꧁ Capítulo Dos; Eva. ꧂
La recepción es una locura, veo a gente importante aquí, la mayoría son amigos y socios de Simón, todos me felicitan a pesar de que no soy la señora Blake sino Ross, Gaby me saluda desde el otro lado de la pista, ella está feliz. Quedé agotada después de bailar con mi ahora esposo. Sirvieron la cena y alguien dijo unas palabras para nosotros y nuestro matrimonio, Gaby fue muy divertida cuando fue su turno, Mag lloró conmovida y yo junto con ella, Simón me agradeció por todo y yo a él. Aunque no es mi padre, ha representado ese papel sin pedírselo y de corazón. Y confieso que para ser un demonio es bastante sensible.
Miro al hombre de mi vida hablarle a nuestra hija con cariño, siento mi pecho lleno de felicidad, pero también siento algo de nostalgia. Siento culpa por Dominic, pero estoy feliz por que Christian está aquí, vino por mi, por su hija.
—Puedo sentir la felicidad en tu corazón, hija. –asegura Simón sentándose a mi lado.
—En verdad lo estoy. –evito mirarlo a los ojos–. Pero Dom me preocupa.
Simón toma mi mano y me da un apretón en clara señal de que todo estará bien, de que él lo estará.
—Espero que estés lista para irte.
Me atrevo a poner la mirada en él, olvidé por completo la luna de miel.
—Creí que habías cancelado.
—No, después de todo sí te casaste. Ustedes merecen disfrutarla.
Christian y yo en una luna de miel, mi estómago se contrae con la posibilidad de él y yo solos.
—No es necesario que vayan si no quieres.
—No digas eso, sé que era un regalo para mi y... Dom. Para mi es importante.
—Bien, avisale a Ross y llamaré a Mag para que venga por Vi.
Asiento entusiasmada y algo inquieta. Victoria se queda aquí con ellos y Gaby, una semana para Christian y para mi solos.
Siento un beso en mi mejilla que logra traerme de vuelta a la realidad, Christian me sonríe como solo él sabe hacerlo.
—Hola mi amor.
Trato de no derretirme de amor pero es imposible.
—Hola. Simón quiere que nos preparemos para partir.
—¿Partir?
—Hay una luna de miel pagada para nosotros.
Veo su ceño fruncirse, tan típico de él.
—Solo iremos tú y yo.
—¿Y Vi? –cuestiona alarmado.
—Se queda con tu hermana y con los Reyes.
Asiente un poco más tranquilo, toma mi mano y se la lleva a los labios. Su roce hace estragos en mi piel, no sé si es por la promesa no dicha de lo que sucederá o es solo algo que no noté por estar demasiado enamorada.
—¿Tú y yo solos?
Asiento sintiendo como se secan mis labios.
—¿Qué tan rápido quieres un hermanito para Victoria? –cuestiona levantado las cejas de manera coqueta.
Siento el rubor crecer.
—¡Christian! –tapo mi cara por que debe parecer un tomate.
—Esta bien, nada de bebés en la luna de miel, pero no prometo nada acerca de tú y yo haciendo el amor por muchas horas.
Y ahí está, esa promesa no dicha sale a flote. Mi estómago se vuelve a contraer, la única noche que fui suya fue la noche más feliz y más triste por partes iguales. Quiero que esta vez sea diferente.
—Nuestra primera vez. –me guiña un ojo y niego.
—No te acostumbres a eso Christian Ross. –le reprendo.
—A partir de este momento dejaré de leer tu mente. Lo prometo.
Christian se acerca a mi y por puro instinto cierro los ojos, siento sus labios besar los míos de manera suave. Victoria se remueve un poco en sus brazos. Extrañaba tanto sentirlo besarlo, verlo.
Victoria hace un ruidito que se asemeja a una risa de bebé, Christian y yo la miramos sorprendidos, mi hija me llena completamente de felicidad.
—Ahí está mi niña. –señala Mag llegando hasta nosotros.
Victoria pone sus ojos en ella y se pone inquieta. Mag la carga y ella se pone quieta.
—La tienes tan mimada. –la acuso.
—No puedo evitarlo, ella es tan bella.
—Como su madre. –concede Christian.
Sonrío feliz, tanto que me asusta. Por fin tengo todo lo que soñé, una familia, mi propia familia.
—Es hora de irse, el coche los espera.
Asiento mientras mi esposo toma mi mano... Mi esposo que raro suena.
—¡Espera aún no he lanzado el ramo!
Christian sonríe y llama la atención de todos.
