Al ver la frialdad en los ojos de Harvey, Danica se dio cuenta de lo ciega que había sido al enamorarse de un hombre así.
Sus ojos le ardían con lágrimas que se negaban a derramar, pero no iba a mostrar vulnerabilidad ante él, ella solo soltó su mano con un tirón, respiró hondo y subió las escaleras, en ese momento lo único en su mente era encontrar un trabajo lo antes posible para poder mudarse y divorciarse de Harvey.
Danica tomó un atuendo al azar, se recogió el cabello con una horquilla y bajó de nuevo, nunca había sido de las que se preocupaban demasiado por su apariencia, en el pasado, se había arreglado para las reuniones de los Ross con la intención de causar una buena impresión, ahora, le daba igual.
Al escuchar sus pasos, Harvey alzó la mirada.
Danica llevaba un vestido blanco ajustado, su cintura tan delgada que parecía que se podía rodear con una sola mano, su cabello estaba sujeto con una horquilla de jade, dejando al descubierto su delicado cuello, era increíblemente hermosa, la gracia que irradiaba era la misma que tenía cuando se conocieron, sin embargo, la mirada en sus ojos ahora estaba desprovista de cualquier calidez.
—Vámonos —dijo.
El trayecto hasta la residencia Ross transcurrió en silencio, cuando llegaron y estaban a punto de bajar del auto, un Range Rover n***o aceleró y se detuvo bruscamente frente a ellos.
Al reconocer el vehículo, la expresión de Harvey se oscureció, era el auto de Salvatore, alguien a quien temía y detestaba por igual.
Salvatore era conocido por su carácter temerario e impredecible, cuando Richard quiso que dirigiera el Grupo Ross, él se negó y decidió iniciar su propio negocio, sin embargo, todos esperaban que fracasara, pero en solo cinco años, su empresa había crecido hasta valer varias veces más que el Grupo Ross.
Harvey no soportaba a Salvatore, en parte por celos, en una ocasión, un comentario que hizo sobre Salvatore llegó a oídos de este, y como represalia, Salvatore se negó a colaborar con el Grupo Ross, haciéndoles perder millones.
Salvatore rara vez asistía a las cenas familiares, y Harvey había esperado evitarlo.
Hoy no tuvo suerte: se encontraron en la puerta.
Por suerte, Harvey no notó cómo Danica se puso rígida al ver a Salvatore bajar de su auto, Harvey solo abrió la puerta del coche y saludó:
—Tío Salvatore.
Salvatore le echó una mirada indiferente, posando brevemente la vista en el asiento del copiloto antes de asentir y entrar a la casa.
Danica soltó un profundo suspiro, cuando Salvatore la miró, había olvidado respirar, temiendo que dijera algo escandaloso, después de todo, él era conocido por su naturaleza impredecible, siempre haciendo lo que le venía en gana, pero afortunadamente, no dijo nada.
Sin embargo Danica no podía seguir de ese modo, así que decidió que más tarde debía hablar con él en privado.
Cuando Harvey y Danica entraron en la sala, vieron que ya estaba llena de gente, Richard y Marie, los patriarcas de la familia, conversaban con Salvatore, quien era el tipo de persona que destacaba naturalmente entre la multitud.
Al notar la mirada de Danica sobre Salvatore, Harvey frunció el ceño.
—¿Por qué miras a mi tío?
Danica apartó la vista y respondió con frialdad:
—No es asunto tuyo.
Su indiferencia irritó a Harvey.
—Danica, sabes que no me gusta que le prestes atención a otros hombres.
Desde que estaban juntos, Harvey había sido extremadamente controlador, impidiendo que Danica tuviera cualquier interacción cercana con otros hombres, antes, ella solía pensar que eso era una señal de amor, pero ahora le parecía ridículo.
Danica soltó una mueca de desprecio.
—Y a mí no me gusta que duermas con otras mujeres, pero parece que lo disfrutas bastante.
Harvey respondió entre dientes:
—Esta es una cena familiar, hablaremos de esto después.
—Si no quieres que lo mencione, entonces no te metas en mis asuntos —replicó ella.
Harvey no quería causar una escena en ese momento porque podría afectar al Grupo Ross y su posición con Richard, quien todavía tenía todas las acciones de la empresa.
