Capítulo 3

1091 Words
Yo estaba muy nerviosa y no sabía qué hacer. Por un lado, todo mi ser me pedía a gritos salir de allí y dejar que todo fluyera como debía fluir, de la manera más sencilla para todos. Seis meses no era tanto tiempo, y todo se arreglaría con mi padrino como único dueño de todo. Al fin y al cabo, era verdad que los negocios no me interesaban y también que podía mantenerme sola tanto a mi como a mi madre con mi sueldo de doctora. Al fin y al cabo, mi madre tras el divorcio quedó tan dolida con mi padre que nunca aceptó un centavo para ella, y prefirió trabajar y tener su propio dinero, y en lo que a mi pensión alimenticia respectaba, había caducado cuando cumplí 18 años, pero ya desde que mi madre me permitió elegir, le había pedido a mi padre que no me enviara ni un solo centavo. Por supuesto que él no había estado de acuerdo, y muy a mi pesar acabó pagándome la Universidad y depositando un dinero en una cuenta en Suiza que hasta el día de hoy sigo sin tocar y en la que estoy segura que hay hasta más dinero del que seguramente pienso que hay. Pero la realidad era que nunca quise que mi padre me mantuviera, porque lo que quería, o más bien lo que necesitaba, era que me abrazara y que fuera un padre presente, pero por algún motivo que todavía no comprendía, nunca lo había sido luego de la separación. Recuerdo que, si bien él trabajaba mucho, cuando era pequeña su tiempo libre lo pasaba conmigo. Igual se inventaba paseos a algún sitio, fines de semana en los que le coincidían con viajes de negocios y nos llevaba para poder aprovechar hasta el último minuto con mamá y conmigo. Incluso si llegaba a la casa tarde y yo dormía, iba a abrazarme y a darme el beso de las buenas noches y lo sé porque muchas veces me desperté y no quise decirle nada para disfrutar de cada uno de esos momentos. Por suerte lo hacía, porque un día todo cambió de repente. No sé qué pasó que ni él ni mi madre quisieron contarme, pero ellos decidieron separarse y nosotras nos fuimos a Londres, lugar que él jamás pisó. Por esa entonces yo tenía diez años y durante los dos años siguientes viajaba a verlo en las vacaciones, pero como estaba muy ocupado le pedí que no me hiciera viajar, pues me la pasaba más en casa de Laura con Marco y sus hermanos que junto a él, y luego no nos vimos más. Así como leen… ¡Él nunca fue a Inglaterra a verme! Tampoco se inventó un viaje para que hiciéramos juntos, ni nada parecido. Los negocios siempre estaban primero y las cicatrices de mi corazón herido eran cada vez mayores. Por eso para mi, mi padre no existía, aunque mi madre me recordaba un día sí y el otro también, que había varios motivos que lo habían hecho alejarse y que algún día todo se arreglaría y volveríamos a estar juntos. Quizás lo habría entendido si alguien me hubiera contado esos motivos, pero ninguno de los dos lo hizo, así que hasta el día de hoy no los conozco. Así que crecí con un padre que podía darme el oro y el moro pero nada de cariño, que era lo que realmente necesitaba y deseaba. Cariño que, por un momento, pensé que podría tener ahora, pues una noche estando en la guardia del hospital recibí un video suyo donde se mostraba muy arrepentido y me pedía que viniera a Madrid para vernos y para pedirme disculpas. Un video que ignoré, porque justo cuando comencé a verlo llegó un paciente con un cuadro muy grave y que dejé en la galería de w******p. Un video al que no volví a darle play sino hasta la mañana siguiente, cuando me dieron la noticia de que había muerto. Un video en el que parecía arrepentirse de muchas cosas, pero cuyo contenido echó por tierra su testamento y la ridícula y absurda cláusula de estar casada de aquí a seis meses para heredar. Pero a pesar de todo, ese video seguía reproduciéndose una y otra vez en mi cabeza y haciendo que pensara y repensara los motivos que mi padre pudo tener para alejarse de mi durante toda mi adolescencia y eso, eso era lo que hacía que a pesar de mis nervios y de no tener ni la más mínima noción de los negocios ni de cómo llevarlos adelante, y de que tampoco tuviera intensión casarme y mucho menos por interés, quisiera buscarle una solución al asunto. -          ¡Claro que hay, padrino! Lo que pasa que no pensaba volver a Madrid ahora, ni casarme tan joven y menos sin que pudiera llevarme mi padre al altar – dije nerviosa, mirando a un lado y sonriendo, pensando ingenuamente en que si el tiempo pasaba, podría escapar de todo eso que estaba sucediendo. -          Pero hija, si todos sabemos que casi no tenías relación con tu padre – dijo, hiriéndome al punto de hacer que mis ojos se llenaran de lágrimas. Pero lo que decía era verdad. -          Eso no quiere decir que no lo quisiera, o que no me duela su muerte, ¿no te parece? -          No estoy diciendo eso, Isa. Solamente que no comprendo… ¿de verdad tienes una relación con alguien? – asentí, al tiempo que apretaba los ojos – Y… ¿quién es? ¿por qué no me habías contado nada? – dijo curioso, abriendo los brazos, mientras mi cuerpo temblaba por completo – me gustaría conocerlo para explicarte por qué considero, y sé que tu padre estaría de acuerdo – dijo mirando los papeles, mientras levantaba el dedo índice de la mano derecha – que nadie que esté fuera de esta empresa, puede… -          ¡Soy yo, Roberto! – Espetó interrumpiéndolo y levantando la vista para mirarlo fijamente, con una sonrisa en su rostro que seguía con la misma paz de siempre. -          ¡Marco, por favor! No digas tonterías… - dijo mi padrino, sonriendo incrédulo. Sé que hablaron entre ellos, pero no sé qué dijeron. El llanto desapareció de mi rostro en ese mismo instante, y mis ojos se clavaron en los labios de Marco. Yo solamente podía sonreír al escucharlo hablar, aunque creo que sin tener plena conciencia de que lo que estaba diciendo, nos estaba metiendo a ambos en un brete del que difícilmente, podríamos salir.
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