3

5027 Words
Los pasillos estaban casi desiertos, lo que significaba que estaba llegando tarde a mi clase de inglés. Tomé un camino más corto para llegar al salón rápidamente, pero nunca pensé que hacer eso me llevaría a Bastian una vez más. Parecía que el destino se empeñaba en llevarme hacia él. La música que sonaba por la puerta entreabierta me dejó estupefacta. Era una mezcla de guitarra con la voz de él. No sabía que él tocara la guitarra y mucho menos que cantaba, me acerqué a la puerta entreabierta y vi que estaba solo en la sala de música, se encontraba de espaldas, así que no podría verme lo cual me gustaba. Me quedé escuchando la canción que hizo darme una perspectiva nueva de él, algo dentro de mi corazón se removió al verlo tan vulnerable y abierto, que fue imposible no cuestionarme si Bastian era la persona que yo había dibujado en él. La canción llegaba a su fin, así que tuve que irme sin que me viera. Todo el trayecto que me llevó al salón de inglés me pregunté ¿Quién era Bastian? Si al menos alguna vez lo conocí, pero yo solo lo había conocido cuando éramos tan solo unos niños. Las personas cambian con el tiempo, a veces las circunstancias nos obligaban o era la etapa que pasábamos, pero cambiábamos. Yo había sido víctima del cambio, por la persona que había sido mi mejor amigo y la primera persona que le entregué mi corazón. —Llevas siendo una extraña desde que te sentaste aquí. ¿Sucede algo? –Even, me miraba escrutadoramente, no había tocado mi comida por falta de apetito, pero ver a Bastian en la sala de música me dejó tan intrigada y llena de recuerdos que no sabía en donde terminaría si no hablaba con alguien. —¿Sabías que Bastian tocaba la guitarra y cantaba? —Sé lo de la guitarra, pero no de la cantada. —Su cara estaba llena de arrugas. —Lo escuché cantar mientras tocaba la guitarra cuando iba a la clase de inglés. —¿Y canta bien? —Demasiado bien. —Admití —Eso es impresionante. —¿Y que cantaba? ¿Era sobre amor o una chica? —No puse mucha atención en ello, pero creo que sonaba más como salir del hoyo negro y ser libre. —¿A qué se referirá con ello? Me encogí de hombros. —Realmente lo desconozco. No sé nada de él. —Y no sabiendo nada de él, lo juzgas como lo haces. Entrecerré los ojos. —Even, conoces la historia. Traté de hablar con él varias veces antes de que me dejara plantada en la secundaria, lo intenté en la primaria y cuando éramos unos niños, pero él solo conseguía decepcionarme más y ha hecho un buen trabajo haciéndolo hasta ahora. —Vamos, Lina. Él desconoce por qué lo odias ¿acaso no quieres intentarlo una última vez? —Nop. —Lina, por favor. Mira, hazlo el viernes en la fiesta, es lo único que te pido. Quiero que seas feliz. —Lo soy. —Eso es mentira. Bastian, ha estado presente en tu vida desde que eran unos mocosos, pero si realmente quieres cerrar el pasado necesitas darle una última oportunidad y hablar como personas adultas. Lo pensé. Even tenía razón al igual que mamá, pero tan solo darle otra oportunidad dolía, no quería volver a pasar por lo de la secundaria. Él parecía desconocerme y ver la mirada de la persona que más quieres como si fueras una completa desconocida, dolía más que cualquier quemazón u inyección. Dejé escapar un suspiro. —Está bien. Iré a la fiesta del viernes, —me gané un grito y abrazo de su parte y las miradas de extraños. —Sé que esto puede salvarte. —O arruinarme, si consigue decepcionarme una vez más. *** Tenía miedo de poner un pie dentro de la casa, parecía que estaba a punto de entrar a la casa embrujada. Even me jaló hacia dentro y corrió conmigo a la cocina, nos sirvió dos refrescos y nos sacó a la pista. Me divertí mientras duró, hasta que Ray se apareció con