De regreso a casa, Danica dudó por mucho tiempo antes de finalmente enviarle un mensaje a Salvatore, alguien cuyo contacto tenía desde hacía tres años, pero con quien nunca había hablado.
—Tío Salvatore… ¿Podemos fingir que esta noche nunca ocurrió? Estaba realmente borracha y entré a la habitación equivocada. —escribió Danica, preocupada por lo que aquel encuentro podría llegar a suponer para ella.
Ella esperó durante mucho tiempo, pero no obtuvo respuesta, frunciendo el ceño, envió otro mensaje.
—¿?
Apenas lo envió, apareció un signo de exclamación en rojo: [Ya no eres amiga de este usuario. Envía una solicitud de amistad para continuar chateando.]
Danica se mordió el labio, Salvatore la había eliminado, seguramente no quería volver a tocar el tema.
Aliviada, por fin sintió un poco de paz.
Cuando llegó a casa, ya pasaban de las seis de la mañana.
Apenas abrió la puerta, vio a Harvey sentado en el sofá, al escuchar el sonido de la puerta, él se giró bruscamente, entonces ella pudo darse cuenta de que tenía los ojos inyectados en sangre por la falta de sueño.
—¿Dónde estuviste anoche? Te llamé docenas de veces, ¿Por qué no contestaste? —Harvey se puso de pie y caminó rápidamente hacia ella, extendiendo la mano para sujetarla, pero Danica se apartó.
—¿Tú puedes pasar la noche fuera, pero yo no?
Él se quedó inmóvil, a punto de hablar, pero ella se le adelantó, su tono era helado.
—En ocho años juntos, casi nunca hemos discutido.
Danica siempre había sido una persona gentil de hecho era la primera vez que Danica le hablaba con tanta frialdad.
Harvey percibió que algo andaba mal y notó sus ojos enrojecidos e hinchados, entonces su expresión cambió, y su mano se cerró en un puño a su lado.
—Lo sabes, ¿verdad?
Su voz era serena, sin rastro de culpa ni pánico, como si hubiera estado esperando este momento.
Al ver su actitud indiferente, las emociones reprimidas de Danica finalmente estallaron., ella le lanzó el bolso con furia y sus ojos ardiendo de rabia, como una mujer fuera de sí.
Todos los momentos felices que habían compartido, todos los recuerdos hermosos, se hicieron añicos en el instante en que lo vio en la cama con otra mujer, era imposible volver a juntar los pedazos.
—¡Harvey Ross, ¿cómo pudiste hacer algo tan repugnante?! Si ya no me amabas, podías haberme pedido el divorcio, ¿Por qué tuviste que lastimarme así?
Danica siempre había creído que ninguna tercera persona podría interponerse entre ellos, pero de repente, la realidad le dio una bofetada despiadada, despertándola de las mentiras que él le había hecho creer y convirtiendo su amor en una burla.
Al ver sus ojos llenos de lágrimas y dolor, Harvey sintió un nudo en el pecho, así que la sujetó de la muñeca y la atrajo hacia sus brazos.
—Danica, lo siento…
Ella lo apartó de un empujón, queriendo reírse, pero solo salieron lágrimas.
—¡No me toques con tus manos asquerosas!
Ella se secó las lágrimas con el dorso de la mano y lo miró con desprecio.
—¿Es tan difícil ser fiel?
Su voz temblaba de indignación.
—Desde que nos casamos, he conocido a muchos hombres increíbles, y algunos me han mostrado interés, pero jamás crucé la línea, si yo pude hacerlo, ¿por qué tú no?
Harvey apretó los puños al ver la decepción y la ira en sus ojos.
—Danica, tú eres la única a la que amo… Lo que pasó con ella fue solo un accidente…
Su explicación sonaba tan débil que Danica la encontró tanto increíble como repugnante.
—¿Así que me estás diciendo que yo podría acostarme con otro hombre y luego decirte que fue un accidente? ¿Que tal vez te traicioné físicamente, pero mi corazón sigue siendo tuyo?
Un destello de ferocidad cruzó los ojos de Harvey.
—Si te atreves, te mato a ti y a ese hombre juntos en la cama.
Al ver su mirada helada, Danica sintió un escalofrío en el corazón, si sabía que la traición era imperdonable, ¿por qué aún así la había traicionado?
Ella tomó una profunda bocanada de aire y habló lentamente.
—¿Recuerdas lo que te dije cuando me propusiste matrimonio?
En aquel entonces, le había dejado claro que, si alguna vez la traicionaba, no lo perdonaría, lo dejaría sin pensarlo.
El rostro de Harvey cambió.
—¡No dejaré que te vayas!
Danica se secó las lágrimas, en ese momento su expresión era una mezcla de burla y desprecio.
—Estés de acuerdo o no, ya tomé mi decisión, me voy a divorciar de ti, no mereces mi perdón.
Dicho esto, lo ignoró por completo y subió las escaleras, estando allí, Harvey la miró alejarse con su mirada oscurecida.
De vuelta en la habitación, Danica fue directo al baño para darse una ducha, no soportaba el olor a alcohol impregnado en su cuerpo.
