CAPITULO 1

1490 Words
Sentí las suaves manos de Aniza colocar correctamente el niqab, mis ojos verdes brillaron en el espejo, lentamente levante las manos del delgado vestido que era demasiado parecido a un abaya solo que sin ese desabrido color negro. —¿Crees que algún día pueda salir sin esto Aniza?—Pregunté mientras observaba con cansancio aquella prenda. Ella toco mi mejilla y me dio una sonrisa de lado. —Algún día Jade—Me consoló ella—Tal vez cuando te cases tu esposo no sea tan exigente como tu padre—Baje la mirada abrumada, mi padre siempre decía que una mujer que se dejaba apreciar por los hombres incitándoles lujuria era una completa pecadora a los ojos de Alá. Era por aquel motivo que era un padre completamente sobre protector, nadie había observado jamás mi pálido rostro, solo el, Aniza y mi difunto hermano, Abdel, el único hijo varón que mi padre había engendrado con su primera esposa y el único heredero aparente que pudo haber obtenido el control de Emirato. La tristeza me embargaba con solo pensar lo que la gente decía de mi padre, según ellos Alá lo había maldecido y era fácil pensar ello, pues yo era la única que quedaba viva de su linaje, mi madre Fariha había muerto el mismo día que me dio a luz, con ella una pequeña parte del corazón de mi padre murió, pero eso no termino allí, mi hermano y su primer hijo falleció cuando yo acababa de cumplir los quince en un accidente de auto y por último la madre de este Hana, la primera esposa de papa. Era lógico pensar que todo esto no le pasaba a un solo hombre por coincidencia si no por obra de dios. —¿Aun piensas en lo que dijo Alí?—Ella me observo preocupada—No debes seguir dándole vueltas a eso Jade—Su mirada mostro reprobación. —Es probable que después de la junta que abra hoy en Dubái se decida que mi padre debe dejar lo único que realmente aun lo mantiene vivo, Zafira fue clara Aniza, el tío Alí no descansara hasta verse sentado en el trono del Emirato—Las palabras me salieron con un deje de rencor. Zafira Saadi era mi prima, hija de Alí Saadi hermano de mi padre, Amed, ambas éramos completamente distintas, se podría decir que somos completamente incompatibles. Ella podía salir por la calle portando un simple hayip en su cabeza, dejando a la vista sus ojos color ámbar y haciendo lo que según las leyes una mujer no debía hacer, ¿Pero qué podría decirle yo? Nada, su padre la había dejado criarse sola, dándole lo mejor y apartándola por completo de las creencias, en ocasiones su actitud me hacía pensar que ella ni siquiera creía en un dios. Su dios era la vanidad. Aniza termino con su trabajo y me miro gustosa. —Eres hermosa—Rodee los ojos. —Nadie lo sabrá jamás, no hasta que me quite todo lo que cargo puesto—Apreté los labios. —Aun eres muy joven Jade, pero debes de comprender esto, el hombre que se enamore de ti debe amar lo interior antes de lo exterior, la belleza es solo vanidad—Sus ojos se achinaron, era una mujer un poco regordeta y con algunas canas adornando su cabello castaño oscuro, aunque claro eso era cubierto con el fino velo del hiyab. Asentí, rápidamente, Aniza abrió la puerta y suspire, todo era igual, todos los días lo mismo, perder el tiempo en la enorme casa esperando las burlas de parte de Zafira y las continuas reñidas de Ali. Pero a pesar de la soledad, quedaba algo, los libros, leer era una pasión que mantenía muy escondida, algo mío que nadie más podía arrebatarme, era fantástico poder huir aunque solo fuera mentalmente de las gruesas paredes del palacio. Fantaseaba con algún día poder conocer los lugares hermosos que plasmaban los libros, observar cómo se vestían las mujeres americanas, poder salir sin sentirme recluida conmigo misma. Observe a través de la enorme ventana, a lo lejos observe un auto, mi padre regresaba de su viaje que había durado tres días, seguramente había terminado antes de lo previsto. Me di la vuelta rápidamente mi mano paro en mi pecho. —¡Por Alá!—Dije asustada—¡Acaso quieres matarme Mohamed!—Mi voz sonó un poco afligida, Mohamed era como un hermano para mí ya que era hijo de Aniza, la mujer que me cuido al morir mi madre. Era un chico de veintitrés años, dos años mayor que yo, cabello ondulado y ojos color oscuro. —Vamos Jade, ¿Vas a decirme que no me escuchaste llegar?—Se burló el con una sonrisa ladeada—Llevo varios minutos observándote suspirar mirando la ventana. Reí. —¡Deja de observarme!