Zoé. Después del desayuno y hablar un poco tengo algo pendiente, sé que no será fácil, pero tampoco imposible. —Querido esposo, siéntate en el sofá. —Zoé, vamos arriba a la habitación y nos abrazamos. Él besa mi cuello y por un momento sé lo que intenta. —Eres un manipulador, no caeré en tu juego. —Está bien, hagámoslo, aunque pienso que soy un caso perdido. —No lo eres, mi querido esposo. Isaac toma asiento y yo me paro frente a él. —Comenzaré por hacerte una pregunta, si alguien te mira mal, ¿cómo reaccionas? —Le disparo. —¿Sí alguien te amenaza? —Le disparo. —Está bien, cambiaré de pregunta, ¿si tu mejor amigo se torció el pie y está sufriendo, que haces? —Soy un buen amigo y le ayudo. —¡Muy bien! ¿Qué harías por él? —Le disparo para que no sufra. —En este momento tiene