Trabajar en Rivas Corp. es la aburrición en sí misma. Los días se repiten como un ciclo interminable de reuniones, informes y contratos que parecen no tener fin. Sofía lo odia más con cada jornada que pasa, pero comienza a acostumbrarse a la rutina, como si no hubiera salida. Sabe que su padre logró exactamente lo que quería: tenerla atrapada en una oficina, restándole energía para su verdadera pasión. Esa mañana, mientras revisa unos informes sobre proveedores internacionales, escucha el golpecito de uñas sobre la puerta y la entrada alegre de su asistente. —Otra vez rosas para ti —canturrea Lya, casi embelesada mientras coloca un enorme ramo de rosas rojas sobre el escritorio. Sofía levanta la vista del documento y suspira. El aroma dulce de las flores invade la oficina, haciendo cont