Los encargados de mi maquillaje y peinado por fin salen de mi habitación, alejando el bullicio y dejando solo un silencio ensordecedor de miedos y arrepentimiento. Sentada sobre un banquillo, permanezco quieta mirando mi reflejo en aquel inmenso espejo, el reflejo de esa triste chica idéntica a mí, a esa llorosa y destruida chica vestida de blanco con un velo disimulando su jodido y tormentoso rostro. La puerta se abre de golpe y una entusiasta, emocionada y orgullosa Patricia de Roux entra. Su vestido azul le entalla perfectamente, resaltando su bien conservada figura. — ¡Estás hermosa Alexandra! –afirma Patricia limpiándose una lágrima de felicidad-, serás la envidia de todas las mujeres del país. Mañana serás notica internacional, tu boda aparecerá en todos los medios de comunicaci