Un silbido que Martina conoce muy bien, la estremece. Odia ese maldito patrón que Enzo repite cada vez que viene. Sabe que lo hace con la intención de amedrentar, y vaya que lo consigue.
De un salto se levanta de la cama que él le había traído la otra vez e intenta ponerse presentable antes de que llegue hasta su celda.
Olvidó por completo que él vendría hoy.
Se coloca a unos pasos de la cama y se arrodilla con la mirada gacha, tal como él le ordenó que lo espere.
Unos segundos después, la puerta se abre. A la joven se le eriza la piel y su estómago se contrae con anticipación. No puede evitarlo, esto lo sobrepasa de mil maneras. Aunque creyó que podía manejarlo en poco tiempo, le está costando más de lo que pensaba.
Enzo asegura la puerta y camina hasta ella sin dejar de silbar. Hay