la brillante sonrisa que llevaba a todos los lados que iba. —¿Me permites a tu amiga? –preguntó hacia mí. Asentí porque dudaba que pudiera articular palabra por el nerviosismo al ver a su lado a Bastian. Tenía mi oportunidad de hablar con él, pero la última vez que hablamos había sido desastroso y nos habíamos ignorados todas las veces que nos vimos en el instituto. —Veo que te haz animado a venir. —Even puede llegar a ser muy insistente a veces. —Respondí, al menos él había comenzado la conversación. —¿Te diviertes? —dio un paso a delante y tuve que obligar a mi cerebro de no dar un paso atrás. —Lo hacía —ignora mi comentario desagradable. —¿Quieres algo de beber? —No gracias, —le enseñé mi vaso aun lleno. —¿Quieres bailar? —negué con la cabeza. Vi su mirada decaer. —Pero quiero ir a fuera ¿vienes? —sus labios tiraron de una sonrisa que hizo algo extraño en mi pecho. Sentí el aire tocar mi rostro y eso me hizo darme cuenta que tenía que hablar con él del pasado. —Bastian, —alzó la cabeza cuando dije su nombre. —Ese soy yo, —afirmó con una sonrisa. Se ganó una sonrisa de mi parte. —Eres linda cuando sonríes, —tuve que ocultar mi sonrojo con mi cabello y tomar de mi refresco para seguir hablando con él. Enterré todo el rencor y odio, que tenía por él esta noche. —¿Siempre eres así de coqueto con todas las chicas? —Es la naturaleza del hombre coquetear con las chicas que le gustan. —Eres honesto. Me gusta, —y lo hacía. Era directo con lo que decía o hacía.    —¿Eso quiere decir que te gusto? —-Desde hace mucho tiempo. —¿Cuánto? —Secundaria. Abrí los ojos como platos, él debería estar mintiendo. No era cierto. —Mientes. —Afirmé —No, lo juro. —¿Me recuerdas en la secundaria? —pregunté. —¿Cómo no hacerlo? eras la chica que me daba miradas fulminantes todo el tiempo, pero eso no me asustó. Nunca supe porque me odiabas tanto. —¿No lo sabes? —No. —¿Por qué finges no conocerme desde que éramos unos niños? —¿Qué? —Los dos nos conocíamos desde que usábamos pañales, fuimos los mejores amigos, hasta que… —Dejé de hablar. —¿Hasta qué? —¿Recuerdas que éramos los mejores amigos de la infancia? Frunció el ceño y se pasó la mano por su cabello. —No. Ahí estaba, ¿por qué no recordaba eso? —¿Por qué? —No lo sé. Solo no lo recuerdo, fue hace mucho tiempo —se encogió de hombros restándole importancia. —Si no recuerdas nuestra amistad, entonces no recordarás todo lo que vivimos juntos. Soltó un suspiro. —¿Por qué me odias tanto? ¿Por qué no soportas verme? —Tú mismo tenías las respuestas, pero solo no quieres verlas. —¿Por qué eres tan enigmática y criptica en lo que dices? —¿Por qué no dejas de actuar como un completo imbécil que ignora el daño que me hizo y se hace el tonto como si no recordara nada? Su mirada se oscureció. Era una mala señal. —No me digas imbécil. —Te llamo como yo quiera, —ataqué. —Siempre que intento entablar una conversación contigo terminas insultándome, pero estoy cansándome de esto —señaló entre los dos. —Lo único que quería era ser amable contigo y querer ser tu amigo. —Lo fuimos. —Lo sé, pero lamento no recordarlo. Podemos volver intentarlo. —No veo que funcione. —¿Quién dice? —Yo. No creo que funcione hasta que arreglemos el pasado. —¿Y qué quieres arreglar? —No sabía que cantabas y que tocabas la guitarra. Estaba segura en evadir el pasado, no era el momento de entrar en las heridas. No era la hora ni el momento. —¿Cómo lo sabes? —se acercó más y no pude retroceder ante su cercanía. —Todos saben que toco la guitarra, pero nadie sabe que canto ¿Cómo lo sabes tú? Un rubor llenó mis mejillas. —Te escuché en el salón de música, fue coincidencia iba a clase de inglés. —¿Me escuchaste? —preguntó escéptico. Asentí. —¿Por qué no