El silencio entre nosotros es denso, pero no incómodo. Camino un par de pasos detrás de Nicoló, siguiendo sus pasos firmes y elegantes por el pasillo largo que separa el ala principal del ala privada en la villa. No sabía si me molestaba, que no volteara a ver si lo seguía o sí, en el fondo, agradecía no tener que encontrarme de nuevo con esos ojos negros que parecen verlo todo. Que parecen verme, incluso hasta lo que yo misma prefiero ignorar. La villa es antigua, pero imponente, como él. Sí. Las paredes de piedra, los techos altos con vigas de madera expuesta, los vitrales en algunas ventanas. Todo grita herencia, linaje, poder arraigado a la tierra. Y, sin embargo, no hay estridencia ni lujo vulgar, pero sí un tipo de elegancia sobria que no pretendía impresionar. Se imponía, simplemen