—Camila, solo quiero estar sola ¿puedes irte? —Valentina habla en tono cortante cuando su hermana se acerca a ella en la popa del yate. El aire fresco proveniente del mar nocturno la despeina, pero no consigue alejar su pesar. Si no fuera porque la señora Victoria la obligó a venir y participar de este evento como la esposa del presidente de De La Vega Group, jamás lo hubiese hecho. Nada de lo que pasa aquí es de su incumbencia, tampoco las personas que están presentes. —Es bueno que sepas tu lugar —se burla Camila con una risita venenosa—. Quién lo diría… tú, la esposa y la hija legítima, y, sin embargo, eres tan pequeña e insignificante para ellos como una hormiga frente a un rascacielos. Valentina traga saliva y se agarra con fuerza al barandal. Siente cómo aquellas palabras la desg