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6061 Words
Una semana intentando enamorarme de ella. Una semana que estuve a su lado, y solo por un momento sentí que podía cambiar mis sentimientos de la forma que la veía. Pero nadie puede enamorarse en una semana. Fuimos a la playa, cenamos, compartimos unas palomitas, compramos ropa. Hicimos todo lo que una pareja hacía cuando estaban junta. —Vamos, solo pruébalo. —Pidió. Me puso enfrente el helado de coco. Negué con la cabeza. —No me gusta. —Dije. —Vamos, solo esta vez —hizo pucheros. Me encantaba cuando hacía pucheros. —Está bien. Dejó que lamiera una parte de su helado y lo embarro en mi cara. —¿Qué haz hecho? –—salté de mi asiento, mientras ella reía por la travesura. —Solo pruébalo. —Lo hice, y no me gustó. —Sigue sin gustarme. —Me limpie la boca embarrada de helado de coco.  —Ahora te toca a ti probar el mío. —Corrí para alcanzarla, pero antes de que la alcanzara el helado se me cayó en la arena. —Ves, no puedes conmigo. —Ríe. Ahora hice pucheros. Miré triste mi helado en la arena. —Te compraré uno. —Se puso a mi lado y me besó en la mejilla. Negué con la cabeza. Sin que lo viera venir tomé su helado y lo embarré en su cara. Se quedó estática con un O en su boca. Reí fuerte. —¿Cómo haz hecho? —hizo pucheros y se cruzó de brazos. —Yo también tengo cartas bajo la manga —me burlé. Nos montamos una corrida por toda la playa, ella no me alcanzó, pero yo sí. La tomé de la cintura y la revolqué en la arena. Reímos por toda la tarde, y la llevé a mi departamento. —Ese cuadro está feo —observó sonriendo. Miré el cuadro y reí. —La chica pintada ahí es demasiado fea —concorde. Ella me dio una mirada mal. —No te pases —señaló. Era un cuadro de nosotros juntos que ella mandó hacer para mí. Y lo puso en la sala de estar. —Solo digo la verdad. —Reí guiñandole. Se aventó a mí y me dio golpes con sus pequeños puños que no me hacía daño. La tomé de las muñecas y la abracé con ellas. —Te quiero —me miró directo a los ojos transfiriendo todo su calor y amor. —Yo también. —Respondí. Me llevé una sonrisa de su parte. Había desarrollado un amor por ella incondicional que era muy diferente a llegarla a amar. Mis instintos eran proteger su corazón de mí, pero creo que ya era demasiado tarde. —Quiero que me hagas el amor. —Pidió. Dejé caer sus manos y tomé su cintura acercandola a mi cuerpo. La besé profundo y duro. Pasé mis manos por debajo de sus piernas delgadas y la llevé a mi dormitorio. La puse en mi cama y me quité la playera que llevaba. Ella me miraba nunca perdiendo nuestra conexión. —Te deseo. —Susurró ronca. Puse una rodilla entre sus piernas, y me desabroche el cinturón. Bajé la cremallera de mis Jeans. —¿Qué quieres que te haga? —pregunté con voz llena de deseo. —Todo. —Se mordió el labio. —Primero te quitaré ese lindo vestido tuyo que llevas puesto. —Ella asintió. —Después bajaré tus bragas y jugaré con tu húmedo centro. —Tragó saliva, y lamió sus labios. —Cuando te tenga lista y mojada para mí gritándome que te folle. Mi polla se hundirá duro y fuerte dentro de ese coño que tanto quiero, te embestirá hasta que tu cuerpo no pueda más. Te usaré para mi placer. —Sus piernas se cierran y las presiona. Sabía que estaba pensando en todo lo que le haría a continuación. Me deshice de mis pantalones y bóxer. Quedé desnudo ante ella. Abrí sus piernas y jugueteé entre ellas. Me causó placer ver que le afectaba de la forma que quería. En lugar de quitar su vestido, lo rompí de un tirón. Ella exclamó un ‘No’ —Era mi favorito. —Acusó. —Te compraré uno igual, conejita. —La tranquilicé. Bajé mi boca a sus labios y la besé, dejándola anonada de deseo. —Ahora te quitaré el sostén con los dientes —y así lo hice. Chupé cada uno y le di el mismo tiempo y dedicación que al otro. —Me gusta tu piel suave —regué besitos por todo su cuerpo. Era tan delicada y blanca. Sus pechos se encontraban rosados por mi boca y lengua. Dediqué el mismo tiempo a la parte más preciada ahí abajo. —¡Randy! —gritó agarrando un puñado de sábanas. Gritó varias veces mi nombre excitada de que entrara dentro de ella. Mordí su empuñadura y lamí toda la superficie húmeda que se contraía con mi toque —¡Oh por dios! —su voz estaba empapada de placer. Su cuerpo comenzó a temblar, lista para que la follara. —Con calma, conejita. Todavía