque también se ve un poco confundido. Mason le paga al conductor y los tres nos bajamos del taxi, empiezo a sentirme un poco más tranquila al ver que hay más gente disfrazada y conversan en pequeños grupos, pero la tranquilidad me dura poco, porque empiezo a sentir una presencia cerca a mí. Miro para todos lados, pero ni siquiera mi novio me está mirando, porque está entretenido hablando con el mismo chico de la cafetería, Sam. —¿Estás bien? —me pregunta Romi y yo asiento. —Sí, no pasa nada, solo que no entiendo esta “fiesta” —le digo haciendo una mueca y las comillas con mis dedos en el aire. Ella no alcanza a responder, cuando se prende un reflector potente e ilumina una casa gigantesca, de hecho, sí parece una mansión, solo que está a punto de caerse en pedazos, o al menos esa es la idea de da. —¿Vamos a entrar ahí? —me pregunta Romi en un susurro y me doy cuenta de que ella también pensó lo mismo que yo. —Eso parece —. La miro y las dos nos hacemos una mueca con la que nos demostramos que estamos dudando si fue una buena idea venir. —Bueno… supongo que todo hace parte de la experiencia —dice mi amiga, intentando convencernos a las dos, de que nos divirtamos —. Además, que dudo demasiado que realmente la mansión esté en tan mal estado como parece —sopesa y creo que tiene razón. —¡Bienvenidos a esta celebración de Día de muertos! —grita una mujer disfrazada también de bruja, solo que ella tiene un disfraz completamente elaborado y pensado milímetro a milímetro —. Por favor, sigan con cuidado —dice con un tono misterioso y desaparece tras la puerta chirriante de la mansión. Los invitados empiezan a entrar a la mansión y yo no dejo de sentir a alguien muy cerca de mi cuerpo. Miro para todos lados y veo una silueta completamente negra, que hace que mi corazón se acelere mucho más cuando se mueve hacia mí. Aprieto la mano de Romina y siento que me quedo sin aire cuando “esa cosa” se detiene frente a nosotras… No puedo entender cómo es que Romi no reacciona nerviosa. —Romi, no sabía que estarías acá —dice una voz de hombre y se quita la capucha de su chaqueta y siento como el alma me vuelve al cuerpo al notar que simplemente es Mike, uno de nuestros compañeros de la universidad, con un disfraz tan oscuro que no logro descifrar. —¡Oh, qué sorpresa! —responde Romina emocionada y en menos de un minuto, me quedo sola en la entrada de la mansión. «Deseo no morirme aplastada esta noche», pienso mirando la estructura del lugar. Me asomo con cuidado por la puerta, intentando ver hacia el interior del lugar, pero no se ve nada, porque hay unas cortinas oscuras separando la entrada del interior. Trago saliva y de repente siento algo peludo por mis piernas, las siento flaquear, así que, bajo la vista asustada, pensando que pueda ser un murciélago o algo así. «No tengo idea si en New York hay murciélagos, pero todo el ambiente me hace pensar que acá es muy posible que los haya. Veo algo largo y delgado moverse, enfoco mejor la vista y un maullido me hace entender la figura sin forma, que estaba viendo. Intento consentirlo, pero sale corriendo con mayor agilidad que yo, así que doy un paso adentro de la mansión. Ahora siento cómo algo se enreda con mi sombrero y después toca mi cara con suavidad, pero me hace gritar del susto al encontrarme de frente con una araña. Muevo mis manos desesperada y cuando logro quitar la telaraña de mi cara, noto que es de mentiras y hace parte de la decoración para la fiesta. Camino con rapidez, intentando no ponerle atención a todos los bichos y telarañas de adorno que pusieron por toda la entrada. Llego tras las cortinas y todo está ambientado con una luz baja, decoraciones de día de muertos y Halloween. Mason mira hacia todos los lados como buscando a alguien, por lo que camino rápido hasta donde se encuentra. Le voy a contar lo que me pasó en la entrada, pero empieza a sonar música a todo volumen, además que pusieron parlantes por todo el lugar y es imposible escucharnos. Él me hace una seña de que va a ir por algo de tomar y que, si yo quiero, por lo que asiento y le doy a entender que tomaré cualquier cosa que me quiera traer. Empezamos a tomar y entre bailes y risas, empiezo a sentirme un poco mareada y con ganas de descansar un poco. Dejo de mover mis pies, para mover solamente mi tronco y caderas de lado a lado, al ritmo que Mason marca. Lo miro a los ojos… cuando me devuelve la mirada y se muerde el labio, no puedo evitar recordar lo que estaba pasando esta tarde en el apartamento, así que me dan ganas de continuarlo. Lo beso ansiosa y él me responde de la misma forma… empiezo a sentir como se forma una erección en su pantalón, la cual choca con mi abdomen bajo. Hace tanto no tengo sexo, que, de solo imaginarlo, se me hace agua la boca y otras partes, así que lo tomo de la mano, caminamos hasta las escaleras y las subimos lo más cuerdos que el alcohol nos lo permite. Nos seguimos besando ansiosos, cada tres pasos que damos. Intentamos abrir las puertas que nos vamos encontrando por el camino, pero todas están cerradas y pareciera que algunos ya están aprovechando, hasta que una abre fácilmente. Toco la pared intentando encontrar el encendido de la luz y cuando lo logro, esta no prende… «Ya entiendo porqué es la única habitación libre». Nos movemos como por inercia hasta que caemos sobre la cama y me doy cuenta de que esta es la habitación en la que han dejado todas nuestras pertenencias, por lo que las muevo hacia los lados abriendo un poco de espacio para nosotros dos. Mason empieza a subir su mano por mi muslo desnudo, pero antes de continuar, necesito ir al baño o no será una experiencia nada placentera. Sé que él me intenta decir algo, pero la música está tan duro que no lo escucho, así que me acerco a su oído y le pido que me espere un momento mientras voy al baño lo más rápido posible. Me levanto de la cama, me tambaleo y salgo rumbo al baño… «Ay, nooo. ¡Fila!».
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