dejas que te escuchen las personas? eres muy bueno en lo que haces. —Es personal, —retrocedió y me dio la espalda. —Lo que hago es solo para mí, no quiero a nadie husmeando en mi vida personal. Eso fue como una cubeta de agua fría tirada encima de mí. —Lo siento, por si te incomodé, pero estoy segura de que no va a volver a suceder. —Decidí que esta conversación había terminado así que me giré sobre mis talones y me fui, pero antes de que pudiera entrar a la casa él me detuvo tomando del brazo. —Espera, —sus ojos castaños me miraron con ternura. —¿Qué hay sobre intentar nuestra amistad de nuevo? —fruncí el ceño y vacilé en darle una respuesta. —Puede que, si lo hacemos, yo podré entender todo lo que está sucediendo en mi cabeza, —asentí y esperaba no arrepentirme de la decisión que acababa de hacer —está bien, intentémoslo. Soltó mi brazo y dejó que me fuera. Entrar a la casa abarrotada de adolescentes embriagándose no me era una buena tentación. Ya había hecho lo que tenía que hacer al venir a esta fiesta, así que no veía que hacer más. Le envié un mensaje de texto a Even de que me iba a casa, que ya había hecho mi trabajo. Ok. Me quedaré con Ray un rato más, cuídate. Mi casa quedaba a solo unas cuadras de la de Ray, por lo mismo no había molestado a Even en que me llevara, quería caminar y pensar sobre ésta noche con Bastian. Estaba ensimismada en mis pensamientos, que no me di cuenta sobre que una persona me estaba gritando. Me detuve y giré para ver quién era. —¡Espérame! —corrió hacia donde me encontraba. —¿Bastian? –pregunté confusa de que fuera él quién me gritaba, para que me detuviera. —¿Qué haces? ¿Regresas a casa caminando? Todavía no procesaba que él estuviera aquí conmigo. —Sí, queda a unas cuadras mi casa. —¿Ibas a ir sola? —asentí. —Claro que no, te acompaño no puedo dejar que te vayas sola a esta hora. —Es temprano. —No me importa si es temprano o de madrugada, pero no te puedes ir sola. Su sobreprotección me desconcertó. —¿Ok? Comenzó a caminar y yo me quedé ahí viéndolo perpleja. —¿No piensas venir? —se giró para ver que no seguía con él. Comencé a caminar a su lado. Apenas procesaba que él estuviera acompañándome a mi casa que no me di cuenta que me hablaba. —¿Está pasando algo contigo? ¿Acaso no me escuchas cuando hablo? —¿Qué? —pregunté desconcertada. —Que si estas…olvídalo. Te preguntaba si me podrías hablar sobre nuestra infancia. —¿Por qué haría eso? —Porque te lo estoy pidiendo, eso es una buena razón para hacerlo. Bufé. —Ok. —Éramos los mejores amigos de la infancia y lo seguimos siendo cuando entramos a la primaria, hasta que tú dejaste un día de juntarte conmigo y me dejaste de hablar. —¿Y? —Y ya. —Mientes, no me estás diciendo todo. Bueno, no quería entrar en detalles porque tan solo volver a recordarlo me lastimaba y no quería darle el gusto de verme sentimental. No sufriría otra vez por el mismo motivo, me encontraba caminando con él, hacia mi casa y contándole algunas partes de nuestra infancia porque él me lo había pedido y estaba intentando retomar nuestra amistad, aunque yo no veía que fuera a pasar más de dos o tres día cuando me lastimara de nuevo.  Me encogí de hombros. Los recuerdos buenos se quedarían conmigo, él no tenía derecho de que me exigiera saber más sobre nosotros. —Jugábamos juntos todo el tiempo, éramos inseparables. Nos contábamos todo. Odias a las personas que te mienten. —¿Cómo sabes eso? —se giró para verme. —¿No lo recuerdas? —sacudió su cabeza. Enserio que este chico estaba más lleno de enigmas que yo. —Lo hablamos cuando teníamos siete años. Dijimos que odiábamos a las personas adultas por mentirnos y prometimos no convertirnos en una de ellas. Lo observé atentamente. —Solo que a veces no podemos controlar nuestras acciones ni llegamos a cumplir nuestras promesas. —Lo sé. Te convertiste en una de esas personas ¿verdad? —A veces pienso que mentir, significa proteger a las personas que amas y que la verdad llegue con menos peso de dolor. —La verdad siempre llega y si la retienes con una mentira duele más. —Pero qué si solo se miente para no lastimar ¿estarías dispuesta a mentir toda tu vida para que las personas que amas no sean heridas por ti? —No. No estaría dispuesta, tal vez ya no me conozcas, pero yo soy una persona que habla directo con las cosas y si decir la verdad lastima a una persona entonces lo diré, porque retener la mentira lastimará a muchas más. —¿Quién eres? —Soy una chica que prometió nunca convertirse en una persona que odiaría toda mi vida, si no estaba dispuesta a afrontar las cosas como son. La niña que conociste alguna vez dejó de existir ¿y sabes por qué? Porque una persona que ella quería mucho la decepcionó demasiadas veces y la ignoró todo este tiempo. Las lágrimas comenzaron aflorar, así que seguí caminando dejándolo atrás. No merecía que derramara una lágrima por él. —¿Fui yo verdad? Fui la persona que te decepcionó y te ignoró. —Una medalla al señor inteligente. —Soné todo lo sarcástica que pude mientras mi voz se quebraba. —Lamento no poder recordar nuestra infancia y todo lo que vivimos juntos y también lamento por haberme comportado como un asno todo este tiempo. Si al menos me hubieras hablado antes, yo sabría quién eras y te hubiera evitado todo ese dolor y odio que sientes hacia mí. —Lo intenté demasiadas veces. —¿Y? Diablos, este chico me sacaba de quicio. —Y todas las veces me ignoraste, todas las veces que quise hablar de nuestro pasado me decepcionaste. Dejó de caminar y tuve también que hacerlo. Los engranajes de su cabeza estaban funcionando. —Todo este tiempo estuviste dándome miradas fulminantes porque te he ignorado y decepcionado, —susurró para sí mismo. Lo dejé ahí y volví a mi camino. No podría creer que hasta ahora se diera cuenta sobre ello. —¡Lina! —gritó. —¡¿Qué?! —Devolví. —No te volveré a decepcionar. —¿Qué? Corrió hasta donde me encontraba. —Prometo no volver a decepcionarte. —No prometas algo de lo cual no puedes tener poder en hacer. —No estoy prometiéndote algo que no haré. —Prometiste no convertirte en una persona mentirosa ¿Lo lograste? No respondió. —Me lo imaginé. No me prometas nada, solo hazlo. Pruébamelo. Y así entré a mi casa, dejándolo solo a fuera, pensando en todo de lo que hablamos. Corrí directo a mi cama y lloré con todos los recuerdos volviendo a mí. Él los había sacado de su armario ¿por qué no podía dejarlo ir como todas las personas normales? ¿Por qué no lo olvidaba? La respuesta me asustó. Le quería, y por más que me obligaba a odiarlo con todas mis fuerzas ese odio se convertía en amor. *** —¿De quién te escondes? —pregunté a Even, cuando llegué a su lado. Estaba pegada a la pared casi a unos metros del salón donde tomaría mi primera clase. —No me estoy escondiendo. —-¿Segura? ¿Entonces qué haces con sombrero y lentes? —Está bien, no quiero ver a Ray. —¿Y por qué? ¿No que babeabas por él? Entrecerró sus pequeños ojos hacia mí. —No babeaba por él, o bueno tal vez un poquito, pero solo quería ver cómo era pasarla a su lado. —¿Y? no me digas que ya te acostaste con él. —No. Las relaciones con los chicos son un poco difíciles.  —Se quita los lentes y sombrero, me mira directamente a los ojos, —Mira, hay dos tipos de chicos para mí en la vida. Los que me gustan y los que me gustan mucho. Cuando me gusta un chico babeo por él, porque sé que él no se fijará en mí, así cuando un chico me gusta mucho dejo que el sentimiento viva hasta donde pueda sobrevivir, si él no lo alimenta, el efecto se pierde cuando realmente interactúo con él. No llega a ser la persona que dibujé en mi mente y eso me decepciona. Me pasó lo mismo con Ray; mis expectativas fueron muy altas y el sentimiento murió cuando comenzamos a hablar. —Estas en un grave problema. —Lo sé. —Él parece ir en serio conmigo, aunque lo dudo. —¿Qué? ¿Ray ir enserio con una chica? Estas de mola, Ray no es de las personas que se atan y prometen celibato. —No lo conoces, el poco tiempo que estuvimos juntos me mostró otra fase de él que nadie conoce. Es un chico muy tierno y comprensivo. Puse los ojos en blanco, lo que me gané de una fulminación de mirada. —Si sigues poniéndome esos ojos te quedarás así. Le saqué la lengua. —Escóndete que ahí viene Ray. Rápidamente se puso las gafas con el sombrero y se pegó a la pared queriendo camuflajearse con el color.  Reí fuerte y me alejé un poco. —Es mentira ¿verdad? —Si —reí. —Nos vemos a la hora del almuerzo.   Para cuando me senté a su lado ella me dio una mirada significativa que ignoré. —No se me olvida la broma de esta mañana —susurró. —Déjala pasar, —sonreí. Negó con la cabeza. —¿Y qué pasó con Bastian anoche? —abrió su almuerzo y comenzó a hurgar. Tan solo pensar en la promesa que me hizo se me revolvió el estómago. —Dice no recordar nada que tenga que ver conmigo, en nuestra infancia. —¿Qué? Eso está de coña. —Dímelo a mí. —¿Y qué vas hacer? —¿Yo? Nada. Anoche le dije como había sido nuestra relación de antes y cómo resultó ser un completo idiota después de que se la pasó ignorándome todo el tiempo hasta ahora. —¿Y qué dijo él? —Que no lo había hecho aposta y si yo le hubiera dicho antes todo este rollo me habría ahorrado el dolor y odio que me causó. —La oí chasquear su lengua. —Bastian es raro. Asentí en acuerdo al momento que escuchaba a mi lado la silla siendo jalada y alguien sentándose. Giré mi rostro encontrándome tan de cerca el rostro de Bastian, que di un respingo lo cual le hizo sonreír. —¿Qué haces? —pregunté escéptica de que se estuviera sentando con nosotras, su grupito ni él había mirado en nuestra dirección todo el tiempo que llevábamos en el instituto. —Sentándome con ustedes para comer mí almuerzo. Puse los ojos en blanco. —¿Tienes una dislexia o algo parecido? —preguntó preocupado. —¿Por qué? —Veo que a menudo pones los ojos en blanco y me preguntaba si tenías una enfermedad, —mis mejillas se calentaron y sentí a mi sangre hervir. Le propine una patada por debajo de la mesa mientras mi amiga se reía a cuesta de mí. —¡Au! —aulló. —Eso te pasa por andar diciendo esas cosas de mí, —lo fulminé con la mirada más maligna que podría darle en esos momentos. —Disculpa, creo que no hemos llegado a la etapa de bromas en nuestra amistad. —¿Etapa de nuestra amistad? —pregunté perpleja. —Sí, ya sabes. Vamos a ser grandes amigos. —Pasó su brazo alrededor de mi silla y me sentí acojonada. Me erguí más recta. —Te lo dije anoche. En verdad hablaba enserio cuando te prometí no decepcionarte. Quiero esto contigo, una amistad. La tuvimos hace tiempo ¿por qué no volver a tenerla ahora? —me dio una sonrisa sincera y se llevó un bocado de su almuerzo a la boca, lo miré mientras comí tratando de procesar si en verdad podría volver a tener una amistad con él. Si podría tolerar que se sentara a mi lado sin seguir odiándolo, por el daño que me hizo antes. Me levanté de mi silla y me fui del comedor escuchándolo gritar mi nombre. Esto era demasiado.   