falta. Jugué un rato más con ella. Hasta que ya era hora, me puse un condón y la vi abrirse para mí, fuertemente me introduje. La embestí una y otra vez hasta que me vacíe dentro de ella. Puse mi codo para no aplastarla y me acomodé a su lado. Esa noche dormimos de cucharita desnudos, la escuché decir: —Te amo. Esta vez no respondí. Se me había olvidado cerrar las persianas anoche, pero con todo el sexo que tuve con la conejita, no me importó. La luz me daba directo en la cara haciéndome imposible no levantarme. —Buenos días. —Saludó con un beso. —Buenos días, conejita. —La acurruque más a mi cuerpo. Mi cuerpo se activó o más bien mi polla que se despertó. —Veo que hasta en la mañana me persigues. Rio. —¿No has pensado hacerte una cirugía para borrar las cicatrices? —preguntó. Miré mis muñequeras. Y las quité de su vista. —Nunca ha estado en la lista hacerlo. Es un recuerdo de lo débil que fui al intentar quitarme la vida y lo dejaré así. —Me senté queriéndome apartar de ella. —Así me conociste. —dije con un rastro de enojo. —Solo fue una sugerencia —se disculpó. —Nunca te pedí una. —Te amo como eres y sé que todo tu pasado viene en el paquete. Me levanté de la cama desnudo y me metí al baño. Leidy me conoció con todos mis demonios, estuvo presente en el momento que quise volver a suicidarme y compartimos eso y mucho más. No veo por qué ahora quiere que me quite las cicatrices que me marcaron como una persona débil, es un recuerdo de que alguna vez lo fui. Todas las personas tenemos un momento de debilidad, y yo lo tuve de niño cuando perdí todo. Y después volví a tener otro en la universidad. Las cicatrices me demostraban lo débil que fui y no volvería a serlo. Me motivaba a ser más fuerte y protegerme de todos los que me rodeaban. Fue una de las razones por las que quise mantener lejos a Becky. Porque sabía que una vez la dejara entrar, ella sería quien me lastimaría, no yo. Una vez más pensé en tenerla a mi lado en estos momentos. Ella no me juzgaría ni sugeriría que quitara mis cicatrices. Aunque nunca se las enseñé. Ella nunca se dio cuenta de mis cicatrices en las muñequeras porque siempre fui cuidadoso. No quería que ella sintiera lástima por mí. Salí del baño no encontrándola en la cama. Me vestí y salí a la cocina, estaba preparando el desayuno. —No voy a desayunar. —Dejó lo que estaba haciendo. —Pero…—la corté. —Me voy al trabajo, ¿Quieres que te lleve a tu casa o te quedas aquí? —pregunté brusco. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las dejó caer. Se aclaró la garganta. —Voy contigo —tomó el bolso de marca y salió detrás de mí. Me metí al auto y cuando ella estuvo a mi lado conduje tan rápido como me lo permitía mi Jaguar. —¿Estás enojado? —preguntó con voz de niña. No la miré, pero sabía que estaba haciendo pucheros. No respondí. —Sé que fui tonta al decirte eso, pero solo estaba pensando en voz alta. No creí que te molestara. No respondí. —Randy, por favor. Perdóname —lloriqueó. —No te pedí ninguna sugerencia de mis cicatrices, y si lo hiciera te lo haría saber. Y me molesta que tu sabiendo mi historia, aun así, me pidieras tal cosa. —Agarré fuerte el volante. —Perdóname. Nunca fue mi intención herirte. —Estacioné el auto en la acera. —Pues la mía sí lo es. Bájate —ordené abriendo su puerta. Comenzó a llorar. —Por favor. Se bajó a regañadientes llorando. Estaba siendo duro, pero sus palabras me habían lastimado también. Cuando se bajó arranqué y me fui dejándola en la puerta de su casa. Llegué a mi oficina de mal humor. Aunque había tenido un sexo alucinante anoche, hoy el día me parecía fatal. Subí a mi oficina donde mi secretaria esperaba con una taza de café caliente. Le había llamado para que me preparara uno. Lo tomé y bebí un poco. Entré a mi oficina y me instalé en mi escritorio. Lo primero que hice fue abrir el cajón con la fotografía que yacía al fondo. La saqué de la oscuridad. —Tú me amaste por sobre todas las cosas. Me amaste sin importar los demonios que traía conmigo. Te extraño, ¿Por qué me dejaste solo? ¿Por qué me dejaste vivir sin ti? —la puerta se abrió dejando ver a Lauren. La fulmino por lo grosera que ha sido al abrir la puerta. —Te he dicho que llames antes de entrar —digo molesto dejando la foto en su lugar. —Disculpe Sr. Kinney. Pero la Sra. Carson se encuentra aquí. Mierda. Había