Todas las mujeres solteras y no tan solteras se acercan a mi, me pongo de espaldas y la emoción que tienen ellas atrás me hace sonreír, sin siquiera contar lanzo el ramo y los murmullos se hacen fuertes, me giro para ver a la afortunada y entonces mis ojos no dan fe de lo que veo.
Simón palidece y veo como Mag le entrega a Christian a nuestra hija. Camina hasta Simón y lo sostiene, no dudo en llegar hasta él.
—Simón, Simón por favor háblame. –pido angustiada.
—Eva... Llama al médico.
—Llamen al médico. –grito desesperada.
Dos de sus amigos lo llevan adentro y yo junto con él. Lo sientan en en el sofá y le aflojo la corbata.
—Papá dime que estas bien.
—Estoy... Estoy bien es solo que ella, ella, ¿la viste?
Asiento aguantando las lágrimas. Mag llega junto con Christian y después entra ella, aún con el ramo en sus manos.
—Evangeline. –pronuncia mi nombre en tono frío –, necesito hablar contigo.
Me dispongo a caminar hasta ella pero la mano de Simón me detiene.
—No te vayas.
Tomo su mano y asiento.
—En cuanto Simón este mejor, iré a verte.
Ella asiente no muy de acuerdo, no se mueve de su lugar, miro a mi esposo y él entiende.
—El doctor acaba de llegar, es mejor que les demos espacio.
De a uno salen del lugar a excepción de mi.
—No dejes que se vaya, pero tampoco la obligues a quedarse.
Entiendo claramente su petición, beso su mano y me retiro una vez que el médico lo ha dejado dormido. Salgo hasta donde se encuentran todos.
—El señor Reyes sufrió un pre infarto, recuerden que su corazón no está del todo bien desde hace un año, así que cualquier impresión puede alterarlo. Lo dejé dormido, le administre medicamentos y dejaré algunos para cuando despierte. Eva, –me mira con ternura–, cuida bien a tu padre.
Asiento y le agradezco su visita, camino hasta mi hombre y le anuncio que iré a cambiarme. No paso por alto que Ana Reyes me sigue.
Subo hasta mi habitación y puedo sentirla, me pongo muy alerta, no sé por qué está aquí o qué pretende.
—¿Puedes darme un momento?
—Es importante que hable contigo.
—Me lo imagino, no creo que te hayas presentado justo el día de mi boda, frente a tu padre después de tantos años de abandono.
Ella me mira avergonzada.
—Te espero en la estancia. –anuncia antes de bajar las escaleras.
Hago el camino hasta mi habitación, cierro con seguro y me quito el vestido, me pongo algo más adecuado para estar aquí. No sé si sea buena idea irme. Me acomodo el cabello lo mejor que puedo y bajo hasta la estancia.
Cuando entro puedo ver a Ana mirando la foto que nos tomamos Mag, Simón y yo cuando me gradué.
—Conmigo nunca sonrío de esa manera. –señala con tono dolido.
—No estuviste aquí para ello, Ana. No puedes culpar a tus padres por algo que tú misma decidiste.
—Tú no sabes lo que es él. –vocifera
—Sé perfectamente lo que es. Pero ni siquiera eso te daba el derecho de irte sin siquiera despedirte y perderte por años, ¿sabes todo lo que sufrió Mag? ¿Lo que sufrió él? ¡Te creían muerta!
—¿Y por eso te buscó? ¿Para suplirme? Viniste a esta casa a tomar mi lugar.
—Nadie me buscó, nadie te suplió. Yo no vine a tomar tu lugar Ana, no te confundas.
—Quiero que te vayas de mi casa, es mi familia, no tuya. Tú solo eres un relleno en la vida de mis padres. No dejaré que me los quites.
—No pretendo quitartelos, nunca olvidé que Ana Reyes siempre sería la hija de Simón y Mag, yo solo vine a darles un poco del cariño que esperaban recibir de una hija que prefirió irse con un hombre que ni siquiera la amaba.
Ella abre los ojos con sorpresa, puedo ver la furia pasar por su mirada.
—No te voy a permitir que...
—Basta ya, Ana. –interrumpe Mag–, no hay necesidad de que insultes a Eva, ella tiene razón en todo lo que dijo. Tu lugar sigue estando aquí, seguimos siendo tus padres, nadie te quita ese derecho. Pero Eva se queda, ella ha sabido ganarse un lugar en esta casa.
—¿Es ella más importante que yo? –cuestiona Ana ofendida.
—No, pero eso no quiere decir que ella no sea importante.
—Mientras ella no se vaya de aquí no volveré a poner un pie en esta casa.
Mag la observa y me observa a mi, no sé qué pase por su mente, pero sea cual sea su respuesta la entenderé.
—Estas en todo tu derecho hija.