Mientras discutían, Marie llamó:
—¡Danica, Harvey, están aquí! ¡Vengan, siéntense!
Danica respiró hondo y forzó una sonrisa antes de acercarse, puede que no le agradaran los Ross, pero definitivamente aquella mujer sabía comportarse.
—Hola, abuelo, abuela —saludó con una sonrisa.
Marie, quien llevaba tiempo insistiendo en que Salvatore se estableciera y se casara, parecía complacida de ver a la pareja.
—Vengan, siéntense —les dijo antes de volverse hacia Salvatore con un toque de desaprobación—. Mira a Harvey, maneja bien la empresa y tiene una esposa hermosa, pronto podrían tener hijos, ¿Y tú? Casi treinta y sigues soltero, si la próxima vez no traes una novia, ¡ni te molestes en venir!
Salvatore miró a la pareja con una sonrisa ladeada.
—Sí, es realmente hermosa.
Él solo se preguntaba cómo sufriría ese pequeño cuerpo si llegara a tener hijos.
Danica frunció el ceño, sintiéndose incómoda bajo la mirada de Salvatore.
Harvey también notó la manera inapropiada en que Salvatore miraba a Danica, no era la mirada de un mayor, sino más bien la de un hombre admirando a una mujer, entonces su mano se cerró en un puño, y su cuerpo se tensó.
Marie suspiró.
—Lo que quiero decir es, ¿cuándo me traerás una nuera?
—Depende, si encuentro a alguien que me guste, tal vez la traiga mañana mismo —respondió Salvatore con indiferencia.
—¡Eres demasiado exigente! He arreglado una buena cita para ti, es mañana, no la arruines.
—Entonces, probablemente tendrás que disculparte con otra vieja amiga mañana.
Frustrada, Marie exclamó:
—¡Vas a volverme loca!
Salvatore echó un vistazo a Harvey.
—Harvey ha estado casado por años, en lugar de presionarme a mí, ¿por qué no lo animas a él a tener hijos?
Marie asintió, dándose cuenta de que Salvatore no la escucharía, luego se volvió hacia Danica y Harvey, suavizando su expresión.
—Danica, ustedes llevan casados varios años, ¿Cuándo planean tener hijos?
Danica levantó la cabeza para hablar, pero Harvey le tomó la mano y sonrió.
—¡Abuela, estamos en ello!
Danica intentó soltar su mano, pero el agarre de Harvey era demasiado fuerte.
Si él no la dejaba en paz, ella tampoco se lo pondría fácil, así que se volvió hacia Marie.
—Abuela, en este momento estoy buscando trabajo, así que tener hijos tendrá que esperar.
La habitación quedó en silencio.
La presión de la mano de Harvey aumentó dolorosamente sobre la de Danica, haciéndola estremecer.
Salvatore miró de reojo la mano de Harvey sobre Danica, notando las venas marcadas, pero luego desvió la mirada con indiferencia.
La tía de Harvey, Anne Ross, soltó una risa burlona.
—Danica, no me culpes por ser directa, llevas años casada, ¿cómo es posible que aún no tengas un hijo? Si no fuera porque Harvey insistió en casarse contigo, ¿crees que tu familia habría tenido la oportunidad de entrar en los Ross?
La miró con desdén antes de continuar:
—Deberías sentirte agradecida, si no quieres tener un hijo con Harvey, hay muchas mujeres que sí lo harían, si alguien más ocupa tu lugar, la que quedará en ridículo serás tú.
Además, pensó Anne, ¿quién sabe si Danica siquiera puede tener hijos?
Aunque parecía que Anne hablaba con buenas intenciones, pero su mirada hacia Danica estaba llena de superioridad y arrogancia.
Marie frunció el ceño, desaprobando.
—Anne, basta.
Anne apretó los labios, pero guardó silencio.
Marie volvió a mirar a Danica con una sonrisa amable.
—Danica, tú y Harvey aún son jóvenes, si aún no quieren tener hijos, está bien, solo no te sobrecargues de trabajo, a nuestra familia no le falta dinero, puedes trabajar si quieres, pero tómalo con calma.
Danica asintió.
—Entiendo, abuela.
Con eso, el momento incómodo pasó y la calidez volvió a la habitación.
