El regalo

1372 Words
David  Tres veces en mi vida le he pedido ayuda a mi padre para algo. La primera cuando me fui a vivir con Luz a México, la segunda cuando mi Sila llegó a alegrar mi vida y la tercera, hoy el día que encontré mi hogar.  El piso de mis sueños, el de Sila y ahora el de Luz, porque después de que le envié las fotos ella enloqueció de lo ideal que es por su gran parecido al que vivíamos en México, sin embargo no está en renta, si no en venta y desgraciadamente por mi cuenta no cuento con el dinero suficiente para comprarlo, por lo que tendré que volver a acudir a la persona que si tiene.  Así que mientras me dirijo a la casa de mis padres en Madrid, esa bonita que pocas veces usan ya que prefieren vivir en Ibiza, pero que ahora se ha vuelto parte de su día a día debido a que mi madre se siente mejor aquí cerca de Ainhoa.  ―¡Dah! ― Grita Sila abriendo las manos emocionada cuando ve a Fátima abriendo la puerta. ―¡Mi Sila hermosa! ¡Mi bella nieta! ¿Quieres tantito arroz con leche calientito?  Sila sonríe y luego me voltea a ver como si me pidiera permiso―¿Quieres? ―Ella asiente y luego le enseña a bebé. ―¿Qué significa eso?  ―Qué bebé también quiere comer.― Hablo orgulloso  interpretando este nuevo idioma que mi hija usa como medio de comunicación. Luego estornuda.  ―¡Ay! Salud.― Contesta Fátima y yo le limpio la nariz―¿Cómo va eso de las alergias?  ―Tiene de todo, le hicieron una prueba y salió casi de todo, lo que más me preocupa es el riego a asma, pero eso aún no es seguro, tal vez más adelante.  ―Diferente ser pediatra a ser pediatra y padre ¿cierto?  ―Me asusta más, creo que le diré a Luz que la dejamos con mi colega para que lleve el historial de Sila y yo lo revisaré y tengo acceso a los archivos cuando deseé, soy su jefe.― Bromeo.  Mi madre se ríe y Sila lo hace también, supongo que se deja llevar por el ambiente, en pocas palabras Sila se adapta y eso es lo que me gusta de mi hija, porque la hace una niña tan agradable, de buen carácter y corazón cualidades únicas de su madre y que tanto Luz como yo potenciamos lo más que podemos.  Entramos a la sala y enseguida Elena se acerca.― Mira, te presento a mi nieta, la hija de David presume a mi madre.  ―¡Qué bonita! ¿Cómo se llama?  ―Sila, significa Cecilia.  ―¡Felicidades joven David! Me da mucho gusto.― Me dice con una sonrisa.  ―Gracias Elena.  ―Traeme un poquito de arroz con leche para la niña, en los platitos nuevos que le compré ayer.  ―Sí, señora.  Elena se mete a la cocina y mi madre se sienta sobre el sofá. Sila le muestra a bebé y hace ruidos explicándole algo, si Luz estuviese aquí ya hubiese tomado una foto del momento. Sila le sonríe a su abuela, la abraza y le hace cariños mientras toca con sus manitas su mejilla y mientras esto pasa vuelvo a recordar el momento en qué nació, cuando la tuve entre mis brazos tan pequeñita y débil y hoy se ve tan regordeta y feliz, con esos ojos verdes y su cabello n***o azabache que tanto me gusta acariciar.  ―Dicen que un hombre puede tener dos primeros amores...―Contesta mi madre.  ―Soy picaflor, yo tengo muchos amores.―Bromeo y ella sabe que hablo de ella, de Sila, Ainhoa y Luz y supongo que de las dos niás que me han pronósticado. ―Madre ¿y mi padre?  ―Se encuentra en el despacho.  ―Iré a hablar con él ¿puedes quedarte con Sila tantito?  ―Sí, así aprovecho para mostrarle la ropa que le he comprado, sé que le fascinará.  ―Madre, ya te he dicho que no le compres tanto.  ―Eso díselo a tu padre, que cada vez que ve algo lo quiere para ella.― Consta. ―¿Te quedas con la abuela? ― Pregunto y Sila aplaude al ver el arroz con leche.  Mi madre se ríe.― Ve, yo la cuido, no pasa nada.  Sonrío, ver a Sila tan feliz me hace más feliz a mí, así que la dejo con su abuela y atravieso el pasillo hasta el despacho, que se encuentra justo al fondo de éste para tocar la puerta y escuchar la voz de mi padre.  ¡Adelante!   Abro la puerta y cuando nos vemos él sonríe―¡Hijo! ¿Qué milagro? ¿qué te trae por aquí? ― Me da una cálida bienvenida mientras se pone de pie para abrazarme―¿Trajiste a mi hermosa nieta?  ―Sí, está afuera con mamá.  ―Quédense a cenar, hay muchas cosas que quiero darle.  ―Gracias papá, pero no le compres tantas cosas, no me la consientas mucho.  ―¡Claro que sí! Es mi nieta y a todos mis nietos los consentiré lo que yo desee.― Me advierte.  Me río bajito y luego me siento sobre el sofá seguido por él que se siente en el de enfrente.  ―Dime hijo ¿en qué puedo ayudarte?  Suspiro, lo hago hondo porque estoy tratando de encontrar las palabras exactas y a la vez hago cálculos en mi cabeza de cuánto necesitaré.  ―Sila y yo fuimos a buscar pisos para rentar.― Empiezo.  ―¿Cuánto? ― Habla.  ―¿No me dejarás explicarte? ― Digo  ―David, eres un hombre que jamás me pides nada pero cuando lo haces es porque lo necesitas, eres muy orgulloso y venir hasta acá es importante para ti.  Al escuchar las palabras de mi padre, saco de la bolsa de mi abrigo el papel que me dio Belinda y se lo entrego. Él lo tomo y comienza a leerlo.  —Pensé que era para renta, pero en verdad es compra. Nos encantó a los tres, especialmente a Sila y no sé porqué, supongo que le recuerda un poco a los colores de nuestro piso en México.  —Ya veo.  —Es un préstamo papá, posiblemente tarde algo en pagarlo porque ya tengo el préstamo pasado, pero te prometo que haré un historial de pagos y te… —Yo te la regalo.— Interrumpe.  —¿Qué?  —No a ti, ni a Luz, a Sila.. se la regalo.  —¿Pero? —Seré mejor abuelo que padre y espero que a través de ellos yo pueda resarcir mis errores, así que con todo gusto y mi corazón quiero ser la persona que le regale a su primera nieta, su primer lugar, porque su padre se lo merece, su madre también y después del increíble recorrido que ha sido su nacimiento, ella se lo merece más. Sila, nació en un mundo con un destino que parecía desconocido y ahora yo le daré su nuevo hogar.  ―Padre… ¿si te das cuenta que nos comprarás una piso?  ―Sí y cuando Ainhoa necesite algo se lo daré sin más… ¿de qué me sirve tanto dinero si no puedo ayudar a mi familia?  Me pongo de pie de inmediato y llevado por la alegría de sus palabras le doy un abrazo.  ―Gracias, muchas gracias, en verdad no sé qué decir.  ―Decir, nada, hacer… todo, sé mejor padre del que yo fui, no hagas lo que yo hice y ama mucho a esa pequeña y todos los que vengan… Sé el David Canarias que eres. Ahora, llévame con Sila que su abuelo necesita tomar unas clases de origami con su padre.  Sonrío.― Será un honor enseñarte origami.  ―Así que vamos, y mientras caminamos haz la oferta a la corredora, porque me urge decorar el cuarto de Sila.― Habla con una sonrisa.  Entonces, mi padre nos regaló de esta manera, nuestro primer hogar, uno donde sé que Sila crecerá amada, segura y sobre todo muy, muy feliz. 
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