Capítulo Cuatro; Marco Bianchi

1555 Words
§இ═══════இ§ Observo el lugar desde mi piso VIP, un lugar rodeado de cristales para tener una mejor vista de mi lugar favorito. El mesero que me atiende exclusivamente sube y le hago una seña a mi guardaespaldas para que lo deje pasar. —Señor Bianchi. —¿Qué se te ofrece? —Señor, recuerdo que me pidió que le avisara cuando Khatia estuviera aquí. Siento la furia recorrer mi cuerpo, como se atreve. —¿Dónde esta? –cuestiono y él nota mi molestia. —En la barra, bebiendo vodka y no se ve nada bien. Asiento y saco una bolsita con un caramelo adentro. —Dale esto, cortesía de la casa y no le cobres absolutamente nada. —Claro señor. —Y una cosa más, –detiene su andar y me mira con miedo–, a partir de hoy, ella es la señorita Markova, no Khatia, ¿entendido? —Entendido señor, me disculpo. Hago una seña con la mano para restarle importancia. Veo como él llega hasta donde esta la mujer que anoche me hizo tocar el maldito cielo y le extiende la pastilla que le envié. Ella niega repetidas veces pero mi empleado es demasiado persuasivo y termina por aceptarla. Pide otro shot de vodka y lo toma junto con la pastilla. No quiero verla sufrir o llorar por nada, ella merece el mundo entero y yo me voy a encargar de dárselo. Le doy un trago a mi tinto y la observo como león a su presa, con hambre, demasiada hambre, pero debo ser cauteloso, pues después de enterarse de que tuvo sexo con su principal objetivo, debe ser un poco frustrante para ella, pues Khatia es de las mujeres que necesitan mantener todo bajo control y aunque no me gusta doblegarme por nadie, ella es la excepción a todas mis reglas. Mi vida ha sido siempre de esa manera, se hace lo que yo diga y sin cuestiones, o puedes ganarte un balazo entre ceja y ceja, ser el mayor líder de la mafia italiana no es cosa sencilla, pues siempre habrá cosas que por mucho que no quiera tengo que hacer, incluso matar a quien no quiero. Veo a la mujer que me robó la tranquilidad en unas horas bailar en la pista, su cuerpo es el maldito pecado andante. La noche que pasé con Khatia aún la siento viva en mi piel, recordar sus gemidos hacen que mi piel se erice y luego esta su voz, susurrando palabras en distintos idiomas mientras la hacía mía. Siento mi pantalón incomodar en cierta parte, maldición. Le doy el último trago a mi copa y acomodo mi creciente erección, el que no arriesga no gana decía mi padre, así que voy a arriesgarme. Bajo las escaleras y acomodo la corbata de mi traje, estoy malditamente nervioso y eso no es bueno, debo cuidar mi estabilidad emocional. Me interno en la pista llena de gente que baila al ritmo de I feel love de Sam Smith, puedo ver su cuerpo bailar de manera sensual, alza sus brazos y acaricia su cabello, esos hilos de oro que me ponen mal. Khatia lleva un vestido corto y suelto en color nude, da la sensación de que esta desnuda y mi erección y yo estamos felices con eso. Pongo las manos en su cintura y pego mi pecho a su espalda, ella se tensa y se separa de mi, se gira y me observa con esas preciosas gemas azules. No dice nada, solo me mira con expresión indescifrable, comienza a mover su cuerpo al ritmo de la siguiente canción sin dejar de verme. Le sigo el ritmo y trato de acercarme a ella pero retrocede, doy un paso atrás y ella da uno hacia adelante, mueve su cuerpo con tanta sensualidad que ya no puedo esconder más mi excitación, ella parece notarlo y se lame el labio con osadía, no quiero alejarla pero tampoco quiero tenerla tan lejos de mi. Ella cierra los ojos y pasa las manos por sus pechos, sube por su cuello y se pierden en su cabello suelto, abre los ojos y puedo notar la dilatación en ellos, camina hasta mi y con el dedo indice traza una línea que va desde mi pecho hasta mi ombligo, me tenso con esa simple caricia, traza la misma línea de vuelta y enreda su mano en mi corbata, me jala con bastante fuerza y nuestros cuerpos quedan unidos, me atrevo a dejar mis manos en su cintura y no me rechaza. Bailamos por unos segundos así hasta que ella se gira dándome la espalda, presionando mi erección con su cuerpo, tomo su cabello y lo aparto de la piel de su cuello, me permito oler su aroma, beso su piel y hago un recorrido hasta su oído con mi lengua. Su cuerpo se pega más a mi y eso es una señal para mi. —Déjame llevarte al paraíso, Khatia. –le pido en Italiano. Ella se separa de mi y comienza a caminar, me quedo como imbecil en medio de la pista hasta que ella se gira y me sonríe con suficiencia. Camino hasta ella, siguiéndole como si fuera su perro fiel y realmente no me molesta en lo mínimo. Sale del lugar y camina por la calle, la veo encender un cigarrillo y exhala el humo de sus labios rojos, ¡Mierda! Trato de seguir su paso pero dándole su espacio, ella se detiene frente a mi auto y se recarga en el capo de este. Detengo mi caminar y la observo, la calle esta poco concurrida pero no esta sola. Ella juega con la orilla de su vestido mientras con su otra mano sostiene su cigarro. Levanta sólo un poco la pierna y quiero reventar con esa imagen, no lleva ropa interior y me esta provocando. Camino hasta ella y le da una calada al cigarro antes de que se lo quite de sus dedos. Ella exhala el humo en mi cara mientras termino por ella lo último de su cigarro. Me acerco a su cara, a milímetros de ella y ni se inmuta, Khatia baja una de sus manos y veo como se pierde entre sus piernas, veo como echa la cabeza hacia atrás y gime. Sus dedos están donde mi cara debería estar. Detengo su mano y me mira con los ojos encendidos, muerde su labio y repasa mi cuerpo con descaro. —¿Te vas a quedar ahí como idiota o vas a follarme, Bianchi? Sus palabras hacen eco en las paredes más recónditas de mi ser, pero claro que voy a follarla, hasta que jamás olvide quien soy. La tomo de la mano con brusquedad pero ella solo ríe, desactivo el seguro del Ferrari que conduzco hoy y la subo, cierro la puerta y me subo a mi lugar, le doy marcha al motor y ruge con intensidad. Avanzo por las calles de esta ciudad con velocidad, Khatia me observa y sonríe maliciosamente, desata el listón de su vestido y deja al descubierto sus senos, escucho la bocina de algún coche y vuelvo mi atención a la carretera que acabamos de tomar, ella masajea y pellizca sus puntas erguidas, gime despacio y yo ya no puedo más. Quito mi cinturón y desabotono mi pantalón, lo bajo apenas lo necesario para dejar salir mi erección. —Ven aquí. –ordeno. Ella niega con la cabeza e introduce dos dedos a su boca para luego meterlos a sus labios, me orillo y suelto el volante, la tomo y la siento sobre mi, su sexo recibe mi m*****o y suelto un gruñido al sentir su calidez, su humedad. —Oh Khatia. Pego mis labios en sus senos, chupando, mordiendo, lamiendo mientras ella gime en mi oído. Se separa de mi y me mira a los ojos. —Conduce tu maldito Ferrari, Chert voz'mi. –me pide con voz dulce y demandante. Ella sigue sus movimientos de manera tortuosa, yo la miro embelesado. No cuestiono su petición y enciendo el auto, el motor vuelve a rugir junto con mis ganas de continuar. Ella baila sobre mi erección mientras dice palabras en ruso que me ponen al mil, yo conduzco por la carretera mientras tenemos sexo. Apenas soy capaz de ver hacia donde voy pero no me importa. —Marco Angelo Bianchi, follas como un puto dios. —asegura con ese ruso tan sexy. Cabalga con rapidez mientras acelero, puedo sentir la adrenalina correr por mi cuerpo al mismo tiempo que siento a Khatia correrse presionando su cuerpo contra mi cara, haciéndome explotar también. Bajo la velocidad y me detengo en la orilla de la carretera, justo antes una curva realmente cerrada. Khatia aún se mantiene sobre mi y yo no estoy para nada incómodo con ello. —¿Vas a decirme algo? –cuestiono cuando pasamos en silencio varios minutos. —En algún momento voy a matarte. –susurra ella con voz apenas audible. —Yo también tengo que pasar por eso Khatia, dejemos que sea el destino el que decida quien de los dos muere primero. Ella levanta su cabeza de mi hombro y me mira con los ojos hechos agua. —Llévame al paraíso. —Para mi será un placer. Khatia recarga de nuevo su cabeza en mi hombro y se acomoda sobre mi cuerpo, vuelvo a darle marcha al motor y esta vez conduzco hasta mi paraíso, el que algún día será tan de ella como mío.
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