Luke recordaba vívidamente las heridas dispersas por la espalda de Millie semanas atrás, ella le había dicho que le pidió a su novio que se las hiciera, pero ahora estaba seguro de que mentía. La idea de que ese bastardo estuviera haciéndole lo mismo en ese preciso momento hizo que la furia recorriera sus venas junto con una oleada abrumadora de pánico. Sin pensarlo dos veces, Luke corrió hacia su coche, él conducía como un loco, y en cuestión de minutos llegó frente al departamento de Millie. Al bajarse, se dirigió a la puerta a toda prisa, vio el timbre, pero tocarlo era lo último en su mente, de una fuerte patada, la puerta se abrió de golpe y él irrumpió en la casa, entonces su sangre hirvió como lava al contemplar la escena ante él. Millie estaba acurrucada en un rincón, llorando y