—No, no hice tal cosa. Sabes que soy buena conductora. Pero algo en los ojos de lluvia paso del pánico al asombro de manera progresiva y lenta. —¿De dónde lo sacaste? —preguntó al final, después de haber observado y analizado a aquel muchacho, puesto que si omitías el aspecto extraño y algo roído era de muy buen parecer. —Lluvia, solo escúchame. Es un hombre lobo. —¿Él? —y lo señaló incrédula. —Sí, él. Luvia se lo pensó un poco, llevándose los dedos a las sienes para masajearlas—. ¿Te acostaste con él? “Aún no” a Bethany se le escapó la idea. —¡Claro que no! —¿Entonces es tu amigo? Era una buena pregunta, puesto que no tenía idea de si eran algo, o solo simple conocidos, aunque ¿quién le daría asilo y comida a un simple desconocido? Eran algo más, sí, pero Bethany aún t