—¡Me niego! No quiero hacer esto. –chillo y sé que soy una ridícula por ello.
—Khatia por favor es necesario. –me asegura Jessica mi compañera.
—¿Sabes cuanto tiempo tardó en crecer mi cabello?
—Me niego a creer que la muñeca esta es inspectora. –asegura la chica del departamento de infiltrados.
—Eso debería ofenderme pero no, tú eres mujer, amas tu cabello, ¿no es así?
—Sí, pero mi compromiso con el trabajo es más fuerte e importante, además el cabello crece.
Hago un puchero por que me niego rotundamente a hacerlo pero también quiero dejar de aparentar algo que no soy.
—Khatia por favor, estamos perdiendo tiempo.
Sin decir nada me siento en la maldita silla, ellas aplauden felices mientras siento como algo dentro de mi pesa.
—¿Puedo conservar tus cabellos dorados, rapunzel? –cuestiona ella en todo burlon y yo solo le muestro mi dedo medio.
No me imaginé que para estar en Infiltrados debía cambiar mi apariencia, o sea creo que era obvio pero no tanto para el maldito hamster que vive en mi cerebro.
Cierro los ojos y escucho el filo de las tijeras cortar mi cabello, me duele en el alma, pues aunque suene tonto es lo único que me unía a Rusia, para ser más exactos a papá. Él amaba mi cabello tanto como yo amaba el suyo.
Suspiro reteniendo las malditas lágrimas, no debo ser débil, esto es para demostrarles a todos que no soy una muñequita frágil y de cara bonita, quiero que sepan de una buena vez que no soy débil.
Paso de una silla a otra rogándole al cielo que no quede como payaso de crucero. Mi compañera asiente y sonríe, no sé si fiarme de ella.
Siento la intromisión en mi ojo, parpadeo en mi defensa ganandome un manotazo por parte de la mujer que tengo enfrente.
—Me estas dando más trabajo del que necesito, inspectora.
Pongo los ojos en blanco y la ignoro.
—Fue muy inteligente de tu parte dejar el caso Bianchi, Khatia. La verdad es que no tenemos muchas esperanzas de que el departamento de Chicago lo detenga. Ese maldito italiano es tan escurridizo.
—Que más da que lo sea, ¿acaso nadie hablará de lo caliente que es el tipo?
—¿Bromeas? ¡Es un maldito delincuente! –señala Jessica con asco.
—¿Y eso qué? El que lo sea no le quita que sea jodidamente caliente. Yo dejaría que mínimo me eche una manita por aquí. –señala de manera coqueta entre sus piernas.
—Eres una sucia. –asegura mi compañera y todas ríen.
Yo por mi parte solo puedo sentir que me hago pequeña y percibo un vuelco en el estómago, dejé el caso Bianchi por que me enredé en las putas sábanas egipcias de su cama mientras se apoderaba de mis sentidos y estúpidamente de mi mente.
¿Habrá llegado ya a su destino? ¿Pensará en mi? ¿Por qué demonios me siento así cuando se trata de él?
Él día que supe quien era lo único que quería era tenerlo frente a mi y matarlo por haberme visto la cara de estúpida, pero simplemente no puedo y ya sabemos por qué, soy incapaz de disparar para quitarle la vida a alguien.
El hombre que nos dio la información en Rusia si murió, lo hizo frente a mis ojos, pero no por que yo lo haya hecho, más bien su última cena provocó su sueño permanente.
Ahora que lo pienso quizás estoy cometiendo un error, quizás Nikolai tiene razón y saldré muerta de aquí como no sea capaz de defender ni mi vida, debo hacer algo con el miedo que le tengo a jalar del gatillo o moriré apenas entre en el territorio del mexicano.
Quizás deba decirle a Jessica que no puedo disparar... Pero entonces eso me pone en una enorme desventaja a su lado. Si bien es mi compañera, pero no daría la vida por mi como Nikolai lo ha hecho por años.
—Mírate ahora Khatia, –pide Jessica con asombro sacándome del bucle de lamentaciones–, estas irreconocible.
Trago saliva con fuerza, no quiero verme. Tomo aire y me armo de valor, pongo la vista en el reflejo del espejo, casi siento que mis ojos se saldrán de su sitio, esta no puedo ser yo.
La puerta se abre de golpe haciéndome sabresaltar.
—¿Aún no llega la Rusa y su amiguita? –señala una mujer con cara de sapo, yo siento la furia recorrer mi cuerpo.
—Aquí las tienes, en persona. Kathia Markova, la inspectora Rusa y tu jefa ahora. –señalo con una sonrisa.
La cara de arrogancia de la mujer se ve opacada por una mueca de miedo absoluto.
—Lo siento Khatia.
—Inspectora, para ti. Y que no se repita.
Ella asiente y mira hacia el suelo, yo vuelvo la mirada al espejo, no soy ni la sombra de Khatia la Rusa, ahora soy quizás mi propio alter ego. Cabello corto, n***o, ojos cafés y el maquillaje que llevo justo ahora me hacen ver totalmente irreconocible.
—Esto esta de no creerse. –susurro acercándome al espejo–, ¡realmente soy yo!
—Te ves increíble Khatia, ahora es el momento de que empecemos a trabajar.
Asiento y camino junto a Jessica hasta la oficina de nuestra superior, una mujer determinada, fuerte, inteligente y muy tenaz. Nunca ha fallado en ningún caso y eso me pone los pelos de punta. No quiero cagarla cuando ella jamás lo ha hecho.
Jessica llama a la puerta y recibe un "adelante" por su parte, abre la puerta y yo limpio mis manos en mi pantalón, siento que sudan aunque no lo hacen.
Nuestra jefa es una mujer muy guapa, latina y sobresaliente en el área, ojos cafés, piel bronceada, cabello castaño, de cuerpo voluptuoso y con un carácter "de la chingada" como dicen las de la división mexicana. Algo así como el carácter de esta Rusa pero con mejor cuerpo.
—Milles, Markova, es un placer tenerlas en el departamento de infiltradas, confieso que jamás pensé en tener a dos elementos de Chicago en esta humilde pocilga como nos llaman allá, pero lo valoro mucho, sobre todo el que tú estés aquí. –me señala–, no me mal intérpretes Jessica, sabes a que me refiero.
—No se preocupe jefa, ambas sabemos que Khatia es a lo que todos aspiramos en este trabajo.
—No entiendo por que. –cuestiono sorprendida.
—Mira Khatia, te seré totalmente honesta, eres lo mejor que el departamento de Chicago tiene en cuanto a inspectores capacitados, incluso me atrevo a decir que ni tu fiel compañero es tan bueno en su trabajo.
»He leído bastante acerca de Nikolai, de hecho él tuvo la brillante idea de enviarme su hoja de vida por que hace un año quería venir a ocupar el lugar que tú ocuparas desde hoy, lamentablemente a Nikolai le hacían falta muchas cosas y le sobraban otras tantas. Así que a ojos cerrados confío en que eres incluso mejor que él, aunque en tu maldita vida jamás le hayas disparado a nadie.
Siento la sangre abandonar mi cuerpo, ¿cómo carajos ella sabe eso?
—¿Cómo es que usted sabe de eso?
—Dígamos que Nikolai me lo informó un día antes de que llegaras a la frontera.
Siento la sangre hervir, ¿por qué demonios Nikolai hizo algo así? ¿Desde cuando es tan idiota?
—No sé qué relación tienen tú y tu compañero Khatia, pero puedo estar segura de que ese hombre está celoso de lo que has conseguido y eso no es bueno.
—Eso es irrelevante ahora, ¿Cuándo comenzaremos con el trabajo?
—Está noche, tú y Milles se trasladarán al Morpheo, un club nocturno perteneciente al capo mexicano Andrés Villarroel, alias "el conde" ambas irán como meseras de zona Vip, en donde el conde pasa la mayoría de tiempo.
—Tengo una duda. –señala Jessica–, leí que... Él elije a una mesera por semana para su atención personalizada, dígame por favor que quedaremos fuera de eso. –pide y casi se siente como súplica.
—Mira Jess, no puedo asegurarte nada, el que ustedes se nieguen a servirle solo levantaría sospechas.
—Podemos decir que tienes una enfermedad contagiosa. –sugiero y suena peor de lo que sonaba en mi mente.
—¿Podemos hacer eso? –cuestiona mi compañera con esperanza.
—Haré lo posible, pero una de ustedes dos tendrá que meterse a la boca del lobo, y no hablo de manera metafórica, una de ustedes tiene que ganarse su confianza y debido a que Milles me acaba de defraudar, serás tú, Khatia quien intente ir más lejos con Andrés Villarroel.
Siento un hueco en el estómago, no quiero llegar al extremo con ese tipo, yo sabía que esto era inevitable pero me niego a tener que intimar o algo peor con un viejo horrible y decrépito como el conde. Aunque realmente no sé ni como luce.
—Tal vez mi pregunta vaya a sonar muy estúpida, pero ¿cómo luce “el conde”
Mónica, que resulta ser nuestra jefa, sonríe de manera coqueta y nos extiende una carpeta roja, cosa que llama mi atención.
—Las carpetas se califican en colores debido a la peligrosidad del sujeto, verde son los inofensivos y fáciles de atrapar, los amarillos cuentan con antecedentes pero son dóciles, los naranjas siempre tienen un equipo que está dispuesto a morir por ellos, pero los rojos... Esos son el mismo infierno, como el conde.
—¿No hay carpetas negras aquí? –cuestiono y ella abre los ojos con sorpresa.
—Ni dios los mande, cariño esos son el mismo diablo en persona, por fortuna aquí los más peligros son rojos, y de esos me he encargado yo sin problemas, ahora es tu turno.
Asiento y abro la carpeta, leo toda la información y escucho como Jessica jadea sorprendida y luego suelta una risita nerviosa.
—Khatia, tienes que verlo.
Alejo mi vista de mi carpeta y la fijo en la de mi compañera, mis ojos asimilan lo que ven, ¿acaso hay una puta regla que señale que debes ser guapo para ser mafioso?
—Me siento como las chicas de infiltrados, este hombre es guapísimo. –asegura Jessica.
—Ten mucho cuidado con eso, Milles, no quiero que se enreden más allá de lo que tengan que enredarse, no pongan en peligro la operación por una calentura.
—Lo siento jefa.
—No te preocupes, confío en que ninguna de las dos es tan estúpida como para enrederse sentimentalmente con el enemigo.
Auch, eso dolió. Me pregunto si ella sabrá lo mio con Bianchi. Quizás Nikolai se dijo así como le dijo lo de que no le he disparado ni al aire.
—Bien, es hora de irse, Jonny las llevará a lo que es su casa a partir de hoy.
Asiento y tomo los papeles que me entrega mi superior, salgo de la oficina detrás de Jessica. Suspiro tratando de calmar mis nervios. Todo va a salir bien.