—¡¿Qué te pasa?! ¿Crees que eres mi dueño?
—Por desgracia eres mi esposa, no quiero que todos hablen de mí por ser una puta.
—¡Nunca me llames así! Soy más decente que tu novia rusa.
—¡Sarah, no me provoques! No insultes a la madre de mi futuro hijo.
—¡Tú puedes hacerlo conmigo, pero no puedo decir lo mismo de esa rubia! ¿Por qué te importa cómo me visto?
—¡Ya te lo dije! Mientras seas mi esposa, no permitiré que hablen de mí.
—¿A qué te refieres con "una vez más"?
Él no me responde...
—¡Dime! Tengo curiosidad.
Recibo una llamada, es Sander.
—¡Sarah, ponme en alta voz!
—Ya estás en alta voz.
—¿Qué pasa entre ustedes dos? ¿Matthew te ha hecho algo? Dime, hija.
—No le haré nada a tu favorita, papá. Deja de arruinarme la vida —grita Matthew.
Él se gira y toma mi teléfono móvil y lo arroja por la ventana.
—¡Eres un maldito imbécil! Tu madre me regaló ese celular hace apenas un mes.
Él detiene el auto de golpe.
Recibe una llamada, debe ser Sander.
—Hola, mi amor. ¿Qué pasa?
Ahora entiendo que es la rusa.
—¡Estoy tan feliz, te amo tanto! Voy enseguida. No te preocupes, eres lo más importante en mi vida y ya quiero ver a mi niña.
Cuelga y me mira a través del espejo, trato de contener las lágrimas y el dolor en mi pecho.
—¡Bájate!
—¡¿Qué dices?!
Se baja del auto y abre la puerta.
—¡¿Qué demonios te pasa, déjame?!
Me jala con fuerza del brazo y me hace caer al suelo.
—¡Vete a casa caminando! Espero que nadie te viole por ser una perra, aunque lo tendrías bien merecido.
—¡Espera, déjame llamarle a Jenn, arrojaste mi celular por la ventana!
—Ese no es mi problema.
Sube al auto y lo veo marcharse.
Grito de dolor, ira y todos esos sentimientos de impotencia. Me levanto del suelo y camino por la carretera, estoy temblando por el frío. Los autos pasan a mi lado y tengo mucho miedo, ¿y si algún hombre se detiene y me hace algo? Un auto se detiene a mi lado.
—Linda, ¿quieres ir a una fiesta? ¿Cuánto cobras?
Saco mi gas pimienta.
—¡No soy una prostituta! ¡No sabes quién soy, déjame en paz!
Pensé que no sería así, pero pasa a mi lado y conduce rápido. Es mejor que espere al amanecer, me adentro un poco en el bosque y me siento en la oscuridad debajo de un árbol. Mientras siento que me congelo, varios recuerdos hacen que el dolor en mi pecho duela aún más.
Flashback
Tan solo tengo 16 años, bueno, casi 17, pero no me importa. Quiero criar a mi bebé y vivir juntos con el amor de mi vida hasta envejecer.
—¡Sé que es temprano, pero estoy tan feliz, Sarah!
—Yo me siento como Margaret, fue muy pronto, pero seré abuelo, Sarah. Si quieres, puedes llamarle a Matthew para que se entere.
—Sé que no hemos hablado por muchos meses, pero quiero decírselo el día de su cumpleaños. Él vendrá dentro de una semana y quiero decírselo en persona.
—Está bien, respetamos tu decisión.
Fin del flash back.
En ese entonces Matthew ya no me hablaba o escribía como antes, pensaba que estaba ocupado. Lo que más me duele es que soy tan estúpida y, ante todos, lo niego, pero aún lo amo con locura. Soy una maldita masoquista. Creí que al casarme con Liam podría amarlo y olvidar a Matthew, pero no fue así.
Vuelvo a la carretera y otro auto se detiene, son una pareja de ancianos.
—Hija, ¿quieres que te llevemos a casa? Es muy peligroso que andes sola a esta hora.
—Sí, les agradezco.
Subo rápidamente y me siento aliviada. Ellos me llevan a la mansión. Bajo y antes les agradezco a ambos.
Entro y me siento aliviada, nunca había sentido tanto miedo en mi vida. Al entrar, me encuentro con Carlos.
—¿Pasa algo, señorita? Está temblando y sus ojos están rojos.
—Es solo que tengo frío, no te preocupes.
—¿Quiere un chocolate caliente?
—Yo...
El teléfono de la sala suena y Carlos contesta rápidamente.
—Señorita, es para usted.
—Hola.
—Sarah, soy Jenn. Estaba tan preocupada por ti, ¿qué te hizo el imbécil de mi hermano?
—Nada, no te preocupes, ¿cómo va la fiesta?
—No sé si decirte, pero...
—¿Qué pasa?
—Voy camino al hospital, mis padres están allá. Mi sobrino nació, pero si te molesta no iré. Sabes que eres como mi hermana y si te molesta no lo haré, Sarah.
—Es tu sobrino y el bebé no tiene la culpa, ve con tu hermano y apoya en lo que puedas, Jenn.
—Mi hermano no te merece, por cierto. Mis padres me pidieron que fueras, quieren que estés con nosotros. Les dije que no te lo diría y ellos insistieron, no sé qué traman, pero no vengas, sé que eso te haría sufrir.
—Tus padres tienen razón, debo estar allá y apoyar a Matthew, ¿puedes pasar por mí?
—Está bien, lo haré, no te preocupes. Estaré ahí en unos quince minutos.
Subo por un abrigo y espero en la sala, escucho el auto de Jenn y salgo a la entrada. Subo al auto y Jenn me mira.
—Sarah, ¿estás segura?
—Nunca había estado tan segura, no te preocupes. Yo me entiendo y sé por qué lo hago, necesito vivir este momento.
—Está bien, como tú digas.
Me duele la cabeza, cierro la ventana y mientras llegamos, el silencio es notorio. Aunque eso no lo vuelve incómodo.
Al llegar, Jenn pregunta por la paciente Angelika Lukianova, la enfermera nos dice el número de piso y habitación. Subimos por el elevador y llegamos al piso 5 y caminamos por el pasillo hasta llegar a la habitación diez. Al mirar por el cristal de la habitación... no puedo ni describir lo que estoy sintiendo con palabras. Es un dolor que no le deseo ni a mi peor enemigo.
Matthew llora mientras carga a la bebé con una manta rosa en sus brazos, luego se gira y besa a esa mujer. Margaret pide cargar a la niña y sus ojos se iluminan, al igual que los de Sander.
Yo debía ser la mujer que está en esa cama.
—Sarah, lo siento tanto, te dije que era mala idea.
—Estoy bien, no te preocupes.
Salgo lo más rápido que puedo del hospital y pido un taxi. Subo en el primero.
—¿A dónde la llevo, señorita?
—Le pagaré lo que quiera, solo conduzca, por favor.
—Está bien, señorita.
Esta fue la gota que derramó el vaso, la Sarah que ama a Matthew acaba de morir esta noche. Ahora comienza mi nueva yo, mañana haré lo que siempre quise hacer.