Ayudar a alguien desinteresadamente requiere mucho valor, Hay 50% de probabilidades de que te agradezca y 50% de probabilidades de que te quiera estafar.
◾◾◾◾◾◾◾◾◾◾◾
—¿Qué hace? —pregunté casi en un susurro al ver cómo se llevaba mi dedo a su boca.
—El olor de la sangre me molesta—dijo y chupó mi dedo, como si estuviese embarrado de un delicioso pastel, sentí un ligero ardor, al sentir como succionaba de el, alejé mi mano y él sonrió, —Sabes muy bien.
—¿Qué cree que hace?, puedo denunciarlo por acoso— dije muy nerviosa.
—Adelante, hazlo— dijo él y fue a sentarse detrás del escritorio que estaba en aquel lugar, se veía tan calmado, que me hizo sentir como una paranoica.
—Tiene que admitir que no es ético lo que hace.
—Lucy, Lucy…, mi pequeña Lucy, dime…. ¿Qué entra en lo ético y que no?, ¿Quién, decide que está bien y que está mal?.
—Es lo que yo creo.
—¿Te burlas de mí, acaso?.
—No, no lo hago.
—Dime, ¿Qué te dijeron tus padres?, ¿Qué te enseñaron?, no te metas con un hombre mayor por que no es correcto, ¿Por qué no es correcto?, si es lo que tú quieres, ¿O me equivoco?.
Tragué saliva y mis labios temblaron un poco. —Claro que se equivoca, yo no quiero meterme con usted, y no hable de mis padres, no los conoce.
—Tal vez eres tú, la que no los conoce.
—¿De qué está hablando?.
—Empecemos con esto, tengo cosas que hacer— dijo él cambiando el tema, tomó un folder y una pluma y me miró.
—Nombre completo.
—Lucy West Davis.
—¿Edad?.
—Veintiuno.
—¿Padeces alergias a algún medicamento?.
—Soy alérgica a la penicilina.
—¿Te han operado de algo?.
—No.
—¿Sabes que tipo sanguíneo eres?.
—No.
Él sonrió y se lamio los labios, saboreando algo en su boca.
—Eres AB negativo, no es un grupo sanguíneo muy común.
—¿Cómo lo sabe?.
—¿Has tenido relaciones sexuales en el último mes?—Preguntó evadiendo mi pregunta.
—¿Por qué me pregunta eso?.
—Es lo que viene aquí, solo responde.
—No, no he tenido relaciones.
—¿Eres virgen?.
—Oiga, eso…. Eso es personal.
—Le pondremos que si lo eres— dijo y anotó algo, me miró y sonrió, —Entonces si lo eres.
Me puse de pie y sentí que mis mejillas estaban sonrojadas, —Es todo, vendré cuando esté el doctor— dije y tomé mi mochila.
Alexander se puso de pie y se acercó a mí, de ese modo que me hacía sentir, insignificante como un insecto.
—Veo como la sangre corre en tus mejillas y no imaginas lo encantadora que te vez.
…………
En mi mente aun estaba lo que él dijo, el modo en que me tocó y el modo en que me besó y luego, como la última vez, se alejó de mi y se fue a toda prisa casi como si yo lo lastimara.
«¿Y si Been tiene razón?, que tontería, ¿Vampiros?, por favor, los vampiros no existen».
El fin de semana llegó como un día cualquiera, aún no había decidido, si ir o no a la dichosa fiesta, en realidad no tenía ganas de ir, mi tía salió en una cita con el carnicero, y no parecía que volvería pronto, así que me fui a mi habitación a ver películas de terror, cuando miré un correo en mi bandeja de entrada.
«¿Estas bien?, ¿Podemos hablar?».
Era un correo de Claudeth, no había hablado con ella desde…, desde aquel incidente, así que me parecía extraño que ahora se tratara de contactar conmigo.
Tomé mi teléfono y salí al jardín, lo levanté en el aire y la recepción era mala, pero tuve suerte cuando me acerqué a la cerca que dividía el jardín de mi tía con el de él vecino, busqué en mis contactos y la llamé, tal vez si ella me ayudaba podría volver a casa, me lo debía.
—¿Lucy? —respondió casi de inmediato.
—Si, soy yo. Me sorprende que me contactaras.
—Si, escucha Lucy, no tengo mucho tiempo, solo, solo quería saber ¿Cómo estás?.
—Mal, estoy muy mal, te estuve buscando después de…, de eso, ¿Por qué no me buscaste?, necesito tú ayuda, puedes hablar y decir que fue en defensa propia, así dejarán de buscarme…
—No lo creo, verás, mi padre no quiere que me involucre en eso, no será bueno para mí y para mí futuro.
—¿Y que hay del mío?, estoy atorada en un pueblo de mierda por tú culpa.
—Yo no te dije que hicieras eso.
—¿Estas bromeando, verdad?, ¿Pará qué mierda me buscaste?— Pregunté muy enojada.
