CAPÍTULO 4. Kain nunca ha sido bueno

3857 Words
Haziel Cuando me desperté tenía los audífonos en el cuello, en algún momento de la noche debieron haberse descargado. Dormir con los audífonos puestos era rutina desde hace ya unos cuantos años. No sé cuándo aprendí a ignorar los gritos con una canción, o cuando me empezaron a aislar de la realidad, pero de algún modo empezaron a ser mi escape desde entonces. Me paré con cansancio al baño para darme una ducha fría y terminar de despertarme, dormir no me había servido de mucha ayuda esa noche. Cuando estuve lista para irme salí de mi habitación con pasos livianos para no hacer notorios mis pasos sobre la madera, había silencio algo raro en casa, mis padres siempre estallaban en gritos por cualquier cosa. Quizás hoy era diferente, quizás hoy era uno de esos días donde se tomaban el dolor en un silencio agonizante. Mientras bajaba la escalera eché un ojo al salón de estar, desde arriba pude ver a mi madre tendida en el sillón, varias botellas de licor vacías a sus pies, una en su mano, tenía la vista en el televisor pero sabía que no veían lo que trasmitía. Al estar al pie de la escalera me detuve, podía recoger sus botellas, darle un beso de despedida, pero sería inútil. Me fijé en su mejilla, había un cardenal reciente, no parecía dolerle. Cruce el salón y entré a la cocina, mi padre estaba de espalda a la entrada, sus manos apoyadas en el fregador mientras mira a la ventanilla, hacia el patio de los vecino, hay dos niños pequeños jugando. Me acerco y cierro la ventana. —Mejor que no. — aconsejo mientras paso a su lado para tomar la sal y la margarina, él mira hacia abajo y la sangre en su sien gotea sobre su camisa blanca. —Eso no ayudará mucho. — dice al ver la mezcla que preparo. Yo sigo, y al terminar, le miró fijamente unos segundos. — Límpiate la sien, la cara, date un baño y deja de arruinar todo. —No me hables así Haziel. — advierte y sus ojos toman un brillo diferente, entiendo, está saliendo de su estado ensimismado. — ¿O terminaré como mamá? — pregunto sin miedo mientras le doy la espalda y camino de regreso al salón. —No llegues tarde. — otra advertencia. Me acerco al sillón y le coloco en las manos la mezcla a mamá. — Al menos ponte esto. Me enderezo y tomo mis cosas, le doy un último vistazo y salgo de la casa. Yo no puedo hacer nada más. (...) Afinque la punta de mi lápiz en mi cuaderno con fuerza, yo, no puedo, hacer nada. La primera vez que los había visto discutir y agredirse, había tratado de interferir y había salido con dos mejillas hinchadas y un dolor de cuero cabelludo intenso. Había sido castigada por meterme en una conversación de adultos. Pero discutían por mí, por mi culpa. Culpa de ellos también, pero por mi error principalmente. Había aprendido por las malas a no meterme en sus conversaciones y a tratar de convivir con ellos como si no pasara nada, cada domingo por la tarde, tomamos nuestra mejor careta y fingimos ser una familia feliz mientras esperamos una buena noticia que nos haga cambiar en lo que nos hemos convertido. Sé que está mal. Sé que suena a locura, pero amigo, noticia nueva, es aún peor, porque no sólo suena, es una maldita locura. Piensa en todas las maneras que pudieras ofrecer para ayudar a padres como los míos, violentos, locos, egoístas y manipuladores. Lo he intentado todo. Al meterme yo, casi pierdo parte de mi cabello y tuve que decir en el colegio que tenía una alergia grave por la hinchazón en mi rostro. No sólo pasó una vez, si no en repetidas ocasiones. Avisar al vecino, esa fue por mucha una mala idea, resultó herido, y yo casi fui a parar a un centro de menores sí no fuera por los contactos de mi padre. A la policía... Bueno, no había nada legal para detener a una pareja por una discusión, más que una multa por alguna que otra queja por la bulla que causaban. Afinque más el lápiz. Estaban dementes. Podrían separarse, o podrían dejarme ir, pero ellos no... —Hola Haz —levanto mi vista del cuaderno y veo a Kain ver algo en su celular antes de enfocar su