A la salida ya tenía a Even encima de mí inundándome de preguntas del por qué me había ido del comedor como si estuviera en llamas. —Es mucho que procesar para mi cerebro. No puedo con la situación. —Lina, él está intentándolo de verdad y solo quiere volver a comenzar de cero. Ya lo escuchaste en la cafetería, no quiere decepcionarte. Tu misma me dijiste que anoche se veía arrepentido por todo el dolor que te ocasionó sin ser consciente de ello, solo quiere arreglar las cosas contigo ¿No puedes darle una oportunidad? Dejé escapar el aire contenido y asentí a mi amiga. Yo podría con esto, era solo volver a retomar las cosas de antes. Comenzar desde el inicio. Me repetí varias veces en mi cabeza que podría lograrlo sin problemas, yo era una chica independiente e inteligente como para no dejar que me volviera a lastimar sus acciones. Esta vez iba equipada para lo que sea que el destino me preparaba. Mi corazón estaba protegido de él. La llave estaba guardada en un lugar seguro, y no dejaría que lo tocara. *** Al día siguiente, me vi envuelta un manojo de nervios cuando se sentó a mi lado en la clase de cálculo, no paró de hacerme platica ni de hacer bromas cuando el profesor no miraba. Tuve que aguantar la risa un par de veces para no alarmar a la clase, se me había olvidado lo divertido que era pasar tiempo con él. Solo entonces pensé que no había sido mala idea dejar que retomara nuestra amistad. —¿Viste su cara? —no paraba de reír, porque el profesor nos fulminó con la mirada cuando salimos del aula mientras nos decía a las espaldas que dejáramos de hacer chistes en su clase. —Parecía que iba arder como furia. Nos ganó otra ronda de risas. El profesor era un hombrecillo pequeño que parecía elfo a punto de estallar cuando explotamos una carcajada en clase por algo que Bastian había dicho. Fuimos juntos a la cafetería y eso me ganó otra mirada de consternación de Ray y de Even. —¿Y ustedes pillines que han estado haciendo que les parece divertido? —ese fue Ray. Mi amiga me miraba inquisitiva, por saber más de lo que pasaba con nosotros, si supuestamente yo le había dicho que no quería saber nada que tuviera que ver con Bastian. —Bastian ha hecho enojar al profesor de cálculo. —¿Al duendecillo? —alzó las cejas Even. Asentimos energéticamente y tomamos asiento juntos. —Le dije un chiste a Lina que nos hizo reírnos en plena clase y nos ganamos una mirada fulminante por parte del duendecillo enojado. —Y otra de la clase. —Argumenté. Después de que le contáramos el chiste a ellos los estuvimos riendo tan alto que esta vez fue la cafetería completa mirándonos como bichos raros. No cabía duda de que éramos buen equipo, pero el momento no duró tanto cuando la rubia de la otra noche que se encontraba con Bastian apareció. Mi sentí enferma. —Así que ahora se encuentran aquí. —Por lo regular Bastian y su grupito no comían en la cafetería, estos se iban fuera del instituto a comer a lugares cutre. —¿Qué ha pasado con lo de no juntarse con las raras del instituto? ¿Acaso ella no era la que te daba miradas fulminantes cada vez que pasabas a su lado, Bastian? –Tenía una mano en su hombro. Bajé la mirada al suelo. Sentí que él se levantaba de mi lado. —Primero: No te vuelvas a dirigir a ellas como raras. Segundo: No veo por qué vienes aquí si sabes que no eres bienvenida. —¿Bastian? —su voz parecía indignada.  