Se acerca a mí sin poder creerlo y me hago la tonta. ¿Cómo puede ser que me reconozca con lentes de sol y una gorra?
—¿Agustina? —interroga con una sonrisa más falsa que billete de tres pesos. Sus ojos verdes se iluminan y tira su cabello rubio que tiene por los hombros hacia atrás.
—Hola, Tomás.
Tomás, el ex mejor amigo de Rodrigo. Espero que no le cuente que me vio o me muero. No sé cómo habrá quedado su relación, pero la última vez que supe de ellos sé que no terminó nada bien.
Básicamente, Tomás le sacó la novia a Rodrigo. Personalmente, creo que la culpa la tuvo la chica por irse con este cuando estaba con otro, pero bueno, el rubio también hizo mal en intentar conquistarla cuando estaba con su mejor amigo.
—¿Qué hacés acá? ¡Tanto tiempo!
Intenta abrazarme, pero Tesla le gruñe y yo acaricio su cabeza para que se tranquilice. Bien, debo admitir que mis ex compañeros se pusieron bastante buenos, porque Tomás también creció bastante. De todos modos, me da la sensación de que sigue siendo igual que siempre, nunca me cayó bien. Es muy falso.
—Saqué a pasear al perro —respondo con normalidad, sentándome en un banco. Él se pone a mi lado e intento contener mi incomodidad.
—¿Pero no estabas en capital? —interroga. Asiento con la cabeza.
—Estoy de vacaciones —contesto con una sonrisa forzada. Él arquea las cejas y rasca su cuello.
—Bueno, eso es genial. Un día de estos podemos salir...
—Ah, no, gracias. Estoy ocupada ayudando a mi familia en la casa, tengo varias cosas para hacer.
Mi teléfono suena y veo el mensaje.
Delia/ 8:02
Perdón, espero que ya hayas visto a tu bombón. Ya quiero que me cuentes la historia con mucha ansiedad. Te amo.
—¿Ya lo viste a Rodrigo? —cuestiona, intentando acariciar a Tesla, aunque este sigue gruñendo.
—No, no sabe que estoy y tampoco vas a decirle nada, no quiero ver a nadie. Lástima que te crucé y no tuve escapatoria...
—Yo no hablo con él desde lo de Marina. Me casé con ella hace dos años, ahora está embarazada... ¿Sabés una cosa? —Se pone de pie y me mira—. Rodrigo nunca la quiso. Tampoco sé si te quiso a vos, creo que es gay.
—¿Por qué decís eso? —interrogo frunciendo el ceño.
—Una vez me dijo que sentía cosas raras por quien no debía y estaba a centímetros de mi cara. Me dio miedo y lo alejé de un empujón, él se enojó conmigo desde ese entonces y no protestó cuando Marina vino conmigo. —Sonríe con picardía—. Por eso se esconde en el campo, porque no tiene agallas para decir que es gay. Siempre fue tan... amable, por así decirlo.
—No hables así de él. Es una buena persona, más allá de sus gustos. No importa si es homosexual, todos los hombres deberían ser tan buenos como él —replico con tono molesto. Él se ríe.
—Supongo que sí, Agus. Se me hace tarde, nos vemos luego.
Me guiña un ojo y se va. Yo resoplo mientras lo miro alejarse. Este hombre me saca de quicio.
¿Cómo podía ser el mejor amigo de Rodrigo? Bueno, Tomás era el popular. De más está decir que sus ojos verdes encandilaban a cualquiera y era el capitán del equipo de fútbol escolar. Malena estaba enamorada de él en un principio, pero cuando descubrió que no era tan buena persona como aparentaba, decidió olvidarlo.
Una vez lo descubrieron rompiendo los botines del equipo rival antes de un partido. Siempre se emborrachaba en las fiestas y hacía destrozos, era muy mujeriego. Me sorprende que se haya casado con alguien, aunque supongo que actuar de bad boy lo ayudó bastante a conseguir a esa chica.
Miro a Tesla hacer sus necesidades. Después se pone a jugar con un pedazo de rama que le tiro y me trae sin parar. Quizás cuando vuelva a casa adopte a un perrito, en el departamento aceptan los que son chiquitos y Delia siempre quiso uno. Nunca la dejé porque pienso que es una gran responsabilidad, pero ahora me dieron ganas.
Iba a prender la notebook para revisar los correos, pero cuando leí que el trabajo está tranquilo y no necesitan ningún tipo de ayuda, me relajé bastante.
Decido sentarme bajo un árbol y Tesla se acuesta a mi lado. Cierro mis ojos, disfrutando de la brisa, del aire no contaminado, del ruido de la naturaleza. Esto no lo puedo disfrutar en capital, el ruido de la ciudad es demasiado e incluso el ambiente se siente cargado de contaminación. Todo lo contrario de acá.
—Quizás está muerta —escucho que dice una voz masculina. Abro mis ojos de a poco y veo a tres nenes mirándome con atención.
—¿Qué...? Me quedé dormida, niños —digo, poniéndome de pie medio tambaleante. Mi perro también se incorpora.
Por suerte no me robaron nada, sino me hubiese vuelto loca. Al ver el reloj, me diy cuenta de que son las diez la mañana. ¡Con razón me duele tanto el cuello! Dormí como dos horas contra aquel tronco tan duro.
—No llamen a la policía —dice un chiquito rubio con tono triste, llenándome de ternura.
—¿Iban a llamar a la policía? —Ellos asienten con la cabeza y me río—. La policía es solo para emergencias, no para avisar que una mujer se quedó dormida en la plaza.
