Capítulo 3

900 Words
“Las personas aparecen en la vida de otras por una razón”. Eso siempre me lo decía una de mis mejores amigas, que se había casado con el hijo de otro socio de papá y se fue a vivir a París. Otra que hizo de su vida lo que sus padres quisieron, solo que a diferencia de mí, no se quejaba y ya tenía tres niños, de los cuales cuidaba, porque por supuesto, su marido no le permitía trabajar.   El caso es que en esa frase pensaba aquella tarde, mientras tomaba sol al costado de la piscina, aprovechando que estaba sola en casa y el bendito entrenamiento no acababa hasta dos horas mas tarde, cuando levanté mi cabeza y lo vi… No podía creerlo. Era su rostro, fijo sobre el mío, otra vez… ¿Cómo era posible? se preguntarán… Fácil… acababa de mudarse a la urbanización de enfrente y su piscina tenía una visión estratégica a la mía… Mis ojos se perdieron de nuevo en su sonrisa, y aunque intenté evitarlo, mi cuerpo completamente embadurnado en aceite comenzó a reaccionar al ver el suyo… bronceado, musculoso… sexy. Insuperablemente sexy… Me sonrió. Parecía sorprendido de verme. Le sonreí. Lo intenté, pero no pude evitarlo. Pero ninguno de los dos dijo nada. Casi se me escapa la taza de te de las manos… Para mi desgracia, en Múnich había sequía por aquellos días y podía salir casi todo el día a tomar sol junto a la piscina, hecho que aproveché para desfilar en cuanto bikini bonito tenía, para él. Por primera vez, después de cuatro años, me arreglaba para sentirme realmente bonita frente a alguien, y lo más insólito era que ese alguien, estaba a unos cuantos metros de distancia, y ni siquiera me hablaba. Me miraba y eso me hacía sentir bien. Poco a poco estaba recuperando la confianza que había perdido con la boda… Cuando escuchaba el coche de mi marido llegar, me iba rápidamente para la habitación. Si me veía con esas fachas iba a tener un lío grande y hacía ya algunas semanas que llevábamos la fiesta bastante bien, aunque me gustaría saber qué pensaría él, si supiera que el nuevo vecino me espía cuando tomo sol… ¿sentiría celos? ¿Pensaría acaso que puede perderme y trataría de recuperarme? En parte deseaba que así fuera… siempre me imaginé una vida feliz, con un matrimonio que durara toda la vida y la casa llena de hijos… cuando te casas, de la forma que sea, aun como lo hice yo, te imaginas que ese hombre te hará feliz por siempre y que tu vida será ideal. Pero no fue mi caso. Un día me pilló y no me di cuenta. - ¿Qué rayos hacías? (tomándome violentamente del brazo cuando iba a sentarme a la mesa) - ¿Qué dices? (asustada) - ¿Qué hacías tomando sol casi desnuda en la piscina? (sin levantar la cabeza del plato) - ¡Eso! (soltándome) tomando sol… (Caminando hacia la cacerola para servir la comida) - ¡No te hagas la tonta! (gritándome y obligándome a mirarle a los ojos) ¿que no te das cuenta que me expones? ¿Qué está la calle llena de paparazis esperando un solo error para hablar mal de nosotros y queda poco para el clásico de la ciudad? - ¡Tú te expones solo cuando sales por ahí con tus mujeres! - Soy hombre… tú eres mi mujer y me debes respeto. - ¿Respeto quieres? (furiosa por su machismo) ¡dame el divorcio si quieres respeto! (gritándole) - ¿De nuevo con eso? (furioso y apartándose unos centímetros de mi) -  Sí, de nuevo… ¡de nuevo hasta que me dejes en paz! El golpe que me dio fue tremendo. Su mano me dejó ardiendo la mejilla derecha y la fuerza que empleó me hizo caer directamente contra la mesada, por lo que rápidamente noté que mi cabeza estaba sangrando. Me asusté… estaba más nerviosa que nunca y al ver mis manos llenas de sangre comencé a llorar desconsolada.   - ¡Levántate! (alzando su mano para un segundo round). - ¡Déjame en paz! (grité mientras me levanté y salí corriendo).   Vino detrás de mí, yo estaba desesperada. Iba sin rumbo tratando de escapar y viendo como cada vez estaba más envuelta en sangre.   Estaba lloviendo. Por fin había acabado la sequía de dos meses y estaba lloviendo por cada uno de los días que no lo hizo. Estaba lloviendo como si el cielo estuviese llorando por mí… como si estuviese triste porque la sequía de golpes había desaparecido aquel día, junto con la de la tierra.   Corrí bajo la lluvia, sin rumbo. Entre el llanto, la sangre y la lluvia, mis ojos estaban empañados. No veía nada… no vi que un coche venía frente a mi. No vi que estaba en una zona oscura, y su conductor no podía verme. Era mi fin… Caí al suelo del susto que tenía. Estaba completamente paralizada. Mis ojos dejaron de llorar y de pronto lo vi. Era él… era mi ángel quien bajaba de aquel coche y corría a abrazarme. Por fin mi sueño se hacía realidad. Por fin podría calmar mis ansias de estar entre sus brazos, aunque fuera un segundo…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD