Llegué al salón de clases hecha un lío, decepcionada, sacando conclusiones antes de tiempo. Mi mente estaba divida, por una parte, me decía que no lo juzgue por conocer a ese grupito, ni siquiera podía asegurar que tan cercanos eran; por otro lado, mi mente me recordaba no volver a vincularme con ninguno de ese grupito o saldría lastimada, sobre todo, sabiendo ya la fama que tenían.
No pude evitar estar pendiente de cualquier nueva notificación en el móvil, renegaba al darme cuenta que no prestaba atención a clase por estar pendiente de él y eso me molestaba aún más. ¡No podía estar queriendo que me escribiera! Así pasó la primera hora de lenguas oriundas II, tuve que pedir permiso al profesor a cargo para poder aclarar mi mente.
Esto no era normal en mí, pensaba en la causa de mi inesperado interés en el recién conocido mientras enjuagaba mi rostro, hasta que una idea (que explicaría toda esta situación inusual en mi) apareció en mi mente: Mis pocas probabilidades de que no fuera parte de ese grupito y que toda esa escena haya sido simplemente una coincidencia.
— Estaba empezando a creer que realmente me gustaba. — Sonreí al espejo aliviada antes de regresar a clases fuera de cualquier distracción en mente.
Regresé al salón de clases más relajada, planeaba ir a la oficina del profesor de literatura en cuanto terminara esta clase para obtener más información del trabajo que había dejado, ya encontraría una excusa para explicarle al profesor que más admiración tenía de no estar muy bien enterada de su proyecto; hasta tanto me enfoqué enteramente en esta clase.
El atardecer estaba dejando un espectáculo hermoso a la vista cuando el profesor anunció que la clase había culminado. Salí de allí con dirección al edificio donde se encontraba la administración y las oficinas de los profesores de nuestra facultad; estaba ya en la planta baja cuando lo vi plantarse delante de mí, le sonreí con la misma sonrisa que muestras a alguien que recién conoces y estás evaluando.
— Voy a suponer que no respondiste mis mensajes porque estabas muy ocupada y no porque decidiste hacerlo intencionalmente. — Tan directo.
— ¿Por qué querría evitar a mi compañero de trabajo? — Resopló, inclinó levemente su cabeza mostrando disconformidad.
— Estábamos llevándonos tan bien hasta que el equipo de lacrosse apareció, ¿me explicas? — Moría de ganas por preguntar y salir de muchas dudas, pero no estaba en posición de hacerlo, ¿quién era yo para él? Una simple recién conocida. — Sabes de mi interés por ti y por lo mismo quisiera saber que…
— ¿Son tus amigos? — No había pensado correctamente mi pregunta y ya la había soltado, ahora esperaba impaciente porque su respuesta fuera la que yo deseaba.
— Más que amigos somos parte de una misma familia, por decirlo así. — Eso era peor de lo que estaba esperando.
— Así que, ¿estás con ellos? — Quería asegurarme que no fuera un mal entendido.
— Bueno, yo los dirijo, no pertenezco al equipo aún si eso te inquieta, pero sí, ellos son mis chicos. — Parecía estar orgulloso de sus palabras. — ¿Por qué la curiosidad? ¿Has hablado con alguno antes? Son muy sociables hasta dónde tengo entendido. — Sí, muuuuy sociables.
Recuérdame porque procuro no tener expectativas a la próxima.
Suspiré decepcionada, no quería juzgarlo, pero inevitablemente lo tenía que hacer. Pool era un chico interesante de quien hubiera estado gustosa conocer, sin siquiera pensar en su atractivo físico, tenía potencial para ser un buen amigo, mas no estaba con ánimos de enfrentar nuevamente al grupito destructivo y ser arrastrada en sus líos.
— Creo que lo mejor es evitarnos, — abrió levemente los labios en señal de desconcierto — iré a hablar con el profesor en este momento, haré el ensayo por los dos no tienes que preocuparte, solo borra mi número por favor.
No dejé que hablara, simplemente giré sobre mis talones en dirección contraria a él. “Es lo mejor”, me decía a mí misma en un acto de calmar mi inexplicable inconformidad. Me molestaba, si era sincera conmigo misma, me molestaba que no hubiera respondido de la manera que quería, pero sí lo pienso mejor, eso es lo que lo hacía diferente.
— Mi hermano ya se fue a casa. — Habló a mis espaldas levantando su voz. Algunas pisadas y ya estaba a centímetros detrás de mí. — No sé qué rayos está pasando porque al parecer no soy digno de escuchar tus argumentos, pero no dejaré que alguien más haga mi trabajo. — Su tono había cambiado, tragué saliva. — Si quieres salvar tus calificaciones tendrás que ir conmigo a casa, mi hermano cerrará hoy el registro de alumnos, es tu única opción.
A mala gana acepté su oferta y me encaminé hasta su auto. Este chico tenía una personalidad increíble, se notaba que no era de los que se dejaban mangonear y eso lo hacía aún más interesante ante mis ojos, negué tratando de quitarlo de mis pensamientos. No hablamos más que para decidir cuál sería la obra que registraríamos.
Al llegar no quise bajar del auto al darme cuenta a donde había ido a parar, ¡esto no era una casa, sino una mansión! Ni siquiera me había dado cuenta que estábamos al límite de la ciudad y muy lejos de la última casa dentro de la ciudad, ¿dónde rayos estábamos? ¿Quién era él? Posiblemente el hijo de alguien muy rico.
Entré en pánico momentáneo en lo que él hablaba con la persona detrás de la pantalla de control de rejas, no sabría cómo actuar si me encontraba con alguien más que no fuera el profesor, alguien más como sus padres por ejemplo y, para colmo estaba con ropa básica que usas un día cualquiera de universidad.
Yo era una persona común a su lado, demasiado común; no porque me hundiera en la pobreza, mis padres tenían una estabilidad económica manejable y mi familia en general un buen prestigio socio-económico, pero no éramos billonarios, no teníamos un puto control de puertas en la entrada, siendo sincera era la primera vez que veía algo así en esta ciudad.
— ¿No piensas bajar? — Negué instintivamente abrazándome del cinturón. Se quedó conmigo en el auto un momento más, sus ojos estaban cerrados y sus cejas fruncidas. — Escucha cariño, no soy alguien muy paciente, así que te preguntaré esto de la manera más amable posible: ¿Qué rayos sucede contigo?
Bajé levemente la mirada avergonzada, desde su punto de vista podría verme como una persona inestable (por decirlo de una manera bonita). Hoy en la mañana a penas y pude reconocerlo, luego todo iba tan bien que incluso acordamos hacer el trabajo juntos y de pronto le decía que quería evitarlo, suena un poco loco si no tomábamos en cuenta mis razones.
Suena lógico si tomamos mis antecedentes psicológicos, sin embargo, juraba que esta vez en serio las voces en mi cabeza no tenían nada que ver, es más, no los había vuelto a escuchar hace algún tiempo. Esta vez, solo era el destino jugándome una mala pasada, poniéndome en situaciones que me hacían reaccionar de manera sospechosa para el resto.
— Me puse nerviosa, — admití— discúlpame, tú me estás haciendo el favor de traerme hasta aquí y yo… — Hice mi pequeño berrinche porque por algún motivo mi cuerpo siente confianza en él. — Mejor bajemos de una vez. — Le regalé una sonrisa recta.
Bajamos sin hacer mucho ruido y lo seguí sin siquiera preguntar hasta llegar a una enorme sala de estar. Me quedé quieta porque él también lo hizo; segundos después vi bajar al profesor de Literatura renacentista, tan perfecto como cada vez que me había topado con él, debía admitir que tenía un fuerte crush con él, desde la primera vez que lo vi, su inteligencia podía totalmente conmigo, a pesar de ser consciente que solo era una estudiante de tercer año.
Quise saludarlo, pero antes de comenzar a soltar palabra alguna, vi que detrás de él una pareja cogida de manos bajaba por las escaleras, rogué mentalmente que no fueran quienes creía que eran. Respiré pesadamente, borrando todo rastro de alegría que me había causado ver al profesor Lautner, el pelinegro se percató de lo que pasaba.
— Te pedí bajaras, no que trajeras a nuestros padres contigo. — Masculló Pool una vez estuvo cerca de su hermano.
Su hermano solo le palmeó el hombro en son de paz.
— Nosotros estamos de salida, hijo. — Se dejó escuchar quien sería su padre, él y su esposa vestían muy elegantes y parecían ser amables a primera vista. — Por favor, siéntete como en tu casa. — Me habló mirándome directamente a los ojos, su esposa se despidió moviendo su mano.
