—Espero que todo haya quedado claro —finaliza sacándome de mis pensamientos, en realidad por estarlo observando no presté mucha atención a todo lo que me estaba diciendo.
—Sí, por supuesto —aseguro como si hubiera escuchado todo atentamente.
—Algunas veces vendrá mi compañero Scott, como su padre nos contrató para el día y la noche, es probable que tengamos que cambiar turnos, pero siempre le avisaremos para evitar malos entendidos que puedan ponerla en riesgo. También tenemos un chófer en nuestra compañía, es mejor que yo esté al pendiente de usted y que alguien más conduzca, todos ellos son de mi entera confianza.
—Está bien —respondo sin saber qué decir.
—Depende como se vayan dando las cosas, le avisaré si es necesario tener una escolta completa, por ahora trabajaremos así.
—Yo la verdad no creo que sea necesario, fue una amenaza sin importancia.
—Por lo que sé, no sólo de él tiene amenazas —inquiere sin quitarme su imponente mirada de encima.
—Soy una fiscal bastante reconocida— declaro orgullosa—. Ya podrá imaginarse que no soy del agrado de todas las personas, sobre todo las que resultan culpables.
—Por esa misma razón, me veo en la necesidad de advertirle que si hay ocasiones en las que tenga reuniones concurridas, lo mejor será acompañarla con una escolta, pero de preferencia me gustaría que evite aglomeraciones y que por supuesto, me avise con anticipación si tiene que presentarse en algún evento.
—Sí, lo entiendo, pero hoy es sábado, no creo que sea necesario que…
—Son órdenes estrictas de su padre —me interrumpe.
—¿Y quién se supone que puede entrar hasta aquí, si hay seguridad en el edificio? —pregunto molesta ante su insistencia.
—Señorita, usted no tiene idea de los casos a los que nos hemos enfrentado —argumenta—. Cada movimiento que haga, tengo que saberlo, también necesito saber quienes tienen permitido subir.
—No tengo muchas visitas.
—Antes de que alguien pueda entrar, yo daré la autorización o mi compañero. Necesito una lista de las personas con las que tiene relación en su trabajo.
—Mi asistente puede dársela el lunes.
—Perfecto, también necesito que me preste su teléfono, voy a instalar una aplicación en la que yo pueda saber en dónde se encuentra.
Todo esto se me hace una exageración y este hombre es demasiado inflexible, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Me pongo de pie y voy por mi teléfono, cuando regreso ya está de pie esperándome. Le entrego mi teléfono y después de unos minutos me lo regresa.
—Ya tiene mi número para cualquier cosa que necesite, estaré cerca de la puerta la mayor parte del tiempo, aunque en algunas ocasiones tal vez tenga que hacer un recorrido por el apartamento.
—Bien.
—También quería comentarle que hablé con Bon, ya revisamos las cámaras de seguridad del estacionamiento de su oficina.
Ahora veo que realmente se toma muy enserio su trabajo, no pasan de las ocho de la mañana y él ya sabe todos los detalles de lo que pasó ayer.
—¿Supieron quién fue? —cuestiono.
—No, eran dos chicos en una moto, tenían las caras cubiertas con máscaras —responde—. Pero seguiremos investigando si tiene relación con el cantante.
—Su representante fue el que me amenazó.
—Lo sé, pero también su abogado tiene muy mala reputación —asevera.
Siento una sensación extraña en el estómago, espero que todo esto sea una tontería.
—Por favor, no dude en avisarme si nota algo extraño —menciona el guardaespaldas, sacándome de mis pensamientos.
—Lo haré —afirmo.
—Tengo el código para entrar, no olvide que estaré haciendo rondas por todo el apartamento —me recuerda.
—¿Entonces se quedarán aquí en las noches? —le pregunto.
—Sí, como ya le dije, Scott y yo estaremos cambiando turnos, usted no estará sola en ningún momento —aclara.
—Les asignaré una habitación para cualquier cosa que necesiten.
—Se lo agradezco —hace una inclinación con la cabeza y camina hacia la salida.
El día transcurre de manera algo extraña, intento relajarme, pero no puedo, me siento observada en todo momento, aunque el guardaespaldas solo entra en algunas ocasiones es imposible que no lo note.
Después de cenar me voy a mi habitación, me pongo una pijama de short y blusa en color n***o, estoy dando vueltas en la cama inquieta y me levanto. Salgo de la habitación y me encuentro a Demaryius que está haciendo la ronda.
—¿Todo bien señorita? —me pregunta.
—Sí, pero recordé que no le he asignado la habitación —respondo apenada.
