Capítulo 10. Lección 3

2043 Words
Su día en las oficinas del poder judicial no lo habían relajado mucho, cuando salio aun se sentía tenso, algo le molestaba y no era la intromisión ni tampoco la curiosidad de la señorita Olivia, sino esa fotografía qué ella había tomado y le recordaba el pasado y también el futuro qué le esperaba al retornar a casa. Suspiro y estaciono el auto frente a la universidad. La contempló desde su auto por un momento, no tenia nada de particular, las universidades de Europa eran obras de arte comparadas con ese edificio plano, pero en cierto modo extraño, era atractivo si lo veía desde una perspectiva minimalista, con hermosos jardines verdes a su alrededor y luces que yacian debajo para proyectar luz desde el suelo. Tomo sus cosas y salió del auto, acomodando su maletin en uno de sus hombros, luego camino por el pasillo qué conducía a la biblioteca y ahí, como en sus anteriores lecciones, ella ya esperaba. Estaba apoyada contra una pared, mientras movía levemente su cabeza siguiendo el ritmo de una canción que sonaba en sus auriculares. Sebastián sonrió instintivamente y al percatarse de ello, relajo los labios para mostrar una expresión indiferente, así era como debía ser y verse ante ella, porque de otro modo, su atracción por ella terminaría en un desastre. —Buenas noches—intentó saludarla a Mariana, pero por un segundo, ella siguió con la mirada pérdida en su teléfono. Poco después levantó la vista y sus miradas se encontraron. Sebastián se había parado tan cerca qué solo en ese momento noto que Mariana tenía una cicatriz en la mejilla, era una pequeña línea tenue, pero estaba ahí, eclipsando su piel y él no dudo en comenzar a formularse mil preguntas para resolver solo una. ¿Qué le había pasado? —¡Oh, perdóneme! ¿Dijo algo?—pronunció mientras se retiraba un auricular para guardarlo en su estuche. Sebastián trato de mantener la calma, esa mirada y su cicatriz, lo habían alterado un poco, así que desvió la mirada mientras soltaba un suspiro suave e inaudible para que ella no escuchara ni se diera cuenta lo mucho que le afectaba su presencia. —Nada, solo entremos—la invitó a pasar. Ambos fueron al mismo lugar de siempre, se acomodaron y Sebastián no perdió el tiempo para comenzar la clase, tratando de aplicar el mismo método, tratar de mantenerse serio y sin dirigirle la mirada, pero a pesar de que en un principio, logro su cometido, descubrió qué ese día algo le pasaba a Mariana, se le notaba un poco más dispuesta a mirarlo y él sintió su ojos encima suyo durante mucho tiempo. Cómo si estuviera escudriñandolo, estudiandolo o quizás analizando su rostro y eso destruyó la calma qué él mismo había intentado mantener hasta ese momento. No sabia que estaba pasando, pero se aclaro la garganta, quizás en un intento de recordarse a si mismo que debía controlarse y no dejarse llevar tan solo por una mirada que bien no podía significar nada. Mariana no había hecho ninguna pregunta, ella no las hacia y él sabía que no hacía falta hacerlas porque ella, por lo general, comprendía bien sus clases, pero él siempre hacia una, por mera costumbre. —¿Alguna pregunta?—cuestiono y esta vez se atrevió a mirarla, ella estaba mordiendose un dedo mientras miraba sus notas y ese gesto lo hizo sentirse abrumado porque sus chicas, es decir, las chicas que solía conquistar, lo hacían de forma seductora, pero Mariana tal vez ni siquiera había notado lo que estaba haciendo porque cuando él hablo, ella bajo la mano y lo miró algo desconcertada, como si no lo estuviera estado escuchando. Mariana brió los labios para pronunciar algo, pero en ese momento su teléfono sonó y ella no pudo ignorarlo. Sebastián noto que ella sostenía una pequeña sonrisa, quizás avergonzada por tener que responder, pero ella no ignoraba esas llamadas, al menos no a esa hora, en la