Capítulo Once: Un ruso inesperado

1721 Words
Después del incómodo momento con Andrés, Jess y yo salimos de la oficina acompañadas de una mujer, no puedo pasar por alto la cara de pánico que carga mi compañera. —¿Puedes tranquilizarte? No nos conviene que sospeche algo. —Lo siento, pero me imaginé lo peor cuando se metió contigo. —Pero no sucedió nada, ahora cálmate por favor y hagamos el trabajo como se debe. Jess asiente y cuando entramos a otra habitación, descubrimos que no estamos solas. —¡Atención! Todas las chicas que se encuentran ahí saltan de su lugar y se ponen en posición. —Elisa y Natalia acaban de llegar, no quiero ningún inconveniente con ellas como la vez anterior, por que las castigare de nuevo. ¿Entendido? —Sí señora. –responden todas al unísono. —Megan, necesito que le enseñes a Elisa, –señala a Jess–, lo que tiene que hacer en este trabajo. —Pero yo estoy con el señor Villarroel. —Ya no más querida, Natalia toma tu lugar. —¡Eso es imposible! —No lo es, son órdenes de Andrés, así que respetalas y llevalas a cabo al pie de la letra. ¿Esta todo claro? —Sí, señora. –responde mirando hacia otro lado. —Bien, Elisa te quedas aquí, Natalia tú vienes conmigo. Asiento y le doy una mirada de "todo esta bien" a Jess. La entiendo, tiene miedo por que esto es algo nuevo para ambas. Salimos de la habitación y caminamos por un pasillo largo, la música se empieza a hacer más notoria al igual que las luces de colores. —Andrés se toma muy en serio su trabajo Natalia, evita por favor desobedecer sus órdenes, no puedes hablar durante sus reuniones importantes, solo sentarte a su lado o sobre él da igual, todo depende de su humor. Si él necesita agua, licor, un cigarrillo, o cualquier otra cosa, tú se la das, sin cuestionar y de manera rápida y eficaz. ¿Comprendes? —Creo que si. Ella se detiene y me detengo espantada. —¿Qué parte no queda clara? —¿A qué te refieres con "cualquier otra cosa"? Ella mira a ambos lados como asegurándose de que nadie nos ve o nos escucha. —Sexo, drogas, cualquier cosa que se le ocurra al hijo de puta. ¿Comprendes? Asiento entendiendo lo que ella quiere decir. —Tus obligaciones son verte siempre bonita y sexy para Andrés, siempre lleva vestido, no hables si él no te lo pide, no te apartes de su lado si él no te lo ordena, no hables con ninguno de sus socios, esta prohibido. Si él te pide que des tu opinión dala sino manten tu boquita cerrada. —Entiendo. Ambas caminamos de nuevo por el pasillo y salimos hasta el salón Vip del club. Me siento algo desorientada pues pasamos por aquí y ni siquiera me percaté de esta puerta. —Básicamente le dimos la vuelta al lugar, ustedes entraron por allá, subieron las escaleras, bajaron otras y dieron al pasillo, y esta puerta oculta detrás de la tapicería, es el secreto. —Que enredo, espero no perderme. —Despreocupate cariño, tú siempre estarás junto a Andrés y en el único lugar en el que te vas a perder será en las telas finas de su cama. Siento un hueco en el estómago con esa declaración. Ella parece saberlo todo. —¿Cuánto tiempo tienes trabajando con él? —Cinco años, mi hermana trabajó con él antes de que muriera en un ataque que le hicieron a la casa de Andrés. Desde entonces yo tomé su lugar. —¿Solo hay socios mexicanos en las reuniones? –cuestiono y ella ríe. —Hoy tendrás la oportunidad de conocerlos, incluso los sucios italianos pisan nuestras tierras. ¿Italianos? ¿Será posible que Bianchi este aquí esta noche? —¿Italianos? —Sí, basura italiana como les llama Andrés. Pero ahora deja de hacer lo que no debes o nos meteremos ambas en problemas. Asiento y camino hasta el lugar en donde Andrés ya se encuentra sentado. Es un espacio demasiado lujoso, hay terciopelo rojo en los muros y sillones de cuero oscuro, una mesa de centro de cristal, un mini bar de caoba con una estantería llena de botellas de lo que supongo es alcohol. Andrés me mira y sonríe, palmea el sitio vacío a su lado y voy hasta él y tomo mi lugar. —Bienvenida Nat, a mi lugar favorito. —Es un placer señor Villarroel estar esta noche con usted. Andrés acomoda mi cabello detrás de mi oreja y acaricia la piel de mi mejilla. —Por favor Nat, dime Andrés, deja las formalidades. —Lo siento, es por respeto. –finjo pena y agacho la mirada. Él me obliga a mirarlo cuando pone su dedo debajo de mi barbilla y sube mi rostro. —Pierdeme el respeto, Natalia. –susurra en mi oído y puedo sentir esa sensación helada recorrer mi cuerpo. —Señor Villarroel, todos estan esperando por usted en la sala de reuniones. —Gracias. El tipo se da la vuelta y yo respiro tranquila. —Sirveme un tequila doble y llévame una botella de añejo. –ordena cerca de mis labios antes de levantarse e irse por una puerta justo detrás de mi. Me levanto y camino hasta el mini bar y tomo un vaso tequilero, una bandeja y una botella, la mujer con la que hablé se acerca y me detiene. —De ese no, de este, –cambia la botella–, lleva limones partidos y sal, llama antes de entrar y ponte a su lado izquierdo. —Gracias, te debo una. Camino hasta la sala de reuniones con la bandeja en la mano, soy mala con el equilibrio pero me las arreglo. De nuevo, algo en mi suda, estoy muy nerviosa. ¿Y si Marco está ahí? ¿Qué tal si me descubre? Llegó hasta la puerta y llamo, recibo solo un "adelante" abro la puerta con mi mano libre y entro dándole la espalda a la mesa, camino hasta donde alcancé a visualizar a Andrés con la mirada en el suelo, pongo la bandeja en una mesita cercana y sirvo su tequila con un pedazo de limón y le espolvoreo sal. Voy hasta donde Andrés y me coloco a su lado. —Gracias mi preciosa Nat. Levanto la vista para fijarme en él, mientras me sonríe. —Queridos socios, esta noche me permito presentarles a esta belleza exótica, Natalia Peterson, mi nueva compañía. Nat, saluda a mis socios. Andrés se levanta de la silla y toma mi mano, yo aún no puedo mirar a nadie ahí. Andrés se acerca a mi oído y susurra un "miralos solo por esta vez y asiente" Hago lo que pide y levanto la mirada, suelto la respiración cuando no veo a Bianchi pero siento que el alma abandona mi cuerpo al ver a un ruso inesperado en la mesa, él me mira a mí inexpresivo pero lo conozco tan bien que sé que muere de miedo. —Nat, él es Giovanni. —Un piacere. –responde en italiano. Asiento con la cabeza a modo de saludo cordial. —Él es Huang. –señala al chino que tengo enfrente y él solo se limita a asentir–. Él es Dmitry. —Rad vstreche a vami Natalia. –dice "encantado de conocerte, Natalia" en ruso. Yo solo asiento pero hay algo que intenta decirme con los ojos pero estamos tan exhibidos que lo dejo pasar. —Él es Armin. Armin el alemán, claro, Nikolai y yo leímos acerca de él antes de salir de Rusia. Asiento a modo de saludo y él ni siquiera se digna a hablar. —Mi hermano, Alejandro. —Es siempre un placer conocer mujeres tan bellas, es una lástima que este maldito bastardo con cara de príncipe se las quede todas. Todos en la mesa ríen a excepción del alemán y eso me pone nerviosa. —Él es Eleazar. —Un gusto conocerte guapa. ¡Español! El maldito duende español, estoy metida entre una jauría de lobos. Asiento y Andrés presenta al último m*****o de la mesa. —Él es Masón. —Encantado. –responde en un inglés tan limpio que dudo que sea de aquí, suena tan británico. Asiento y para ser honestas me siento como un trozo de carne siendo ofrecida a esta jauría. Volvemos a su silla y palmea su pierna, entiendo perfectamente que es lo que quiere, así que sin cuestionar me siento en ella. —Bien, demos iniciada la junta de hoy, necesito que me entreguen sus... —Ella debe irse. –interrumpe el alemán. —¿Por qué? –cuestiona Andrés tranquilo. —No me da confianza. —Sí dudas de ella directamente dudas de mi capacidad para elegir compañía, Armin. Natalia, ha sido investigada como todas las mujeres que trabajan aquí, yo mismo me aseguré de que estuviera limpia. –señala Andrés sin perder la compostura. —¿Ya te la follaste? ¿O por qué la defiendes? –responde Armin. —Eso no es asunto tuyo, alemán, mejor enfócate en tus propios problemas. –suelta molesto Alejandro, el hermano de Andrés. —Tú no te metas adicto de mierda. –espeta furioso. Alejandro saca una glock y apunta al alemán con ella. —Vuelve a llamarme así y te van a sacar de aquí en una bolsa para mierda. —No me amenaces hijo de puta. Ella no me da confianza y si el imbecil de tu hermano no lo entiende por que se la esta follando esta más que claro que le puede más un culo que el negocio. —No cuestiones mis decisiones Armin, tu padre te dejó a cargo pero eso no significa que seas imprescindible. —¿Y vas a matarme maldito mexicano? ¡Hazlo! Ni siquiera para eso tienen valor, par de maricas. Alejando descarga la pistola en la cara del alemán y yo jadeo impresionada, el italiano y el chino se levantan de sus silla evitando las salpicaduras de sangre y sesos, yo no puedo hacer más que llorar impactada. —Dmitry saca a Nat de aquí. El ruso asiente y se levanta a paso apresurado y me toma del brazo, camino por que soy jalada por él por que estoy en shock y ni siquiera puedo moverme por mi misma, caminamos por un tramo corto de pasillo y damos una vuelta, Dmitry observa y me pega a la pared. —¿Qué mierda haces aquí, Khatia? —¿Qué haces tú aquí? —Supongo que no lo mismo que tú, pero no diré nada si tú no dices nada. —Quo pro Quo.*–respondo en un susurro. —Quo pro Quo, maldita Rusa. –dice antes de besar mi frente. *Quo pro Quo: locución en latín que significa “algo por algo” en palabras simplificadas.
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