Mientras se aplicaba el gel de baño, notó unas marcas rojas en su pecho y se detuvo, entonces la imagen de las manos de Salvatore recorriendo su cuerpo cruzó por su mente, haciéndola…
Danica frunció el ceño, restregó las marcas con fuerza hasta que la piel a su alrededor se enrojeció, como si intentara borrar su toque.
Después de la ducha, salió del baño y vio a Harvey sentado en la cama, con la cabeza baja, perdido en sus pensamientos, ella frunció el ceño nuevamente y decidió ignorarlo. Después de todo, pronto se divorciarían así que ya no tenia caso preocuparse por él.
Harvey levantó la vista y la vio salir envuelta solo en una toalla, su cabello húmedo goteaba agua y su rostro recién lavado estaba sonrojado, como una rosa en plena floración con una fragancia embriagadora, por si fuera poco, la toalla apenas cubría sus caderas, dejando al descubierto sus largas y blancas piernas.
La respiración de Harvey se entrecortó y su mirada quedó fija en ella.
Danica no notó su reacción, ella solo caminó hacia el armario para tomar su pijama cuando, de repente, unos brazos la envolvieron por detrás.
—Danica… —la voz de Harvey sonó ronca, cargada de un deseo evidente.
Después de que ella se fuera, había estado pensando en cómo recuperarla y la única solución que se le ocurrió fue tener un hijo con ella, él subió con la intención de hablarlo y tomárselo con calma, pero al verla salir de la ducha, perdió el control.
En el pasado, ese tipo de gesto habría provocado algo en Danica, pero ahora solo sentía asco, así que ella se giró y lo empujó con su mirada llena de repulsión.
—No me toques, me das asco.
El dolor cruzó fugazmente los ojos de Harvey quien apretó sus manos con firmeza, al tiempo en que su expresión se tornaba aun más seria.
—Siempre quisiste tener un hijo, tengámoslo ahora, ¿sí?
Danica se soltó bruscamente, pensando en lo desquiciado y descarado que era aquel hombre.
—Eso era antes, puede que tenga un hijo en el futuro, pero no será tuyo.
Sus palabras encendieron la furia en Harvey quien la agarró y la arrojó sobre la cama, inmovilizándola.
—¡Dilo otra vez!
Sus ojos estaban llenos de ira, pero a Danica no le importó.
—No importa cuántas veces lo diga, me das asco y preferiría morir antes que tener un hijo contigo.
Apenas terminó de hablar, Harvey la besó con fiereza.
Danica se quedó inmóvil por un momento y luego comenzó a forcejear desesperadamente, solo la idea de que Harvey hubiera besado a otra mujer la noche anterior la llenaba de asco y rabia.
—¡Suéltame!
Sus esfuerzos fueron inútiles contra Harvey, quien solo reforzó su agarre alrededor de su cintura.
Mientras luchaba, la toalla que la cubría se aflojó, dejando su cuerpo expuesto, entonces la mirada de él se oscureció al sentir un arrebato de deseo.
Sus cuerpos estaban fuertemente presionados el uno contra el otro, y Danica notó de inmediato el cambio en Harvey, furiosa, ella lo mordió con fuerza, sintiendo el sabor metálico de la sangre en sus bocas.
En lugar de soltarla, la otra mano de Harvey se deslizó bajo la toalla de Danica, ella no llevaba nada debajo, acababa de salir de la ducha, así que se puso rígida y luchó con más fiereza.
—¡Harvey, quítate de encima!
Harvey la ignoró mientras sus dedos exploraban sus puntos más sensibles.
—Danica, tú también me necesitas, ¿o no?
Los forcejeos de Danica fueron en vano, y la desesperación se apoderó de ella, cuando sintió que Harvey se posicionaba, cerró los ojos con angustia.
—Harvey, no hagas que te odie.
Harvey se detuvo de golpe, ver a Danica llena de desesperación y dolor, como una frágil muñeca de porcelana a punto de romperse, lo hizo dudar, la deseaba con desesperación, pero una voz en su cabeza le advirtió que si la tomaba en ese momento, sería el final para ambos.
Él la miró fijamente con su mano aún aferrada a su cintura, después de varios segundos de tensión, de repente la soltó, se apartó de la cama y salió de la habitación apresuradamente.
La puerta se cerró de un golpe estruendoso, haciendo que Danica se sobresaltara, entonces ella apretó la manta con fuerza.
Durante los días siguientes, Harvey no volvió a casa.
Danica lo llamó varias veces para hablar sobre el divorcio, pero él no respondió.
Y entonces llegó el fin de semana.
Danica estaba en la sala, enviando solicitudes de empleo, cuando escuchó la puerta principal abrirse, Harvey entró, con el rostro cansado y ojeroso, en ese momento ambos se miraron en silencio hasta que Danica lo rompió, cerrando su computadora portátil y poniéndose de pie con calma.
—Ya que volviste, hablemos del divorcio.
Harvey frunció el ceño.
