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1221 Words
Salir corriendo fuera de la recepción furiosa. Mi propia hermana me había humillado delante de Randy. Y no sé si me enfurece más que él se haya burlado de mí o que mi hermana le habría dado motivo para hacerlo. Fui al jardín que tenía la recepción y me dejo caer en una banca de hierro atornillada al suelo, delante de esta estaba una pequeña fuente de donde brotaban chorros de agua a cada segundo. Me quedé ahí mirando que hizo tranquilizarme. Respiré hondo y cerré los ojos. Grabé las palabras de Will Traynor “ A veces, tú eres la única razón que tengo para levantarme por las mañanas” algo dentro de mí fue removido, quería que alguna vez un hombre me dijera eso, bueno no exactamente esas palabras pero que fuera de la razón para su felicidad. Cerré fuertemente los ojos para alejar las lágrimas. Estaba pensado que nunca iba a encontrar a un hombre que me amara por como soy y que me hiciera sentir cosas como las que se narran en mis libros. Pero no estaba hecha para el amor y creo que nunca encontraría a esa persona. A mi edad solo tuve un novio en toda mi vida y fue Mark Becker a los 16 años. Tenía 18 años y estaba tan joven como para traumarme con los chicos. Disipe mis pensamientos. Y alejé las lágrimas que iban a salir. No podría creer que iba llorar por no tener novio ¿Acaso estaba perdiendo los estribos? Al parecer sí. ¿Quién quería tener un novio que te cuestionaría y checando todo lo que haces? Sí que estaba loca. Algunas amigas nos habían contado a Emma y a mí que sus novios les revisaban su celular y que no las dejaban tener amigos hombres, peleaban por cosas pequeñas, hasta los reclamaban de por qué no contestaban el teléfono al primer sonido, estas se hacen ideas falsas, de que les estuvieran engañando con otro. Otras chicas lloraban que les había roto el corazón, porque habían encontrado a su novio con otra. Y muchas se lamentaban de que tener novio era algo que te traía muchos problemas a la vida, pero que también te hacía sentir muy bien. Puesto que te han sentido sentir queridas y protegidas por su pareja. Hasta que había salido una vez en el periódico que un chico había quemado a su novia porque pensaba que su hijo era de otro hombre. También hubo un informe de que un hombre mató a golpes a su pareja por celos. Tan solo recordarlo me dio escalofríos. Estaba loca pensando que no tendría novio era lo peor que le podría suceder una chica y pensé bien para mí era lo mejor. Me salvaba de esas cosas horribles y de que me rompieran el corazón.   —Un billete por tus pensamientos. —La voz de Randy me asaltó sorprendiéndome.   -¿Qué haces aquí? —Tomó asiento junto a mí. —Tú hermana se quedó preocupada por ti y me mandó a ver si estabas bien —tuve la vista fija en la fuente. No lo miraría a los ojos después de la vergüenza que pasé allí dentro.   -No debería. Sabe que no me iré sin ella de la fiesta —bufé —Jamie trae el auto. Así que no caminaré hasta mi casa. Por el rabillo del ojo vi que sonrió. —Bueno, si quieres puedo llevarte yo.   Reí. –Al menos que estuviera loca, me iría contigo. De otra forma no veo cómo.   —Eres divertida.   Dejé de reír. Un silencio inundó nuestro espacio.   —Lamento que tu hermana te hiciera pasar vergüenza conmigo. Me imagino que te molestó. —Fue entonces cuando me atreví a mirarle. Hablaba sincero, lo pude ver en sus ojos. No trataba de burlarse como lo hizo hace un momento.   —La que debería lamentarse soy yo, no tú. Fui yo quien me avergoncé a mí misma al mentir con mi novio. —Era cierto. Angie pudo que le dio un empujoncito al que Randy supiera la verdad, si no es que ya la sabía. Pero yo era la única responsable de la vergüenza que había pasado con él y mi hermana.   -¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué mentiste sobre un novio que no existe?   -No quieres saberlo.   —Oh, claro que sí. Me intriga mucho al pensar, porque una chica tan hermosa como tú inventa algo como eso. —Se acomodó para poder mirarme a los ojos. —Cuéntame. Soy todo oído.   -No fuiste de mi agrado cuando te vi. Quería deshacerme de ti, mintiendo sobre un novio que te pateara el trasero —dije —me había funcionado antes, hasta que llegaste tú y desechaste mi única arma que usaba para alejar a los chicos de mí. —Randy pareció sorprendido y asintió.   -¿Por qué querría una chica deshacerse de un chico como yo? —Casi reí, pero no lo hice. Así que reprimí una sonrisa, pero él se dio cuenta.   —Tú eres el tipo de persona de las cuales me mantengo alejada. Personas como tú traen problemas, —ahora fue él quien sonrió.   -¿Y qué tipo de persona soy?   -¿Enserio? tú mismo lo sabes y te enorgulleces de serlo. —Sus ojos brillaban divertidos. –Eres el chico malo del cual todas las chicas mueren por tener. Es un cliché. La chica de familia desobedece a sus padres por primera vez al estar con el chico malo y saber que es romper todas las reglas con él.   —La chica de familia eres tú, y el chico malo soy yo. —Sonrió enseñando sus dientes blancos y perfectos. Asentí Hasta mí oído llegó la canción de John Legend, All of me.  Se escuchaba perfectamente hasta donde nos encontrábamos.   -¿Me concede esta pieza? —Randy estaba parado enfrente de mí ofreciéndome su mano para que la tomara y bailara con él. No muerdo —sonrió y esto hizo que la tomara con una sonrisa en mis labios. Me tomó de la mano haciendo que la pusiera en su hombro y con la otra tomaba su mano. Él hizo lo mismo, pero bajó una mano a mi cadera y con la otra sostuvo mi mano en el aire. Comenzamos moviéndonos lento, miré su pecho y olí su colonia cara. Sentí que él sonreía y dejé de hacerlo. Entonces hice que diera vueltas siempre tomándome de la mano y volví a dar vueltas haciendo que regresara a su pecho donde me atrapó y nos movimos juntos así. Volvimos a repetir el mismo movimiento, pero esta vez reí, me seleccionó bien a su lado. Quedamos frente a frente y lo miré a los ojos. Mi pecho estaba palpitando fuertemente y fue cuando hizo que me inclinara hacia atrás. Sonreí Me volví a inclinar libremente y bailamos dando vueltas juntos alrededor de la fuente, pero nunca perdimos la conexión de la mirada. La canción estaba llegando a su fin.   —Bailas muy bien, -dijo cuando John Legend dejó de cantar.   —Tú también, —retribui. Casi la mayoría de los chicos no les gustaba bailar y no lo hacía bien, pero a veces me llegaban a sorprender cuando lo hacían. Randy era uno de los buenos bailarines.   —¡Becky, tenemos que irnos! —nos giramos para verla. Estaba parada en la puerta trasera de entrada a la recepción.   Me giré para ver a Randy. —Adiós.   Me despegué de su lado caminando hacia mi hermana. Y lo escuché decir detrás de mí:   -No es un adiós. Es un hasta pronto.
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