Mi corazón volvió a latir con normalidad cuando ya no estuvieron más por aquí; y, es que no era que creyera sus padres serían crueles conmigo como en los dramas coreanos que veía mi madre. Es solo que no había visto nunca a los padres millonarios de un muchacho que estudiaba en una universidad nacional, eso ni siquiera tenía sentido, pero bueno quien era yo para juzgar; temía por lo que yo fuera a decir, suelo decir cosas inapropiadas cuando estoy nerviosa.
— La ceremonia repentina de los Sánchez los tiene apresurados. — Explicó el profesor Lautner. No podría explicar porque me sentía tan aliviada que fuera de esa manera. — Ahora sí me explicas para que querías verme.
— Emma y yo queremos hablar sobre el trabajo que dejaste. — Explicó brevemente.
Fue la primera vez que el profesor me vio directamente desde que había llegado a su casa que resultaba ser una mansión. Sus ojos cálidos me escudriñaban, curiosos; el profesor Sebastián era no solo bueno en su materia, sino como persona, siempre lo veías sin perder la compostura, con una sonrisa cálida, paciente.
Sí, ya entendimos que es tu crush. Debía dejar de pensar en él de esa manera.
— Buenas tardes, profesor. — Saludé tratando de no sonar tímida. — No tiene idea del gusto que me es saludarlo en persona… En su propia casa. — Me callé por mi propio bien.
— A ti te recuerdo, — habló pensativo. — señorita Sweet ¿cierto? — asentí emocionada con su confesión, si había estado presente en algunas conferencias, pero no creí que nuestros pocos intercambios de palabras hayan quedado en su memoria. — Estaba esperando verte el primer día de clases, me sentí un poco decepcionado.
Estaba planteándome confesarle al profesor la realidad de los hechos, no me gustaba tener faltas en mi registro de clase, pero tampoco quería que creyera su clase no era de mi interés. Sí, había asistido a sus conferencias porque lo admiraba, pero no como el resto de las alumnas que solo llenaban las conferencias sin prestar atención a lo que decía.
— Ella tuvo un percance. — Intervino Pool. — Se enteró hoy del proyecto que dejaste y pensábamos hacerlo juntos.
— A menos que se pueda hacer de manera individual. — Lancé mi posibilidad al aire, esperando a que el profesor me ayudara.
Sí, Pool me había ayudado llegar hasta aquí, nadie le quitaba esa gentileza de su parte, de verdad lo agradecía; aun así, no podía simplemente ignorar los antecedentes de Pool, sí, no era la más indicada para juzgar a alguien por su portada, pero no podía darme el lujo de involucrarme en algún posible problema que me hiciera el punto de atención.
— Lo lamento, señorita Sweet, el proyecto es en pareja. — Tragué saliva al ver la cara que puso Pool por mi intervención. — Por otro lado, — continuó el profesor. — llegaron en el momento preciso, estaba a punto de cerrar el registro de los alumnos de esta clase.
— Qué suerte, ¿no? — A estas alturas mi mente estaba viendo las posibilidades que tenía de dejar el curso para el próximo semestre.
Ninguna.
No había chance alguna de que deje el curso al aire porque eso complicaría mi malla curricular y en el mejor de los casos tendría el semestre cargado para el próximo ciclo que tendría que dejar mis hábitos de sueño, ¡no puedo arriesgar mis horas de sueño! Me era mucho mejor idea lidiar con Pool que dejar de dormir, además, ¿qué sí no me ponía en problemas?
Lo dudo.
Como fuera, seriamente no podía dejar mis horas de sueño a la deriva, no era una chiquillada que a veces me da; lo de dormir mis ocho horas eran tan literales como comer para vivir. Según los doctores que analizaron mi caso, mientras menos horas dormía y poco adecuado eran mis siestas, más alucinaciones creaba mi mente, eso era lo que me habían dicho los médicos, bueno, a mis padres.
— Y, ¿cuál es el libro que eligieron? — Preguntó el profesor Lautner.
— Pool y la muerte*— Escupí las palabras sin darme cuenta de lo que estaba diciendo.
Ambos alzaron la ceja (sus expresiones se parecían mucho si los ponían juntos como estaban ahora), primero porque el libro no tenía que ver con la época que estábamos estudiando y segundo porque el título no era del todo correcto. En mi defensa, a quién engaño, no tengo defensa.
*Referencia al libro Jack y la muerte.