olvidado que la Sra. Carson iba a venir esta semana. Lo último que quiero es tener que hablar con alguien de negocios. Dejo caer la cabeza en el respaldo de mi silla y suelto el aire. Creo que está empezando a darme dolor de cabeza. —¿Sr. Kinney, se encuentra bien? puedo decirle a la Sra. Carson que se encuentra indispuesto. —No, Lauren. Hágala pasar a la sala de juntas, y dígale que en un minuto me encuentro con ella. —Asiente y cierra la puerta. Cierro el cajón y me levanto de mi silla. Me abrocho el saco y camino a la sala de juntas. Me encuentro con mi secretaria que me dice que ya ha hecho lo que le dije, y le pido dos cafés a la sala de juntas. No sé si la Sra. Carson tome café, pero espero que lo haga. Sea a lo que ha venido, mi petición sigue siendo la misma. Y además de que no me importará desechar su oferta, porque puedo hacer mejores negocios con otras empresas reconocidas que con la de ella que está comenzando en el mercado. Abro la puerta de la sala, y la encuentro de espaldas hacia mí. Tiene el cabello largo y n***o que le llega unos centímetros arriba de la cintura. Es pequeña, pero tiene unas curvas muy bien formadas. Lleva una falda de tubo gris, que hace resaltar su espeso cabello n***o como la noche. Ella no se ha dado cuenta que he entrado a la sala de juntas, por lo que sigue mirando la vista. La observo todo el tiempo que mira, me complace verle el culo redondo que tiene, y que la falda hace ver. —A mi igual me gusta la vista, ¿Qué le ha llamado la atención de todo ello? —le pregunto. Da un respingo y muerdo mis labios para no reír. La he asustado. —Soy el Sr. Kinney, usted debe de ser la Sra. Carson —hago mi camino hacia ella y me detengo. No se ha girado, así que no puedo verle la cara. Toco su hombro y hace que rápido se aleje. Su cabello le cae al frente, y no puedo evitar sonreír. Es una chica muy tímida. Tomo un poco de su cabello y lo alejo de su rostro. Mi mano toca su barbilla y hago que me mire. —No soy la Sra. Carson —dice su voz dulce como un ángel. Frunzo el ceño. Esa voz. Mi mano yace en su barbilla, y mis ojos no pueden despegarse de su rostro. Estoy seguro de que me encuentro pálido y con dificultad para hablar. Me he tragado mi lengua, y ahora estoy muriendo sin poder respirar. Doy un paso atrás. —¿Quién eres? —pregunto petrificado. —La hermana de la Sra. Carson, —responde cortante. —Ella está indispuesta, así que me envió en su lugar. —Tendió su mano hacia mí, yo aún no salía de mi shock. Era ella. Ella había venido del inframundo. No podía ser real. Ella estaba muerta. —¿Quién eres? —repetí. Me alejé de ella todo lo que pude. Eso la hizo fruncir el ceño. —¡¿Quién eres?! —alcé mi voz. Mala idea, la asustó. —Disculpe por no informar los cambios, pero no disponía de tiempo. —Dijo más rápido. Se retorcía las manos. Llegué a una jarra de agua y tomé un vaso con agua haciendo que gran parte se derramara en mi camisa. —Tú no puedes estar aquí, tú no puedes estar viva. —La señalé de forma acusatoria. —Disculpe, ¿de qué habla? Mi secretaria entró en ese momento. —¡Lárgate! —le grité. No dejé que dejara los cafés. Ella escogió ese momento para querer irse, pero no se lo permití. —Tu no vas a ningún lado, antes de que me digas que rayos estás haciendo aquí. Tú deberías estar muerta, enterrada. —Escupí furioso. Esta era una maldita broma y apestaba. —¡Suélteme! ¡Usted está loco! —gritó tratando de zafarse de mi agarre. —Gritaré que venga seguridad a ayudarme. —Me importa una mierda que venga seguridad. Es mi empresa y exijo saber ¡¿Quién eres?! —Ya se lo he dicho. —Sus ojos estaban llenándose de lágrimas. —Quiero tu nombre de pila. —Rugí. —Me llamo Becky Singer. —Respondió con voz amortiguada. Mi corazón recibió un balde de agua fría, se congeló. Leí sus labios como en cámara lenta. Ella no era real. Me quedé desorientado que no me di cuenta que se había soltado de mí he ido corriendo. Becky Singer. Becky Singer. Becky Singer. Becky Singer. Becky Singer. Era ella. Era Becky Singer la que estaba conmigo hace un momento, a la que le grité y asusté ¿Cómo rayo hizo para venir desde el inframundo y manifestarse en mi sala de juntas? ¿La muerte jugaba conmigo? Claro que no, saliendo de mi estupor vi que seguridad venía hacia mí. —Me informaron que usted estaba agrediendo a un Srita. —Dijo el guardia. —¿A dónde se fue? —exigí saber. —¿Era verdad? —preguntó. —Si-no. Bueno estábamos discutiendo, pero necesito saber a dónde se fue. —Ella ha tomado el taxi y se ha ido. ¿Acaso Sr. Kinney la agredió? La Srita. Iba llorando, sabe que puedo retenerlo hasta que la policía llegue y se arregle este mal entendido, a menos que usted me explique qué está sucediendo. —El guardia se cruzó de brazos a la espera de una explicación. —Ella era una persona que creí que había muerto, hasta que hoy se apareció. Ella no debería estar aquí. —Eso me ganó unas cejas fruncidas. —¿Ella debería estar muerta? —Si. Pero no lo está. —Sr. Kinney ¿ha tomado algo esta mañana? —No, no lo he hecho. —Entonces ¿Ha discutido esta mañana con su novia? —dejé caer mis hombros rendido. —Tuve una discusión con mi novia esta mañana —él asintió. —Ya veo. Mire, tal vez fue el estrés o la discusión que tuvo con su novia que hizo que viera a esta persona como otra. Ya sabe, quiso ver algo que no estaba ahí. —Me froté los ojos. Él tenía razón. —Pudo ser eso. —¿Qué tal si dejamos este mal entendido como si nunca hubiera pasado? —asentí en acuerdo. No quería nada que ver con la policía sobre este incidente. —Pero no le aseguro nada con la chica. Salió muy asustada y llorando. Tenía que verla de nuevo. Ya sea para ver si era ella o mi mente estaba jugando conmigo. —Gracias. —De nada, estoy para servirle Sr. Kinney. Fui directo hacia Lauren. Ella abrió los ojos que creí que se saldrían de sus cuencas. —No voy a gritarte, así que no me mires como si fuera ‘Jack el destripador’. —Eso no la hizo relajarse. —Necesito que me des toda la información sobre la chica que se encontraba en la sala de juntas. Lo quiero en diez minutos en mi escritorio. —Se refiere a la Sra. Carson —y dale con lo mismo. —¡Ella no es la Sra. Carson! —Corregí. Ella saltó en su asiento. Torpemente comenzó a trabajar en su computadora. La dejé que hiciera el trabajo. Entre a mi oficina y abrí el cajón sacando su foto. Ella no podría estar viva, ella no. Llevé la foto a mi pecho. No pasaron ni los diez minutos cuando ya tenía los papeles en mi escritorio. Lauren era eficaz, ahora recordaba porque la había contratado como mi secretaria.   Empresas Singer. Angie Singer Lynn Directora general. Becky Singer Lynn. Subdirectora Las hermanas Singer abren sus puertas a un m*****o más a la familia. La Srita. Angie Singer Lynn contrajo nupcias con el hijo de Antoni Carson Villanueva hace seis meses. Su hermana menor, la Srita. Becky Singer se encuentra soltera por el momento. Ambas hermanas han manejado las Tiendas de la familia, que ahora se han convertido en empresas y han entrado al mercado para ser una de las empresas más reconocidos internacionalmente. Las hermanas han puesto mucho empeño en ello, y gracias a la unión de estas dos familias; la familia Carson y la familia Singer, han puesto en alto ambos apellidos. Ya que la familia Carson posee empresas de transporte y ahora que han crecido las tiendas como una de las mejores en el mercado, quieren expandir sus horizontes entrando al mercado de licores, así como también se hace rumor de que podría estar haciendo negocios con las empresas Rayson’s, una de las empresas más reconocidas a nivel internacional por su alta gama de colección de licores. Lleva desde 1878 esta empresa produciendo licor y dando la mejor calidad a los consumidores. Dejé de leer, ya que lo demás era información ya conocida. Ella estaba de vuelta. Pero la pregunta era ¿Por qué su hermana me había hecho creer que estaba muerta? En las últimas hojas se encontraba el número de contacto con Angie. No perdí tiempo en llamarla. —Angie, ¿Quién habla? —Mucho gusto volver a escuchar tu voz, Angie. —Sisee. El otro lado de la línea se quedó en silencio. —¿Qué quieres Randy? —preguntó molesta. Era obvio que no le agradaba, ella a mí tampoco. —Quiero hablar contigo en persona. —No puedo, estoy indispuesta. —Es urgente. —Lo siento, no puedo. —Respondió. —Entonces te haré una simple pregunta. —Hice una pausa, —¿Por qué he visto a Becky hoy? Escuché la respiración de ella siendo atascada. —¿Dónde nos vemos? —sonreí. —Entonces ¿Por qué? —le pregunté por segunda vez. Ella miró a su estómago ahora abultado. No me había imaginado que no podía venir por su embarazo. Así que mejor hice el viaje yo. Nos encontrábamos en una cafetería lejos del pueblo, a las afuera. Su marido Jamie no quería que viajara y mucho menos que se viera conmigo porque se alteraría. —No debería estar pasando esto. —susurró. —Claro que no. Si desde un inicio me hubieras dicho que ella estaba viva. —Alza sus ojos azul hielo hacia mí, muy diferente a los ojos de Becky. —Tú te fuiste cuando la iban a desconectar. La abandonaste de nuevo. —Siseó. —No tengo la culpa de que ella decidiera vivir en el último momento que la desconectábamos. Ella tenía razón. Si no me hubiera ido, ahora estaría con ella. —Te dije mil veces que no la desconectaran, te lo rogué y nunca me escuchaste. Solo había pasado dos años, y yo seguiría esperando a que despertara, pero no lo quisiste de esa forma. —Estábamos sufriendo todos. Ella también es mi hermana, la amo y quería que dejara de sufrir si estaba atrapada en su cuerpo. Tal vez necesitaba que la dejáramos ir. Solo de esa forma seguiríamos adelante. —Tú seguirías adelante —puntualicé. Negó con la cabeza. —Randy, era lo mejor. —Lo era para ti. —No me hagas ver como la mala del cuento. Ella quedó así por tu culpa, desde que llegaste a nuestras vidas han sido problemas y preocupaciones. Tú la metiste en ello y por tu culpa terminó en coma, si no hubieras vuelto a su vida, ella aún estaría conmigo y me recordaría. Pero…—hizo una pausa para tranquilizarse —pero ahora ella no recuerda quién es ni qué  hizo en toda su vida. Desconoce a su hermana y lo único que ha hecho es vivir a la deriva de los demás, porque desconoce lo que quiere en la vida. Desconoce todo, y la persona que se encuentra ahora conmigo no es Becky, ya no lo es más y puede que nunca lo vuelva ser. —Me debiste de haber llamado cuando ella volvió a la vida —repliqué. —Cuando nos dimos cuenta que no recordaba nada, pensé que era una nueva oportunidad de sacarte de su vida. De que solo fuéramos las dos contra el mundo, de que si ocultaba los recuerdos tuyos ella volvería a ser la misma de antes. —¿Y? —Y sigo pensando que sea así. Ella no necesita recordarte. No le haces falta en su nueva vida. —¿Y cómo sabes lo que necesita y lo que no? —pregunté molesto de que decidiera por ella en su vida. —Es lo mejor para ella. Cuando mis padres murieron asumí toda la responsabilidad, y como hermana mayor tengo que ver por su seguridad y bienestar. —Pero ella me ama, y yo a ella. —La antigua Becky te amaba. Esta nueva no reconoce quién eres —sentí una punzada en mi corazón. La verdad dolía. Becky no me recordaba y no sabía si lo haría alguna vez. —Quiero entrar a su vida, conquistarla de nuevo. —Randy es mejor dejar las cosas como están. Puedes alterarla y causarle una crisis. —¿Cuándo durará la amnesia? Se encogió de hombros. —El especialista que la revisó dice que puede pasar meses o años hasta que recuerde todo. Algo bloquea sus recuerdos, y hasta que no supere ello no podrá ser la misma Becky que conocíamos. —¿Por qué se encontraba hoy en mi empresa? —Nunca me dijo que poseyeras una empresa. Y jamás creía que serías tú la que la manejaras, últimamente las Tiendas Singer se han expandido y nos enteramos en el testamento de nuestros padres que poseíamos acciones en el mercado de los licores. Así que estamos expandiendo nuestro negocio, y decidimos hacer negocios con las empresas Rayson’s que su dueño había sido antes amigo de mi padre. Yo me encontraba indispuesta para manejar los negocios que se hacían en nuestra empresa. Becky es la que los ha estado llevando a cabo en los últimos meses, pero nunca me informó quién era el dueño eras tú.  Fruncí el ceño. —¿por qué no lo haría? —se encogió de hombros. —Desconozco sus razones. —¿Has hablado con ella? —Anoche me llamó, pero la encontré un poco inquieta. Le pregunté qué le pasaba, pero solo dijo que se encontraba cansada. —¿Sabías que se reuniría ayer conmigo para hablar sobre los negocios con mi empresa? —asintió. —Dijo que quería arreglar sobre el asunto de nuestras empresas. Para ver si podías vendernos algunos de tus licores a un buen precio. —Si me hubieras avisado antes. Nunca la hubiera tratado como ayer lo hice, la asusté y no creo que vuelva a querer verme. —¿Qué hiciste? —Le grité y puede que le haya lastimado. Sus ojos se abrieron como platos. —¡Randy! ves porque te digo que no te acerques a ella. Que la dejes seguir su vida. —Pero ahora que la he visto no puedo dejarla ir como si nada. La veré demasiado cuando haga negocios con sus empresas. No la dejaría ir. La dejé ir tres veces. Y ahora que la encontraba, que sabía que no estaba muerta la recuperaría. Iba a ser negocios con su familia, si esa era la única forma de acercarme a ella. —Nuestras almas necesitan estar juntas y ahora que la encontré de nuevo no la dejaré. Ella me tiene que recordar. No seré un simple olvido que perteneció a su vida anterior. —Estás haciendo mal, Randy. Por algo sucedió todo, por algo se les separó y si eso no es demasiado fuerte para mantenerlos alejados, entonces creo que necesitan prepararse para lo que les espera si están violando las reglas del destino. —¿No piensas perdonarme? —preguntó con voz melosa Leidy. En otras circunstancias tal vez me desahogaría con ella con sexo rudo, pero no podría hacerlo sabiendo que ella estaba viva, que ella había vuelto. Había regresado con Leidy para olvidar a Becky, pero no funcionó. —Ya te perdoné.  —La bajé de mi regazo para terminar mi desayuno e ir a mi trabajo. Estaba perdiendo tiempo en no poder localizar a Becky. Hoy contrataría a alguien para que la localizara y me diera sus datos donde se estaba hospedando. —¿Y por qué sigues así de distante conmigo? —hizo un puchero. Me estaba hartando de sus berrinches. —Es el trabajo. Estoy a punto de cerrar un buen negocio y necesito concentrarme en ello, ahora que me has quitado el apetito me iré —me levanté de la silla molesto porque esta chica no me dejara de terminar de desayunar. —Randy, quédate. No quería molestarte con mis preguntas. —Se abalanzó a mí y no tuve más remedio que abrazarla. —Leidy, por favor necesito ir al trabajo. Sacudió su cabeza. —¿Ya no me quieres? ¿Por qué no me has dejado tocarte? —su voz se quebró. La estaba lastimando, dejé escapar un suspiro. Me estaba comportando como un cabrón. No quería dañarla, me lo había prometido a mí mismo. No podía estar repitiendo lo mismo con ella. —Perdóname conejita. —Sus ojos esmeraldas me miraron con lágrimas aun no derramadas. Odiaba poner esa mirada en ella, como si temiera perderme. Pero el caso era que nunca le había pertenecido, la única dueña de mí era Becky y siempre lo sería ella. Estaba roto para alguien más que no fuera ella. —Hazme el amor —pidió haciendo pucheros. Tomé su pequeño rostro con mis manos. —Leidy —advertí. —Por favor. —Lloró ¿Cómo había dejado que llegara a sentir tanto por mí? me estaba rogando que le hiciera el amor. —O déjame hacértelo a ti. —Cerré los ojos con dolor. —Te quiero, pero nunca voy a poder amarte. —Confesé. Sus ojos se volvieron más cristalinos. Su pequeño cuerpo se sacudió, la abracé fuerte contra mi pecho. —Desde que nos volvimos a ver te dije que lo intentaría y lo hice. Lo intenté todo y llegué a quererte, pero no a amarte. Solo una persona puede tener mi corazón y ella nunca me lo devolvió, ahora está aquí y estoy dispuesto a hacerle reconocer que sigo aquí y nunca iré a ningún lado. —Pero, te amo. Maldije en voz baja. —Lo siento, Leidy. Pero yo nunca iba a poder amarte. Nunca amaría a nadie más que no fuera ella. Ni a ti ni a nadie. Ella lloró en mis brazos desconsolada, pero no podía hacer nada con lo que estaba sufriendo. Y yo era el causante de ese dolor que la estaba consumiendo. —Intentémoslo de nuevo, tal vez…—la corté. —Leidy, es imposible. Sea cuantas oportunidades le demos a esto que teníamos —lloró cuando mencioné ‘teníamos’ porque era lo que se estaba volviendo en estos momentos —será el mismo resultado. Ahora y siempre. —hice una pausa —solo puedo amar una vez. —No puedes darte por rendido. Todo iba bien ¿Quién es ella? —ahora se limpiaba las lágrimas y se había alejado de mí con una mirada profunda. —¿por qué vuelve ahora? Ella te dejó solo, sin importarle tus sentimientos. Y ahora piensa que si le pides que le llames lo harás porque la amas ¿Qué no ves que te está utilizando? —no lo entendía ni lo haría. No le contaría mi historia con Becky a ella. —Desconoces la historia —me limité a decir. Tomé mi saco y me dirigí a la puerta, pero su mano me detuvo en el camino. —Randy —giré para encontrarme sus ojos esmeraldas mirándome con insistencia y mucho dolor. —No termines lo nuestro como la última vez que lo hiciste, por favor. —Su labio tembló y tuve que cerrar mi puño para no decir las palabras que