Al otro día, por la tarde, saco a pasear a Tesla nuevamente. Lo llevo a la plaza del pueblo, ya que allí tengo red libre y puedo hacer video llamada con Delia a través del celular. Sé que a esta hora está recién llegando a casa, así que aprovecho. Me siento en el pie de un árbol y la llamo. Ella atiende enseguida.
—¡Hola! —dice sonriendo. La imagen sale unos segundos más tarde que la voz, pero bueno, es lo que hay—. ¿Cómo la estás pasando?
—¡Bien y mal! —contesto rápidamente—. Bien, porque este es mi lugar... Y mal porque me la paso escondiendo de Rodrigo. ¡Me estoy haciendo pasar por otra persona y me tapo la cara cada vez que lo veo! Me dio su número de teléfono para que hablemos, todo fue bien, pero él me dice Jazmín.
—¿¡Qué!? —interroga gritando y estalla en carcajadas—. ¿Estás loca? ¿Qué vas a hacer si te descubre!
—¡No sé! Para colmo, ayer estaba en una tienda de ropa y mientras estaba en el probador escuché que las vendedoras hablaban de mí. ¡Me reconocieron! —Abre los ojos de par en par y abre la boca con sorpresa—. Una de las chicas dijo que Rodrigo no la volvió a llamar y que estaba segura de que nosotros íbamos a terminar juntos.
—¿Qué carajos? ¡Y bueno! Esa es una buena señal, Agus. Deberías mostrarte ante él, estoy segura de que te va a aceptar. —Sube un pulgar y sonríe. Ruedo los ojos.
—Como si fuera fácil. Ya armé toda esta farsa... Creo que se va a enojar si llega a descubrirlo.
—Ay, yo creo que ya sabe que sos vos y solo te sigue el juego. ¡Es obvio que sos vos! —exclama encogiéndose de hombros—. Qué casualidad que de repente aparece una chica que se la pasa con tu familia y se esconde de él. Es una tontería lo que estás haciendo.
—Le dije que soy ermitaña —admito. Ella se ríe más fuerte.
—¡No jodas! ¿Justo vos vas a ser ermitaña que no podés parar de hablar? Ajá, claro. —Hace una mueca de desacuerdo.
—¡Bueno, Delia! ¡No se me ocurrió otra cosa! —Bufo y luego le guiño un ojo—. ¿Vos cómo vas con Lucas?
—¡Nunca tuve tanto sexo en mi vida! —grita. Me río. Menos mal que tengo auriculares puestos o lo hubiera escuchado todo el pueblo—. Tenés que aprovechar con Rodrigo, por favor te lo pido, estás en sequía hace como cuatro años.
—No es algo que me preocupe —murmuro—. Aunque admito que cada vez que lo veo no puedo ni pensar del revuelo de hormonas que se me hacen. —Reímos—. ¿Sabés algo de Cristian? Lo dejé re plantado, pobre.
—Cuando le dije que te fuiste sonrió y al otro día ya estaba con otra chica, así que...
—Ah, bueno. Mejor, así no me siento tan culpable, total no era nada serio lo nuestro. —Tesla se empieza a poner algo pesado, así que decido cortar la comunicación—. Delia, tengo que irme, pero hablamos pronto. Te quiero.
—Dale, Agus. Suerte. —Me tira un beso y corto.
El perro no para de tirarme, así que me pongo de pie y voy hacia donde quiere. ¡El caballo de Rodrigo! Increíble. Tesla me está avisando que él está cerca. Miro hacia todos lados rápidamente y vuelvo a casa sin pensarlo. ¿Qué pasa si ya me vio? ¿Si me estaba observando desde lejos? ¡Adiós a toda la farsa!
Llego a mi hogar completamente agitada por correr tanto. En la entrada me choco con mi hermano que justo está saliendo y me mira con diversión.
—¿Te cruzaste con él? —me pregunta.
—Con su caballo —contesto recuperando el aliento. Trago saliva y tiro mi pelo hacia atrás—. ¿Él sabe que yo volví? —cuestiono.
—No, creo que no. Papá y yo no lo dijimos nada. ¿Por?
—Una chica me reconoció en un local y dijo que Rodrigo no la volvió a llamar porque estaba conmigo. No entiendo nada, pero quizás ya se dio cuenta de que volví.
—Agus, ese chico no es tonto. Puedo decirte que en este momento está loco por Jazmín, quiere conocerla sí o sí, no sé cuánto va a durar este juego, hermana, pero mejor que termine pronto. —Me mira con seriedad—. No sé si le va a gustar cuando sepa que le mentiste.
—Le dije que en navidad iba a verme la cara.
—Tratá de que sea antes, porque Nochebuena la va a pasar con nosotros. —Me guiña un ojo, palmea mi espalda, acaricia a Tesla y se va.
Me quedo completamente atónita. ¿Cómo es eso de que va a pasar nochebuena con nosotros? ¿Acaso mi mamá tuvo la idea! Nah, ¡todos tuvieron la idea! Quieren que nos veamos a toda costa.
Suspiro, ato al perro de nuevo y subo a mi habitación. Es increíble. Una nota sobre mi cama avisa que mis padres no van a volver hasta pasada la medianoche porque fueron al cumpleaños de un amigo, así que tengo toda la casa para mí sola. La voy a aprovechar de la mejor manera: durmiendo.
