Sombras del Pasado - Parte 2

2002 Words
Eros es uno de los primeros dioses primordiales que surgieron del Caos, el vacío primordial del universo. Un aspecto interesante de la relación entre Hera y Eros se manifiesta en la "Iliada" de Homero. Hera, queriendo distraer a Zeus para favorecer a los griegos en la guerra de Troya, decide utilizar los poderes de Eros. Para ello, Hera se acerca a Afrodita y le pide el "Cinturón de Afrodita", un cinturón mágico que tiene la capacidad de hacer irresistible a quien lo lleve, incrementando el deseo y el amor. Afrodita accede, y Hera usa el cinturón para seducir a Zeus y distraerlo. Este mito resalta cómo Hera, la diosa del matrimonio y la familia, no duda en utilizar los poderes relacionados con el amor y el deseo de Eros (a través del cinturón de Afrodita) para manipular y alcanzar sus propios objetivos en la batalla divina. Esa misma tarde, Jade y Helena paseaban tranquilamente por el parque cercano a la universidad. El sol de la tarde bañaba el paisaje con una cálida luz dorada, mientras los árboles mecían suavemente sus hojas al ritmo del viento. El ambiente era sereno, con el canto de los pájaros y el murmullo distante de una fuente de agua añadiendo una melodía suave al entorno. A lo largo del camino, los estudiantes se relajaban en el césped, algunos leyendo, otros charlando animadamente. La conversación entre Jade y Helena fluía de manera natural, como un río que sigue su curso sin obstáculos. Jade sentía una conexión creciente con Helena, una sensación de familiaridad y comprensión que era a la vez emocionante y un poco desconcertante. “¿Siempre has vivido aquí?” preguntó Jade, su voz llena de curiosidad. “No, he viajado mucho. Pero algo me atrae a este lugar,” respondió Helena, sus ojos fijos en los de Jade con una intensidad que hizo que Jade se sintiera un poco incómoda, aunque intrigada. La profundidad en la mirada de Helena parecía esconder secretos y experiencias que Jade apenas podía imaginar. De repente, el sonido agudo del teléfono de Jade rompió la tranquilidad del momento. Al mirar la pantalla, vio el nombre de Alexander. “Jade, ¿dónde estás?” preguntó Alexander, su voz firme pero cargada de una preocupación que Jade no pudo evitar notar. “Estoy en el parque con una amiga,” respondió Jade, sintiendo un nudo en el estómago que le hizo respirar con dificultad. “Voy para allá,” dijo Alexander abruptamente antes de colgar, dejándola con el teléfono en la mano y una sensación de inquietud en el pecho. Jade guardó el teléfono, tratando de calmarse mientras miraba a Helena, quien parecía haber notado el cambio en su estado de ánimo. Pocos minutos después, la figura imponente de Alexander apareció en el parque, destacando entre la multitud con su porte autoritario. Vestía un elegante traje n***o que acentuaba su aura de poder y misterio. Sus ojos grises, fríos y calculadores, se fijaron inmediatamente en Jade y Helena. “Jade,” dijo, su voz suave pero con un tono de autoridad inconfundible. “Vamos.” "Alexander, te presento a Helena" Le sonrió de forma amable y la señaló "Es una chica que..." El susodicho la interrumpió. "Mucho gusto Helena" Asintió durante un segundo con su cabeza. "Jade, nos tenemos que ir" Demandó un poco más fuerte de lo normal. Jade miró a Helena con una disculpa en los ojos. “Lo siento, Helena. Nos vemos luego.” Helena asintió, su sonrisa serena pero con un destello de desafío. “Claro, Jade. Cuídate. Siempre es bueno estar segura con alguien tan... protector como se ve que es Alexander.” Alexander no respondió al comentario, pero sus ojos lanzaron una mirada penetrante hacia Helena, una advertencia silenciosa. “No te preocupes, Helena. Siempre estoy pendiente de la seguridad de Jade,” respondió Alexander, su tono