Aprovechando que la atención se desvió, Harvey tomó a Danica del brazo y la sacó de la sala, una vez llegaron al mirador del jardín trasero, la soltó.
—Danica, ¿has perdido la cabeza? ¿Quieres que todos se enteren de nuestra pelea?
Danica se frotó la mano adolorida y respondió:
—Solo estaba siendo honesta.
—¿Honesta? —Harvey frunció el ceño—. ¿Quieres que llame a tu padre entonces?
Harrison Rodriguez estaba enfermo y no podía soportar el estrés, por supuesto, esto era algo que Harvey sabia y que ahora usaba como amenaza, al darse cuenta de ello, Danica lo fulminó con la mirada.
—¡No te atreverías! Fuiste tú quien engañó, ¿Con qué derecho te pones en plan de víctima?
Las manos de Harvey se apretaron en un puño y un destello de culpa cruzó su rostro antes de ser reemplazado por impaciencia.
—Te prometí que no volvería a pasar, si no quieres ver a Jordyn, la despediré, ¿Qué más quieres?
Danica sintió que hablar con él era como hablar con una pared así que se dio la vuelta.
—No quiero discutir contigo aquí.
Cuando Harvey vio sus ojos enrojecidos, su expresión se suavizó.
—Danica, de verdad sé que estuve mal, solo no menciones el divorcio y lo compensaré. Te amo. No puedo dejarte ir.
Danica lo encontró ridículo, ¿Cómo podía decir que la amaba mientras estaba con otra mujer? Solo imaginarlo con alguien más le revolvía el estómago.
—Nunca te perdonaré.
La traición era su línea roja y no podía fingir que nada había pasado ni reconciliarse con él.
Harvey la conocía lo suficiente como para entender que debía ser paciente, sobre todo porque creía que ella todavía sentía algo por él, de lo contrario, habría hecho un escándalo mayor cuando lo descubrió, así que, mientras él se negara a divorciarse de ella, eventualmente lo perdonaría.
—Está bien, no hablaremos de eso ahora, si no quieres tener hijos todavía, lo pospondremos para dentro de dos años, ya que quieres trabajar, haré que mi secretaria te busque un puesto en el Grupo Ross.
Danica se rió de su arreglo, con una mirada burlona en los ojos.
—Harvey, ¿me ves como una marioneta que puedes controlar?
Herido por su mirada, Harvey frunció el ceño.
—¿Cómo te estoy controlando? No quieres hijos ahora, así que acepté esperar dos años, quieres trabajar, así que lo arreglaré, ¿Qué más quieres?
—Deja de fingir, no quiero hijos porque quiero el divorcio y quiero trabajar para cortar todos los lazos contigo.
Harvey miró el rostro terco de Danica, disgustado.
—Mientras yo no lo acepte, este matrimonio no se acabará, incluso si le dices a un abogado que te engañé, ¿tienes pruebas?
El tono confiado y la actitud controladora de Harvey hicieron que Danica retrocediera, temblando de rabia, finalmente vio lo egoísta y repugnante que era, definitivamente había desperdiciado ocho años —los mejores años de su vida, desde los 18 hasta los 26— amando a este hombre.
—¡Me das asco, Harvey!
Al ver el desprecio no disimulado en los ojos de Danica, Harvey le agarró el mentón para forzarla a mirarlo.
—Danica, entiendo que estés enojada, pero no quiero oír esas palabras otra vez.
Su Danica debía amarlo para siempre, él no soportaba verla mirarlo con tanto desdén.
Danica agitó su mano con furia.
—¡No me toques! Eres repugnante.
—¿Repugnante? —Harvey soltó una risa burlona, acercándose y empujándola contra el pilar del mirador, besándola con fuerza.
Si no dejaba de decir cosas que no le gustaban, la callaría de otra manera.
Danica giró la cabeza, pero los labios cálidos de Harvey aterrizaron sobre su mejilla, haciendo que su piel se erizara.
—¡Déjame ir, Harvey!
—Está bien, siempre y cuando dejes de decir cosas que me duelan.
—¡Nunca!
—Entonces tendré que callarte a mi manera.
Él le agarró el mentón, besándola con furia, justo cuando sus labios estaban a punto de encontrarse con los de ella, una suave tos interrumpió desde atrás.
—Harvey, ¿interrumpo algo?