primera clase también le habían llamado, casi a la misma hora. ¿Sería algún pretendiente? —Discúlpeme, no tardo—expresó Mariana levantándose de su lugar para responder, solo que en esa ocasión no salio de la biblioteca. Esa noche la biblioteca estaba vacía, no había nadie más que ellos dos, así que avanzó un par de metros lejos de Sebastián, pero se quedo entre un par de estantes de libros. Mientras él intentaba guardar sus pertenencias, la observó o al menos lo que los libros le permitieron hacerlo. Ella estaba sonriendo, una sonrisa natural y poco frecuente en ella, pero ves esa expresión lo hizo sentirse aun más confundido. ¿Quién podía ocasionar una sonrisa así en ella? Permenecio quieto mientras pensaba en lo que había aprendido de su condición, el tdah causaba qué quienes lo padecían sintieran más intensas las emociones, no había un punto medio entre lo que podían sentir, es decir que si se sentían alegres, tal vez se mostraban más dispuestos a interactuar o en su caso a observarlo mientras daba la clase, pero de ser eso cierto. ¿Qué había causado su alegría? Estaba comenzando a comprenderla, aunque había muchas incógnitas qué siempre lo dejaban en el abismo de la ignorancia porque no tenia todos los datos para llegar a una conclusión, además de que en cierto modo, le molestaba qué ella aun no pusiera su atención en él. “Si tan solo tuviera una oportunidad, de poder acercarme a ella más que solo como su profesor” Descarto la idea enseguida, porque se dijo a sí mismo que su atracción por ella debía detenerse, pero era difícil, nunca había hecho algo como eso. —Disculpeme, pero debía contestar—dijo Mariana al acercarse. Ella paso la mirada por la mesa y al darse cuenta de que él ya estaba listo para irse, alzó las cejas ligeramente—¿Ya terminamos con la lección de hoy? —Emmm... De hecho si, aunque si tiene alguna duda, puedo sacar todo de nuevo—propuso Sebastián, sonriendo como lo habría hecho a cualquier otra chica y Mariana soltó una pequeña risa. —No, no hace falta, de hecho la lección de hoy fue bastante entretenida—respondió tomando su bolso y colgando lo en su hombro para guardar sus pertenencias. —¿Entretenida?—cuestiono algo ofendido, pero feliz de poder hablar con ella de esa forma tan casual—¿Mis clases te parecen aburridas? —No—ella desvió la mirada, aun sostenido una tenue sonrisa—bueno, no todas. —Eso me rompe el corazón, aunque eso responde el porque no te agrado—expresó Sebastián en modo de queja y ella volvió la mirada hacia él, parecía confundida. —¿Le he dado esa impresión?—sus mejillas se ruborizaron y abrió la boca, sorprendida. Sebastián la observó atentamente. No esperaba tener una reacción así, de hecho al principio él habría jurado qué ella lo hacía apropósito, pero ahora conociéndola un poco más a fondo, entendió que era verdad que ella ponía muy poca atención a los que pasaba a su alrededor. —Tal vez un poco—dijo avergonzado, pero pensó que si no lo hacía, quizás no habría otro momento para platicar de esa forma. —Perdón, ya me han dicho que parece que estoy enfadada todo el tiempo, pero en realidad estoy pensando—intento justificarse mientras inclinada la mirada, avergonzada por no ser lo suficientemente atenta. —No se preocupe, entiendo, he notado que es bastante reservada y eso no esta mal, si no quiere hablar con las personas tampoco esta obligada a hacerlo—dijo para intentar justificarla porque, a pesar de todo lo que se había estado diciendo para intentar reprimir su atracción, finalmente había una ventana abierta para él y desaprovechar la de esa forma iba en contra de todo lo que él era. —Supongo, pero tampoco puedo ser descortés si intentan hablarme, eso no sería educado de mi parte—respondió Mariana luego de un segundo de reflexión. Sebastián se sintió un poco más a gusto con ella, porque era la primera vez que podía conversar con ella y aunque trataba de ser cuidadoso, descubrió qué tal vez Mariana entendía qué no podía permitir qué el tdah controlará su vida y de ser eso cierto, tal vez él la había subestimado porque, después de todo, Mariana había nacido y vivido así toda su vida. —¿Entonces no le desagrado?—quiso saber, quizás en un intento de aferrarse a lo que sentía por ella, quizás Mariana no era tan diferente como la describía todos los artículos qué había leído y todo lo que su psicóloga le había dicho. —No, creo que no—expresó Mariana, aunque su expresión dijo lo contrario y Sebastián lo noto, que tal vez estaba mintiendo o era demasiado humilde para decirle si algo le incomodaba de él, pero no quiso indagar mucho en ello, para no incomodarla, sin embargo, no se quedaría con la duda. —¿Quiere que la lleve a su casa, señorita Aguilar?—propuso y miro el reloj, ya era tarde para el transporte público, justo lo que él había previsto al tener ese horario de clases. —Supongo—respondió Mariana, algo apenada por tener que ceder, no porque le incomodara en esa ocasión el estar con él, sino el hecho de que de nuevo estaba causando molestias—disculpe, yo no pude encontrar a nadie de confianza qué pudiera llevarme a casa. —No se preocupe, no es para tanto y me queda de paso—mintió y Mariana alzó ambas cejas, algo sorprendida. Sebastián se sintió bien después de mucho tiempo, no era como la sensación de victoria qué siempre tenía cuando observaba a sus chicas luego de haberlas poseído, sino que se sintió cómodo con Mariana. Ambos salieron de la universidad y Sebastián se porto como un caballero para ayudarle a subir a su auto y mientras él daba la vuelta, ella volvió a observar a su alrededor, porque su auto se parecía a él en cierta forma extraña, era oscuro ella podía sentirlo. Mariana había observado a Sebastian en algunas ocasiones en las que él ni siquiera se percató de su mirada. Él era extremadamente social, una cualidad qué a Mariana le exasperaba un poco, porque ella no sabia como es que él lograba hablar casi con cualquier persona. Para Mariana, una amistad debía ser selectiva, porque no tenia la paciencia para conservar a muchas personas a su lado, una de las terribles formas en como su tdah se presentaba, ella siempre terminaba sola porque la gente creía que nunca le importaba, por eso pensaba que Sebastián no era precisamente alguien a quien quisiera en su vida, porque tal vez él terminaría siendo igual que esas personas, al final se alejaría de ella. Su buen humor y el porque había decidido ser un poco más empatía con él se debía a que la noche anterior había terminado un trabajo y finalmente lo había entregado. Otra de las formas en como su tdah se mostraba era cuando terminaba un trabajo o proyecto, ella no sabia sentir orgullo por si misma, no sabía celebrar sus victorias. Cuando terminaba algo, ella solo sentía alivio de tener tiempo para hacer algo más y solo eso, su alegría no se debía a su logro, sino a que esa noche podría hacer algo más que estar frente a la computadora trabajando. Su mente había estado ocupada en ese trabajo las últimas dos semanas, por esa razón su mente se había negado a no pensar en otra cosa que no fuera el trabajo. Las lecciones con Sebastián habían sido al principio algo tedioso porque le quitaba tiempo para trabajar, pero ahora que estaba libre, finalmente vio lo que su tdah le había causado a su propia imagen desde que el profesor la había conocido. —¿Te gustaría un café?—propuso Sebastián cuando arranco el auto, esta vez pensaba invitarla a que ella misma eligiera el sabor de su preferencia y aunque Mariana sabía lo que el café le provocaba, acepto porque aún se sentía apenada con él, así que bajo cuando Sebastián se estaciono en la misma cafeteria de la última vez.
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