Capítulo 2

1663 Words
Alex Decksheimer Me detuve frente aquella puerta debatiéndome si entraba o seguiría ignorándola como lo había hecho en los últimos años, seguramente se encontraba polvorienta y llena de telarañas. Lo que merecía cada cosa de ella, estar en lugar oscuro y sucio. —¿Otra vez aquí? —la voz cantarina de James me hizo retroceder y fruncir el ceño hacia él —es la tercera vez que te visito y te encuentro en el mismo sitio. ¿Qué está pasando? ¿Revivió tu amor por ella? —Cierra la boca sino dirás nada bueno —me molesta dándole la espalda a aquella habitación donde yacían todas sus cosas, desde ropa hasta grandes retratos de los que todavía no me deshacía de ellos. Muchas veces estuve a punto de encenderles fuego para que se volvieran nada así como pasó con todo lo que sentía por ello —¿qué haces aquí? —Vine porque hay un rumor que cada verá se vuelve más fuerte y que pensé que te gustaría saber —alcé mis cejas para que continuara hablando— Bennett Corp. está al borde de desaparecer, se dice que Grace Bennett la declarará en banca rota la próxima semana. Quise reír pero lo contuve y sólo sacudí mi cabeza, ella jamás lo permitiría. Era demasiado orgullosa para aceptar una derrota. —¿Fuentes? —Rumores... —Entonces es mentira, tú sabes cómo era ella con esa empresa, no creo que sea cierto. —Si ella se desapareció estos años es porque los rumores son ciertos, ¿no lo crees? Me encogí de hombros caminando lejos de aquel lugar hasta llegar a las escaleras que conducían al primer piso. —No me interesa perder mi tiempo pensando en temas relacionada con ella —advertí con severidad, Lili había salido de mi vida hace cinco años llevándose con ella todo lo que sentía por ella, muriendo cada sentimiento cuando decidió no escucharme y no creer en mi. Odiaba su recuerdo, maldecía el día en que la había conocido y el día en que nos casamos, cuando echó a la basura todo lo que habíamos construido por confiar en otros menos en mi. La odiaba con cada parte de mi ser, por haberme destruido como nadie lo había hecho, pisoteé mi orgullo por ella, arriesgué mi carrera, mi empresa y estaba dispuesto a renunciar a mi familia si ella me lo hubiese pedido como muestra de mi inocencia. Pero no lo hizo, ella solo firmó aquellos papeles de divorcio y se marchó sin dejar rastro alguno. Era como si la tierra se la hubiese tragado, con el tiempo el mundo olvidó su nombre y era como si nunca hubiese existido, como si solo hubiese sido producto de mi imaginación. —¿Si? ¿Y entonces qué hacías frente a esa habitación sino deseas saber nada referente a ella? —Tal vez porque quiero quemar todo lo qué hay dentro —emití con indiferencia —voy a casarme y necesito borrar todo mi pasado, eso incluye esa habitación. —Vaya —divagó —no sabía que estimabas tanto este matrimonio. —Tamara siempre ha estado para mi, en mis días difíciles siempre estuvo ahí sin importar nada, confía ciegamente en mi y daría lo que fuera por... —Si, si, si —me interrumpió —no hay que engañarnos, Alex, te casas por ella por la presión mediática y la de tu familia, no porque estimes realmente a Tamara. —¿Quién dice que no la estimo? Es la mujer que necesito a mi lado. —¡Ja! —se mofó —sigue, sigue alimentándote con mentiras, todos sabemos que nadie ha logrado revivirte de tu deplorable estado "muerto en vida" después que ella se marchó. —¡Deja de hablar de ella, maldita sea! Han pasado años después de que desapareció de mi vida, nada relacionado con su vida me interesa —exclamé molesto de seguir escuchando su mención, de seguir trayendo sus recuerdos cuando aborrecía cada cosa relacionado con los Bennett. —Está bien —alzó ambas manos como muestra de paz —pero en todo caso, ¿traerás a Tamara a vivir aquí mismo donde...? —Si —aseguré —cada parte será borrada con la presencia de Tamara, mi nueva esposa y la única que vale la pena mencionar. —Ajá —caminó a la salida —me voy porque detesto escuchar a la gente mentirse así mismo. Buena suerte con tu nueva esposa. Se marchó dejándome más molesto, con las cosas que me atormentaban día a día, con ese irascible odio por escuchar la siquiera mención de lo que tuviera que ver con ella. Su vida que siempre giró alrededor de su trabajo, de lo que fue más para ella que yo, su esposo y su fiel compañero. Dudó de mi, me acusó de venderla y de jugar con ella cuando fue testigo de todo lo que hice porque estuviéramos juntos. Nuestra relación que fue una montaña rusa