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4193 Words
  —¡Bebé! ¿Mamá has visto a bebé? —pregunté saliendo de mi habitación. —Se encuentra fuera. No le había dedicado suficiente tiempo a bebé y eso lo ponía triste. Lo encontré parado en la silla. —Hola bebé —hablé con voz melosa. Puse mi dedo para que se pasara a mí pero se negó. —¿Qué sucede? ¿Estas celoso? —Celoso, celoso. —Repitió mi cotorro. Probé con comida, eso llamó su atención. Sonreí. —No te dejaré más tiempo, —lo acerqué a mi boca y le di un beso. Bebé era un cotorro muy celoso y estaba en todo su derecho. *** —Acompáñame, por favor. Hoy es mi primer día —había pensado que ir al gimnasio me sentaría bien en esta semana, me encontraba un poco estresada y lo único que quería era descargar toda esa energía negativa en el gimnasio. Even negó furtivamente con la cabeza decidida a no ir conmigo. —Te deberé una, —hice más tentativa la propuesta, pero siguió negando con la cabeza. —Tengo muchos trabajos que hacer, perdóname en serio. Hoy me desvelaré estudiando, si dispusiera de tiempo iría. —Hice una mueca derrotada a ir sola al gimnasio. Nos sentamos en nuestras respectivas sillas en la cafetería cuando divisamos a los chicos venir hacia nosotros con una sonrisa. —Hola chicas ¿Buen día? —saludó Ray. —Hola Ray. —Respondí. Estaba aceptando a Ray, porque simplemente me había demostrado que no era tan malo como los chismes hablaban. Me decía una y otra vez que debería dejar de escuchar los chismes de otras personas, para juzgar a una persona. Ray, no era tan engreído como se veía a la vista, el chico si era guapo y tenía estatus, pero en el fondo de su corazón albergaba la sensibilidad y el flechazo hacia mi amiga Even. Me centré en mi almuerzo cuando sentí a Bastian sentarse a mi lado. —Hola tú, —dijo con un desliz de humor. —Hola, —alcé la mirada, que fue un error porque sus ojos se encontraban escrutadoramente mirándome. Si te quedabas demasiado tiempo podrías fundirte en sus oscuros ojos como la obsidiana. Tragué saliva. —¿Cómo ha ido tu día? —le dio una mordida a su sándwich. —Regular. —Me encogí de hombros restándole importancia. —El mío ha ido bien. ¿Te gustó salir ayer conmigo? —No estuvo mal, —me encogí de hombros. —¿Te apetecería volver a salir esta tarde? Tenía que ir al gimnasio hoy. Sacudí la cabeza y se tensó a mi lado obviamente por mi rechazo. —Lo lamento, hoy no puedo. —Agregué. —Ok, ¿Otro día? —se rascó la parte trasera de su cuello, un signo de nerviosismo ¿Lo ponía nervioso? —Claro —le di una sonrisa para que se calmara, lo cual funcionó porque su cuerpo se desplomó relajándose. *** —Más rápido —apresuró mi entrenador. Estaba sudando la gota gorda en esto, mis piernas no daban para más en la bicicleta y lo único que quería era tirarme al suelo y dormir. Pedalee más rápido ¿No se suponía que siendo tu primer día el entrenador empezaba leve? Este era un c*****o quería verme morir ahí mismo. Cuando terminé con ese ejercicio me llevó a la cinta de correr. Mis piernas estaban hechas gelatinas y estaba segura que caería de nariz en la cinta. Resignada comencé a correr. —¿Ya cansada? —el entrenador me miraba decepcionado. Ver esa mirada me enfermó, no me gustaba decepcionar a las personas y si mi entrenador creía que no iba a durar el tiempo suficiente en la cinta para correr, estaba equivocado. —No. —Dije tratando de sonar lo más segura y que mi voz no se entrecortara con el aire que me faltaba. Él sonrió. —Eso es todo —pulsó un botón en mi cinta de correr intensificando la velocidad. —No estará mal entonces que corras más rápido. Mis piernas no eran las del corre camino y mis pulmones gritaban por aire, maldije por no decirle la verdad, ahora estaba pagando las consecuencias. Justo cuando creí que no podía más me encontré con Bastian llevando puesto una playera sin mangas con unos pans negros cargando una maleta mirándome correr en la cita. Mis piernas me fallaron y no pude evitar salir disparada hacia atrás con un grito. Bastian Loche, se acercó donde me encontraba tirada en el suelo con un dolor de cabeza que comenzaba a palpitar. Quise levantarme, pero un dolor se extendió por todas mis extremidades. —No te levantes, —Puso una mano en mí para dejarme en el suelo. —¿Te duele algo? Estaba quebrándome en dos. —Todo. —¿Qué ha pasado? —ese fue mi entrenador, el que quería mi c*****r en la cinta como trofeo. Le di una mirada molesta, si él no hubiera subido la intensidad yo no estuviera aquí en el suelo pasando vergüenza cuando todos me miraban y otros se reían de mi absurda caída que me dejaría postrada en una cama por unos días. —Se ha disparado de la cinta como un Angry Birds. —Sujetó mi cabeza y me ayudó a sentarme —Despacio. Tómatelo con calma. Sentí mi cabeza dar vueltas y mi estómago revolverse. —Creo que va vomitar. —Dijo alguien a quién no reconocí su voz. Obligué a mi estómago a calmarse. Sería el colmo vomitar encima de él. No me atrevía a mirarlo, la vergüenza me inundaba tan fuerte que creía que iba a morir. Él y mi entrenador me levantaron despacio hasta que estuve sobre mis pies. —Parece que ha sido mucho para ti ¿Por qué no te tomas unos días de descanso y vuelves cuando estés mejor? —lo fulminé con la mirada. —Será lo mejor. Mi primer día en el gimnasio y terminaba tirada como un saco de papas en el suelo, menuda suerte la mía. —La llevaré a su casa. —Le dijo al entrenador. —Cuídala de que no se caiga. Nos vemos después Bastian y Lina. Se cargó su maleta en un hombro y me llevó a la salida. —¿Así que por eso no podías salir conmigo hoy? —había algo de humor en la pregunta, lo miré de reojo y vi que sonreía. —Estarías en el gimnasio ¿Es tu primer día? Asentí. —¿Qué hacías de todos modos aquí? —pregunté algo tosca. —Vengo a este gimnasio desde siempre. —Ah. Había venido al gimnasio para despejar la mente de él, para tener un rato libre para mí sin encontrármelo en todos lados. Y ahora resultaba que asistía al mismo gimnasio que yo estaba empezando ir. Mi suerte sí que apestaba. Me sujetó fuerte con sus brazos rodeándome la cintura, era algo protector de su parte y me vi pensando cómo sería que sus manos recorrieran cada parte de mi cuerpo. Alejé el pensamiento tan rápido como salió y di un respingo cuando me acercó más a su cuerpo. Irradiaba calor con su aroma a recién bañado y yo me encontraba sudada y apestosa. —Estoy toda sudada. —Me quejé tratando de alejarme de él, pero me lo impidió. —No importa. —Te estoy ensuciando. —Lina, existen los baños por alguna razón. —Pero… —Pero no me importa ensuciarme con tu sudor, porque me gusta tenerte así conmigo y si ese es la forma que tengo que pagar para que me abraces como tu salvavidas, lo acepto. —Me quedé sin palabras, Bastian no solo se estaba portando como un caballero sino también que decía las cosas correctas que cualquier mujer en mis zapatos le hubiera gustador escuchar. Me pregunté si no me había equivocado al juzgarlo. —Las personas cambian, —susurré para mí. *** —Llevas una pinta —apenas podía caminar normal, solo me daba unas pequeñas punzadas en la espalda cuando me movía rápido, así que caminaba despacio que me irritaba. Mis piernas no daban para más, porque estaban hechas puré a causa del ejercicio que sufrieron a manos del entrenador. —Me veo como me siento —me quejé. —Eso quiere decir que el gimnasio no solo se encarga de moldear tu cuerpo sino también de machacarlo. —Ríe. —No te burles. —¿Qué? Es chistoso verte caminando como si diez toros te arrollaron —bailó sugestivamente sus cejas que hicieron darme cuenta que no solo se refería a los toros. Doble sentido con sus palabras. —¡Even! —la reprendí, lo cual la llevó a carcajearse. —Me caí de la caminadora. El entrenador creía que era Flash y justo cuando mis piernas no podían más, Bastian hace su aparición provocando que volara como un Angry Birds —dije recordando sus palabras. Even se quedó callada algo no notable en ella, para luego estallar con una risotada, tuvo que inclinarse para agarrarse su estómago y seguir burlándose de mí. —Ríete todo lo que quieras, no es divertido. —Claro que lo es —estalló en otra risotada. —Even —advertí —para. No estaba de ánimo para que otra persona se burlara de mí. Caminé a paso apresurado todo lo que mis piernas podían hacer y la dejé riéndose de mí, al cabo de unos segundos la escuché gritarme que la disculpase y corrió hacia mí. —Lina, lo siento, pero no podía evitarlo. Bueno tal vez…olvídalo. Perdona. —Me dio su cara de cachorro apaleado y sin poder resistir su carita puse los ojos en blanco. —Solo no le digas a nadie —advertí. No quería a todo el instituto sabiendo de mi caída de ayer y mucho menos que Bastian estuvo ahí para llevarme a casa. Mientras caminábamos a clase juntas, la puse al corriente con lo que Bastian hizo por mí. Después de las clases no quise ir a la cafetería para encontrármelo en nuestra mesa mirándome. No soportaría verlo a los ojos después del incidente de ayer, sentía tanta vergüenza que se riera de mí, pero si no lo había hecho ayer entonces no podría hacerlo hoy ¿o sí? Sacudí la cabeza, él no era así. Even me arrastró a la cafetería diciéndome que estaba siendo paranoica con lo que le dije. Ella seguía repitiéndome que Bastian no era ese tipo de chico. Sus palabras no me calmaron del todo, pero decidí averiguarlo yo sola. Lo encontré en nuestra mesa habitual hablando con Ray reían de algo y me dio nauseas pensar que era de mí. Lo peor que un chico estaría haciendo para dañarme sería que se burlara de mí, y si ese chico era Bastian era una apuñalada más a mi corazón. Solo las personas que te importaban tenían la posibilidad de dañarte, solo esas personas tenían ese poder y aunque Bastian no lo supiera tenía ese poder sobre mí. Levantó la vista de su amigo y me miró a los ojos con amabilidad. Le di una sonrisa forzada y me senté con una mueca de dolor. Mi madre me había masajeado anoche por el golpe y esta noche también tenía planeado hacerlo, solo que el dolor no disminuía tan rápido como pensé que lo haría con la pomada mágica de mamá. —Hola ¿Cómo te sientes? —vi su preocupación en sus ojos. Anoche me había estado enviando mensajes para saber cómo me encontraba, lo cual me gustó. —Bien, gracias por preguntar. —Me quedé muy preocupado en la noche, aunque me habías enviado un mensaje diciéndome que todo estaba bien. No pude dormir bien. —Me desconcertó que no durmiera por mí. —Creía que estabas burlándote de mí, contándole a Ray sobre lo de ayer. —Sus cejas se fruncieron y su boca se abrió indignado. —¿Cómo? ¡Claro que no! No le he dicho a nadie de lo que te pasó. Eso no me incumbe. —Vi su dolor en su mirada, porque creyera que era un chismoso. Mis mejillas se calentaron. —Estoy un poco paranoica, disculpa. —Mira, sé que no me conoces muy bien y estoy seguro de que no confías en mí, pero hago todo lo posible para que seamos buenos amigos. —El dolor estaba allí en cada palabra. Apenas lo había aceptado de vuelta en mi vida, no era que decidera confiar en él al cien, pero se merecía que lo tratase mejor, sentí culpabilidad, pero me negaba a cargar con todo. Él antes me había dañado muchas veces tal vez necesitaba probar los sentimientos que a mí me embargaron antes. No era como una venganza más bien como una probadita de su propia medicina. Eso era una venganza, ¿no? —Lo siento. Me negué a mirarlo a los ojos. Lo siguiente que hizo me desconcertó más, se levantó de su silla y se fue de nuestra mesa. Los ojos de Even se abrieron sorprendida mirándome lo único que hice fue encogerme de hombros, Ray salió disparado a su lado para saber que le había hecho para que se fuera de la cafetería. Bien. Mi vida estaba siendo hecha un caos por Bastian ¿Qué más venía?   Esa tarde no salí de casa, no quise hacer nada. Así que me dediqué a leer el libro que no había terminado de leer. Y aunque me gustaban las novelas de amor y todo, ese día no fue la excepción. Lo peor fue que el libro no solo me puso peor, sino que el final fue tan arrollador que no pude dejar caer una lágrima. No dejé de pensar que la autora estaba en lo correcto. Muchas veces me pregunté si las almas gemelas existían y claro que creía en ello, pero profundizar más en el tema me dejó pasmada, la autora no solo dejaba en claro que encontrar tu alma gemela te completa, pero con ello traía muchos problemas. Podría decirse que acaba con el mundo literal. Pero dejaba ver que era algo similar lo que se vivía en la vida real, era un punto de vista figurado, en lo cual tuve que estar de acuerdo. Sus pensamientos escritos eran como si todo se redujera a la ciencia y a la naturaleza. Holly, la autora, me dejó preguntándome sin en realidad encontraría a mi alma gemela algún día o me conformaría con la persona que tal vez sentiría estar segura y enamorada de ella, aunque con el tiempo sabría que ese amor se reduciría y terminaríamos terminando la relación que a ninguno de los dos les apetecería seguir. Esa noche reviví la primera daga con la que me apuñaló Bastian. *** Cursaba cuarto año de primaria y Bastian había estado desaparecido por semanas. Le había estado preguntando a la maestra sobre él, pero no supo darme respuesta, pensé que se encontraba enfermo o algo parecido, le había pedido a mi mamá que le marcara a su mamá para saber de él y lo único que nos había dicho era que pronto aparecería en la escuela. Eso no me convenció. Dos días después de la llamada, él apareció, pero el caso es que no parecía como Bastian. Su rostro estaba lleno de algunos moretones y rasguños, y parecía desorientado me acerqué a él. Se encontraba mirando a todos lados. —Hola, Basti ¿por qué no te has aparecido? —me senté a su lado hablándole con el apodo que le había puesto. Me miró asustadizo con ojos ampliándose ante mi acercamiento. Extendí mi mano para tocarle su rostro, pero se alejó. —¿Cómo te has hecho eso? —señalé sus rasguños y los moretones. Miraba a todos lados menos a mí, parecía nervioso. —¿Sucede algo? ¿Por qué no me hablas? —negó con la cabeza y salió corriendo de mi lado. Me desconcertó. Pensé que solo estaba jugando conmigo, pero al parecer el juego se extendió por más tiempo. Siempre que intentaba acercarme a su lado, él se alejaba de mí, siguió así por toda la semana sin dirigirme una palabra. Hasta que no aguanté más y lo enfrenté atrás de nuestro salón donde se mantenía en el receso. Se había aislado de todos. —¿Qué sucede contigo? —pregunté molesta por su comportamiento. —¿Acaso ya no quieres ser mi amigo? ¿Te he hecho algo? —me crucé de brazos para aparentar estar a la defensiva. —¿Qué? —su pequeña cara hizo una mueca. —¿No me has escuchado? ¿También te has quedado sordo? —dije más grosera de lo que pensé. Mi madre me decía que era una niña que no se dejaba de nadie y siempre estaba metiéndome en problemas en la escuela. Las chicas me trataban de problemática, pero no me iba a dejar que los niños de mi edad se burlaran de mí. —¿Quién eres y por qué no haz dejado de acosarme? —se alejó más de mí. —Soy tu mejor amiga. —Yo no tengo amigas. —¿Te has vuelto loco? ¿Los niños con los que te juntas ahora, te han lavado el cerebro? No solo me había estado evitando sino también se había estado llevando más con los niños que nosotros nos burlábamos antes. Solo éramos él y yo contra el mundo, pero al parecer también se le había olvidado. —Solo me han dicho que eres muy agresiva y algo loca. Cerré mis pequeños puños para lanzarle un golpe, aunque era mi mejor amigo se estaba comportando como un c*****o. Desconocía lo que era ser un c*****o, pero oía a mamá que siempre lo decía cuando estaba enojada así que debería ser algo muy malo. —¿Qué ha sucedido contigo? Me estás hiriendo con tus palabras. Mi cordura estaba por romperse. El agua se estaba acumulando detrás de mis parpados queriendo salir. —Mira no sé de qué me hablas, así que será mejor que lo olvides y me olvides a mí. Dices que éramos amigos, entonces desde ahora vamos a dejar de serlo. —¡c*****o! —lloriqueé y le pegué un golpe en la cara. Él había terminado nuestra amistad y lastimado. Éramos los mejores amigos de la infancia y lo habíamos dejado de ser sin una buena explicación ¿Qué había hecho para que dejara de ser mi amigo? Me hirió ver que al día siguiente se había juntado con los chicos de futbol a los que criticábamos siempre, ahora estaba siendo parte de él. Comía sola en la banca porque no tenía amigos. Siempre habíamos sido Bastian y yo. Y como no me había molestado en tratar bien a mis demás compañeros ahora no tenía a nadie a mi lado. La pelota de futbol cayó en mi almuerzo haciendo que cayera al suelo. Miré quién había sido el chistoso y me dolió ver que había sido Bastian. Corrió por la pelota que tenía en mi mano y sus amigos miraban a lo lejos junto con las niñas huecas que sonreían que él hubiera tirado mi almuerzo. —Dame la pelota —extendió su mano. —Haz tirado mi comida. Se encogió de hombros. —Nosotros estamos jugando y tú estás estorbando. Todos saben que no pueden sentarse aquí para comer, porque se juega futbol. —¿Entonces dices que es mi problema? —Claro. —No estoy de acuerdo. Yo puedo comer donde sea que quiera, y tú y tus amigos no me dirán dónde comer mi almuerzo. —¡Basti! Necesitamos el balón —miré a Ray quién era una de las personas que más se burlaba de nosotros y estaba usando el apodo que solo yo le decía. —Quítale el balón. —¿Me vas a quitar el balón? —desafíe lanzándole dagas con mis ojos. Lo siguiente que hizo fue que tomó el balón y me empujó atrás haciendo que cayera sobre mi trasero. Mi labio tembló e hizo llorar por la humillación que estaba haciéndome pasar. —¡Te odio! —grité cuando corría con el balón en la mano hacia sus nuevos amigos y las niñas que tenían de porristas se reían de mí.  Ya no lo llamaría Basti, carecía de valor para mí y mucho menos iba a dejar que volviera a burlarse de mí. Él y yo ya no éramos los mejores amigos y nunca volveríamos a serlo. No volvería a confiar en él y mucho menos dejaría que se burlara de mí de nuevo. Solo que eso no le bastó porque se encargó de que sus “amigos” se siguieran burlando de mí e hicieran bromas hasta la secundaria. *** La confianza no era algo con lo que estuviera familiarizada, me costaba confiar en las personas después de lo que Bastian me hizo. Even y mi madre estaban al tanto sobre ello y eran las únicas dos personas en las que confiaba. —Te veo cansada, —dijo Even cuando me senté a su lado en la clase de inglés. —No pude dormir bien. —¿Bastian? —asentí. Esta chica era como la bola de cristal del futuro. —Recordé cuando rompió nuestra amistad. Solo no puedo volver a caer en lo mismo. Se burló de mí y me hirió. —Llévalo paso a paso. Negué con la cabeza. —No puedo. —Lina —comenzó —estabas empezando a llevarte bien con él ¿por qué el cambio repentino? —Ayer vi el dolor en sus ojos, cuando le dije que pensé que se estaba burlando de mí con Ray por lo que me pasó en el gimnasio. Él solo dijo que no confiaba en él, pero que estaba haciendo todo lo posible para que lo hiciera. —No puedo volver a confiar en él. Me niego a caer otra vez en el juego. —¿Piensas que está jugando contigo? —Pienso que solo soy un pasatiempo para él, como lo fui con nuestra amistad en la primaria. —Lina, todos cambian. Bastian no parece un idiota como todos los demás. —Las apariencias engañan. Nunca pensé que él me dañaría cuando era su mejor amiga y lo hizo. —¿Me estás diciendo que no seguirás intentando ser su amiga? —No lo haré. Evitaré otra apuñalada de su parte, ya tengo muchas en la vitrina. Caminé lo más rápido que pude con el dolor que empezaba a extinguirse. Los siguientes días lo evité. No quería verlo ni darle explicaciones, solo que no era tan astuta y el instituto tan grande como esconderme hasta el día de la graduación. Así que el día que me enfrentó tuve que decirle las mismas palabras que él me había dicho en cuarto de primaria. —No quiero seguir jugando a ser tu amiga. Sus labios se formaron en una línea dura y sus ojos me miraron intensamente. —¿Es por lo que te dije en la cafetería hace unos días? —Nuestra amistad no iba a durar de todas formas. Estamos a una vuelta de la graduación y nos iremos a distintas universidades, ahorrémonos la desagradable charla de romper nuestra amistad. Es lo mejor para los dos. —Mejor para ti. —señaló. —Si, la verdad. Es lo mejor para mí, no quiero lidiar con una amistad ahora para que tú la deseches después, Even es suficiente amiga para mí. —Ok. —Dijo con voz indiferente y cara impasible como si no le importara. —Espero que no me eches de menos, porque yo si lo haré. Se dio la vuelta y se fue. Inmediatamente me inundé de preguntas si era lo correcto, si estaba bien lo que había hecho. Pero una vocecilla me dijo que si y la otra me dijo que no. No le hice caso a ninguna de las dos.   Los días transcurrieron más lentos de lo normal. Ray seguía acompañándonos algunos días en la cafetería por Even y otros se iba a la mesa con Bastian y sus amigos. Ray comenzaba a ser de mi agrado, pensé en perdonarle los malos ratos que me hizo pasar en la primaria. Pero con Bastian era otra historia. Él volvió a ser el chico de antes, que tenía a todos en la mesa con su atención con lo que decía. Obviamente Salma, yacía a su lado con una sonrisa. Los peores días eran cuando nos tocaba tomar las clases juntos. Me alejaba al rincón para no mirarlo ni escuchar ninguna de las bromas que hacía porque eran divertidas y a veces terminaba riéndome de ellas, algunas veces se dio cuenta y me dio una mirada como si fuera una persona cero a la izquierda en su vida. Dolía.  —¡Lina! —mamá gritó y tuve que ir a ver que se le ofrecía ahora. —¿Qué pasó? —Se nos ha acabado la leche, ve a comprar y trae también café. Caminé unos cuantos metros ya que la tienda nos quedaba cerca. Compré lo que me había pedido mi mamá y tomé unos chocolates para mí de recompensa. La señora enfrente de mí se giró y abrí los ojos cuando la vi. —¡Lina! —sonrió, era la mamá de Bastian. Miré a los lados para ver si lo encontraba, pero no lo vi así que no debería estar con ella. —Hola, Señora Loche. —Le devolví la sonrisa. —Tanto tiempo sin verte ¿Qué has hecho de la vida jovencita? —Abrí la boca para responderle, pero me interrumpió —¿Tienes novio? —me sonrojé. —No tengo novio. Y estoy en el último semestre de la preparatoria. ¿Cómo ha estado usted? —Oh sí, haz crecido. ¿Vas a algunas clases con Bastian, verdad? —asentí. —Él me ha dicho que habéis hablado y vuelto a ser amigos. —¿Le había contado de nosotros? —¿por qué no te das una vuelta a la casa en estos días? —No creo que pueda. Él y yo ya no somos amigos. —Que va —desechó mi comentario con la mano restándole importancia. —Esa también es mi casa. Siempre he querido hablar contigo sobre Bastian y tú. —me dio un cosquilleo de saber sobre qué. —¿Por qué no mejor tomar un café? —sugerí. Me dio una mirada de desaprobación, pero asintió. —Está bien, un café. Intercambiamos números y se despidió de mi cuando pagó. Nunca hubiera pensado encontrarme hoy a la madre de Bastian. Hacía tiempo que no hablaba con ella ni iba a su casa desde que su hijo y yo dejamos de ser amigos. Tal vez de eso quería hablar, y puede que ella me aclarara algunas dudas sobre su comportamiento. Seguí llegando al gimnasio después que estaba mejor, como sabía que él también iba al mismo decidí llegar antes que él y me iba antes de que llegara. Me las ingenie para saber su horario de llegada con el entrenador, me lo debía. Pasaron dos semanas después de que supiera algo de la señora Loche. —¿Hola? —pregunté cuando acepté la llamada. —Lina que alegría escuchar tu voz otra vez, soy la mamá de Bastian. —Hola, señora. —Te hablaba para saber si todavía está en pie tomar un café. —Claro. —¿Qué te parece mañana en el café que se encuentra a lado de la pizzería del centro a las cinco? ¿Sabes cuál es? El lugar donde vivíamos era algo pequeño, por lo que era fácil identificar lo que me decía. —Si sé cuál. Está bien. —Bueno tengo cosas que hacer. Adiós. —Hasta luego, Señora Loche.
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