atención otra vez en mi —, se me presentó algo importante, tengo que ir volver, ¿Puedes esperar acá? Lo miro unos segundos, lleva el cabello castaño medio revuelto, pero como es lacio, algunos mechones caen sobre su frente, sus ojos están pendientes de mi respuesta, que de seguro rebatirá con chantaje hasta hacer que espere. Empiezo a conocer tus movimientos Kain, solo espera que la mayor virtud de una persona paciente es su recompensa. — ¿Cuánto tiempo? —pregunto. — Una hora o dos. Estúpido. Suerte que no quiero volver temprano a casa. — Es mucho tiempo. —dije sólo para refutar, algo de dignidad aún me queda. —El tiempo pasa volando, ve una película en Netflix —señala mi celular—, escucha música o adelanta algo. Yo ya vuelvo. No le digo nada, pero le hago saber con mi mirada, lo imbécil que es, sacó mis del bolso y me acomodo mejor en la silla. Busco la tercera temporada de Sabrina y siento cuando se va. Poco a poco el salón ha quedado sólo. La ventaja de que la Universidad tenga doble turno, es que no cierra hasta ya entrada la madrugada. Muchos alumnos se quedan para terminar algún trabajo, o recibir clases de compañeros mejor dotados en el área. Y para evitar que los salones se tomen como motel, algunos profesores pasan cerrando las puertas o supervisando a los alumnos que se hayan quedado. No están siempre, pero pueden aparecer de sorpresa y eso los hace respetar el área. En la pantalla me aparece la notificación de un w******p, se quién es por el tono determinado que le puse a su contacto. Leo y mando mi ubicación. Mis manos sudan mientras espero que llegue, estoy nerviosa aun cuando ya llevamos tiempo en esto, él me entiende, él es mi escape y mi solución. Saco el labial y me coloco un poquito para retocar sin que se note que lo hice adrede, peino como puedo mi cabello para dar volumen, y abro los dos botones de mi camisa. Sé que a él le gusta eso. Y a mí me gusta que le guste. La puerta se abre y lo veo cerrarla antes de darse la vuelta y sonreírme, su barba está perfecta, tres días, como siempre, su cabello está recién afeitado, en su corte militar habitual. — Hola. — saluda y camina hacia mí seguro. — Hola Adam. —saludo devuelta y me levanto para cortar la distancia que nos separa y en segundos nos estamos besando. La ventaja de que sea profesor es que él puede venir y fingir que supervisaba. Algo debíamos sacar de esta situación de mierda que nos jode tanto a los dos. Saco su camisa del pantalón pero me toma las manos antes de seguir, y también para de besarme para pegar su frente a la mía. —Espera, espera, tenemos que hablar. — su voz es baja, y odio cuando se pone en plan, preocupado. Aun cuando eso fue lo que me hizo enamorarme de él. — ¿De qué? — Pregunto y siento como se me frunce el ceño —. Tenemos varios temas pendientes que no sé a cuál te refieres. Adam se aleja un poco y mira por el salón antes de volver a mirarme. — ¿En que quedaron tú y el niño? — Ah, era eso... Me siento encima de la mesa, y sonrió. —No es un niño, tiene más o menos mi edad — él me miró en silencio y yo también. Podía responder ya, pero me gustaba dejar que analizara las cosas y llegara a una respuesta cercana a la correcta, de algo le servía sus conocimientos de psicología. Todos son diferentes y hacen su trabajo a su manera, la de Adam es saber la respuesta sin que se la digas. — ¿Que te pidió a cambio? Aun así, a él le gusta que se le dijeran la respuesta, sólo para asegurarse de no errar. — Pues —sonrío divertida y paso un dedo por la mesa donde estoy sentada—, cree que soy algún tipo de nerd y me ha pedido que le pase los apuntes y le explique algunas cosas. El me ve pero no hay mentira alguna en mis palabras. — ¿Sólo eso? —Sí. Lo tengo controlado — Lo tomo por la corbata y lo acerco a mí, nos volvemos a besar antes de que él vuelva a separarse y yo me cruzo de brazos — ¿Qué? Él se mete la camisa en el pantalón de nuevo y ve a la puerta. — Aquí no. — Vamos, no tendrás miedo —protestó alzando mis manos — ¡Si lo hemos hecho un montón de veces! — ¡Sí! ¡Pero eso era