—No se preocupe por eso, aún no la necesitamos —asegura—. ¿Me permite? —dice señalando mi habitación.
—¿Es necesario? —cuestiono y asiente.
Entra y me quedo en la puerta, ya que revisa se para frente a mí.
—Puede ir a descansar, todo está en orden.
Por alguna razón sus labios llaman demasiado mi atención sobre todo cuando los humedece y quedan de un color más intenso.
—Buenas noches —dice haciendo una inclinación con la cabeza y empieza a caminar a la sala. Entro a mi habitación de nuevo y me acomodo en la cama.
El domingo por la mañana, noto que Demaryius trae otro traje y por lo que puedo ver se duchó, me imagino que vino el guardaespaldas que mencionó y él fue a cambiarse.
Desayuno y me pongo mi traje de baño, usualmente nadar me relaja, pero hoy, por alguna razón, ni siquiera eso me distrae por más que lo intento.
Estoy tan fastidiada que entro a la casa sin haberme secado, doy unos cuantos pasos y mis pies están tan mojados que no puedo sostenerme y me resbalo; antes de caer siento unos brazos fuertes sostenerme por la cintura.
—¿Está usted bien? —me pregunta Demaryius mirándome con preocupación y poniéndome de pie.
No logro reaccionar, estoy segura que hubiera sido una caída terrible de no ser por él, no me di cuenta en qué momento entró, pero llegó justo a tiempo.
—Estoy bien —aseguro.
En ese momento me suelta y siento como un escalofrío recorre mi piel haciéndome estremecer.
Paso saliva nerviosa y un tanto asustada.
—Gracias —le digo y me voy a la habitación directo a la ducha. Siempre que me pongo de mal humor, cometo muchas imprudencias y hoy no fue la excepción, así que evito salir por el resto del día y sólo veo a Demaryius cuando hace las rondas.
El lunes por la mañana, mi mal humor continúa, mi periodo está a punto de llegar y por desgracia, no descansé nada.
Me preparo para ir a la oficina y al salir, me encuentro al Demaryius con otro hombre a su lado.
—Buenos días, señorita Lawrence —me saluda formal.
—Buenos días —respondo.
—Él es Scott, mi compañero —me presenta—. Mientras yo no esté, él se hará cargo de su seguridad —explica.
Scott asiente, él me impresiona aún más, ya que es más alto que Demaryius y sus músculos se pueden notar a través del traje. Es moreno, con ojos color miel y el cabello n***o, muy corto.
—¿Usted se va a ir? —le pregunto a Demaryius y de inmediato me siento un poco avergonzada.
—Sí, normalmente los dos estaremos al pendiente de su seguridad e intercambiando turnos, como se lo había mencionado antes —me recuerda.
—Claro —respondo.
—Estaré al pendiente por si necesitan cualquier cosa —explica Demaryius.
Asiento para no quedar como una tonta después de haberle preguntado si se iba a ir. Se despide y doy la vuelta para ir a la cocina.
—Disculpe señorita Lawrence—dice Scott alcanzándome—. Hay una persona abajo, dice que aquí trabaja.
—Sí, es Wanda —contesto, con todas las cosas que tengo en la mente, ni siquiera recordé que hoy venía—. Ella me ayuda con la limpieza, viene tres días a la semana —explico.
—Perfecto —asiente—. Enseguida doy la orden para que le permitan subir.
Parece que el fin de semana me había familiarizado un poco con Demaryius y me incomoda un poco la presencia de Scott, además que su tamaño no deja de intimidarme.
Un guardaespaldas enorme y otro misterioso, espero no volverme loca con ellos a mi lado, aunque por alguna razón el misterioso me hace sentir…
—Buenos días, Chloe —saluda Wanda sacándome de mis pensamientos.
—Buenos días.
—¿Te preparo el desayuno? —me pregunta mientras se lava las manos.
—No, no tengo hambre.
Me mira y sonríe.
—¿No descansaste?
—No —respondo haciendo un puchero.
—Bueno, te prepararé un poco de fruta, para que no te vayas sin desayunar.
—Gracias, aunque de verdad no tengo ganas.
—Te vi en las noticias —menciona—. ¿Por esa razón ahora tienes guardaespaldas?
—Sí —bufo.
—Es mejor Chloe, estoy segura que será algo temporal.
—Eso espero.
Me pone el plato con fruta en la barra y lo acompaña con un jugo de naranja.
—Intenta comer un poco, con el estómago vacío te pondrás más irritable.
Asiento y doy algunos bocados, porque es verdad, no hay nada que me ponga de peor humor que pasar hambre.
