Vania Isabel — Yo tenía…Un padre —dice mientras hace una mueca chueca—, y no era uno bueno. No conocí a mi madre, creo que murió, él jamás me lo dijo, o puede, que lo haya dejado… O él la haya asesinado. Viví desde mi nacimiento en una cueva helada y húmeda, con las paredes rugosas y nada de sol. Quiero suponer que por eso soy tan pálido. —Pero no te ves mal —me muerdo la lengua. Acabo de insinuarle que me gusta su aspecto pulcro. —Gracias —sonríe y me mira de arriba abajo con aparente discreción—, tu tampoco te ves mal. Como me alegro de haber optado por usar vestido el día de hoy. —Y un día yo me escapé. Estaba cansado de vivir encerrado, comiendo más que ratas, murciélagos y algunas veces, liebres. Solo él podía salir, yo no lo tenía permitido. —¿Comes comida humana? —¡Pues c