cortés pero con una clara advertencia. Helena no se dejó intimidar y mantuvo la mirada de Alexander. “Eso es bueno. En este mundo, nunca se sabe en quién confiar, ¿verdad? Es bueno tener a alguien que siempre esté... observando.” Alexander apretó ligeramente la mandíbula antes de responder. “Exactamente. Y es importante asegurarse de que las personas en quienes confiamos realmente merecen esa confianza.” Jade sintió la tensión en el aire, deseando poder aliviar la situación. “Helena, de verdad aprecio el tiempo que pasamos juntas. Hablamos luego, ¿sí?” “Claro, Jade. Estaré esperando. Cuídate,” dijo Helena, su mirada volviendo a Alexander una vez más antes de darse la vuelta lentamente. Alexander tomó la mano de Jade y la guió hacia su coche, un Bugatti Voiture Noire n***o que brillaba bajo la luz del sol. Abrió la puerta para ella con una cortesía que tenía un trasfondo de control, luego se dirigió al asiento del conductor. En la universidad, Helena observaba a Jade y Alexander desde la distancia, su mirada evaluadora. Sabía que su presencia allí tenía un propósito mayor, y estaba decidida a cumplir con su misión. “Cuidado, hermano,” murmuró para sí misma. “No eres el único que puede jugar este juego.” Mientras conducían, el silencio en el coche era espeso y cargado de tensión. Finalmente, Alexander lo rompió. “¿Quién es esa mujer?” “Helena. Es una nueva amiga que conocí en la universidad,” respondió Jade, sintiéndose incómoda por el tono posesivo de Alexander. Alexander frunció el ceño ligeramente, sin apartar la vista del camino. “Ten cuidado con quién te relacionas, Jade. No todos tienen buenas intenciones.” Jade asintió, pero una chispa de rebelión creció dentro de ella. “Helena es amable. No creo que tenga malas intenciones.” Alexander la miró de reojo, sus ojos grises brillando con una intensidad que la hizo estremecerse. “Amable, quizás. Pero las personas pueden ser engañosas. Solo quiero que estés atenta de todo lo mal en este mundo.” Jade suspiró, frustrada por su control constante. “Lo sé, Alexander. Pero no puedes controlar cada aspecto de mi vida. Necesito un poco de espacio.” Alexander apretó el volante, sus nudillos blanqueándose. “Espacio, sí. Pero también necesitas protección. No quiero que te hagan daño.” “¿Daño? ¿De verdad crees que Helena es una amenaza? Apenas la viste y no hiciste más que atacarla,” Jade se giró para mirarlo directamente, sus ojos llenos de desafío. “Simplemente no confío fácilmente en las personas, Jade. Especialmente en las que aparecen de la nada,” replicó Alexander, su tono frío como el hielo. El coche continuó avanzando, el silencio entre ellos ahora aún más tóxico. Jade miró por la ventana, su mente llena de pensamientos confusos. La tarde había comenzado con una conversación amigable en el parque, pero ahora se sentía atrapada entre dos fuerzas opuestas, cada una tirando de ella en una dirección diferente. Antes de ir a buscar a Alexander, Arabella y Henry se quedaron a solas después de que Victoria y Christopher se retiraran. La tensión entre ellos era palpable, por lo que la susodicha frunció el ceño al notarlo, y procedió a hablar. “¿Qué te pasa, Henry? ¿Por qué siempre tienes la urgencia de controlarlo todo?” preguntó Arabella, su voz llena de frustración. “Esto no se trata de control, Arabella. Se trata de protegernos a todos,” respondió Henry, su tono serio y mencionando la mitad de la verdad. Arabella se acercó a él, sus ojos brillando con rabia. “Siempre es lo mismo contigo. Siempre piensas que sabes lo que es mejor para todos.” Henry la miró fijamente, su voz baja y peligrosa. “Y tú siempre piensas con el corazón, no con la cabeza. Esa es tu debilidad.” Escupió con furia, sin pensar en las consecuencias que esto traería entre ambos. "El