El eco de mis pasos aún resuena en mi cabeza cuando me siento en uno de los sillones del salón común del ala privada. Había descansado un poco y ya estaba lista para la cena, bueno, todo lo que se puede estar. Solo me encuentro a la espera de que Nicoló, que no está en las habitaciones. Miro alrededor y todo es impecable y silencioso. Tan lujoso que duele. Como si las obras de arte y los tapices sobrios estuvieran ahí para recordarme que no pertenezco a este lugar. Que mi presencia es una excepción, una anomalía, un experimento que en cualquier momento puede salir mal. Las paredes están tan cargadas de historia y poder que siento que, si hablo muy alto, me absorberán. Aprieto las manos sobre mi regazo y levanto la vista justo cuando él entra. Nicoló. No necesita anunciarse. Su sola pres