—Su mirada recorrió mi rostro y este se pintó de rojo, instintivamente baje la mirada. Su mano se colocó en mi barbilla, rápidamente me aleje, me sentía extraña sintiendo su tacto y mucho más cuando estaba así de cerca de mí. Su mirada oscura se conectó con mis ojos color jade, del que provenía mi nombre. —Vaya, vaya, ¿Qué dirá el tío Amed cuando le cuente esto?—Me aleje como si su tacto quemara. —Zafira—Susurre, ella sonrió sínicamente, —La pura Jade en una pose tan comprometedora con Mohamed, el hijo de su cuidadora—Se burló ella, como siempre solía hacerlo. —No estábamos haciendo nada malo Zafira—Nos defendió Mohamed, ella negó. —Tal vez no pero siempre se le pueden inventar un poco de cosillas más, como que jade estaba si su haqab—Me puse pálida ella observo sus uñas sin darle importancia, se dio la vuelta y se marchó con una sonrisa adornando su rostro. Mohamed se alejó apenado y se marchó por una de las puertas dejándome sola a la espera de mi padre, me senté en el mullido sofá intentando olvidar su amenaza. Pero con solo pensar que ella podía decir algo que no paso me daba miedo. Las costumbres del islam eran claras, ninguna mujer turca ni árabe podía llegar usada por otro hombre antes del matrimonio, de ser así era la deshonra completa para toda su familia. Zafira ni siquiera tenía que jugar con eso. Veinte minutos mas tarde observe a mi padre entrar por la puerta, su rostro parecía cansado, mas de lo normal y su mirada delato que no se encontraba bien, pero sin embargo eso no impidió que me dedicara una sonrisa. Mi padre era la persona mas importante para mi, a pesar de ser tremendamente estricto me cuidaba de una manera especial y cada dia me recordaba que era lo que mas le importaba en la vida. La noche había comenzado a caer y la tenue oscuridad empezaba a invadir el cielo. —Jade, es hora de bajar a cenar—A regañadientes baje las escaleras, la mirada burlona de Zafira me quemo en cuanto me senté en la mesa. —¿Qué noticias nos traes Amed?—Pregunto Alí con una sonrisa de suficiencia—Mi padre negó con la cabeza, indicando que no había buenas noticias. —Tengo tres meses, nada más—Musito triste. Podía sentir la tristeza con la que decía aquellas palabras, él siempre se había protegido de todo tras las gruesas paredes de la casa, era un hombre capaz que podía fácilmente llevar el control de uno de los países más ricos sin siquiera resentirlo. —¿No hay nada mas que se pueda hacer?—Pregunte en un susurro, mi padre me miro, su mirada delato algo que por un momento me causó pánico, sabía que lo que iba decirme no me gustaría. —Hay solo una cosa-Suspiro—Pero no estoy dispuesto a permitirlo—Los ojos de Alí brillaron, el sabia de lo que se trataba, debido a que había entablado una conversación telefónica hace dos días con mi padre.. —La única manera de que el gobierno siga en manos de la familia Saadi es que tu, Jade, te cases con un hombre poderoso, que el consejo considere capaz para poder gobernar—Trague saliva. —¿Quién es ese hombre?—Pregunto Zafira esta vez a su padre. —Karim Schneider, su madre es Farah Bin Rashid, hija de Mohamed bin Rashid,  se casó con un Alemán Teodore Schneider el mayor líder de exportación de petróleo en Alemania y uno de los hombres más ricos del mundo—Explico Alí—La familia Bin Rashid considera oportuno que su único descendiente varón que queda sin desposar se case con una mujer Árabe de buen linaje. Trague saliva, jamás había conocido a un hombre árabe-alemán pero sabía que esa era un combinación un poco extraña entre culturas, no sabía que esperar. —Karim vendrá dentro de unos días para conocerlas a ambas, espero que tu hija de mantenga a raya Alí, esta no es una competencia por quien gana su atención, mientras tanto Jade permanecerá en su habitación, no estoy dispuesto a permitir que se case sin amor—La voz severa de mi padre me helo. —Pero padre, es la única opción que te queda permíteme por lo menos conocerlo—Mi suplica fue callada por su mirada. Zafira sonrió, tendría el camino libre para poder hacer las cosas a su antojo, esta no era una batalla justa. —Es tu decisión Jade, solo te pido que no lo veas como una obligación, no quiero convertir a mi única y hermosa hija a un matrimonio por conveniencia, me niego a convertirte en un negocio así tenga que perder mi imperio—Mi padre acaricio mi mejilla, su mirada parecía vacía pero sin embargo sonrió. —Ahora duerme—Asentí. La noche sin duda será larga.
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