por la constante lucha de ir contra aquellos que se nos oponían a nuestra felicidad y todo fue un sacrificio en vano. Se fue odiándome, jurando hacerme pagar por algo que no hice y esa fue la mayor decepción de mi vida. La puerta de entrada volvió a sonar fastidiándome más, planteándome cuál era la necesidad de molestarme tanto el único día que tenía de descanso. —Mi amor —la voz de Tamara taladró en mis oídos —te estuve esperando en el almuerzo pero nunca apareciste. La humillación que Lili me hizo pasar frente a mi familia sería vengada al casarme con la mujer que aseguró era mi amante. Le daría en lo único que se podría dañar a una persona como lo era ella y era clavarle el puñal en el orgullo. —Tamara —dije a modo de saludo cuando estuvo frente a mi, poniéndose de cuclillas para dejar un casto beso en mi boca. En algo tenía razón James y era en que no sentía nada por Tamara que no fuera un pequeño aprecio por mantenerse a mi lado en todo el tiempo atrás, comprendiéndome y dándome el espacio que necesitaba. —¿Qué pasó? ¿Por qué no apareciste en casa? —No desperdiciaría mi tiempo con personas que no me importan —fui claro —recuerda que me casaré contigo, no con tu familia. Hizo una mueca simulando tristeza y un atisbo de decepción. —Ellos son importantes para mí —puntualizó —deberías hacer un pequeño esfuerzo por pasar tiempo con ellos y a la vez conmigo, Alex. Te la pasas todos los días trabajando, sales por la noche a bares y el único día que dispongo para compartir contigo no colaboras y te encierras en esta casa. —No quiero discutir y pierdes tu tiempo al intentar que cambie de parecer, porque si no te gustan mis decisiones la puerta está ahí —señalé demostrándole que no me importaba si se iba, las cosas funcionarían a mi modo o no serían y el error de involucrar familias era algo que no volvería a comentar. El miedo atravesó sus ojos ámbar y es que por mucho que creyeran que no veía como eran las cosas no era exactamente así. Conocía a Tamara desde que éramos pequeños, sus padres eran amigos de los míos, siempre tuve un encantamiento por mí y el que me haya enamorado de Lili fue algo que le afectó mucho, nunca empatizó con mi ex esposa y siempre trataba de no apartarse de mi lado involucrándose en los negocios y convirtiéndose en una de mis mejores empleadas. —No hay necesidad de acudir a eso —se resignó —yo… no volveré a insistir con el tema. Pasó sus manos por mis hombros en busca de las caricias que no fueron correspondidas, no tenía la absoluta idea del por qué desde que había amanecido no podía sacarla de mi cabeza, de pensarla tanto hasta el punto de querer entrar a esa habitación, esa misma que es la caja que guarda todos los recuerdos con ella, los momentos que he tratado de borrar de mi cabeza pero que por alguna razón no puedo. Lili se había adherido a mi alma, a mi ser y lo había marcado por completo, haciéndole un mal que ennegreció lo bueno que habitó en mi y con viendo en la persona que era ahora, calculador, manipulador y carente de cualquier sentimiento bueno, del que impulsara a ser un mejor hombre para Tamara. No, en mi sólo había desprecio y cierto repelo para los temas que involucrarán el amor. —Por cierto, padre ha comentado algo que me llamó la atención —tomó mi mando tirando de ella hasta uno de los sofás sentándose sobre mis piernas —Bennett Corp. a punto de declararse en banca rota, muchos empresarios han comenzado a hacer sus apuestas por el día en que se hará pública la declaración y padre ha dicho que esa misma tarde dará una fiesta en celebración—soltó una pequeña carcajada que no compartí, se me hacía difícil de creer que aquella empresa con bases tan sólidas cayera —¿ahora crees en el karma, amor? Lili Bennett por fin tendrá lo que merece, una vida miserable por ser una escoria… —¡Basta! —exclamó quitándola de mi regazo y levantándome del sofá —no quiero oír ni una sola palabra de este tema, ¡¿me has oído?! Nadie más que yo tenía derecho de regocijarse de su mal y ni aún con todo lo que me había hecho, no después de abandonarme me hacía feliz aquella noticia y de la cual se me hacía difícil creerlo del todo. —Será mejor que te vayas y regreses otro día, hoy no estoy de humor para compartir tiempo con nadie —añadí alejándome a un lugar donde nadie estuviera molestándome y si que se pusieran de acuerdo para hablar de aquel tema del que tanto rehuía.
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