— ¿¡Trabajo!? — Katlyn habló en voz alta y dejó de cortar las patatas que tenía sobre la mesa. — Papito, ¿has dicho trabajo? Jasir, el padre de Katlyn, estaba en la mesa limpiando los champiñones, y había supuesto que ese era el mejor momento para contarle a su pequeña sobre el gran milagro del día. — Sí, almendrita. Tu padre ha sido contratado en una pizzería. — La joven dejó el cuchillo y con el pecho hinchado de orgullo avanzó hasta su padre y lo estrechó en un cálido y fuerte abrazo. — Ya no tendrás que preocuparte tanto por mí, cariño. Podré ayudarte desde ahora en adelante. Podre darte lo que necesitas, como siempre debió ser. — Dijo todo aquello con un nudo en la garganta, pues realmente estaba feliz de poder al fin, trabajar para su hija. — ¡Oh, papito! — Katlyn ocultó su pequ