antes de que se te antojara besarme en la biblioteca y el niño nos encontrara! Me levanto de la mesa. —Nos besáramos, nos, porque tú quisiste hacerlo también, no te obligue. —Como sea Haziel, no podemos seguir haciendo esto aquí. — su voz era determinada, y yo empecé a sentir como nuestra conversación se desviaba a un terreno peligroso e incómodo. — ¿Entonces dónde? tú nunca puedes salir, nunca. Se acerca unos pasos y toma mi rostro con sus manos. Trato de centrarme en sus ojos que me mantienen aquí y que muchas veces han sido mi pilar. — Sabes que si pudiera lo haría. — Pero Adam, ¿cuándo podrás? —No lo sé Haziel, pero no pasará mucho tiempo. — Llevamos un año en esto Adam, y no parece que quieras separarte de ella. El aleja sus manos de mi rostro y me ve molesto. Yo también empiezo a estar molesta, aunque sé que me entristece al mismo grado, no quiero pensar que está jugando conmigo, ni que lo que me dice es mentira, quiero creer, quiero seguir creyéndole. — ¿Que dices? Sabes que hago lo que puedo, pero el testamento de papá me pide quedarme más tiempo. — ¿Cuánto? —Ya te dije que es poco. —Maldición Adam, no lo sé, ahora soy yo quien no sabe tampoco cuánto tiempo pueda aguantar está situación. —me levanto y cojo la mochila para irme, al diablo Adam y al diablo Kain. No caminé mucho antes que Adam me sujetara por un brazo y me hiciera girar, me quedé espabilada unos segundos antes de corresponderle cuando me empezó a besar, solté la mochila y la cosa se puso un poco calurosa, fuimos tropezando hasta que mis nalgas dieron con la mesa del profesor. — Pienso en ti en cada momento que estoy con ella Haziel, te quiero a ti. —dice entre beso y beso. Yo no digo nada. No quiero pensar mucho y necesito esto para sentirme mejor, necesito esto para olvidar lo de mis padres está mañana y necesito esto para no gritarle mis problemas a otra persona. — Sólo tienes que esperar un poco más — él tiene sus manos en mi cintura y yo le tomo una para bajarla más, entre mis piernas, suerte que hoy traje falda. — ¿Aquí? ¿No estabas esperando a...? — Tenemos tiempo — El empieza a descender su mano entre mi falda sin ningún tapujo o lentitud. Me agarró de la mesa para evitar moverme, él acerca su boca a mi cuello, chupa suavemente dando pequeños mordiscos mientras bajaba lentamente... Mierda, mi mente se me va desconectando de la parte racional para dejarme llevar por el placer momentáneo. Suelto la mesa y tomo su rostro para besarlo y hacer que mis manos hagan presión para bajarlo, el entiende y sonríe. — Pero será rápido. — Advierte. — Entonces hazlo rápido. Él se arrodilla y yo abro las piernas, el rueda mi ropa interior y empieza a dar unos besos en el interior de una de mis piernas, y cuando está cerca, puedo sentir su aliento sobre mí, entonces un jodido celular suena. — Mierda. — veo la entrada y no hay nadie, pero juraría que ahí era donde estaba la persona antes de que su celular sonara. Adam se levanta, se arregla todo rápido y en segundos tiene una distancia respetable entre los dos. Nos miramos unos segundos y me hace un gesto para que me arregle, yo me levanto y me bajo la falda. — ¿Crees que alguien pasaba por el pasillo o que nos miraron? — pregunta y parece molesto conmigo. —No lo creo, pero podría ser coincidencia. — Mejor me voy, esto ha sido un error. Lo ignoro, debería ser yo la que esté molesta, porque otra vez me lanza la culpa a mí. Tomo mi celular y algo me hace pensar en que quizás... Tendría que estar jodida pero, marco su número y me coloco el móvil en la oreja antes de escuchar el tono y un celular sonando bastante lejos, como si quien lo llevara hubiera empezado a caminar. Carajo, después de todo si tenía buena intuición. Cojo mi mochila y corro para salir del salón, logro ver la espalda Kain caminando por el pasillo. — ¡Tú, espera! — le gritó y troto hasta llegar a él. El ve la pantalla de su celular y rechaza mi llamada todavía conectada antes de verme a la cara, subió un poco sus cejas mientras inclinó la cabeza de lado para verme desde su