En cuanto terminamos el postre, ya estamos prácticamente todos borrachos. Como el mismo restaurante invitaba las bebidas, nos aprovechamos de eso y debo admitir que es lo mejor que pudimos hacer. Nos sentimos bastante relajados, incluso hablamos como si nos conociéramos de toda la vida, el alcohol hizo que nos sintiéramos más extrovertidos. Alejandro está contando una anécdota que le pasó en el camarín con una araña y yo no puedo parar de reír, en realidad, ni siquiera le creo lo que está diciendo y eso lo hace aún más chistoso. —Entonces la araña rodeó mi dedo con su telaraña de tal manera que se me puso morado, como cuando apretás muy fuerte y se corta la circulación —cuenta soltando una carcajada—. Pensé que iba a convertirme en Spiderman. —Ja, qué tontería —manifiesta mi amigo con t

