Capítulo Seis; Un arma de doble filo.

1773 Words
Bianchi. Después de subir a la lancha que nos llevaría al puerto en donde dejé el Ferrari en el que llegamos anoche, Khatia sube al coche y toma la pequeña bolsa que llevaba con ella. Abrocha su cinturón y no me mira para nada. En todo el camino de vuelta aquí ella se limitó a estar en silencio, silencio que estaba haciendo un ruido interminable en mi cabeza. Me pongo el cinturón y enciendo el coche, las imágenes vuelven a mi, ella anoche estaba... Distinta. Ahora que lo pienso mejor quizás solo fue el efecto de la pastilla que le mandé. —¿Por qué si sabes quien soy sigues buscándome? –cuestiona sin despegar su vista del camino. —Por la misma razón por la que tú sigues viniendo conmigo sabiendo quien soy. Ella gira su cabeza hacia mi y sabe que tengo razón pero no lo dirá. —Mira... Si ya no quieres que te busque no lo haré. ¿De acuerdo? Solo promete que pensarás en lo que te dije y que mientras yo no esté aquí te cuidaras. —¿Te irás? –cuestiona tratando de sonar despreocupada pero falla y eso me hace sentir algo de esperanza. —Sí, hay cosas que debo arreglar en Italia, tengo casi medio año sin ver a mi madre. La extraño. Ella solo se limita a asentir. Conduzco en silencio mientras ella observa por la ventana. Me alejaré de ella si así lo desea, me será un poco difícil pero no imposible. Enciendo el radio y como por suerte, suena la canción que anoche bailaba Khatia en el club, recuerdos fugaces atraviesan frente a mis ojos, empiezo a sentir que el pantalón se ajusta a cierta zona. —Es casi divertido ver como una canción tiene tanto poder en ti. –señala con tono burlón evitando mi mirada. —No es la canción Khatia, es el recuerdo. Veo como traga saliva y me mira dudosa. Sus ojos se clavan en los míos, entreabre sus labios y sus palabras quedan atoradas ahí, pero no deja de mirarme. Bajo la velocidad y me detengo a la orilla, llevo mi mano hasta su mejilla y la acaricio, ella cierra los ojos al sentir mi mano contra su piel. Quito mi cinturón y pongo ambas manos en su rostro, acunandolo. Me acerco a sus labios y me quedo a milímetros de ella. Acaricio su labio con mi pulgar y suspira. Cierro la distancia y la beso, al principio solo es un roce, pero profundizo cuando sus manos se ponen sobre las mías. Me deleito con su aroma y la tibieza de su lengua, mi respiración se vuelve errática, mi cuerpo reacciona de maravilla a su lado. Separa nuestro beso y se mantiene con los ojos cerrados. —Te odio tanto, Marco Bianchi. –confiesa sobre mis labios. —Odiame si eso me garantiza que algún día me amarás. —¿Por qué querrías eso? ¿A qué estamos jugando? –cuestiona y puedo notar su frustración. Quito su cinturón y la atraigo hasta mi, se sienta en mi regazo con una pierna a cada lado de mi cuerpo. —Realmente no lo sé Khatia, empiezo a sertir que estamos destinados a estar juntos. Llámame loco si quieres, estúpido por pensar así, pero siento la necesidad de quedarme a tu lado en lugar de huir de ti. Pongo un mechón de su cabello detrás de su oreja, Khatia me mira sin decir nada, quiero ser claro con ella completamente, ¿pero como mierda le hago entender algo que ni siquiera yo comprendo? —Siento que solo me estas utilizando Marco, –confiesa desviando su mirada–, y puede que el corazón lo tolere, pero mi orgullo no. Siento que... Lo correcto sería matarte aquí mismo, sin tus hombres cuidando de ti, ahorrarme todo el trabajo que se viene, redadas, infiltrados, señuelos, me evitaría poner en riesgo a mi gente, todo seria más fácil. —¿Y qué esperas entonces? –le ofrezco mi arma y ella me mira con fijeza–, matame Khatia, matame ahora, por que si me dejas ir a Italia, espero que estés dispuesta a continuar con lo que se viene. —¿Me vas a matar tú a mi? –cuestiona con altivez–, hazlo ahora, Bianchi, por que una vez que me dejes en mi casa, informaré de tu ubicación y tu destino. Analizo sus palabras y a pesar de que he sido muy obvio y un idiota por eso, ella no me ha delatado y quiero creer tontamente que ella no será capaz, de lo contrario, ya lo hubiese hecho. —No voy a matarte, ni hoy ni nunca, Khatia. —Yo tampoco soy capaz de matarte, Marco. Acerco mis labios a los suyos y la beso lento, tomándome el tiempo de imprimir cada rincón de su beso, de su cuerpo, su aroma, grabo en mi mente los suspiros que abandonan su boca cada que toco su piel. Nadie, en toda mi puta vida fue capaz de doblegarme tan rápido y tan fuerte, sin embargo, Khatia ha sabido mover los hilos de mi corazón a su voluntad sin siquiera saberlo. Fue un error o una maldita bendición haber probado de su paraíso, pues esto podría ser un arma de doble filo, tener una debilidad esta prohibido para mi, pero justo en este momento no me interesa, pues ha sido lo primero real que siento en mi vida después de mi madre y es algo a lo que jamás voy a renunciar. —Me encantaría tomarte aquí mismo, pero es de día y no quiero que ningún curioso se dé tremendo lujo. Te llevaré a casa, quiero que estés a salvo. —¿A salvo de quién? —De las miradas curiosas. –le respondo despreocupado rogando para que no pregunte más. —Esta bien, llévame a casa. Ella hace el amago de retirarse de mi cuerpo pero se lo impido —Quédate así, por favor. Me gusta sentir tu calidez. Khatia solo asiente y se acomoda sobre mi. Conduzco hasta la ciudad, agradezco tener polarizados los vidrios del coche y que nadie nos vea. Este momento es nuestro, íntimo y no pienso compartir con nadie. Puedo sentir su respiración lenta, parece que esta durmiendo. Veo la notificación de mi teléfono, lo tomo con precaución y visualizo el mensaje de mi seguridad. “Nos deshicimos del bastardo que lo estaba siguiendo, vaya tranquilo” Agradezco internamente y aumento la velocidad, Khatia efectivamente duerme sobre mi cuerpo. Quisiera nunca separarme de ella, pero tengo trabajo que hacer y aún no puedo estar cien por ciento seguro de que ella vendrá conmigo. Por primera vez en toda mi vida no quiero forzar a alguien a estar conmigo, quiero que ella quiera estar y no tener que obligarla como muchas veces lo hice antes. Llego hasta la calle de su departamento y observo a un hombre esperando por ella en la puerta de su departamento. Mi cuerpo se prende de furia. Es ese maldito ruso, Nikolai. —Khatia, Svegliati bella signora. (despierta bella dama) Khatia se remueve sobre mi. Acomoda su cabello y se frota los ojos. Detengo sus manos cuando lo hace con fuerza. —No queremos que esos ojitos preciosos se lastimen, ¿verdad que no? Ella niega con la cabeza y me da la impresión de que tengo a una niña mimada sentada en mis piernas. —Hay alguien allí afuera que espera por ti. –señalo y siento rabia. Ella gira su mirada y se tensa sobre mí. —Mierda. –murmura–, ¿podrías...? —¿Quieres que de deje a una cuadra de tu hogar como adolescente fugitiva? –cuestiono en tono gracioso y ella se sonroja. —Bianchi, avanza. —Claro, con una condición. —¿Qué carajos? ¡Hazlo y ya! –exige. —Quiero que me pidas de manera amable que avance. –le digo solo para molestar. Ella sonríe y levanta una ceja con incredulidad. Se acomoda en mi y me lanza una mirada retadora. Acerca sus labios a los míos y susurra con su maldito acento ruso que me calienta la sangre. —Conduce tu maldito Ferrari, Chert voz'mi. Hago lo que ella me pide sin dudarlo. Acelero el coche y puedo sentir esa adrenalina nuevamente cuando ella me besa cortamente. Conduzco dos cuadras y me detengo justo en una florería. —¿Puedes esperar en el coche? –le pido y ella vuelve a su lugar. Bajo del coche y llego con la dependienta. Le pido un ramo de tulipanes. Sé que le gustan por que anoche me lo confesó, eso y otras cosas. —¿Tienes una pluma? Ella asiente y me la entrega junto a una tarjeta, escribo un par de palabras y meto la tarjeta en el ramo. Vuelvo al coche y le pido que cierre los ojos. —Cierra los ojos inspectora. —¿Es en serio? No te ves como alguien así de cursi. –asegura y ríe pero termina por cerrar los ojos. Entro al coche y cierro la puerta, le pongo el ramo enfrente. —Puedes abrirlos. Ella abre los ojos y la sonrisa que mantenía antes de hacerlo se desvanece. Me mira fijamente y veo como traga saliva fuertemente. —¿Por qué tulipanes? –cuestiona en un hilo de voz. —Dijiste que eran tus favoritos. Lamento si no es así. Puedo devolverlos si quieres. —¡No! Son hermosos. Asiento dándole su momento. —¿Dije cosas anoche? –cuestiona y parece avergonzada. —Sí, un poco. Pero tu secreto está a salvo conmigo. Ella ríe. —Debo irme, Leo debe estar preocupado. Presiono el volante con mi mano al escucharla. —Tu novio espera, no demores más, inspectora. —Leo no es mi novio, solo es... —El imbecil que no te ha follado en años, lo sé lo sé. Ella abre los ojos con sorpresa y yo me golpeo mentalmente. —¿Qué mierda estas diciendo? —Khatia no hagamos esto ¿quieres? —¿No hagamos que? —Pelear como si fuésemos una pareja tonta y enamorada. Ella abre sus labios pero no dice nada. —Debo irme. –anuncia y abre la puerta pero la detengo. —Espera. Me acerco a ella y beso sus labios, mi lengua busca la suya y mi cuerpo se enciende cuando las dos se rozan. Siento su respiración mezclarse con la mía. Inhalo su perfume que ahora está mezclado con el mio. —Piensa en lo que te dije Khatia, estaré esperando por ti. Ella me mira fijamente y sonríe. —No estés seguro de ello, Marco Bianchi. Abre la puerta y por mucho que quiero detenerla no lo hago, dejo que ella se vaya de mi. Tranquilizo mi respiración y le doy marcha al motor, debo hablar con mi madre urgentemente. Ella sabrá que hacer. Solo espero que ella lea la nota que le dejé, solo estaré aquí hasta la media noche. Si decide aparecer, seré feliz, pero si no es así, juro por el infiero que voy a entenderlo.
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