No creyendo que él estuviera diciéndole esas cosas. —Salma, déjame en paz. Yo nunca te voy a ser caso, así que por favor te pido de lo más amable que te vayas de nuestro círculo de amigos y te olvides de mí. —Levanté la mirada para saber qué cara tenía la mustia zorra. Me sentí bien al ver que su rostro inmaculado se encontraba rojo de la vergüenza y sus ojos centellaban fuego. —Te vas arrepentir por hacerme esto, —Bastian se encogió de hombros restándole importancia. —Me iba arrepentir acostándome contigo. Echando humo se fue de nuestra mesa y azotando las puertas de la cafetería. Todo el público miraba a nuestra mesa con asombro, no creyendo que fuera real lo que acaba de pasar, ni yo misma me creía que él estuviera haciendo eso con ella. —Ahí se te acaba de ir una noche segura de sexo —traté de aligerar el ambiente con una broma, lo cual funcionó porque sonrió. —Prefiero esperar a la chica correcta a desperdiciar mi tiempo con una chica tan superficial como ella. Me quedé callada. —¿Qué os parece salir en la tarde? —Comentó Ray. Vi la cara de mi amiga ponerse blanco. Eso suponía ¿Qué era una doble cita? Iba abrir la boca para decir que no y salvar a mi amiga de la situación cuando Ray le pidió a Even que aceptara. —Vamos, será divertido. —Su cuerpo estaba rígido. —No podemos, le pedí a Even que me ayudara con un trabajo para la clase de inglés. —Es cierto. Estamos ocupadas hoy, pero otro día quedaría bien, —le dio una sonrisa a Ray que le hizo devolvérsela. —Está bien, chicas. Cuando terminó la hora del almuerzo ellos se fueron y Even me dio las gracias por salvarla. —Creo que no estoy preparada para esto con Ray. Si no conociera a mi amiga, diría que estaba jugando ya que antes babeaba por él, pero al parecer no era la persona de la que se hablaba en los pasillos. —Tómatelo con calma. —Aconsejé. —Haré lo posible por no salir corriendo cada vez que él se acerca a mi lado. —No lo hagas, afróntalo. —Como lo haces con Bastian. —Exacto. —Dije —Aplica tu propio consejo. *** —¿Estas libre? —preguntó la otra voz a través del auricular. —¿Cómo conseguiste mi número? No recuerdo habértelo dado. —No lo hiciste. —¿Sabes que eso es un delito? Estas violando mi privacidad. —No me importa. —Abrí la boca. —Even me lo dio. La maldije, porque la había ayudado ésta tarde con la cita doble y ella me hacía esto. —¿Qué quieres? —Pregunté más grosera de lo que pensé. —Tranquila. Solo quería saber si podríamos tomar una malteada ésta tarde. Me lo pensé por un momento. Ya había terminado mis deberes así que disponía de todo el tiempo libre. —Ok. —¿Te parece que pase por ti a las…? Lo corté. —No. Dime donde nos veremos. No iba a entrar a la fase donde él me recogía en mi casa y luego me volvía a traer como el buen chico que era. No estábamos en la misma página y tenía que darle a conocer eso. Llevábamos nuestra amistad paso a paso. Una hora después nos encontrábamos en la cafetería donde pedí mi malteada favorita. —Creí que me dirías que no. —¿Por qué? —Porque tenían que hacer tú y Even un trabajo para inglés ¿no? —Ah sí. —Se me había olvidado que mentí para salvarle, un pequeño color rojizo apareció en mis mejillas. —Estábamos terminando cuando me llamaste, —mentí. Ya sé, estaba contradiciéndome en todo lo que le dije al principio de las mentiras. Era un hipócrita. Ambos habíamos prometido de niños que no nos convertiríamos en unas personas mentirosas y aquí estaba yo diciéndole una mentira para salvar a mi amiga. No era de las personas que mentía a diario solía decir todas las cosas directo sin rodeos. Y era la primera vez que mentía a alguien. Y lo peor era que cuando mientes una vez, luego se es fácil volver hacerlo. Se vuelve tan fácil mentir que te crees la propia mentira. —Quería hablar contigo. —¿De qué? —sorbí mi bebida. —De todas las veces que nos habíamos vistos e ignorados. —Me quedé en silencio. —¿Recuerdas la vez que nos vimos en tu fiesta de XV años? Una sonrisa se extendió por mi rostro recordando todo de ese día. *** Llevaba dando vueltas en la recepción tomando bocanadas de aire. Pensando en todas las personas que me verían ahí dentro y bailaría haciendo un show por mi cumpleaños número quince. Toda mi familia estaría allí y no acaba de centrarme en que cumplía quince aparte