Bianchi.
Subo al Jet al ver que ella no llegó, tenía la vaga esperanza de que Khatia al leer la nota que dejé en las flores, reconsideraria venir conmigo y empezar desde cero una vida en Italia, lamentablemente ella no llegó.
—¿Signore, vuole aspettare ancora un po'? (Señor, ¿le gustaría esperar un poco más?)
—No, andiamo a casa. (No, vamos a casa)
Todos en el Jet toman su lugar mientras abrocho mi cinturón. Fui un poco tonto al pensar que ella vendría hasta mi.
El Jet comienza a elevarse y cierro los ojos negandome a ver abajo, creo que tal vez es el destino.
El cielo oscuro me acompaña mientras pienso en ella, ¿cómo carajos es posible que ella me haya hecho perder el piso? Ahora solo puedo flotar entre su recuerdo.
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—Signor Bianchi, siamo arrivati. (Señor Bianchi, hemos llegado) –anuncia la azafata con una sonrisa coqueta.
Observo por la ventana, realmente hemos llegado. Anteriormente la hubiese llevado al hotel más cercano para quitarme un poco del estrés por el viaje, pero ahora no quiero otro cuerpo que no sea el de mi Rusa.
—Grazie. –me limito y ella me mira algo sorprendida.
—¿Necesita algo más?
—No, gracias.
Me levanto de mi asiento y camino hasta la salida del Jet, el aire de Italia golpea mi cara en cuanto bajo las escaleras, extrañaba estar aquí sin duda, pero tenía la esperanza de que esta vez no llegaría solo.
Subo a mi auto y el chófer saluda con amabilidad, le devuelvo el saludo y pregunto por su familia, él sonríe con nostalgia y me cuenta cada detalle de cada uno de ellos, su hija la mayor será mamá en un par de meses, eso debe ser lindo, me pregunto como se vería Kathia con un bebé en su vientre, alejo los pensamientos tan raros que me abordan y continuo escuchándolo, el hijo de en medio esta trabajando lejos de casa para ayudar con los gastos, el menor está siendo un buen alumno y llegará a la universidad gracias a una beca completa.
—Sí necesita algo no dude en pedirmelo, sabe que su familia es importante para la mía. –aseguro y me gano una sonrisa por su parte.
—Se lo agradezco mucho señor Bianchi.
Al ver a este hombre me hace recordar a mi padre, tan sonriente con mamá, con sus hijos, con sus empleados incluso, él no era malo, solo tuvo que hacerse cargo de algo que su padre inició, así como lo hago ahora yo.
Después de compartir las noticias recientes, me limito a observar por la ventana en un silencio que me hace mucho ruido en la cabeza.
No sé es que momento decidí que quería tener una vida, una diferente a la que tengo ahora, con una compañera como Khatia, amándonos en algún momento de esta loca carrera que todos llamamos vida. Sin embargo esta más que decidido que eso no será posible, pues el que yo empiece a sentirme bien en compañía de ella solo me vuelve vulnerable y ella representaría una debilidad, y no quiero que eso suceda.
Después de todo creo que fue mejor que ella no llegara.
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—Pero mira nada más que guapo estas. –segura mi madre en cuanto me ve llegar.
La abrazo a mi cuerpo y puedo sentir su aroma, mamá siempre huele bien, siempre se ve bien.
Ella se separa de mi con rapidez.
—¿Por qué hueles a perfume de mujer? –cuestiona y yo río.
El olor de Khatia quedó prendado en mi ropa y por supuesto ella lo noto.
—¿Te revolcaste con la azafata Marco Angelo Bianchi? –cuestiona furiosa.
—No madre, descuida que no fue con ella.
—¿Entonces?
—Conocí a una mujer increíble en Chicago. –confieso y la veo cubrir su sonrisa con las manos.
—¿Por qué ella no vino contigo?
—Aún es muy reciente.
—¿Es bonita?
—Mucho madre. Tiene unos ojos azules preciosos, cabellos dorados, sonrisa angelical, pero tiene un carácter, tan jodido como el mío.
—Ay mi niño, casi presiento que esto terminará en boda o en cepelio. –anuncia de manera fatalista.
—Yo espero fielmente que sea la primera opción.
—Ven conmigo, te he preparado una cena deliciosa.
Asiento y tomo su mano. Mamá siempre me ha consentido, ella siempre sabe que hacer y pretendo contarle todo acerca de Khatia, por que quiero que ella me diga que no es una locura lo que estoy sintiendo en el pecho.
Al llegar al comedor puedo ver a mis hermanos, esperando por mi, siento un vuelvo en el pecho y mi sonrisa crece, tenía años sin ver a mis hermanos, Nicolette es la primera en correr hasta mi y colgarse de mi cuello, yo la rodeo con mis brazos, mi hermanita pequeña ya no es más pequeña.
—Fratello, mi sei mancato cosí tanto.
(hermano, te extrañe tanto)
—También te extrañé mucho Nicolette. Has crecido tanto que apenas puedo creerlo.
—No soy tan vieja como tú, apenas tengo Veintitrés. –señala y no puedo evitar reír.
—Haste a un lado pegajosa. –le pide Giovanni haciendo una mueca de asco, Nicolette le muestra la lengua de manera infantil–. Hermano, es un enorme gusto tenerte de nuevo en casa.
—Para mi también es bueno estar en casa, con mi familia.
Mi hermano y yo nos abrazamos y besamos nuestras mejillas, es una costumbre de familia, besar la mejilla de tu hermano, de tu padre, de tu abuelo, es un signo de admiración, respeto y amor.
Por que en este círculo la familia es lo más importante, es el pilar principal que va de la mano con la lealtad y la honestidad, de lo contrario no tienes ni vales nada.
Mi padre me enseñó todo lo valioso que yo algún día deberé enseñarle a mi hijo, son reglas sencillas pero poderosas.
Estar siempre disponible para la CNS es un deber, incluso si tu mujer está dando a luz.
Los compañeros y las órdenes deben ser absolutamente respetados.
Cuando se pregunte sobre cualquier información, la respuesta siempre debe ser la verdad.
Nunca mirar o tocar a la mujer de los miembros de la CNS
Uno no puede apropiarse del dinero si pertenece a otros o a otras familias.
No se debe robar a otro hombre de honor ni, en general, a nadie.
No se debe matar a otro hombre de honor si no es estrictamente necesario.
Y sobre todo y la más importante, nadie, en absoluto esta por encima de la familia.
Puede que a muchos se les haga excesivo, exagerado o simplemente innecesario todo esto, pero no lo es, aunque valoro mucho las reglas de mi padre tengo las propias.
Si no me gusta algo lo soluciono, si algo me gusta lo tomo, si alguien me traiciona lo mato. Todos en la familia Vittorio Bianchi obedecen sin chistar todas y cada una de mis reglas, sobre todo la de vengar lo que se debe vengar... La muerte de mi padre.
CNS: La cosa nostra, la mafia cisiliana.