quería decirle. Le debía esto a ella, quería hacerlo bien pero no me lo permitía. —No podemos seguir fingiendo que estamos bien porque es obvio que no lo es, pero haré lo que pueda para seguir adelante, por el momento. No te prometo que mañana seguirá siendo lo mismo. —Cerré la puerta al momento que la veía caer al piso de madera llorando. No me quedaría para verlo. Otra vez la había roto. Otra vez había repetido la misma historia con ella. Mi cabeza palpitaba tan fuerte que creía que iba a explotar. Entonces recordé por qué dolía tanto, anoche había sido buena. Me senté en la cama agarrando mi cabeza temiendo que no fuera a rodar fuera de mis hombros fue entonces donde me di cuenta de la chica morena que yacía en mi cama, piernas largas que cubrían un poco las sabanas de mi cama. Las imágenes me golpearon y recordé como había acabado en la cama desnudo con ella. Leidy había tenido un repentino momento de confesión ayer en la tarde. Lo peor era que me había confesado lo que no quería escuchar de ella. Me dijo que me amaba. Eso no podría ser posible, porque desde un inicio nuestra relación solo se iba a tratar de sexo, no se podían interferir los sentimientos, se lo había dejado claro, pero por lo visto hizo oídos sordos. La había rechazado y dicho que nunca la amaría porque yo no podía amar, estaba roto y nadie me podría componer. Me levanté dando traspiés y caminé al baño, oriné y cepillé mis dientes. Estaba arrastrando mi culo nuevamente a la cama cuando dieron golpes a mi puerta, mi compañero de cuarto estaba de viaje así que no creía que fuera él, caminé y abrí encontrando a Leidy de pie con una mirada esperanzada pero triste. —Randy tenemos que hablar. —No hay nada de qué hablar. —Dije seco e inexpresivo. —Ayer lo que te dije era verdad. Te amo. No podía escuchar otra vez esas palabras. Eran feas viniendo de una persona que debería tener lo mejor. Leidy era una chica inteligente con potencial y yo solo sería un estorbo que le traería problemas a su vida planeada. Tenía un futuro en el cual yo no me veía. Así que lo mejor era dejarle en claro que no podría corresponderle ese amor de la misma forma que ella me lo estaba ofreciendo. —Leidy, te lo dije ayer y te lo vuelvo a decir hoy: no podré amarte porque no puedo hacerlo. Estoy demasiado roto y las piezas están esparcidas por todo el lugar y, aun así, si me lograras remendar no sería lo mismo, porque el resultado sería siendo el mismo. Yo no puedo amar y nadie puede amarme. —¿Por qué te niegas a creerlo? —Porque así soy, porque todas las personas importantes para mí desaparecieron. Todas las personas que amé me dejaron. Me han abandonado y si dejo que el sentimiento crezca terminarás haciendo lo mismo. Siempre que intento amar, me dejan. Y estoy cansado de intentarlo, estoy cansado de que me destrocen, que me hieran. No soy lo suficiente para nadie y nunca lo seré. —Mi agarre en la puerta se hizo más fuerte y ella se veía tan descuidada enfrente de mí como un animalito que necesitaba ser cuidado. Se cruzó de brazos con lágrimas en los ojos. —Vete, Leidy. No soy bueno para ti. Lo que tuvimos fue bueno la mayor parte del tiempo, pero no iba avanzar de ahí, siempre sería sexo, porque solo funciono para eso. Para tener sexo sin compromiso y desde el inicio te lo dije, si hubieras acatado las reglas no estuviéramos en esta situación. —Dejó salir las lágrimas haciendo que su cuerpo temblara levemente. —Danos una oportunidad, por favor. No soy como todas las personas que te abandonaron, yo no lo haré. Te lo prometo. —Pidió con la voz entrecortada. —No prometas algo que no puedas cumplir. —Déjame amarte. —Sacudí la cabeza. Era mejor dejar a las personas, antes que ellas lo hicieran. Las piernas largas en mi cama comenzaban a levantarse, ella siguió mi mirada y la vio. —¿Tan rápido soy de reemplazar? La tenía. Lo siguiente que diría seria doloroso para ella, pero tenía que hacerlo por el bien de los dos. Así era y nunca podría cambiar. Lo roto nunca vuelve a ser lo mismo después de ser remendado. —Cualquier chica puede ser reemplazada, hasta tú. No eras tan especial como pensé —me encogí de hombros sin ninguna pizca de emoción. —Lárgate y no vuelvas a buscarme porque si lo haces entonces atente a las consecuencias. —amenacé con voz plana pero fuerte. La miré a los ojos inexpresivo. Corrió