Angelica White El Maserati Levante sigue con nosotros y comienzo a valorar la posibilidad de que Curtis lo haya comprado, no alquilado. «Eso, definitivamente, sería algo que haría él». Curtis en él se ve cómodo, como si fuera una extensión más de su cuerpo, confiado, seguro, casi arrogante. Le queda bien. Él por sí solo es un lujo, aún más que el mismo auto. Y como no puede faltar en esta aventura, yo soy la mujer loca que aceptó subir con él sin mapa ni garantías. —¿Lista? —pregunta, con un corto vistazo. Ante nosotros todavía está el hotel donde pasamos las últimas tres noches y yo no puedo evitar sentir emoción por lo que sigue. —Nací lista —repito con una sonrisa que ya no puedo quitarme de los labios. Curtis arranca y el rugido del motor es como un ronroneo elegante. Mientras s