—Te quedaste con el proyecto de último año, es de todas, así que envíamelo, lo necesito para mis notas o reprobaré…
—Eres toda una mierda…, no puedo creer que solo me contactaras para eso, no te daré nada, así que púdrete, y ojala que en un futuro alguien trate de violarte y esta vez no haiga nadie para defenderte, por que es lo que mereces— dije y colgué la llamada, sentía que la sangre me hervía por el coraje.
¿Por qué la gente es tan egoísta?.
—Mejor que una película.
Pegué un salto y mi teléfono salió volando y cayó en el otro jardín, —Carajo—dije al verlo en el pasto.
—Si me lo pides puedo dártelo.
El profesor Cedric me veía con una sonrisa casi de burla en su rostro, él no era muy amable, pero sus clases eran buenas. No lo había visto.
—¿Podría dármelo, por favor?.
El enorme perro n***o llegó corriendo hasta a mi, se paró en dos patas y sacó su lengua muy emocionado.
—Le gustas a Zeus, es extraño, pues él no quiere a nadie, ni siquiera a su dueño—comentó el señor Cedric.
Yo solo acaricie la cabeza de aquel perrito y le rasqué sus orejas.
Mi teléfono me fue entregado, pero cuando me lo dio, me sujetó de la mano y me jaló hacia la cerca, —Hueles tan bien.
—¡Cedric!.
Aquel hombre me soltó de inmediato, miré sobre su hombro y miré a Alexander, —¿No fui claro cuando hablé con ustedes? —preguntó el director un poco enojado.
—Si lo fuiste, solo estaba regresándole el teléfono que se le cayó por accidente, no es gran cosa.
—¿Y?.
—No volverá a pasar — respondió Cedric y se encogió en hombros, como un gato asustado.
—Muy bien, ¡Zeus entra!.
El perro se bajó de la cerca y se echó a correr a su casa, al igual que Cedric, yo solo miré a aquel hombre y decidí irme también a la mía, no quería mas problemas, en serio no los quería.
Me sentía sofocada, como si la piel me quemara, necesitaba pensar en algo más.
«La fiesta», si, si había algún lugar en donde no pensarían cosas desagradables sería en una fiesta, ¿Qué podía pasar en un pueblo como este?, exacto, nada malo podía pasar…
(Una hora después…..)
Olvídenlo, definitivamente tenía una suerte del carajo.
—¡Fue ella!, ¡Ella empezó, enciérrela! —Gritó Ashley eufórica, el oficial con una placa dorada que decía Roberts, me miró y yo negué.
—Señorita West, ¿Qué tiene que decir en su defensa?.
—Yo no empecé nada, ella vino a mi y me dijo que…
—Buenas noches
«Tiene que ser una broma», yo volteé y si, efectivamente era el director, el señor Alexander, ¿Qué hacía aquí?.
—Señor Galloway, lamento hacerlo venir tan noche —dijo el oficial mientras se ponía de pie.
—No se preocupe, el deber nunca duerme, y al parecer mis alumnos tampoco.
—Director Galloway, yo no inicié la pelea, se lo juro, tiene que ayudarme, ella es una salvaje, mire como me dejó el rostro…
—No estoy aquí por ti, estoy aquí por ella—dijo Alexander y me miró.
—¿Por mí?.
—Traté de contactar a tú tía, pero no responde las llamadas, ni los mensajes, así que como tus padres están muy lejos, el tutor a cargo de ti, es el señor Galloway.
—Ya soy mayor de edad —mencioné, —No necesito un tutor.
—Ashley es menor de edad, ¿Lo sabías, no? —preguntó el oficial.
—Yo no hice nada, ella se volvió loca y trató de golpearme, yo solo me defendí.
—Ya no hables niña—dijo Alexander y apretó mi hombro con gentileza, —Señorita Kyle, no hagamos esto tan grande, sus padres están en camino y no querrán estar involucrados en una situación como esta, tu padre se está postulando para alcalde, y si insistes en poner esta demanda, tendremos que ir con el juez, sabes que levantar falsos es un delito penado por la ley.
La forma en que Alexander hablaba era un poco confusa, Ashley lo veía con atención, como si estuviera hipnotizada, incluso yo me sentía algo perturbada, por el modo en que sus labios se movían.
—Ahora…¿Quién inició la pelea? —preguntó Alexander y miró a Ashley directo a los ojos, la chica se olvidó de parpadear y de pronto dijo: —Yo la inicié, lo hice por que estaba celosa, lo siento.
Alexander apartó la vista de la chica y miró al oficial Roberts, —Ya está, me llevo a mi estudiante, y dejemos esto aquí, estoy seguro de qué está cansado.
—No se equivoca—dijo el oficial.
—Pues entonces nos vamos.
Yo no supe que carajos pasó, lo único que sabía es que salí de aquella estación de policía libre de pecados y culpas, me quedé de pie en la acera de la calle y el señor Alexander me miró, —Sube al auto —ordenó.
«Aquí íbamos de nuevo».