lejos de mí, era lo más razonable que había hecho hasta ahora. Correr en dirección opuesta a la mía siempre que me viera. Correr la salvaría y algún día se daría cuenta de que había tomado la decisión correcta. Mientras manejaba mis pensamientos habían vuelto a la última vez que la había visto en el campus. Leidy había sido una chica muy inteligente y no volvió a buscarme ni tratar de hablar. La había herido lo suficiente para que no volviera, y justo en el momento que creía poder arreglar las cosas con ella del pasado todo volvía a repetirse. Recibí un mensaje de ella. Me mentiste. Me dijiste que nunca amarías. Suspiré. También era un mentiroso. Becky había hecho algo conmigo que era difícil de explicar. Se metió bajo mi piel y tan profundo que nunca iba a poder arrancarla. Ella era mi todo, era mi hogar y también poseía mi corazón roto. Estacioné mi auto en un Starbucks para comprar un café y algo de comida. No quería que Lauren hiciera mi café hoy, a veces se pasaba con el azúcar o leche. Justo en el momento que creía estar perdido estaba siendo rescatado. Su cabello se ondeaba con el viento y la hacía ver como una diosa en un vestido de mangas y zapatillas. Parpadee varias veces para asegurarme de que no fuera un truco que mi mente estaba jugándome, pero era real. Corrí lejos de la acera a su dirección, no podría perderla de vista ahora que la había encontrado. Llegué antes de que pudiera entrar al hotel donde creía que se hospedaba. —Becky —tomé su brazo. Sus ojos se abrieron del miedo y palideció. Me odiaba que me mirara así. Que solo fuera un maldito desconocido para ella. —¿Qué hace aquí? —preguntó soltándose de mi agarre. —¿Me está siguiendo? Voy a llamar al guardia de seguridad del hotel si no deja de acosarme. —No te estoy acosando, solo te he visto y he querido disculparme por lo de la otra vez. Reconozco que actué muy agresivo contigo, por favor discúlpame. —Sus ojos azules me miraron inquisitivos llenos de sospecha. No me creía. —¿A que ha venido? No le creo ninguna palabra. —Tan desconfiada como siempre. Esa cualidad no había desaparecido. —Estoy diciéndote la verdad, Becky. —Entrecerró los ojos. —También sabe mi nombre, claro ¿Cómo no lo sabría? Si está siguiéndome. —Lo sé, porque estabas en mi oficina para hacer un negocio entre ambas empresas. Te pido que me aceptes un café para hablar sobre ello, —la miré con ojos de cachorro, era mi mejor arma en las mujeres. —Por favor estoy pidiendo una segunda oportunidad y solo así podré explicarte por qué reaccioné de la forma que lo hice. Extendí mi mano para que la tomara, se mordió el labio indeciso. Miró entre mi mano y mis ojos, le di mi mejor sonrisa. Dejó escapar un suspiro resignado y caminó por delante de mí, mi sonrisa se agrandó porque seguía siendo mi chica como la conocí. Caminó al Starbucks que yo iba a ir, pero le dije que no íbamos a ir allí. —¿Por qué? —su ceño se frunció. —Te quiero llevar a la mejor cafetería de la ciudad. —Volvió a morderse el labio —Vamos. Sé que no conoces y quiero darte un buen café para que así puedas llevarte una buena impresión de la ciudad. —Abrí la puerta de mi auto para ella. Dio zancadas y se subió a regañadientes. Tan testaruda como siempre. La verdad era que quería tenerla más tiempo conmigo y la mejor excusa que se me había ocurrido era llevarla a una cafetería lejos de su hotel para que fuera tiempo suficiente en llevarla a mi auto y conversar. Era un plan con maña. Mi interior estaba feliz de que lo había conseguido. Cuando estuve dentro del auto nos fuimos del lugar. Ella era pequeña y cabía muy bien, se veía mejor que cualquier chica que estuviera ahí. Sus piernas no eran tan largas pero su vestido estaba levemente subido así que podía ver un poco de su piel blanca y suave. Se encontraba mirando los lugares que pasábamos como un borrón, así que no tenía conciencia de que la miraba como mi agua y quería hacerla mía justo en este auto. Mis pensamientos se estaban haciendo más intensos hasta que se giró y sus ojos azules se fundieron con los míos. ¿Cómo serían nuestros hijos si tuvieran la piel y cabello de ella y mis ojos? Sonreí. No me di cuenta de que había preguntado en voz alta. Sus ojos me miraron abiertos como platos y no pude contener una grande sonrisa de mi boca.
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