—Es mejor que me vaya, tengo mucho trabajo —murmuro con resignación.
Mira mi plato y cruza las manos sobre su pecho.
—No comiste nada Chloe —me reprocha—. Pero te dejaré algo delicioso para la cena.
—Me parece una excelente idea.
—Que tengas un buen día.
—Gracias, Wanda.
Voy a lavarme los dientes y recojo mi cosas. Al salir del apartamento Scott me mira.
—Es la hora en la que me voy a la oficina —le informo y asiente. Toca su audífono y avisa que vamos a salir.
Bajamos y al llegar al estacionamiento, nos espera una de las camionetas de mi padre con un chófer.
—Douglas será su chófer, señorita Lawrence —explica Scott cuando el chófer se baja de la camioneta para abrirme la puerta.
Asiento y me subo. Estoy tan acostumbrada a mi libertad, que ahora me siento como en casa de mis padres, pidiendo permiso para todo lo que hago. Llegamos a la oficina y Scott sube conmigo.
—Buenos días, Chlo —me saluda Jen al verme.
—Buenos días —respondo y me voy a la oficina sin detenerme.
Apenas estoy por sentarme cuando se abre la puerta.
—¡Oh por Dios! —exclama Jen— Te mandaron a un luchador de la WWE para que sea tu guardaespaldas.
—Jen, no seas exagerado —farfullo.
—Por favor, ese hombre tiene músculos extras, debería de pasarme unos cuantos, aunque me conformaría con que me muestre uno solo —menciona torciendo la boca para aguantar la risa—. ¿Te imaginas ese enorme chocolate?
Muevo la cabeza negando.
—Tú no necesitas ver más músculos que los de Renato —lo recrimino—. Por cierto, ¿qué pasó con él? —le pregunto y su cara cambia.
—Sigue igual, parece que estuviera huyendo de mí todo el tiempo.
—Habla con él, pídele una explicación —le aconsejo.
—Lo haré, pero ahora cuéntame todo acerca de tu guardaespaldas.
Frunzo el ceño.
—No sé nada de él, lo acabo de conocer esta mañana.
—¿Entonces el fin de semana no tuviste a alguien cuidándote? —me interroga.
—Sí, pero era otro.
—¿Y está igual que ese moreno de fuego?
—Igual ¿cómo? —pregunto.
—Así, tan impresionante.
—No, pero…—me quedo pensando y por alguna razón se me eriza la piel al recordar sus manos sobre mi cintura—. Se ve muy profesional.
—Eso no me sirve, necesito saber más, ¿si es guapo, alto, joven, viejo, delgado o musculoso?
—Lo que vas a saber ahorita… son los horarios de mis reuniones, trae el IPad para que tomes notas —ordeno.
Se pone la mano en la frente con dramatismo.
—¡Eres mala, siempre apagas mi brillo!—exclama—. Ahora regreso —dice resignado y sale de la oficina.
—Tráeme un café, por favor —le grito para que pueda escucharme mientras va caminando a su escritorio.
—Por supuesto que no, te traeré un té, ya estás de mal humor y si tomas café, no te vamos a soportar en todo el día —responde dejándome en vergüenza ante Scott que me mira disimuladamente.
—¡No quiero té! —exclamo. En ese momento viene entrando Demaryius. Me mira y como siempre ese aire de misterio que lo rodea me provoca algo extraño que me hace desviar la mirada. Se acerca a Scott y empiezan a hablar.
Jen regresa después de unos minutos y me pone una taza con un té.
—Tendrás que esperar para revisar tu agenda, tus guardaespaldas requieren de mi atención y no puedo negarme a colaborar con ellos —vocifera—. Por cierto, mi brillo se intensificó al ver al que acaba de llegar, parece un galán de telenovela.
Muevo la cabeza recriminándolo y él sale de la oficina sonriendo.
Le doy un sorbo al té y casi lo escupo; está hirviendo, además que nunca he sido buena tomando tés, pero es verdad que cuando estoy frustrada o de mal humor y tomo café, mi mal carácter aumenta a niveles exagerados, en realidad no es que necesite muchos pretextos para ponerme de mal humor, mi nivel de tolerancia es casi inexistente.
«¿Por qué contraté a Jen?» Me pregunto mientras sigo tomando el té. «Ah sí, ya recordé, parece que es el único que ha soportado mis crisis de frustración y de trabajo extremo»
Centro mi atención de nuevo en el trabajo, reviso un nuevo caso que me acaba de llegar y por alguna razón, llama demasiado mi atención. Creo que se avecinan problemas.