—Es que parecías muerta —responde un moreno entrecerrando los ojos. Le aprieto el cachete y ríe con timidez.
—Su perro es muy bueno, señorita —comenta un colorado lleno de pecas. ¡Me dan tanta ternura! Deben tener unos cinco años.
—Sí, ¿vieron? Se llama Tesla —les cuento. Ellos lo acarician y el perro mueve la cola contento.
—El caballo de Drigo se llama Lates. Es como Tesla al revés —agrega el rubio. Arqueo las cejas.
—¿Drigo? —cuestiono, tragando saliva.
—Sí, señorita. Se llama R-Rodrigo. Vive en el terreno que le sigue a este y tiene muuuchos caballos, pero su favorito es Lates.
Y los tres nenes empiezan a contarme con entusiasmo de toda la variedad de caballos que tiene el muchacho. Sonrío ante cada comentario, hasta que el moreno señala hacia atrás.
—¡Ahí viene! —exclama.
Con desesperación, busco el barbijo para tapar la mitad de mi cara, acomodo mis anteojos y la gorra. Los nenes me miran raro, pero les hago un gesto para que guarden silencio.
Rodrigo se detiene justo en la plaza y baja de su caballo de un salto. Se ve tan sexy con ese simple movimiento.
—¡Hola, enanos! —saluda a los chiquitos chocando los cinco. Me mira con expresión interrogante—. ¡Hola, extraña!
—Hola —contesto poniendo voz ronca. Los nenes se ríen.
—¿Por qué últimamente me encuentro con mujeres que se tapan la cara? —interroga frunciendo el ceño, haciéndome reír. Reconoce el sonido que se escapa de mis labios—. ¿Jazmín?
Los chicos salen corriendo, supongo que ya aburridos con la charla de adultos. Asiento con la cabeza.
—Estoy algo enferma —digo—. Soy tan ermitaña que cuando salgo a un lugar público tengo que ponerme esto porque me agarra alergia. —Arquea las cejas y esboza una sonrisa cargada de incredulidad.
—¿Entonces no fuiste al taller porque estás enferma? —interroga—. ¿Y por qué estás con Tesla?
El perro reconoce su nombre y comienza a saltar alrededor de quien lo llamó. Rodrigo se pone a jugar con él como si fuese un nene chiquito y luego me mira.
—Claro, estar mucho en el taller me hace mal y Sebastián me pidió que salga a pasear a su perro. Tengo todos los problemas del mundo...
—Tu voz se me hace conocida —dice, rascándose la ceja—. Debe ser porque ya hablamos ayer, pero tenés una voz muy linda.
—Gracias, me lo dicen siempre. —Me encojo de hombros y luego pienso en lo que dije—. Quiero decir, cuando hago contacto con la poca gente...
—Ah, claro. —Chasquea la lengua y aprieta los labios intentando no reír—. Me cuesta tanto encontrar tu cara. ¿Podrías sacarte los anteojos?
—¡No! Tengo conjuntivitis y no quiero contagiarte. —Su sonrisa se amplia.
—Gracias por preocuparte por mí, Jazmín... ¿Sabés? Tengo mucha curiosidad por conocerte, es como que... no sé, me parecés una chica muy interesante, bien misteriosa, la verdad es que me das intriga. Podemos salir un día de estos —dice aún sonriendo. Trago saliva y niego con la cabeza.
—No puedo salir con hombres. —Arquea una ceja y me escudriña con atención.
—Podemos ser amigos, no es necesario que sea una salida para ser algo más, ni siquiera te conozco. —Se ríe con nerviosismo—. Tengo una amiga para presentarte que...
—¿Eh? No, no me refería a que me gustan las chicas. Es que soy antisocial y no me gusta salir... ni con hombres, ni con chicas.
Me mira con intensidad, sus ojos se mueven sin parar y tengo que contener una carcajada. Se nota que le molesta no poder verme, debo estar bien oculta. Me dan ganas de quitarme todo esto y decirle quién soy, pero es que este juego me está pareciendo tan divertido que no puedo evitar continuar con la farsa.
—Podemos tener una cita a ciegas —digo de repente. Hace una mueca de sorpresa y yo intento arreglar lo que dijehablando sumamente rápido—. No quise decir que tengamos una cita, me refiero a que como me invitaste a salir, estaría bueno que sea en un lugar donde no podamos vernos o... emm, una fiesta de disfraces con la cara tapada.
—¿Por qué no querés que te vea?
—¡Sí, quiero que me veas! Pero es que estoy con un zarpullido terrible en la cara, debe ser culpa de la pintura, entonces me da vergüenza y hasta que no se me vaya no voy a poder mostrarme...
—Bueno... básicamente, tenés alergias, conjuntivitis y zarpullido. —Frunce el ceño—. No me interesa que seas fea, yo solo quiero ser tu amigo. Me caes bien y quiero conocerte, porque los amigos se ven igual aunque sean feos. —Me río—. Debo admitir que me parecés muy misteriosa, nunca vi a nadie igual a vos.
—¿Qué diría tu novia sobre esto? —interrogo. Hace una expresión de confusión mientras niega con la cabeza.
—No tengo novia y, si la tuviera, la dejaría por ponerse celosa por una chica que no muestra la cara —responde con naturalidad. Suspira y se pasa una mano por el rostro—. Jazmín, me tengo que ir, pero espero que podamos seguir viéndonos y hablando.
Balbuceo cosas sin sentido hasta que termina de irse. ¡Maldita sea! Estoy arruinando los encuentros solo porque no quiero dar la cara.