Nora tragó saliva y sintió que la garganta le dolió, el fin de semana había llegado, y su madre prácticamente la había obligado a venir aquí, a la casa de los Cuervo.
—Tienes que ir a arreglarles el jardín, ya quedaste con ellos de hacerlo.
Ella no recordaba haber aceptado tal cosa, la casa que los Cuervo compraron era enorme, era una casona de tres pisos, y con un jardín que ocuparía al menos unos cinco fines de semana, tal vez más.
Ella no quería estar tanto tiempo en la casa de su maestro, si sus compañeros de clase se enteraban, sería seguro que correrían chismes y burlas.
Se mordió el labio inferior y respiró hondo, trataría de hacerlo rápido, abrió el portón y caminó por el jardín que parecía un desierto con plantas secas, llegó hasta la entrada y sintió un escalofrío.
Tocó el timbre y esperó unos segundos, nadie abrió.
Ella dio media vuelta e iba a irse y decirle a su madre que no había nadie en casa, pero apenas dio un paso la puerta se abrió.
—¿Eres Nora, cierto?.
La pobre chica dio la vuelta y asintió, el hombre delante de ella era realmente cautivante.
—Soy Frederik, mi hermano Hans dijo que tal vez vendrías, ven pasa.
Por alguna razón Nora se sintió en confianza, así que entró a la casa, todo el lugar se veía viejo, pero estaba en reparación, había plásticos cubriendo los muebles, las paredes estaban recién pintadas y el techo parecía estar siendo remodelado.
—Perdona el desorden, Konrad trabaja con rapidez, pero aún así es mucho trabajo, ¿Gustas algo de tomar?.
Nora negó.
Frederik sólo sonrió y llevó a Nora al jardín trasero, estaba igual de feo que el de enfrente, él señaló un pequeño cobertizo.
—Ahí tenemos palas, guantes, y cosas de jardinería, no se que necesitarás, pero has una lista y lo compraremos, ¿De acuerdo?, empieza con el jardín trasero.
“Empieza”, ¿Acaso ellos querían que arreglara el jardín trasero y luego el jardín frontal?, eso sería más trabajo.
—Bien— respondió Nora con su dulce voz que apenas era audible.
—Si tienes sed puedes entrar a la cocina, el baño de la planta baja está en reparación, pero en la segunda planta esta uno funcional, también en el tercer piso.
—Si.
—Muy bien te dejo trabajar entonces, yo tengo que salir, te quedas en tu casa.
Dicho aquello Frederik se fue y Nora se quedó sola. No perdió tiempo y fue al cobertizo, sacó una pequeña pala y una cubeta y se puso manos a la obra, primero empezó a quitar la maleza.
Trataba de hacerlo con rapidez pero, algunas plantas estaban muy enterradas y se rehusaban a salir.
Después de un rato estaba llena de sudor y con las mejillas sonrojadas, pero ya casi terminaba, aun tenía que limpiar, pues había maderas, piedras y cosas que estorbaban.
Después de un rato empezó a bailar, pues en verdad tenía ganas de ir al baño, miró hacia la puerta y dudó, al final decidió entrar.
Subió en silencio hasta el segundo piso, y miró hacia una puerta, fue ahí pero era una oficina, la cerró muy despacio y fue hasta otra puerta, pero tampoco era el baño, era una habitación.
La cerró y fue a la tercer puerta y para su suerte, ese era el baño, entró e hizo sus necesidades, se lavó las manos y respiró aliviada.
Estaba por salir cuando escuchó ruidos.
—Me importa un carajo… ¡Una apuesta es una apuesta y si no tienes para pagarla entonces no deberías de jugar!, esta es tu última advertencia, tienes dos días para pagarla o ya sabes que pasará.
Nora reconocía esa voz, era la voz de su maestro, tragó saliva y se quedó muy quieta.
—Oye Hans solo saquémoslo de los juegos.
Nora abrió la boca, esa era la voz de su hermano, ¿Qué no se suponía que estaba en el trabajo?.
—Claro que quedará fuera, pero aún así tiene que pagar, si no lo hace habrá más idiotas que quieran hacer lo mismo, y entonces que sentido tendría todo esto, habla con Marcus, si en una semana no ha llegado el dinero ya sabes que hacer.
—Esta bien, yo me encargo.
La chica dentro del baño no entendía de que hablaban, apuestas, dinero, estaba claro que era algo ilegal, pero aún no comprendía que tenía que ver su hermano.
Ya no escuchó ruidos y sólo entonces decidió salir del baño.
Salió de puntillas y caminó por el pasillo hacía las escaleras.
—Nora.
Ella pegó un brinco y volteo con rapidez, de pronto sentía que le golpeaban el pecho con un martillo al ver esos ojos color miel de su profesor, con su cabello n***o bien peinado y con esa elegancia que parecía irreal.
—¿Desde cuando estabas ahí?—preguntó Hans mientras se acercaba a la chica que parecía no respiraba.
—Yo…yo…solo vine al baño, lo siento — dijo Nora en un susurro y cerró los ojos con fuerza.
Hans miraba detenidamente a la chica, ella le parecía tan…interesante, no podía adivinar en que pensaba o que sentía, ella era todo un enigma ante sus ojos.
—Esto… —dijo Hans, —Esto solo es un juego tonto, no te lo tomes enserio, pero tienes que saber que no me gusta perder y tampoco es algo que suela hacer.
Nora no sabía de qué le estaba hablando su maestro, sus ojos aún estaban cerrados por el miedo inexplicable que sentía, y de pronto, sintió unos Suaves y tibios labios sobre los suyos.
Sus ojos se abrieron de golpe y no podía creer lo que ocurría, su maestro la estaba besando,
Eso debía de ser ilegal.
Hans se alejó de ella y metió sus manos a los bolsillos de su pantalón.
—Tengo grandes expectativas en ti— dijo Hans y dio media vuelta para ir a una habitación.
Nora aún estaba que no lo creía, reaccionó unos minutos después y sólo bajó las escaleras con lentitud.
Llegó al jardín y sus manos temblaban sin control, pero esta vez no era de miedo, algo en su interior se sentía bien, se sentía emocionada.
¿Quiénes eran los Cuervo?, ¿Y que tenía que ver su hermano con ellos?, muchas preguntas empezaron a invadir su cabeza.
Esa noche mientras estaba lista para irse a dormir, escuchó que su hermano salía de su habitación.
¿A dónde iba Ian todas las noches?, regresó a la cama y se metió bajo las cobijas, en sus labios aún podía sentir el beso que su maestro había dejado, sonrió y se abrazó a sí misma.
A la mañana siguiente….
—Vamos Nora, te llevaré a la escuela — dijo Ian mientras se ponía su abrigo gris.
Nora asintió y se apresuró a ir por su mochila, subió al auto de su madre y se puso el cinturón de seguridad, Ian subió en el asiento del piloto y empezó a conducir.
—¿Como te va con el jardín de los Cuervo?.
—Bien… le hice una lista a mi profesor de lo que iba a necesitar.
—¿Quieres hablar de ese tal Adrián?.
Nora se estremeció y negó con rapidez.
—¿Te molesta?, si lo hace lo pondré en su lugar.
—No…
Ian se detuvo en un semaforo y miró a su hermana por el rabillo del ojo. —Oye… defiéndete, si ese imbecil te hace algo yo me ocuparé, ya estoy aquí, yo te cuido, ¿De acuerdo?.
Nora asintió. Al llegar a la escuela se despidió de su hermano y caminó a paso lento hasta su casillero, metió la combinación y respiró hondo, lo abrió y por suerte hoy estaba limpio, sacó sus libros y guardó los que no iba a necesitar, lo cerró y de pronto alguien la empujó.
—¡Fíjate maldita rara!.
Nora solo miró a Gwen y a su séquito de amigas, eran las chicas populares, con las que todos querían salir.
—¿No vas a disculparte perra? — preguntó Kelly mientras la miraba con odio.
—Lo siento — se disculpó Nora, aunque todo aquello no había sido su culpa.
—¡Oigan!, ¿Por qué molestan a mi amiga?.
Nora sintió un escalofrío al escuchar esa voz, era Adrián.
Aquel chico llegó hasta Nora y puso un brazo sobre sus hombros.
—Amiga, te están molestando, solo dime, eh— dijo Adrián y pellizco la mejilla izquierda de Nora.
—No…
Adrián sacó de su pantalón un condón usado y lo puso frente al rostro de Nora. —Olvidaste esto en mi casa.
Todos los presentes empezaron a murmurar y a reírse.
—Que zorra eres, siempre supe que solo tenías la cara de estúpida — dijo Gwen y sonrió con malicia, todas sus amigas rieron y Nora sintió que en cualquier momento iba a romper en llanto.
—Si quieres ven a mi casa esta noche y te haré gritar de nuevo, ¡Oh si Adrián no pares, oh si!....
Nora estaba lista para salir corriendo pero…
—¿Siquiera sabes usarlo?.
Todos se quedaron en silencio en aquel pasillo, el profesor Hans se acercó hasta Adrián y este soltó a Nora y guardó el condón en su bolsillo.
—¿Siquiera sabes usar lo que tienes ahí abajo? —preguntó Hans y todos sonrieron y se burlaron en silencio, Adrián apretó los puños y se puso un poco rojo.
—Si se usarlo.
Hans solo miró al chico y luego miró a Nora. —¿Qué hacen todos aún aquí?, ¡Vayan a sus clases ya!.
Todos se movieron y Adrián estaba por irse pero Hans detuvo al chico. —Usted no Stevens, usted vaya a la oficina del director y explíquele por qué lo mandé ahí, tal vez eso si lo pueda hacer bien—ordenó Hans, —Señorita Gallur vaya a su clase.
Nora asintió y se apresuró a ir a sus clases.