altura. — Momento incómodo. — comenta. No sé en qué momento empecé a contener el aire, pero lo suelto en ese instante. — Me asustaste. — Créeme, no tenía intención de cagar su momento, pero sólo venía por los apuntes y ya sabes, las explicaciones. — Pero dijiste que tardías una o dos horas, ¡no veinte minutos! — protesto. — No quería hacerte esperar. Le veo de reojo mientras camino a su lado, ¿puede una calaña de su especie tener consideración alguna? — Me hubieras avisado. — Te quería sorprender pero el sorprendido fui yo. —empieza a reír y aunque la situación fue incómoda, sonrío. — Parece que estás programado para encontrarnos en situaciones... Como esas. — Que no se haga costumbre o creeré que es una invitación sutil a un trio, nunca lo he hecho con otro hombre, pero quien tenga miedo a morir que no nazca. —yo abro la boca y la cierro no sé cuántas veces antes de reír. — No, no me van los tríos. — Una lástima, sería dos en uno— abro los ojos y siento como mi boca se abre de impresión, El ríe antes de aclarar—, sexo y apuntes gratis. — ¿Aun quieres los apuntes? — pregunto para cambiar de tema, eso fue, fue algo osado, quizás la osada era yo por pensar que se refería a otra cosa. — Claro, no creas que la escena me asustó, sólo fue más armas para mi arsenal de chantaje. — Estúpido. — Listo — me corrige— es lo correcto. Me he dado cuenta que tiene una pasión por corregirme aun cuando es él quién necesita que yo le enseñe, tiene ese aire superior que puedes admirar y odiar a la vez sin problemas. —Bueno, vayamos a un lugar donde pueda explicarte todo rápido. — ¿Una cafetería? —sugiere él alzando sus cejas varias veces con una sonrisa. — A la biblioteca. — decido sin prestarle atención. El asiente y no insiste, de camino nos quedamos en silencio y creo que empiezo a sentir lo incómodo del momento de hace rato ahora, y pienso que el también. Me aclaro la garganta y le veo antes de acomodarme el bolso mejor en el hombro. Vamos a la par y puedo notar que es más alto que Adam, más delgado del estilo atlético, y su nariz es bastante perfilada y fuerte, junto con su mandíbula hacen un complemento con sus otros rasgos suaves. Es bastante guapo. Me vuelvo a aclarar la garganta, y al doblar en un pasillo rompo el silencio. — ¿Hiciste lo que tenías que hacer? — Sí, o no, la verdad es que un amigo se está encargando, no quería dejarte esperando mucho rato y luego dejar de hacer lo que estuviera haciendo para venir y otra vez irme —Me mira de reojo y cruzamos el pasillo hacia la biblioteca—. En realidad, si hubiera sabido cuales eran tus planes para pasar el rato, hubiera llegado más tarde. — Déjalo. — Bien, bien. —alza las palmas al aire. Llegamos a la biblioteca y nos sentamos en una de las mesas que da hacia las ventanas, saco mis cosas y lo miro esperando que saque las suyas cuando me doy cuenta que no tiene la mochila con él. — ¿Y tus cosas? —pregunto armándome de paciencia esperando que no me hubiera hecho esperar y venir aquí sólo para perder el tiempo— ¿Con que vas a escribir? — Las dejé en el auto, pero no las necesito, tú explica, ¿no son muchos no? — En realidad son temas de introducción, son la base de las primeras materias que vimos, empecemos por este. — señalo el subtítulo en mi cuaderno y empiezo a explicarle sin insistir, si él no entiende ya se escapa de mis manos. Pasamos alrededor de unas dos horas, no es mal estudiante, captó todo con rapidez pero su interés parecía estar bajo cero. Cierro mi cuaderno y me aclaro la garganta algo seca por hablar tanto, él ve el reloj y espera a que guarde las cosas. Caminamos en silencio de regreso. — Antes, parecías fastidiado, pero aprendes rápido, ¿Qué es lo que te fastidiaba? — Pregunto cuándo vamos llegando a la salida. Me ve y parece pensar si responder o no. Pienso que me va a ignorar pero responde. — Todo, no me gusta esta carrera, por eso tú, querida, te libraras de mi buen rato hasta los talleres o exámenes, no quiero perder el tiempo aprendiendo cada tema de cada día, porque es como si fuera a clase y luego tuviera