Kendra ingresa a su departamento encaminándose a la habitación de Carolina y abre la puerta sin siquiera tocar tomando a la joven por sorpresa y desprevenida mientras leía un libro. — ¡PEQUEÑA ESTÚPIDA! –gritó desquiciada– Fuiste tú ¿no? Tú eres la culpable de mi separación con Alejandro ¡TÚ! ¡MALDITA SEAS TÚ! ¿Cómo me puedes hacer esto? Le presentaste a mi novio a tu amiga y ahora esos dos coquetean frente a mis narices. Kendra había perdido por completo la cordura, parecía una loca, perturbada y desequilibrada mujer acusando injustamente a su propia hermana de separarla del hombre que tanto amaba, cuando la pobre pelirroja no sería capaz de divulgar ni una sola de sus mentiras. — ¿Qué dices? No, eso no es cierto –la pobre de Caro estaba tan nerviosa, asustada y confundida. Jamás habí