—Te dije que no me voy a divorciar de ti, solo pasé a recordarte que tenemos la cena familiar esta noche.
Los Ross organizaban una cena mensual, y desde su boda, Harvey y Danica habían asistido juntos, porque aunque la familia Ross nunca fue amable con ella y a menudo la trataban con desprecio, ella lo soportaba porque creía que Harvey la amaba.
Pero después de verlo con otra mujer, ya no podía engañarse a sí misma.
—No quiero ir, ve tú solo.
La expresión de Harvey se volvió impaciente.
—Danica, ¿hasta cuándo vas a seguir con esto?
Había ignorado sus llamadas y mensajes esperando que se calmara, pero seguía igual.
—No estoy “siguiendo” nada, solo quiero el divorcio.
Al escuchar la palabra “divorcio”, la paciencia de Harvey se agotó, entonces miró a Danica como si estuviera siendo irracional.
—¿Divorcio? No has trabajado desde que nos casamos, ¿Cómo vas a mantenerte?
¿Qué empresa te contrataría? ¿Y qué hay de las exorbitantes facturas médicas de tu padre? ¿Puedes pagarlas?
Harvey cruzó los brazos, mirándola con desaprobación.
—Danica, ya no eres una adolescente, tienes 28 años, es hora de madurar, soy el CEO de Ross Group, me enfrento a tentaciones todo el tiempo, a veces, es difícil resistirse, pero esas mujeres nunca ocuparán tu lugar como mi esposa, ¿Qué más quieres?
Harvey no entendía por qué Danica no veía que, a su manera, aún la amaba, incluso si no podía comprometerse a estar solo con ella para siempre.
Al ver su actitud arrogante, Danica ya no podía reconciliar a este hombre con el chico tímido que una vez se sonrojó al confesarle su amor y prometerle que nunca la lastimaría.
Tal vez este era su verdadero yo: egoísta, orgulloso y condescendiente.
—Si ser madura significa tolerar tu infidelidad, entonces lo siento, no puedo hacerlo, busca a otra, aquí están los papeles de divorcio que mandé redactar, fírmalos cuando tengas tiempo.
Harvey echó un vistazo a los documentos y soltó una risa burlona al ver la sección sobre la división de bienes.
—Vaya, qué apetito tienes, pidiendo la mitad de mis bienes, ¿De verdad crees que eso es posible?
Danica lo miró con firmeza.
—Me lo merezco, ¿Por qué no?
Harvey dejó escapar una carcajada sarcástica.
—Mira a tu alrededor, ¿Compraste algo de lo que hay en esta casa? He estado cubriendo los gastos médicos de tu padre durante años, si hacemos cuentas, eres tú quien debería pagarme, ¿Pido a mi abogado que haga los cálculos?
Mientras Danica observaba la expresión amarga de Harvey, no podía creer que alguna vez lo había amado, había ocultado tan bien su verdadero yo que, hasta que lo descubrió siéndole infiel, pensaba que era un buen hombre.
—No olvides que, si no fuera porque te cedí esa patente, no serías el CEO de Ross Group. Y fuiste tú quien me pidió que me quedara en casa después de casarnos, si hubiera continuado con mi investigación, habría ganado mucho más de lo que me has dado.
Lo cierto era que, Danica no era una mujer tonta, ella era alguien inteligente e ingeniosa y aunque estaba segura de que sería difícil, ningún trabajo se compararía con lo difícil que seria para ella permanecer al lado de un hombre que ya no significaba nada más para ella.
Harvey ni siquiera se inmutó.
—¿Quién te creería ahora sobre la patente?
Suspiró con desdén y añadió:
—No quiero discutir por dinero, pero si insistes en el divorcio, tendremos que hacer cuentas, Danica, mientras renuncies a esta idea, mi dinero sigue siendo tuyo.
—¡Harvey, eres despreciable!
Como él se negaba a divorciarse, tendría que demandarlo, ella habia intentado terminar esa relación de la mejor forma posible, pero ya que él no estaba dispuesto a cooperar a ella no le quedaba de otra más que tomar el camino difícil.
Exasperada, Danica se giró para irse, pero él le bloqueó el paso.
—Cámbiate de ropa, vamos a la cena familiar.
—Dije que no voy, diles que no me siento bien.
Harvey le agarró la muñeca con fuerza.
—Danica, se me está acabando la paciencia, no me obligues a cortar los pagos de los tratamientos de tu padre.
—¡No te atreverías!
Harvey sacó su teléfono y marcó.
—Cancelen el p**o del tratamiento de mi suegro para el próximo mes…
Furiosa, Danica le arrebató el teléfono y colgó la llamada, aún sin poder creer que el estuviera amenazándola con algo que para ella era tan sensible como el bienestar de su propio padre.
—Estás cruzando un límite, Harvey.
Él la miró con desprecio antes de jalarla hacia sí, ella no iba a salirse con las suyas, de ninguna manera.
—¿Cruzando un límite? Todo lo que tienes es gracias a mí, ¿No crees que la que está cruzando la línea eres tú? Cámbiate de ropa, o tengo muchas formas de hacer que obedezcas.