un extra contigo. — ¿Entonces sólo iras a clase? — No es que me interese, pero si me libro de él en su ataque de conciencia... — No, vendré la cantidad mínima que cubra el porcentaje mínimo para no aplazar por asistencia. — Oh, eso está bien. — ¡Esta muy bien! ¡AAHH! Aprieto mis puños y sonrío. — ¿Por qué sonríes? — oh no, ese tono de nuevo, ese timbre de voz odioso— Tú me meterás en cada trabajo que nos pidan, en cada taller puedes explicarme un día antes, horas, mejor, y la semana de exámenes tú tiempo será completamente mío para que me expliques los temas. Así de fácil se puede fracturar tu felicidad. Así de fácil puede darte unas ganas repentinas de golpear una perfecta nariz sin pensar mucho si las consecuencias son buenas. — ¿Qué dices? — Es eso, no es tan difícil, a menos que quieras verme todos los días. Soy apuesto, pero así, me podrías desgastar — Este grandísimo idiota. — No lo haré, el trato era que yo te pasara todos mis apuntes y que te metiera en trabajos grupales, no que te explicara las clases, hoy fue una excepción, yo también necesito estudiar. Sola. —remarco mi última palabra para que quede claro. — Explicarme no tomará mucho tiempo. Prestar atención a la clase tampoco toma mucho, y sin embargo quiere largarse y aparecer para que le de clases privadas de todo un contenido en tampoco tiempo como si fuera tutora privada. — No, no, estás exagerando las cosas. — No pregunté. — Uy, mira, yo tampoco. — camino más rápido, casi que troto y lo dejo atrás. — ¿Quieres ser expulsada? — ¡No me importa! No soy tu esclava. — Sí que me importa. — Pero si te importa la reputación de tu profesor, sabes que no le darán trabajo si algún escándalo se filtra en las redes. Desgraciado. — Es tú palabra contra la mía. — En realidad, es tú palabra contra las imágenes. Paro de caminar y me giro. — ¿Qué dices? — Bueno, ustedes son muy apasionados... — ¿Cuándo...? Eres un... ¿sabes que esto es chantaje verdad? — Oh, sí, sí, pero, ¿Qué esperas, que me avergüence y te diga que los cubro y que tengas cuidado? — sonríe y el labio izquierdo se levanta un poquito más que el otro, la mueca de un estúpido. — No puedes hacer esto. — Pruébame. — Pensé que eras... — busco palabras — No pensé que fueras así. — Error tuyo, yo no te he dado razones para que tu imaginación piense en mí como un buen samaritano. Camina y me pasa por un lado dejándome sin argumentos. Tiene razón, hasta ahora solo ha sido un idiota, un chantajista, ¿Qué podías esperar de él? Camino tras él y lo veo subir a su carro, yo veo la calle, está alumbrada pero sola, es tarde y no quiero irme caminando, pero no quiero pedirle que me lleve, él debería de ofrecerse, después de todo, fue por él que me quedé hasta tarde. Reviso mi cartera en busca de efectivo para pagar un taxi y no encuentro nada, seguramente dejé mi cartera en la casa, cierro mi bolso con frustración y tomo el celular para marcarle a Adam, suena el primero tono y veo hacia el auto estacionado de Kain, parece estar testeando algo en su celular porque todavía no ha encendido el auto. Suena el segundo tono. El tercero. El cuarto y quinto. Segundos después, y no responde. Vuelvo a marcar y no responde. El auto de Kain se enciende y avanza hasta que esta frente a mí, baja el vidrio y dejando mi rabia y mi orgullo a un lado me inclino para verlo. — ¿Me llevaras? — No. ¿Aun sigues con la imagen de buen samaritano? — De verdad eres un imbécil. — Bueno, no me gustaría verme a través de tus ojos, sin duda no es la mejor versión de mí, — sonríe— ¿es muy malo si no quiero corregirlo? — abro la boca y no sé qué voy a decir, pero no es bueno, afortunadamente no me da oportunidad de mostrar lo más bajo de mi léxico— En unos tres minutos el uber debe llegar, ya está pago. Sube el vidrio y arranca dejándome allí, espabilando. No hay nadie más complejo que yo hubiese conocido antes que él, no por este gesto sobrado pensaría que él era bueno ahora como minutos atrás, después de todo, Kain nunca ha sido bueno.
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