El tono de llamada de mi celular suena y vuelve a despertarme. Con un bufido, contesto sin siquiera ver la pantalla.
—¿Hola? —digo arrastrando las palabras.
—¿Te desperté? —interroga un Rodrigo preocupado desde el otro lado. Me río y giro para ponerme boca arriba.
—No... En realidad sí, pero de la siesta. —Miro hacia la ventana y me doy cuenta de que ya es completamente de noche—. ¿Qué hora es?
—Lo suficientemente tarde como para estar durmiendo y no hablo de la siesta. —Nos reímos—. Son las once de la noche.
—Guau. Dormí como seis horas. —Estallo en carcajadas—. Soy increíble, pero te juro que hace días que no duermo bien por culpa de una gallina que me despierta tempranísimo.
—Yo también dormí una siesta bastante larga y como no tengo sueño ni tampoco tengo nada qué hacer decidí llamarte. ¿Te estoy molestando?
—No, no —replico rápidamente—. Hiciste bien en llamarme, muero de hambre y voy a ver qué hay en la heladera.
—¿Dónde vivís? Puedo llevar una pizza y...
—¡No! —lo interrumpo—. Es muy tarde, podés tener un accidente... Vivo en una completa oscuridad... —Se ríe.
—Bueno, Jazmín, como digas. ¿Entonces hacemos lo de la línea erótica? —inquiere con tono travieso. Esbozo una sonrisa.
—En este momento no, estoy fuera del papel. Se supone que tengo que atender y directamente actuar con erotismo.
—Lo entiendo. Te digo que yo tampoco estoy en papel ahora, así que... —Lo escucho moverse—. ¿Cómo va el sarpullido y la quemadura de aceite?
—Mejor. Me pica mucho, pero creo que ya se me está por ir, me la paso poniéndome cremas y todo eso.
—¿Sabés que no te creo nada? —pregunta con tono divertido. Suspiro.
—Sí, lo sé. Está bien, no tengo nada en la cara, lo admito. Pero dejame decirte que no puedo dejar que me veas porque... ¡porque no te voy a parecer linda! Mi autoestima se va a venir abajo porque yo soy muy vulnerable y si un chico lindo me ve con cara de asco... Adiós a mi autoestima. Te juro.
—No digas pavadas, Dios mío. Si te soy sincero, jamás me fijo en el físico. Creo que el interior es lo más importante. —Se aclara la voz—. Quiero verte por un motivo. Dos motivos, en realidad.
—¿Cuáles?
—Uno, porque tengo muchísima intriga y me caes bien. Dos, porque me hacés acordar a una vieja amiga y necesito verte para darme cuenta de que no sos ella —responde con nostalgia. Trago saliva.
—¿Y qué pasa si soy ella? —cuestiono con tono interesado—. ¿No estarías enojado?
—Mmm, no, creo que no me enojaría. Por el contrario, si me confirmás mis sospechas, voy ya mismo a tu casa y te como a besos. —Abro los ojos con sorpresa y mis manos me tiemblan por la emoción. Siento mis mejillas rojas.
—¿Y por qué harías eso? —Me río nerviosa—. ¿Qué pasa si ella no quiere besarte?
—Que me lo diga cuando separe mis labios de los suyos y la dejo tranquila, pero no voy a morir sin haberla besado.
—Eso es muy romántico —susurro—. Lamento no ser ella y ahora me doy cuenta de que nunca voy a estar a la altura de esa chica. Creo que te quita el sueño.
—Así es, aunque admito que también me sacas el sueño vos. Quiero conocerte, no paro de hacer teorías sobre vos. —Nos reímos—. A veces creo que podés ser ella, otras veces creo que te da vergüenza hablar conmigo y te escondes porque sos ermitaña en serio, otras veces creo que sos producto de mi imaginación. Sos irreal.
—La última es la acertada —comento. Se ríe.
—Te creo. —Se produce un momento de silencio—. ¿Ya estás comiendo?
—No. De hecho ni siquiera puedo levantarme de la cama a causa de la fiaca. No importa, debo tener alguna galletita en algún cajón.
—Dame tu dirección, te mando una pizza.
—Te vas a aprovechar y vas a venir vos —replico. Lo siento sonreír.
—Sí. Creo que ya me estás conociendo.
—Hagamos una cosa —digo de repente—. Nos vemos en la placita que nos vimos el otro día, comemos una pizza juntos, con la única condición de que tengas una venda puesta.
—¿Es en serio? —cuestiona incrédulo—. No puedo aceptar semejante locura...
—Bueno, no importa, seguimos hablando por...
—¿Sos Agustina? —me interrumpe y me quedo muda—. ¡Por favor, decime si sos ella! No me hagas perder tiempo.
—Yo...
De repente siento una vibración y, cuando veo el teléfono, la pantalla está absolutamente en n***o. Intento prenderlo de nuevo y me sale que no tengo batería.
Genial, la que me faltaba. Él sabe que soy yo, ya está. Todo se fue a la basura, lo sabe. ¿Pero cómo lo supo? Supongo que es bastante obvio. ¡Y quiere besarme! Pero es que no entiendo nada.