Llegué puntual al café y ella llegó cinco minutos retrasada de la hora acordada.
—Hola querida —me saludó con un beso en la mejilla.
—Hola, Señora Loche.
—Disculpa el retardo. —sonrió amablemente.
—No se preocupe.
—Así que aquí estamos después de tantos años sin vernos, querida. Cuando dejaste de ser amiga de mi hijo, me sorprendió mucho. Creí que Bastian lo manejaría mucho mejor después de lo que le sucedió.
—Disculpe, pero no entiendo. ¿Qué le sucedió a él y qué no pudo manejar? —llego el mesero y pidió un café, después de que se fuera retomamos la conversación.
—Cuando todo sucedió; mi esposo y yo, decidimos que nadie se enterara por el bien de él. Pero luego se rompió la amistad que tenías con él y creí que tenía que ver con el accidente. Bastian creció y en definitiva pudo tomar sus propias decisiones eligiendo que nadie supiera el accidente ¿Él no te lo contó?
—No. No sabía que tuvo un accidente.
Vi cómo se encogió retratándose de lo que me diría.
—Entonces no creo que deba. Hice esta cita contigo, porque creí que lo sabías, ya que fuiste su mejor amiga en la infancia y ahora estaban retomando esa amistad. Creí que te lo había contado. Él últimamente ha estado extraño y distraído.
—Dígame, por favor. Cuando él desapareció por semanas en la escuela yo no entendí el por qué, pero cuando regreso era otra persona, no era mi amigo el que me gritó que lo dejara en paz y que ya no quería ser mi mejor amigo. Después de aquel suceso, hizo amistad con las personas que se burlaban de nosotros todo el tiempo, y él pasó a ser una de esas personas que se burlaban de mí. Todo ese tiempo lo odié y lo seguí haciendo en la secundaria, hasta que me armé de valor un día y le pedí que me explicara por qué había cambiado, lo cité en un lugar pero nunca llegó y ni se disculpó por ello, me decepcionó y lo siguió haciendo hasta ahora. No sé quién es Bastian Loche, así que dígamelo usted.
Sus labios se fruncieron bajando la vista a sus manos.
—Te diré todo lo que quieras saber, veo que no solo has sufrido por él, sino también que no pierdes las esperanzas de que cambie.
—Perdí las esperanzas hace mucho tiempo.
El café llego a tiempo.
—Bastian, tuvo un accidente cuando era niño e iba en cuarto año contigo en la escuela. Íbamos a visitar a la abuela, Bastian iba en la parte trasera, no vimos cuando el auto venía en dirección contraria a nosotros y nos empujó fuera del puente cayendo al lago. Me golpeé tan fuerte que quedé inconsciente y no supe nada después, hasta que me encontraba fuera del agua. Mi esposo me sacó a mí y a Bastian. Él recibió un golpe más fuerte porque no llevaba el cinturón de seguridad, sus pulmones se llenaron de agua, estuvo a punto de morir. —Hace una pausa —La ambulancia llegó rápido y nos transportaron al hospital, Bastian llegó en un estado crítico, los doctores decían que no iba a sobrevivir la noche, pero lo hizo. Sacaron el agua de sus pulmones y vivió, estuvo en el hospital dos días inconsciente, cuando despertó, no recordó nada del accidente, los especialistas que lo vieron decían que pasó demasiado tiempo sin respirar haciendo que su cerebro no recibiera oxígeno y causara la amnesia. —Levanta la vista, buscando preguntas o comentarios que le haga.
—¿Amnesia? —es lo único que logro preguntar.
—Amnesia Retrógrada. —Dice —No recuerda sucesos o eventos de su pasado. Primero desaparecen los recuerdos más cercanos en el tiempo y luego los más lejanos.
—¿Qué? ¿Está diciéndome que Bastian no recuerda nada de su pasado? ¿No me recuerda a mí?
Mi cabeza comienza a doler, es mucho para procesar. Bastian tiene amnesia, no recuerda nada y todo esto no lo sabía.
—¿Por qué no me lo dijo?
—Él no recordaba nada, había pasado varias semanas sin ir a la escuela y su psicoterapeuta decía que era bueno enviarlo para saber que reacción tenía ante ello. En este caso, las habilidades, aprendizaje y conocimientos generales no suelen verse afectados. Son los recuerdos hechos vividos lo que se olvidan, así que lo enviamos a la escuela. Su maestra estaba al tanto sobre el tema, fue una de las pocas personas a las que se les dio la información, como te digo no quería que nadie supiera sobre ello. Vimos que Bastian progresaba bien, hizo nuevos amigos y siguió así hasta llegar a ser un joven, le explicamos sobre el accidente y decidió seguir.
—¿No preguntó sobre su pasado? ¿Cómo era antes? ¿Qué amigos tenía? —Sacudió la cabeza. Sentí una punzada en mi pecho.
—Lo siento, —tocó mis manos al ver el dolor en mis ojos, —él quería una nueva vida y eligió no saber su pasado. —Asentí en acuerdo.
Tantas respuestas llegaron a mí con esa confesión. El por qué no me habló en cuarto año, el por qué dejó de ser mi amigo. Cada vez que lo veía hacer su vida sin incluirme mientras yo miraba. Cada punzada de decepción y dolor al verle la mirada de ¿Quién eres? Bastian había cambiado mucho, creí que era su decisión botarme de su vida, no lo fue. La amnesia me borró de su vida, pero cuando estuvo en sus manos de volver a tenerme, no lo hizo.
Eligió no incluirme en su vida, otra vez.
Fui solo un olvido.
No lo culpo. Tenía una nueva vida, nuevos amigos y muchas experiencias vividas ¿Para que recordar el pasado? ¿Para qué seguir con los viejos amigos, si tenía demasiados? Tenía popularidad con las chicas. Mejor dejar el pasado en su lugar, y vivir el presente construyéndose un futuro.
Bastian había decidido antes de no tenerme, y ahora habíamos retomado nuestra amistad ¿Eso decía que me quería de vuelta en su vida? ¿Acaso me recordaba?
—Gracias, por decírmelo. Disculpa, tengo que irme. —Dejé dinero del café y salí lo más rápido que pude, alejándome de la mamá de una persona que formó siempre parte de mi vida como un fantasma y ahora que sabía la verdad me preguntaba si quería darle vida al fantasma que vivió conmigo mucho tiempo. Si al caso podría darle una oportunidad, para retomar esa amistad vieja y polvorienta que se enterró profundo, y ahora pedía a gritos mi atención. La pregunta era ¿Estaba preparada?
***
Lo primero que hice cuando entré a clases ese día fue buscarlo y me decepcioné al no verlo. Me senté en mi lugar de siempre, decidida a no ocultarme en el asiento de atrás, llegaron los demás estudiantes hasta que se llenó el salón, no había rastro de Bastian. Diez minutos después de inicio de la clase, él apareció y se sentó a mi lado.
—¿Mal día? —pregunté una vez que estuvo sentado.
—¿Has decidido hablarme otra vez? —alzó una ceja e hice una mueca. —Mi alarma no me despertó. —Respondió a mi pregunta.
—Deberías comprar otra.
—Tal vez debería.
La clase fue retomada por el profesor y solo con esa pequeña conversación sabía que lo tenía. Compartí la clase de Física con él y también charlamos hasta que llegamos a la cafetería.
—Hola —saludé a Even y Ray, que se encontraban muy ensimismados en una conversación que tenía a mi amiga con las mejillas rojas. Ambos se giraron al verme a mí y a Bastian juntos, y alzaron una ceja tan perfecta que los odie.
—Ustedes también —bufé. Me senté junto a mi amiga y Bastian a mi lado.
—¿Han hecho las paces? —preguntó Ray.
—Algo así —respondí.
—Me habló en calculo —ese fue Bastian.
—¿Están libre este viernes? —lancé la pregunta haciendo que todos se detuvieran de comer. —¿Qué? Nunca salimos los cuatro juntos. —Me encogí de hombros.
—¿Tu haciendo planes para el viernes con nosotros? —puse los ojos en blanco.
—Yo lo estoy –esa fue Even. Le sonreí por estar de acuerdo conmigo y no atacándome, fulminé a Ray.
—Está bien, salgamos el viernes.
Miré a Bastian.
—Sería genial.
Con una sonrisa retomé mi almuerzo y comencé al ataque.
El curso de la semana fue bien para mí, buscaba cada momento libre para hablar con Bastian, lo conocí más y estuve en acuerdo en que había cambiado mucho. Hasta que llegó el viernes.
—¿Por qué cambiaste? —hice la pregunta tan ligera como pude hacerla sabiendo la respuesta. Habíamos salido a cenar hamburguesas y ahora nos encontrábamos en el parque mirando las estrellas, Even y Ray se encontraban a una buena distancia de nosotros dándonos espacio.
—¿En qué forma?
—Dejamos de ser amigos, comenzaste a ignorarme e hiciste bromas. Éramos los mejores amigos, solo nosotros dos.
Miró las estrellas buscando las respuestas en ellas, después de varios minutos en silencio habló.
—Las personas cambian. A veces lo hacen por ellos mismos, y a veces no deciden hacerlo. Yo soy de las personas que el destino decidió cambiarme. —Hizo una pausa —¿Me creerías que si volviera en el pasado cambiaría el daño que te hice? —me miró a los ojos con tal intensidad, que me sentí mareada.
Si no supiera lo que sabía de él, tal vez en otra ocasión yo le hubiera dicho que no, pero ahora solo me quedaba ser franca con él.
—Si.
Seguimos caminando bajo el cielo estrellado que me resultó más que bien. No volvimos a tocar el tema.
***
Bastian y yo, volvimos a ser los mejores amigos desde esa noche estrellada. Llevábamos semanas hablando y bromeando, que se me olvidó que no me recordaba en el pasado, aunque yo le dije que fuimos amigos antes. Es como si fuera un nuevo Bastian y comprendí lo que él hizo cuando se le dio la oportunidad de saber su pasado. Él quería mantener vivos los recuerdos del presente y yo igual lo quería así. Ya no me importaba el pasado.
—Llevas corriendo en la cinta mucho tiempo ¿Por qué no lo dejas ya? —preguntó a mi lado. Había dejado de evitarlo en el gimnasio y ahora asistíamos a la misma hora. A veces el entrenador me reprendía, porque no hacía nada cuando hablaba y reía con Bastian.
—Cierra la boca —dije a penas con un aliento. Quería pasar más tiempo en la cinta y demostrarle al entrenador que podía. Mis piernas estaban llegando al máximo, así que di un último Sprint y salí de la cinta.
—¿Qué te parece ir a tomar un helado?
—Tentándome después de que me acabo de matar en la cinta correr. —Subió y bajó un hombro.
—Solo es un helado.
—Está bien. —tomé la toalla que me tendía para secarme el sudor, recogí mis cosas y salimos para tomar el helado.
Llegamos a una heladería bonita. —Así que aquí estamos sentados en una heladería después de hacer ejercicio.
—Solo podrías disfrutar del helado ¿Por favor?
Y lo hice, disfruté del mejor helado que había probado.
—¿Puedo pedir otro? —pregunté batiendo mis pestañas, a lo que hizo reírse.
—Por dios, eres peor que cualquier chica que he conocido. ¿Coqueteándome por otro helado? —bromeó. Saqué mi puchero, lo que hizo su risa más fuerte. —En definitiva, eres la peor.
—¿No me quieres invitar otro helado? —comencé a llorar falsamente. —¿No me quieres? —hice lagrimas falsas filtrarse.
Obtuve la atención de los clientes que lo miraban negando la cabeza, como si fuera el peor novio, que no me quería invitar otro helado.
—Lina, mira lo que estás haciendo —comenzó a hiperventilar, una fina capa de sudor surcaba su frente.
—¿Ahora me estás culpando? —lloré más. Esta vez los clientes se veían molestos.
—Lina —siseo —Por favor. Te compraré otro helado, pero deja de llorar. —Inmediatamente borré las lágrimas y ensanché una sonrisa de suficiencia.
—Que sea de vainilla.
Diez minutos después, nos encontrábamos fuera de la tienda de helado y yo comiendo mi paleta fría. Bastian estaba más molesto de lo que vi.
—¿Enserio? ¿Llorar enfrente de esas personas para hacerme quedar como un asno? —su voz sonó fuerte, haciendo que me estremeciera.
—Solo fue una broma.
—¿Una broma? —rio falsamente —Vaya tipo de bromas —sus labios estaban en una línea fina y tenía la mandíbula apretada. Caminó más rápido dejándome atrás.
—¡Bastian! —grité detrás de él. El helado ya no me parecía tan importante. —Vamos fue solo una broma.
No se giró. Comencé a asustarme de perderlo otra vez. Corrí hacia donde se encontraba y tiré mi helado en el intento —Espérame, por favor. —lloriquee.
Se detuvo, pero no se giró.
—Solo fue una broma, perdóname. —Mi voz se rompió. Estaba segura que esta vez sí lloraría de verdad. —¿Bastian? –sus hombros se sacudieron, creyendo que lloraba, me acerqué más a él tocando su hombro —¿Bastian? —cayó de rodillas riéndose a mis espaldas.
—Tu cara no tiene precio. Hubieras visto cuando me enojé contigo, estabas a punto de llorar, —la tristeza cedió el paso al enojo.
—¡Estabas jugando conmigo! —empuñé las manos.
—Tú me hiciste una broma, así que yo tuve la mía.
—Eso es…—hice una pausa —¡Casi me haces llorar de verdad! —le grito.
—Y me hubiera gustado que lo hicieras si me hubiera aguantado más la risa.
—¡Tonto! —lo empujé a un lado. Caminé fuera de su alcancé para irme.
—¡Lina! ¿Enserio?
—¡Déjame!
—Solo era una broma. Los dos tuvimos nuestro momento de aprietos.
Corrió hasta alcanzarme y detenerme. Tomó mi rostro en sus manos para que lo mirara. —Solo era una broma, no te enojes —hizo un puchero. —Perdóname, ¿por favor? —Bajé la mirada a mis pies. Sin previo aviso me acercó a su cuerpo en un abrazo reconfortante y me besó la parte superior de mi cabeza dejando su barbilla descansar en ella. El simple gesto me derritió por dentro.
—¿Me perdonas?
Cerré los ojos para memorizar el momento que mi memoria recordaría por siempre.
—Te perdono —respondí con la voz aplastada con su pecho.
***
—¿Lleváis tanto tiempo juntos y todavía no le dices lo que sientes por él? —negué con la cabeza. —¿Y cuándo le dirás?
—No sé si lo haga. Creo que él no parece compartir los mismos sentimientos que yo.
—¿Qué? Claro que los comparte, estarías tan ciega para no verlo.
—Somos los mejores amigos, puede que este viendo cosas que no están ahí —puso los ojos en blanco.
—A veces me pregunto si tienes algún coeficiente de intelectualidad.
—Even.
—Mira, solo ármate de valor y díselo a Bastian.
—¿Decirme qué? —la voz de Bastian se encontraba a mis espaldas.
—Que tenemos examen sorpresa hoy. —Even revoleo los ojos y se fue.
—Nos vemos después.
—¿Enserio?
—Creo que sí. Escuché a unas chicas en el baño —otra mentira que anexar a mi expediente. Pronto sería la mejor mentirosa.
—Entonces será mejor que estudiemos ahora. —Sacó sus apuntes y se sentó en el pasillo, hice lo mismo.
—¿Bastian? —levantó la vista de sus apuntes, me sentí mal por mentirle que había examen sorpresa y también quería decirle sobre mis sentimientos.
—¿Si?
—Nada. —Me centré en mis apuntes.
Él tampoco diría nada. Era mejor así.
Entrando a la clase de física el profesor anunció que había examen sorpresa. Creo que era pésima en las premoniciones. Alivió mi consciencia, de mentirle hace un rato.
—Gracias por avisarme del examen —me dio un beso en la mejilla. Sonreí.
—De nada.
—¿Y cómo te fue en el examen? —preguntó fuera del aula.
—Bien. ¿Y tú?
—Creo que bien.
Salimos a la cafetería, donde nos detuvimos ante la imagen de dos personas besándose con pasión en nuestra mesa. Abrí la boca en una completa O.
—¿Nos equivocamos de mesa? —pregunté.
—No lo creo.
Caminamos hacia ellos con estupefacción.
—¿Podrían explicarnos cómo es qué pasó esto? —le lancé una mirada interrogativa a mi amiga, para que empezara ella. Me había estado diciendo que Ray no era el chico que creía conveniente, que el sentimiento no era recíproco y que quería evitarlo a toda costa, y ahora me la encontraba metiendo su lengua en la boca de él. Sus mejillas se tornaron rojas, al menos tenía vergüenza.
—Nos acercamos y nos besamos, si es lo que quieres saber. —Respondió Ray, lo fulminé con la mirada.
—No es a lo que me refiero y lo sabes.
—¿Qué? Era obvio que pasaría, nos gustamos. Tarde o temprano se darían cuenta. —Entrelazó las manos de él con las de Even. Dejé pasar los arrumacos y besos fugaces de ellos, cuando me encontraba en la mesa tratando de comer mi almuerzo sin vomitarlo. Bastian solo sonreía.
—Déjalos ser felices.
—Solo si al menos dejan de meter la lengua el uno con el otro en sus bocas ante mí, mientras como mi almuerzo.
—¿Y tú? ¿Cuándo tendrás un novio? —mis mejillas se pusieron rojas.
—¿Por qué lo preguntas?
—Curiosidad ¿No te gustaría tener un novio al cual besar todos los días? —mi mente viajó a un lugar a solas con él. Mis mejillas ardían ante el pensamiento.
—Con el tiempo sí.
—¿Y ahora? —se removió en su silla incómodo.
—No lo sé.
—¿Qué me dices de ti? ¿Tienes novia? —sonrío.
—La verdad no. Pero, hay una chica a la que quiero invitar a salir a una cita, pero no sé si ella me acepte.
Me puse tensa. Le gustaba una chica. Claro, él tenía su vida.
—Deberías hacerlo. A ella tal vez también le gustes.
—Podría ser posible. —se encogió de hombros.
—¿Te gusta alguien Lina?
Me sonrojé.
—¿Por qué la pregunta?
—Curiosidad.
—Si. Hay un chico que me gusta.
Asintió con la cabeza. Y no me dijo nada más.
***
—¿Así que como pasó que no me di cuenta?
—Desde que estás con Bastian, no te das cuenta de nada.
—Lo siento.
—No importa. Sé que es importante para ti recuperar el tiempo perdido. —Me dio una sonrisa honesta.
—Entonces.
—Pasó. Sé que lo evitaba y decía que no era mi tipo, pero después de varios días evitando sus cortejos y palabras hermosas, me atrapó. Es un chico dulce, con buenas intenciones, me trata muy bien y tiene toda mi atención.
—No quiero que te rompan el corazón.
—No lo hará.
Pasé la tarde en el gimnasio con Bastian. Lo veía muy distante y callado cosa que no era de él, siempre estaba jugando y bromeando conmigo.
—¿Qué pasa? —le pregunté fuera del gimnasio después de terminar nuestra rutina de ejercicio.
—Nada.
—Oh vamos, Bastian. Aquí pasa algo ¿Me vas a decir?
Dejó escapar un suspiro.
—Eres mi mejor amigo y no quiere que estés distante conmigo ¿Hice algo?
—No, no hiciste nada.
—¿Entonces?
—¿Bastian? —la voz de una chica estaba acercándosenos a paso apresurado y con una sonrisa en los labios. —Es raro verte aquí, no te he visto desde la secundaria. ¿Cómo haz estado?
Bastian está conmocionado por la aparición de esta nueva chica que desconozco.
—Hola, Violeta. Un gusto verte, —está sonriendo, el saluda de beso en la mejilla y eso me pone algo frustrada. Toso para que se den cuenta que sigo presente.
Bastian se percata de mi y me presenta. —Ella es mi amiga Lina, estudia conmigo en la misma preparatoria, y venimos juntos al gimnasio. Lina, ella es Violeta, una vieja amiga y muy querida de la secundaria. —él sigue sonriéndole.
Le sonrío forzosamente.
—¿Qué te parece si vamos a tomar un café? Ya terminé mi rutina. Apenas comencé hoy en este gimnasio, y tengo que contarte muchas cosas. ¿Recuerdas a Amy? No sabes de lo que me enteré.
—Oh si, solo que…—se giró para verme. Es obvio que quería irse con ella y no conmigo. Así que yo sola me saqué del juego.
—No te preocupes por mí, puedo irme sola. Ve con ella, deberán de ponerse al corriente. —sonreí.
—¿Segura?
—Claro.
Y sin más, lo dejé ir con esa chica, que nunca pensaría que me iba a quitar alguna vez de su lado.