Ana me da una mirada llena de odio, siento los vellos de mi espalda erizarse, no entiendo por que hasta que Christian aparece a mi lado.
—Tu padre quiere verte, Eva. –, señala haciendo énfasis en cada palabra.
Ana se pone furiosa y se lanza contra mi, pero antes de siquiera llegar a tocarme Christian la detiene y ella se queda petrificada.
—Mírame. –le ordena.
Ana no es capaz de resistirlo, mira a Christian a los ojos fijamente.
—Mírame con atención y escucha mi voz, Ana. Deja que todo lo malo que sucedió con tu vida se vaya, suelta todo el dolor, olvida que alguna vez te fuiste de aquí, recuerda tu graduación, tus cumpleaños, ese viaje a la playa, recuerda cuando conociste a Eva, su amistad y todos los momentos que viviste con ella, sus salidas, las cosas que compartiste con ella en su embarazo, las clases de cocina que tomaron junto con Mag. ¿Recuerdas todo eso? –cuestiona Christian y yo solo puedo mirarlo estupefacta.
—Lo recuerdo. –asegura Ana con voz automática.
Mi sorpresa no puede ser mayor a la de Mag, quien mira atónita la escena.
—Siempre fuiste una buena hija, una buena amiga, una buena chica. Y no olvides eso.
Christian suelta a Ana y ella cae al suelo. Christian cae de rodillas a su lado y corro a con él. Luce pálido.
—Chris, ¿qué ocurre?
Él toma mi mano y deposita un beso en ella tranquilizándome.
—Tenía tiempo sin hacer eso. Ya pasará.
Mag abraza a Ana con cuidado.
—¿Qué fue eso? –cuestiona Mag.
—Acabó de borrar todo el pasado de Ana. Ella mañana despertara como si nunca se hubiese ido.
Mag solloza negando con la cabeza.
—Gracias Christian, gracias por traerla de vuelta.
Christian se levanta y le asegura que no es nada.
—¿Quieres descansar? –cuestiono y él asiente.
Mag me da una mirada tranquila mientras dos empleados se llevan a Ana a una habitación.
Caminamos hasta mi habitación y una vez adentro ayudo a Christian a recostarse en la cama.
Me acuesto a su lado. Tengo muchas preguntas pero no sé si sea conveniente.
—¿Puedo preguntar?
Christian asiente.
—Ya sé que es lo que quieres preguntar. Cuando lo hacia contigo solo borraba los malos recuerdos, no requería de mayor esfuerzo. Pero con Ana, tuve que cambiar todo, metí recuerdos inexistentes en su mente, eso tomó más fuerza de la necesaria.
—Nunca te agradecí por borrar todo el dolor en mi.
—¿Y quién borra el que yo te provoqué?
Su pregunta me descoloca.
—Lo borraste tú en el momento en el que entraste a la iglesia.
—Me arrepiento de haberte hecho daño. Yo fui un idiota y... Pagué caro por ello.
—¿A qué te refieres?
—Gaby una noche me llamó, me dijo que debía volver a tu lado por que tú aún me amabas. Le dije que no quería saber nada de ti, ella preguntó si te amaba... Y le dije que no.
Me levanto de golpe mirándolo a los ojos.
—¿Entonces ya no me amas?
—Claro que te amo. Le mentí.
Me levanto de la cama a punto del cólera.
—¡Tú no puedes mentir! –señalo molesta–. Entonces es verdad y ya no me amas.
Christian se levanta y se pone frente a mí.
—Déjame explicarte.
Contrario a lo que creí que haría, Christian desabotona su camisa, si piensa que con eso voy a olvidar lo que acaba de decir esta equivocado.
Deja caer la camisa al suelo y noto su nerviosismo. Se gira dándome la espalda y cubro mi boca ahogando un jadeo. En el centro de su espalda en marcas rojizas y cicatrices puedo leer la palabra “Liar”
Christian me mira con los ojos cristalizados y se pone de rodillas.
—Una letra por día apareció en mi piel, una más dolorosa que la anterior, envueltas en llamas, día y noche por quince días. La cicatriz es un recordatorio del por qué no puedo mentir.
Me pongo de rodillas junto a él y lo beso, sé que debió sufrir por ello.
—Te amo Christian Ross.
—Te amo, mi hermosa Evangeline.
Me toma entre sus brazos y puedo sentir el calor subir por todo mi cuerpo, Christian no se queda atrás pues su cuerpo reacciona a ello.
—Esta noche volverás a ser mía, Evangeline.
Sus palabras hacen eco en lo más recóndito de mi cuerpo.
—Ya soy tuya, y esta noche tú serás mío.