de que el maldito vestido me estaba hartando. Lo único que quería era estar en unos shorts y playera como siempre, me gustaba estar relajada en mi casa cómoda conmigo mismo. Tomé varias respiraciones porque tenía que entrar, ya me había perdido mucho tiempo a fuera y todos me deberían estar buscando. Justo cuando volvía a la recepción choqué con él. Sus ojos se veían tan oscuros e intensos que di un paso atrás cuando me recorrió de pies a cabeza una sonrisa se asomó en sus labios. —Lindo vestido. Lo miré desconcertada. —¿Te he invitado a mi fiesta? —no me importaba ser grosera con él, porque se lo merecía. Desde que nuestra amistad se rompió solo nos dábamos miradas de reojo, pero nunca nos saludamos ni nos dimos un ‘Hola’ de cortesía. En ese momento lo fulminé con la mirada, era la última persona que pensé encontrarme esta noche. No se encontraba en la lista de mis invitados, porque no quería amargarme ese momento tan gratificante en mi vida. —Vine con un amigo. —Sacó un cigarro. —¿Qué haces? —cuando entrara a la recepción estaría apestando a cigarro. Me alejé todo lo que pude de él. —Fumando ¿nunca haz visto fumar a una persona? —soltó el humo con satisfacción. —Claro que sí, pero apestaré a humo de cigarro. —Se encogió de hombros no importándole si me impregnaba de humo o no. —Eres la persona más repugnante que conozco. —Solté antes de irme de ahí pero su brazo me alcanzó, abrí los ojos como platos. —¡Suéltame! —exigí. —¿Por qué me odias tanto? —su pregunta me tomó desprevenida. —¿Por qué te caigo mal? —¿Qué? ¡Estás loco! —por nada del mundo le respondería. Negó con la cabeza y sonrió. Lo siguiente que supe fue que me sopló en la cara el humo de su cigarro, lo cual hizo que hiciera una mueca y tosiera. —Idiota. Me haz apestado a cigarro, —él seguía mirándome satisfecho de su trabajo. Me fui hecha una furia escuchando sus palabras que me decían: ‘Feliz cumpleaños, Lina’ Después de hacer mi show vino la música del Dj que había contratado. Me puse en la pista donde bailé con mis amigas y disfruté de la energía palpitante por todo mi cuerpo. Entonces mi mirada se posó en sus ojos casi negros como la obsidiana. Me miraba como si fuera su presa, se levantó de su silla e hizo su camino hacia mí me puse en alerta, mi pulso se aceleró y las manos me sudaron ¿Qué se suponía que hacía? Me sonrió tan seductoramente que creía que mis piernas se convertían en gelatinas, su paso se aceleró y caí en la cuenta que toda esa sonrisa y seducción no era dirigida para mí sino a una chica que se encontraba justo a mi lado mirándolo como su depredador. Me sentí como una tonta al pensar que quería bailar conmigo, indignada me fui a sentar y los miré por un largo rato hasta que me cansé de ello. Otra vez me había vuelto a herir. *** —Eras un completo idiota. —¿Qué va? Tú no te quedas corta. Te portaste como una niña mimada que me habló groseramente. —Debí echarte en ese momento. Me hiciste pasar un mal rato. —Te lo merecías. Te portabas como si las personas te debieran algo para que te trataran bien, eres una niña de papi. —No es cierto. —Si lo es. Llevas esa aura de niña fresa que da miedo acercarse a ti. Hirió mis sentimientos. —Mira solo estoy tratando de dar mi punto de vista antes de que te conociera. Cuando soplé el humo a ti lo hice aposta. —Me lo imaginé. —¿No sabes que significa el que te tiren el humo en la cara? —Negué con la cabeza. Él sonrió. —¿No me lo dirás? Negó con la cabeza. —No. —¿Por qué? —No estas preparada para ello aún. —¿Qué tratas de decir que no estoy preparada? —Todo a su tiempo. —No cabe duda que eres un raro. —Y tu una fresa. Le saqué la lengua. —E infantil, —añadió.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD