Tenía en la punta de la lengua las palabras indicadas que durante unos diez minutos había reflexionado y no me dejaban en paz. Habían pasado exactamente ocho horas desde que había permitido que Thomas y la rubia me acompañaran. El clima era favorable; la temperatura había bajado lo suficiente como para que comenzará a nevar, ideal para ocultar nuestro rastro. Sin embargo la chica no tenia la ropa adecuada para soportar el frío y seguir caminando por mucho tiempo. No podíamos usar un transporte y tampoco debíamos permitir que alguien nos viera en caminos y lugares públicos. Había demasiada seguridad; el ejercito principalmente había instalado operativos de rastreo fuera y dentro de cada ciudad y pueblo. Ahora las autoridades humanas tenían las armas adecuadas para acabar con todos los de