Zoé Belrose. Son las tres de la tarde y no quise comer en el avión. Isaac tampoco quiso almorzar, no sé la razón, talvez lo hizo por mí. Muero de hambre. —¿Tienes hambre, esposo? Él me sonríe y después su rostro cambia, otra vez hace esa expresión gélida. Me prometí a mi misma tener paciencia y curar su corazón. —Sí, tengo mucha hambre —me dice mientras revisa su celular. Me siento en sus piernas y lo beso. —¿Por qué esa carita triste? Eres muy lindo y te amo. —Lo siento, Zoé, aún pienso que no soy bueno para ti, creo que mi maldita mente es mi peor enemiga, siento que te amo, pero también sé que puedo hacerte daño y constantemente me pregunto, ¿en verdad me amas después de todo lo que te hice? Yo no merezco nada. —Creo en el amor a primera vista, desde que te vi por primera vez e