amor no sirve para nada, Arabella, el amor nos hace débiles. Es por eso que Zeus creó a los humanos," rodó los ojos con desdén. "Esas insignificantes criaturas se la pasan sufriendo por temas estúpidos... como tú." La observó de arriba a abajo con desprecio. Arabella lo empujó, su voz temblando de ira. “Mi debilidad es haber confiado en ti.” Henry la tomó por los hombros, sus ojos fríos y calculadores. “No lo entiendes, Arabella. No puedes seguir arriesgándote por esa gente. Es una pérdida de tiempo.” Arabella lo miró con determinación. “Estás loco.” Henry la soltó, su expresión endureciéndose aún más. “Entonces, terminemos esto de una vez por todas.” Arabella se dio la vuelta, su voz firme. “Esto se trata de detener a Eros antes de que sea demasiado tarde.” Henry la miró, sus ojos reflejando una mezcla de celos y desprecio. “Nosotros haremos lo que sea necesario.” Arabella se detuvo en la puerta, su voz cortante. “No necesito tu protección, Henry. Solo necesito que me dejes hacer lo que es correcto.” Henry avanzó hacia ella, su voz volviendo a ser dura y cortante. “¿Lo que es correcto? ¿Y quién decide eso, Arabella? ¿Tú, con tus emociones desbordadas y tu sentido del deber distorsionado? Crees que puedes salvar a todos, pero no te das cuenta de que estás poniendo tu vida en riesgo al amar a ese Dios.” Arabella se giró bruscamente, su rostro lleno de determinación y rabia. “Prefiero morir haciendo lo correcto que vivir bajo tu sombra opresiva. No eres mi guardián, Henry. No tienes derecho a decidir por mí.” Henry frunció el ceño, acercándose peligrosamente a ella. “Es que no entiendes, ¿verdad? Todo lo que hago, lo hago porque no puedo soportar la idea de verte arriesgándote por ese maldito Eros.” La tensión en el aire era palpable, cada palabra cargada de una mezcla de odio y frustración. Arabella, sintiéndose acorralada, levantó la voz. “Eros me necesita, y sí, me importa.” Henry apretó los puños, su voz llena de veneno. “Te importa porque lo amas, ¿verdad? No soportas verlo con alguien más porque en el fondo desearías estar con él.” Arabella lo miró, su rostro endurecido por la furia. “ Esto no es solo sobre Eros, es sobre hacer lo correcto.” Henry la miró con un odio frío. “Si tanto te importa, adelante. Ve y arriesga tu vida por él. Pero no esperes que me quede aquí mirando como te destruyes.” Arabella tomó una profunda respiración, su voz firme. “No te estoy pidiendo que lo hagas” Henry la observó, sus ojos llenos de celos y frustración. “No puedo soportar verte con él.” Arabella se acercó a él, su voz fría y firme. “Necesito que no te interpongas.” Henry cerró los ojos por un momento, tomando una respiración profunda. “No me importa lo que digas, no voy a quedarme de brazos cruzados mientras corres tras Eros.” Arabella asintió, su mirada dura como el acero. “Eres imposible, Henry. Todo lo que alguna vez sentí por ti, lo mataste. Ya no te amo, mataste todo amor que alguna vez te tuve, Eros puede...” La furia de Henry alcanzó su punto máximo. Sin decir una palabra más, la agarró de la cintura y la atrajo hacia él con una fuerza divina, aplastando sus labios contra los de ella en un beso brutal y posesivo. Era un recordatorio de a quién pertenecía, o al menos de a quién él creía que pertenecía. Arabella respondió brevemente antes de empujarlo con fuerza, sus ojos ardiendo con furia. “Nunca en tu maldita divina vida vuelvas a hacerlo” dijo, su voz firme y sin titubeos. Henry la miró, sus ojos llenos de una mezcla de deseo y rabia. “Siempre has sido mía Artemisa.” "Nunca fui tuya Ares." Arabella se giró y salió, dejando a Henry solo con su ira y su deseo no correspondido, sabiendo que la lucha entre ellos no había terminado.
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